domingo, 24 de noviembre de 2024

101 experiencias de filosofía cotidiana.- Roger-Pol Droit (1949)

 

44.-Hacer caligrafía
Duración: de 20 a 30 minutos
Material: papel y pluma de buena calidad
Efecto: concentrador

 «Escribir no es una actividad intelectual. Es, en primer lugar, un ejercicio de la mano. Quizá principalmente eso. Lo que pensamos, lo que escribimos en el papel como supuestos o pretendidos significados, tiene, sin duda, mucha menos importancia, y mucho menos interés, que la atención que se requiere para formar bien las letras, esbozar estéticamente su contorno exacto, realizar minúsculos equilibrios entre líneas rectas y curvas, bucles y puntos.
 Para experimentarlo, debes empezar por esforzarte en trazar al mismo ritmo, sin brusquedad, de manera regular, las frases, incluso las más triviales, que te pasen por la cabeza. Lo que cuenta, una vez más, no es el alcance de lo que estás escribiendo. El contenido de los signos, su "sentido", como se suele decir, no tiene más que una importancia secundaria. Lo único que vale es la regularidad de los trazos, su progresión metódica, el hecho de escribir, en orden, unas letras encadenadas, bien formadas, legibles, proporcionadas, claras.
 Concentra tu atención en los movimientos exactos y minúsculos de tus músculos, los cortos recorridos de la punta del bolígrafo o la pluma. Procura no detenerte, o lo menos posible, entre dos frases. Mantén el mismo ritmo. Lo que escribes no tiene ninguna importancia. El acto de escribir es suficiente. Evita en la medida de lo posible acelerar el ritmo o aminorarlo. La letra debe ser cuidada, dibujada, pero también monótona, constante y fluida en su avance. Su velocidad debe variar lo menos posible. Tienes que conseguir una continuidad casi perfecta, automática. Esta vez, también, solamente cuenta el hecho de que vas trazando, inexorablemente, con una aplicación cada vez más indiferente a toda voluntad, unas líneas horizontales dibujadas en el papel mediante la obstinada sucesión de letras y palabras.
 Puedes escribir todo lo que se te ocurra, recuerdos de la niñez, lista de la compra, insultos nuevos, parodia de un informe policial, postales de vacaciones, confesiones íntimas, cartas de amor, declaración de impuestos, parte de accidente. Lo esencial es que, cada vez, te preocupes menos por lo que significan las frases. Sea cual sea su significado, debes considerarlas como simples ocasiones para que la escritura prosiga.
 La experiencia consiste en sentir que el avance de las líneas, la caligrafía de las páginas que se suceden unas tras otras, permanece indiferente a lo que las frases quieren decir. Por un lado, el bullicio de nociones, sintaxis y sentimientos, el alboroto del sentido, la proliferación de coherencias y conflictos. Por otro lado (¿es realmente un "lado"?), el pulso de la grafía, sin sentido, casi pura, automática, movida por la única necesidad de seguir avanzando, por la regularidad repetida de ser incesantemente idéntica a sí misma.
 Quizá así llegues a sentir que todo lo que creemos decir y pensar es doble. Más allá del sentido más evidente que transmitimos, más o menos conocido pero siempre en apariencia disponible, probablemente distingas la permanencia secreta, inagotable, imposible de delimitar, de una inscripción corriente, arrastrada por su propio movimiento. Nada que ver con lo que significan las palabras. Por completo indiferente a lo que transmiten los textos en cuanto a ideas, informaciones, afectos. Grafía, nada más que grafía. Atravesando los cuerpos, los pensamientos, los músculos, las hojas. El interminable flujo de lo escrito.
[...]

77.- Oír nuestra voz grabada
Duración: unos minutos
Material: una grabación donde se oiga nuestra voz
Efecto: descolocante

 Uno siempre se sorprende. "¿Ése soy yo?" Tu propia voz te parece demasiado aguda o demasiado grave, demasiado lenta o demasiado rápida, mal puesta, mal colocada, desfasada, inesperada. Al principio no reconoces el timbre ni la velocidad. Y eso que la grabación refleja correctamente la voz de los demás. Pero la tuya, no.
 Sabes que eres tú quien ha pronunciado esas palabras y esas frases. Por otra parte, identificas sin dudar tu discurso, pero como al bies, de perfil, desde un ángulo curioso. Tú y no tú. Caes en una falla, un vacío que se ha abierto de repente. Tú te conoces "desde dentro". Ahora te percibes "desde fuera". Los profesionales están acostumbrados. Los profesionales de radio y de grabaciones se conocen la voz desde fuera tanto como desde dentro. Trabajan con y en esta materia. Están acostumbrados a oírse y ya no experimentan la sorpresa y el malestar que suscitan, por lo común, las primeras veces que uno escucha su propia voz tal como la oyen los demás.
 Jamás ningún ser humano, en el mundo de otras épocas, pudo oír su voz como los demás la oían. Como tampoco ver su imagen como los demás la veían. Las máquinas han hecho posible este descentramiento. No es un salir de sí mismo. Confirma, con el apoyo de las herramientas, que nuestra intimidad es ignorancia. La técnica ayuda a la filosofía. Nos lleva a preguntar con qué apariencia quedarnos: ¿la que nos ofrece, desde dentro, una imagen de nosotros mismos o bien la que parece objetiva y se graba? La misma pregunta es válida para la cara, los pensamientos, para el conjunto de nuestros comportamientos. Permanece indefinidamente sin respuesta. Siempre sorprende.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Blackie Books, 2015, en traducción de Esther Andrés Gromaches, pp. 141-144 y 239-241. ISBN: 978-84-941676-7-6.]

domingo, 17 de noviembre de 2024

Historia de la filosofía II.- Felipe Martínez Marzoa (1943)

 Epílogo


 «A lo largo de este libro hemos interpretado el título philosophía en el sentido de que una sophía (destreza, pericia, saber-habérselas) que ya no fuese ni la del carpintero ni la del marinero ni la de ningún otro en particular, sino algo así como el saber-habérselas pura y simplemente, digamos el hacerse cargo del juego mismo que siempre ya se está jugando, sería una cierta ruptura con el juego o detención de él, ciertamente de o con el juego que se está jugando, por lo tanto sería, ciertamente, jugar, pero, por así decir, llegando de fuera, y esto es lo que dice la palabra griega theoría, pues el theorós es aquél que está en un juego o fiesta llegando de fuera; el tema adjetival philo-, que designa la pertenencia, esto es, la separación esencial o interna, expresa este carácter de ruptura, separación o detención. El hacerse cargo del juego mismo sólo puede ocurrir como una cierta pérdida del juego o ruptura con él o distanciamiento con respecto a él y, sin embargo, el juego es el juego que siempre ya estamos jugando y seguimos jugando; que el juego mismo acontezca, eso sólo ocurre en la pérdida de él mismo, en su mismo substraerse; el rasgo "filosófico", el que el juego mismo acontezca, comporta a la vez la pérdida del juego; el juego mismo es el "entre" o la abertura o la distancia, el substraerse que le es inherente deja como el rastro de ese substraerse el horizonte uniforme-infinito, y como vimos, esto, dicho de otra manera, es que el perderse inherente a Grecia deja que tenga lugar el Helenismo y, cuando eso que queda, el rastro de substraerse, sea no sólo lo que queda, sino, en cuanto lo que queda, la base para un nuevo comienzo, entonces será la Modernidad. Por ser ello la distancia o el "entre" o la abertura, por eso su comparecer es ni más ni menos que su substraerse, y por eso Grecia es su mismo perecer y así dejar que tenga lugar aquello que en el presente contexto hemos designado como lo uniforme-infinito. Y aquí todo lo ya dicho de que el sentido del estudio de Grecia es que él es el camino hacia la asunción  de lo propio nuestro, porque es Grecia, en cuanto que ella es su mismo perecer, lo que deja que tengamos lugar nosotros, y de que, recíprocamente, puesto que Grecia es ese mismo perecer, el viaje a Grecia sólo es auténtico si produce él mismo el retorno. Bien entendido -digámoslo una vez más- que por "estudio de Grecia" no entendemos proposiciones acerca de "Grecia" y "lo griego", sino el trabajo línea a línea y verso a verso sobre Homero, Píndaro, Sófocles, Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles y que por ocupación sobre la Modernidad no entendemos tesis acerca de "la Modernidad", "lo moderno", la "crítica de la modernidad", etc. sino el trabajo línea a línea (en su caso verso a verso) sobre Leibniz, Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Hölderlin, Goethe, etc.; nada de lo que hemos dicho tiene el carácter de tesis "acerca de" "Grecia", "la Modernidad", "la filosofía", "la historia", "la historia de la filosofía"; todo ello son sólo maneras coyunturalmente breves de aludir al verdadero trabajo.
  Aun con todas las precauciones en las que tanto hemos insistido acerca del significado (o de la carencia de significado) que cabe atribuir a las fórmulas generales que nosotros mismos ocasionalmente empleamos, parece que lo dicho impide obviar la siguiente cuestión: nuestra exposición sobre la historia de la filosofía ha querido esbozar cómo en efecto el que el juego mismo acontezca como tal comporta aquella detención o ruptura del juego, cómo esto, una vez ocurrido, deja como rastro el horizonte uniforme-infinito, la verdad como cosa del enunciado, etc. y cómo ello, a través de la reinterpretación de la cuestión del juego como cuestión de la legitimidad del enunciado o de la certeza, conduce a la absolutez de la distancia, a que el "a dónde" de la ruptura, que por su misma noción es nada, sea todo. Parece, pues, que la philosophía se ha "consumado", que la Geschichte se ha cumplido. ¿Significa esto que "la historia de la filosofía" ha terminado?, la fórmula, tal como suena, está fuera de lugar, porque, si decimos que "termina" o que "ha terminado", ya la estamos considerando como un segmento dentro del acontecer que siempre viene de atrás y siempre sigue, cuando de lo que se trataba desde el principio (desde 1) era de entender que esa noción del horizonte no es una noción fenomenológicamente primaria. Más bien debemos, pues, relacionar la impresión de que la Geschichte se ha cumplido con algo precisamente vinculado a lo antes dicho de que no se trata de unas u otras fórmulas generales, sino de entender las palabras, y ello es lo siguiente: que se ha cumplido o que se ha consumado no quiere decir que "ya no haya" filosofía; quiere decir precisamente que la hay, esto es: que está ahí reclamando ser entendida; esto no sólo no nos priva de originalidad, sino que constituye una situación rigurosamente original en el siguiente sentido: si el que la comprensión de Platón o de Kant por Hegel fuese unilateral, la de Platón por Kant de manual malo, la de Kant por Nietzsche errónea, la de Platón por Nietzsche superficial, etc., si todo ello no impide en absoluto que cada uno de esos pensadores herede legítimamente a los anteriores, en cambio hoy es probablemente esa especie de diálogo inocente o de continuidad no pensada lo que nos está vedado. Que a la filosofía hoy le sea inherente el carácter hermenéutico no quiere decir nada parecido a que consista en "exégesis de textos" en el significado trivial de esta expresión. Se trata de una caracterización referente al sentido global de la tarea, no al modo de su plasmación disciplinar.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Istmo, 1994, pp. 266-268. ISBN: 84-7090-274-1 (tomo II).]

domingo, 10 de noviembre de 2024

Temor y temblor.- Sören Kierkegaard (1813-1855)

 

Proemio

 «Érase cierta vez un hombre (1) que en su infancia había oído contar la hermosa historia (2) de cómo Dios quiso probar a Abraham, y cómo éste soportó la prueba, conservó la fe y, contra toda esperanza, recuperó de nuevo a su hijo. Siendo ya un hombre maduro volvió a leer aquella historia y le admiró todavía más, porque la vida había separado lo que se había presentado unido a la piadosa ingenuidad del niño. Y sucedió que cuanto más viejo se iba haciendo, tanto más frecuentemente volvía su pensamiento a este relato: su entusiasmo crecía más y más, aunque, a decir verdad, cada vez lo entendía menos. Hasta que al fin, absorbido por él, acabó olvidando todo lo demás y su alma no alimentó más que un solo deseo: ver a Abraham; sólo tuvo un pesar: no haber podido ser testigo presencial de aquel acontecimiento. No es que anhelase contemplar las hermosas comarcas de oriente, ni las bellezas mundanas de la tierra prometida, ni a aquel matrimonio temeroso de Dios, cuya vejez bendijo el Señor, ni la venerable figura del patriarca, tan entrado ya en años, ni la florida juventud de ese Isaac donado por Dios; para él habría sido lo mismo si la historia hubiese acaecido en el más estéril de los eriales. Lo que de veras deseaba era haber podido participar en aquel viaje de tres días, cuando Abraham, caballero sobre su asno, llevaba su tristeza por delante y su hijo junto a él. Hubiera querido presenciar el instante en que Abraham, al levantar la mirada, vio, allá en el horizonte, el monte Moriah; y hubiera querido presenciar también el instante en que, después de apearse de los asnos, a solas ya con el hijo, inició la ascensión de la montaña: su pensamiento no estaba atento a artísticos bordados de la fantasía sino a los estremecimientos de la idea.
 Este hombre no era un pensador, no experimentaba deseo alguno de ir más allá de la fe y le parecía que lo más maravilloso que le podría suceder era ser recordado por las generaciones futuras como padre de esa fe: consideraba el hecho de poseerla como algo digno de envidia, aun en el caso de que los demás no llegasen a saberlo.
 Este hombre no era un docto exégeta. Tampoco conocía la lengua hebrea; de haberlo sabido es posible que le hubiese resultado fácil comprender la historia de Abraham.
[...]

 (1) Probablemente el padre de Kierkegaard.
 (2) Gén. cap. 22

Consideraciones preliminares

 Dice un antiguo proverbio, procedente del mundo externo y visible: "Quien no quiera trabajar, no coma" (1). Pero resulta tan evidente como curioso que dicho proverbio se adecúa muy poco al ambiente que lo inspiró: el mundo exterior está sujeto a la ley de la imperfección y por ello podemos ver una y otra vez darse la circunstancia de que también come quien no trabaja, recibiendo además el dormilón más abundante y sustanciosa comida que el trabajador. En este mundo de las apariencias visibles las cosas pertenecen a quienes las poseen, y están sometidas constantemente a la ley de la indiferencia; basta poseer el anillo para que el genio que en él mora obedezca a su propietario, tanto si es Nuredin como si es Aladino (2); quien posee las riquezas de este mundo es dueño de ellas, sin que importe la forma en que las consiguió. Pero en el mundo del espíritu no ocurren las cosas del mismo modo. Impera en él un orden eterno y divino; no llueve allí del mismo modo sobre justos e injustos (3), ni brilla allí el mismo sol sobre buenos y malos. En el mundo del espíritu es válido el proverbio de que sólo quien trabaja come; sólo quien conoció angustias reposa; sólo quien desciende a los infiernos salva a la persona amada y sólo quien empuña el cuchillo conserva a Isaac. A quien se niega a trabajar se le niega a su vez la comida, y se le engaña del mismo modo que los dioses engañaron a Orfeo con una silueta etérea en lugar de su amada (4); le engañaron porque era blando y nada valeroso, le engañaron porque era un tañedor de cítara, pero no un hombre. De nada sirve allí el tener a Abraham por padre (5) ni diecisiete cuarteles de nobleza; allí se le aplica a quien se niega a trabajar aquello que está escrito de las vírgenes de Israel (6): "Parirá viento, pero quien trabaja parirá a su propio padre".
  Existe una doctrina que temerariamente pretende introducir en el mundo del espíritu ese principio de indiferencia que aflige al mundo visible. Supone que basta con conocer lo que es grande y que no se requiere mayor esfuerzo. Pero al obrar así falta el alimento y llega la muerte por hambre mientras todo lo que está alrededor se transmuta en oro (7); ¿qué se puede llegar a conocer así?
 Sumaban unos cuantos miles los griegos contemporáneos de Milcíades que supieron de los triunfos de éste, e incontables han sido las personas de las generaciones posteriores que también los han conocido, pero sólo una persona entre tal muchedumbre perdía el sueño por su causa (8). Innumerables generaciones han sabido de memoria, palabra por palabra, la historia de Abraham, pero ¿cuántos perdieron el sueño por su causa?»

 (1) Cf. II Tes., 3-10.
 (2) En Aladino, de Oehlenschläger, el protagonista, símbolo de la luz, aparece en contraposición a Nuredin, que representa las tinieblas.
 (3) Mt., 5-45.
 (4) Se refiere a la interpretación humorística que da Platón del mito de Orfeo (Banquete, 179 D): los dioses le engañan porque en vez de tener el valor de morir antes para ir en busca de Eurídice, se las había ingeniado para entrar vivo en los infiernos.
 (5) Mt., 3-9.
 (6) Is., 26-18 
 (7) Alusión a la leyenda de Midas (Ovidio, Metamorfosis, XI, 85 y ss.)
 (8) Cf. Plutarco, Temístocles 3-3. 

 [El texto pertenece a la edición en español de Editora Nacional, 1981, en traducción de Vicente Simón Merchán, pp. 61-62 y 83-85. ISBN: 84-276-1257-7.] 

domingo, 3 de noviembre de 2024

Cinco vidas.- Francisco Javier Martínez Cisneros (1963)

 

 De A la sombra de los menhires (1995)

IV
«Acostado a la sombra de los menhires
Persiguiendo el curso del sol
Escuchaba el coro de los albatros

Mi alma era un ramal de siglos extasiados
Mi alma era un castillo transparente
Mi alma era reciente como una mirada

Cuando resplandeció de pronto
El perfil de un navío
Maniobró
Y supe que era el mío

Y supe que era el barco
Cuando una de las aves echó a volar
Y convirtiose en un ángel dorado

VI

Porque la orilla un día termina de repente
Y las aves escapan hacia otras latitudes
Cómplices a través de la niebla

Sobre la tierra
Quedan las huellas y las plumas
Y fragmentado el viento
Marañas de desdeñosas hojas se suicidan

Allí permanece un hombre apagado
Su sombrero gris es negro
Ayer murió su mano

Y más sonoro es su nombre
Que la melancolía

XI

Deja en la puerta besos y caricias
Y entra como la luz sin ser sentida
Y acércate con esa juventud
Que sólo de tu cuerpo bebería

Pósate imperceptible sobre todas
Las cosas de mi vida y hazte tan
Necesaria que nunca te confunda
Ni en el amor ni en el llanto ni en la risa

Y rómpete en montones de secretos
Como un inmenso y desunido océano
Donde extraviar gaviotas y sirenas

Y aléjame por último las sombras
Que levantan los juicios de los hombres
Llenando de dolor los corazones


XV

 ¿Quién derramará sobre mí
Unas gotas de bálsamo?

Si llegara la muerte
Sería como el olvido vagando equivocado
Ojos de par en par abiertos

Y mis dudas
Mis indecisiones
Mis opacidades
Oh Dios si estás allá arriba
Cuando llegue la sombra
Con las alas del martín pescador
Y el aroma otoñal de las rosas
Conviértelo todo en copas
O nubes
O ríos de frescura

Algún día construirá el clamor
Un mundo de silencio

Y el mejor tiempo habrá sido»

  [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Tusitala, colección Erato, 2018, pp. 61, 64, 70 y 75. Depósito legal: Z-853-2018.]

domingo, 27 de octubre de 2024

La Biblia.- Anónimo (900 a.C. - 100 d.C.)

 

Eclesiástico
5.- La falsa seguridad

  «1.-No te apoyes sobre las riquezas / y no digas: "Me basto a mí mismo".
 2.-No te apoyes en ti mismo y en tu fuerza / para vivir según los deseos de tu corazón.
 3.-No digas: "¿Quién me dominará?" / Porque sin duda te castigará el Señor.
 4.-No digas: "He pecado ¿y qué me ha sucedido?" / Porque el Señor es paciente.
 5.-Aun del pecado expiado no vivas sin temor / y no añadas pecados a pecados.
 6.-Y no digas. "Grande es su misericordia, / Él perdonará mis muchos pecados".
 7.-Porque en Él hay misericordia y cólera / y sobre los pecadores desahogará su furor.
 8.-No difieras convertirte al Señor / y no lo dejes de un día para otro.
 9.-Porque de repente se desfoga su ira / y en el día de la venganza, perecerás.
 10.-No te apoyes en las riquezas mal adquiridas, / porque nada te aprovecharán en el día de la ira.

Moderación de la lengua

 11.-No te dejes llevar de todo viento / y no camines por una senda cualquiera / que así es como obra el pecador de doble corazón.
 12.-Sé firme en tus juicios / y no tengas más que una palabra.
 13.-Sé pronto para oír / y lento para responder.
 14.-Si tienes que responder, responde; / si no, pon la mano a la boca.
 15.-En el hablar está la gloria o la deshonra / y la lengua del hombre es su ruina.
 16.-Que nadie te llame chismoso / y no tiendas lazos con tu lengua.
 17.-Porque sobre el ladrón vendrá la confusión / y la condenación sobre el de corazón doble.
 18.-No ofendas a nadie, ni en mucho ni en poco.

6 

 1.- Y no te hagas enemigo para con el amigo / porque mala fama trae como herencia vergüenza y oprobio; / tal es (lo que le espera) al pecador de lengua doble.

El orgullo

 2.-No te engrías en el consejo de tu alma / no sea que te destroce como un toro.
 3.-No devores las hojas para echar a perder tus frutos / pues te quedarás como leño seco.
 4.-El alma perversa se pierde a sí misma / y será el ludibrio de sus enemigos.
 5.-La palabra suave multiplica los amigos, / la lengua bien hablada es rica en afabilidad.

Los amigos
6.-Si tuvieres muchos amigos / uno entre mil sea tu consejero.
 7.-Si tienes un amigo, ponle a prueba / y no te confíes a él tan fácilmente.
 8.-Porque hay amigos de ocasión / que no son fieles en el día de la tribulación.
 9.-Hay amigo que se torna en enemigo / y que descubrirá tu querella ignominiosa.
 10.-Hay amigos que sólo son compañeros de mesa / y no te serán fieles en el día de la tribulación.
 11.-En tus días felices será otro tú / y hablará afablemente de los tuyos.
 12.-Pero si te viere humillado se volverá contra ti / y te ocultará su rostro.
 13.-Apártate de tus enemigos / y guárdate de tus amigos.
 14.-Un amigo fiel es poderoso protector; / el que le encuentra halla un tesoro.
 15.-Nada vale tanto como un amigo fiel; / su precio es incalculable.
 16.-Un amigo fiel es remedio saludable; / los que temen al Señor lo encontrarán.
 17.-El que teme al Señor es fiel a la amistad / y como fiel es él, así lo será su amigo.

Ventajas de la sabiduría 

 18.-Hijo mío, desde tu mocedad date a la doctrina / y hasta tu ancianidad hallarás sabiduría.
 19.-Allégate a ella como ara y siembra el labrador / y espera buenos frutos.
 20.-Porque el trabajo te fatigará un poco / pero pronto comerás de sus frutos.
 21.-Es muy duro para los indisciplinados / y el insensato no permanecerá en él.
 22.-Pesará sobre él como pesada piedra de prueba / y no tardará en arrojarla de sí.
 23.-Porque la sabiduría es conforme a su nombre / y no se manifiesta a muchos.
 24.-Escucha, hijo mío, y recibe mis avisos / y no rehúyas mis consejos.
 25.- Da tus pies a sus cepos / y tu cuello a su argolla.
 26.-Dale tu hombro / y no te molesten sus ataduras.
 27.-Allégate a ella con toda tu alma / y con todas tus fuerzas sigue sus caminos.
 28.-Sigue su rastro, busca y se te dará a conocer / y una vez apresada no la sueltes;
 29.-Porque al fin hallarás en ella tu descanso y tu gozo.
 30.- Y serán para ti sus cepos defensa poderosa, / y su argolla túnica de gloria.
 31.-Su yugo es ornamento de oro / y sus ataduras son cordón de jacinto.
 32.-Te la vestirás como túnica de gloria / y te la ceñirás como corona de exaltación.
 33.-Si quieres, hijo mío, adquirirás la doctrina / y si te entregas a ella, serás avisado.
 34.-Si con gusto la oyes, la tendrás; / si inclinas a ella tu oído, serás sabio.
 35.-Busca la compañía de los ancianos/ y si hallas algún sabio, allégate a él. / Toda conversación acerca de Dios, escúchala con gusto / y no rehúyas las sentencias de la sabiduría.
 36.-Si ves hombre discreto, apresúrate a unirte a él / y frecuenten tus pies la escalera de su puerta.
 37.-Medita en los preceptos del Señor / y ejercítate siempre en sus mandatos; / Él confirmará tu corazón / y te dará sabiduría a tu deseo.»

  [El texto pertenece a la edición en español de Biblioteca de Autores Cristianos, 1977, en versión de Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto, y revisión a cargo de una comisión de escrituristas presidida por Maximiliano García Cordero, pp. 888-890. ISBN: 84-220-0258-2.]

domingo, 20 de octubre de 2024

Critón o del deber.- Platón (427 - 327 a.C.)

 

  «Sócrates: Nosotros, mi querido Critón, no debemos curarnos de lo que diga el pueblo sino sólo de lo que dirá aquél que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad. Ves por esto que sentaste malos principios cuando dijiste al comienzo que debíamos hacer caso de la opinión del pueblo sobre lo justo, lo bueno y lo honesto y sus contrarios. Quizá me dirás: pero el pueblo tiene el poder de hacernos morir.
 Critón: Seguramente que se dirá.
 Sócrates: Así es, pero mi querido Critón, esto no podrá variar la naturaleza de lo que acabamos de decir. Y si no, respóndeme: ¿no es un principio sentado que el hombre no debe desear tanto el vivir como el vivir bien?
 Critón: Estoy de acuerdo.
 Sócrates: ¿No admites igualmente que vivir bien no es otra cosa que vivir como lo reclaman la probidad y la justicia?
 Critón: Sí.
 Sócrates: Conforme a lo que acabas de concederme, es preciso examinar ante todo si hay justicia o injusticia en salir de aquí sin el permiso de los atenienses; porque si esto es justo, es preciso intentarlo; y si es injusto es preciso abandonar el proyecto. Porque con respecto a todas esas consideraciones que me has alegado, de dinero, de reputación, de familia, ¿qué otra cosa son que consideraciones de ese vil populacho que hace morir sin razón y que sin razón quisiera después hacer revivir, si le fuera posible? Pero respecto a nosotros, conforme a nuestro principio, todo lo que tenemos que considerar es si haremos una cosa justa dando dinero y contrayendo obligaciones con los que nos han de sacar de aquí, o bien si ellos y nosotros no cometeremos en esto injusticia; porque, si la cometemos, no hay más que razonar; es preciso morir aquí o sufrir cuantos males vengan antes que obrar injustamente.
 Critón: Tienes razón, Sócrates, veamos cómo hemos de obrar.
 Sócrates: Veámoslo juntos, amigo mío; y si tienes alguna objeción que hacerme cuando yo hable, házmela, para ver si puedo someterme, y en otro caso, cesa, te lo suplico, de estrecharme a salir de aquí contra la voluntad de los atenienses. Yo quedaría complacidísimo de que me persuadieras a hacerlo pero yo necesito convicciones. Mira, pues, si te satisface la manera con que voy a comenzar este examen y procura responder a mis preguntas lo más sinceramente que te sea posible.
 Critón: Lo haré.
 Sócrates: ¿Es cierto que jamás se pueden cometer injusticias? ¿O es permitido cometerlas en unas ocasiones y en otras no? ¿O bien es absolutamente cierto que la injusticia jamás es permitida, como muchas veces hemos convenido y ahora mismo acabamos de convenir? ¿Y todos estos juicios, con los que estamos de acuerdo, se han desvanecido en tan pocos días? ¿Sería posible, Critón, que en nuestros años, las conversaciones más serias se hayan hecho semejantes a las de los niños, sin que nos hayamos dado cuenta de ello? ¿O más bien es preciso atenernos estrictamente a lo que hemos dicho: que toda injusticia es vergonzosa y funesta al que la comete, digan lo que quieran los hombres, y sea bien o sea mal el que resulte?
 Critón: Estamos conformes.
 Sócrates: ¿Es preciso no cometer injusticia de ninguna manera?
 Critón: Sí, sin duda.
 Sócrates: ¿Entonces es preciso no hacer injusticia a los mismos que nos la hacen, aunque el vulgo crea que esto es permitido, puesto que convienes en que en ningún caso puede tener lugar la injusticia?
 Critón: Así me lo parece.
 Sócrates: ¡Pero qué! ¿Es permitido hacer mal a alguno o no lo es?
 Critón: No, sin duda, Sócrates.
 Sócrates: ¿Pero es justo volver el mal por el mal, como lo quiere el pueblo, o es injusto?
 Critón: Muy injusto.
 Sócrates: ¿Es cierto que no hay diferencia entre hacer el mal y ser injusto?
 Critón: Lo confieso.
 Sócrates: Es preciso, por consiguiente, no hacer jamás injusticia, ni volver el mal por el mal, cualquiera que haya sido el que hayamos recibido. Pero, ten presente, Critón, que confesando esto, acaso hables contra tu propio juicio, porque sé muy bien que hay muy pocas personas que lo admiten y siempre sucederá lo mismo. Desde el momento en que están discordes sobre este punto, es imposible entenderse sobre lo demás y la diferencia de opiniones conduce necesariamente a un desprecio recíproco. Reflexiona bien, y mira si realmente estás de acuerdo conmigo y si podemos discutir, partiendo de este principio: que en ninguna circunstancia es permitido ser injusto, ni volver injusticia por injusticia, mal por mal; o si piensas de otra manera, provoca como de nuevo la discusión. Con respecto a mí, pienso hoy como pensaba en otro tiempo. Si tú has mudado de parecer, dilo, y exponme los motivos, pero si permaneces fiel a tus primeras opiniones, escucha lo que te voy a decir.
 Critón: Permanezco fiel y pienso como tú; habla, ya te escucho.
 Sócrates: Prosigo, pues, o más bien te pregunto: ¿un hombre que ha prometido una cosa justa debe cumplirla o faltar a ella?
 Critón: Debe cumplirla.
 Sócrates: Conforme a esto, considera si saliendo de aquí sin el consentimiento de los atenienses haremos mal a alguno y a los mismos que no lo merecen. ¿Respetaremos o eludiremos el justo compromiso que hemos contraído?
 Critón: No puedo responder a lo que me preguntas, Sócrates, porque no te entiendo.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones EDAF, 1980, en versión de Patricio Azcárate, pp. 30-33. ISBN: 84-7166-656-1.]

domingo, 13 de octubre de 2024

Cómo se hace una tesis.- Umberto Eco (1932-2016)

 

II.- La elección del tema
II.6.- ¿Tesis científica o tesis política?
II.6.1.- ¿Qué es la cientificidad?

 «Una investigación es científica cuando cumple los siguientes requisitos:
 1) La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. El término objeto no tiene necesariamente un significado físico. También la raíz cuadrada es un objeto aunque nadie la haya visto nunca. La clase social es un objeto de investigación, aunque alguno pudiera objetar que sólo se conocen individuos o medias estadísticas y no clases en sentido estricto. [...] Definir el objeto significa entonces definir las condiciones bajo las cuales podemos hablar en base a unas reglas que nosotros mismos estableceremos o que otros han establecido antes que nosotros. [...] Naturalmente, surgen problemas si tenemos que hablar, por ejemplo, de un ser fabuloso cuya inexistencia reconoce la opinión común, como por ejemplo el centauro. Llegados a este punto tenemos tres alternativas. En primer lugar, podemos decidirnos a hablar de los centauros tal y como se presentan en la mitología clásica, y así nuestro objeto llega a ser públicamente reconocible y localizable, pues tenemos que vérnoslas con textos (verbales o visuales) en que se habla de centauros [...] En segundo lugar podemos intentar una indagación hipotética sobre las características que tendría que tener una criatura viviente en un mundo posible (que no es el real) para poder ser un centauro. En tal caso habríamos de definir las condiciones de subsistencia de este mundo posible advirtiendo que toda nuestra disertación se desenvuelve en el ámbito de la hipótesis. [...] En tercer lugar podemos decidir que tenemos pruebas suficientes para demostrar que los centauros existen de verdad. Y, en tal caso, para constituir un objeto susceptible de discurso tendremos que presentar pruebas (esqueletos, restos óseos, huellas sobre lava solidificada, fotografías hechas con rayos infrarrojos en los bosques de Grecia o todo lo que queramos) tales que los demás puedan admitir que, por correcta o errónea que sea nuestra tesis, se trata de algo sobre lo que se puede hablar.
 Naturalmente, este ejemplo es paradójico y no creo que nadie quiera hacer tesis sobre los centauros, [...]
 2) La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica diferente las cosas que ya han sido dichas. Un trabajo matemáticamente exacto que viniera a demostrar con los métodos tradicionales el teorema de Pitágoras no sería un trabajo científico, pues no añadiría nada a nuestro conocimiento. [...] Hay que tener presente una cosa: que una obra de compilación sólo tiene sentido si no existe todavía ninguna parecida en ese campo. [...]
 3) La investigación tiene que ser útil a los demás. Es útil un artículo que presente un nuevo descubrimiento sobre el comportamiento de las partículas elementales. Es útil un artículo que cuente cómo ha sido descubierta una carta inédita de Leopardi y la transcriba por entero. Un trabajo es científico (una vez observados los requisitos de los puntos 1 y 2) si añade algo a lo que la comunidad ya sabía y si ha de ser tenido en cuenta, al menos en teoría, por todos los trabajos futuros sobre el tema. Naturalmente, la importancia científica es proporcional al grado de indispensabilidad que presenta la contribución. [...] Ahora bien, podría ocurrírsele a alguien sacar a la luz uno de esos documentos que suelen atribuirse burlonamente a los filósofos alemanes, de los que suelen llamarse "notas de lavandería"; se trata de textos de valor ínfimo en los que el autor había anotado las compras que tenía que hacer ese día. A veces también son útiles datos de este género, pues a pesar de todo dan un toque de humanidad a un autor que todos suponían aislado del mundo, o revelan que en aquel período él vivía bastante pobremente. A veces, en cambio, no añaden absolutamente nada a lo que ya se sabe, son pequeñas curiosidades biográficas y no tienen ningún valor científico, aunque lo tengan para las personas que consiguen fama de investigadores incansables sacando a la luz semejantes inepcias. [...]  
 4) La investigación debe suministrar elementos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta y, por tanto tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público. Este requisito es fundamental. Puedo pretender demostrar que hay centauros en el Peloponeso, pero tengo que hacer cuatro cosas precisas: a) presentar pruebas (como se ha dicho, por lo menos un hueso caudal); b) decir cómo he procedido para hacer el hallazgo; c) decir cómo habría que proceder para hacer otros; d) decir aproximadamente qué tipo de hueso (u otro hallazgo) mandaría al cuerno mi hipótesis el día que fuera encontrado.
 De este modo no sólo he suministrado las pruebas de mi hipótesis, sino que lo he hecho de modo que también otros puedan seguir buscando para confirmarla o ponerla en tela de juicio.
 Lo mismo sucede con cualquier otro tema. [...] Con lo cual he presentado una hipótesis, pruebas y procedimientos de verificación y de refutación. [...]
 Lo bueno de un procedimiento científico es que nunca hace perder el tiempo a los demás: también trabajar siguiendo el surco de una hipótesis científica para descubrir después que hay que refutarla es hacer algo útil bajo el impulso de una propuesta precedente. [...]
 Por otra parte, puede decirse que todo trabajo científico, en tanto que contribuye al desarrollo de los conocimientos de los demás, tiene siempre un valor político positivo (tiene valor político negativo toda acción que tienda a bloquear el proceso de conocimiento); mas por otra parte cabe decir con seguridad que toda empresa política con posibilidades de éxito ha de tener una base de seriedad científica.
 Ya habéis visto cómo se puede hacer una tesis "científica" sin hacer uso de logaritmos ni probetas.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Gedisa, 1985, en versión de Lucía Baranda y Alberto Clavería Ibáñez, pp. 48-53. ISBN: 84-7432-137-9.]

domingo, 6 de octubre de 2024

La voluntad de estilo: teoría e historia del ensayismo hispánico.- Juan Marichal (1922-2010)

El derecho a una voz propia: 
vislumbres del ensayo en la prosa del siglo XV

  «Las Epístolas de Mosén  Diego de Valera y los escritos de Fernando de la Torre y de Teresa de Cartagena (sobrina del obispo) -tres "cristianos nuevos"- revelan una misma actitud, dejando de lado ahora sus marcados contrastes; domina en ellos la voluntad de singularización y de individuación expresivas. Claro que este impulso individualizador se sustenta y justifica en nombre de un principio tradicional del origen religioso: "Todo hombre es de oír porque espíritu de Dios donde quiere expira; y muchas cosas se callaron por algunos grandes varones que se dijeron por otros menores"; así defendía Valera su derecho a la expresión literaria, a la enunciación de sus opiniones personales. [...] La novedad de Valera radica, ante todo, en presentarse como un "pobre caballero que sólo tiene un arnés y un pobre caballo" para exponer sus opiniones en materia política y social, equiparándolas a las de los religiosos y "hombres de consejo" que rodean al monarca castellano. Es así la suya una afirmación de la voz del "lego", del hombre alejado del centro del poder político -en contraste, por ejemplo, con la posición "central" de Alfonso de Cartagena-, pero que quiere, como él mismo dice, "entremeterse" en los asuntos públicos. Justifica también su osadía expresiva declarando modestamente que se dirige, en la mayoría de sus escritos, "a los que no tanto leyeron". Delimita así a su público, a su potencial auditorio, quitándose importancia y marcando el carácter casi "vulgar" de su función literaria. Pero, al mismo tiempo, indica que hay unos lectores, si se puede decir, poco leídos, que necesitan "guías" que estén a su mismo bajo nivel. Valera se convierte en su "pastor" mundano, en el intermediario entre ellos y la cultura. Para él, el escritor tiene el deber de "guiar a la humanidad e instruirla de buenas costumbres"; la conexión, que él no establece explícitamente, entre "los que no tanto leyeron" y "la humanidad" es manifiesta y apunta a su propósito literario, a la voluntad de enlazar su persona con las necesidades espirituales del mundo, del público "inculto". [...]
 La obra más interesante de Fernando de la Torre -el Libro de las veinte cartas y cuestiones, publicado por Paz y Melia en 1907- presenta una teoría y defensa de la literatura "mundana" mucho más sistemática que la de Valera. [...] Hasta hay en él una afirmación orgullosa -muy distinta a la actitud defensiva de Valera- de su condición de experto en materias de expresión mundana: "diciendo yo algo saber en la elocuencia común y plazible a los discretos". Ya no es, como en el caso de Valera, el escritor que aspira a vincularse con el "mundo", sino que se trata, ahora, del hombre que habla desde dentro del "mundo" y que se siente respaldado por el "mundo". Fernando de la Torre se complace así en referirse a las características propiamente "mundanas" de sus escritos, aludiendo a sus "desvaríos mal ordenados", a sus "letras de desvaríos". Señala, es verdad, que es "osado" al "escribir tantos desvaríos", pero -en contraste con Valera- la pretendida "osadía" está no en su condición personal, ni en el contenido de sus cartas, sino en la forma misma de éstas. Insistencia que revela manifiestamente su afán por mostrar el carácter natural de su composición literaria, su contraste obvio con la "manera de ordenar" eclesiástica. [...] En él los "desvaríos" apuntan sobre todo a dar un tono ameno, a conseguir lo que él llama "estilo gracioso" en su prosa, más que a reflejar fielmente el discurrir interno. Esta aspiración a escribir "graciosas lecturas" debe enlazarse además con el carácter de su auditorio: Fernando de la Torre se dirige preferentemente a las damas de la corte. [...] Porque, para el desarrollo de una prosa personalizada, era indispensable la participación, casi diríamos que el amparo, de un auditorio femenino; los "desvaríos" de Fernando de la Torre eran el reflejo directo de la demanda emocional de las lectoras. Éstas, las damas de la corte, consagraban así un estilo expresivo que representaba un nuevo grado de personalización en la prosa discursiva castellana, regida hasta entonces por los principios de la elocuencia que Fernando de la Torre llamaba "frairiega". Es probable que este escritor fuera un personaje semi-bufonesco para aquellas damas; y, desde luego, sus escritos marcaron una relativa "feminización" de la expresión literaria. [...]
 En el proceso articulador del siglo XV, Teresa de Cartagena representa quizás el mejor ejemplo de la persona "desgarrada" de su mundo que vence su aislamiento social mediante la creación de una obra semi-literaria. A su condición de cristiana nueva -y, en cierta medida, de mujer- se añadía en su caso un obstáculo físico: Teresa de Cartagena se había quedado sorda en su temprana juventud. Sus escritos -Arboleda de los enfermos y Admiración de las cosas de Dios- respondieron a su necesidad de comunicar al menos consigo mismo. Decide escribir, decía, para "hacer guerra a la ociosidad", aunque sentía que su obrita (la Arboleda) no era "comunal". En ella, por lo tanto, la expresión literaria no es enlace con los demás, sino ante todo vía de conocimiento propio; [...] "más sola me veréis en compañía de muchos que no cuando sola me retraigo a mi celda". Ya no es simplemente la conciencia del apartamiento social -ser cristiana nueva- de su antiguo grupo religioso, ni la sensación de no pertenecer enteramente a la nueva comunidad, sino también la real separación física. Por eso, en su prosa se sienten como aberturas que profundizan la interioridad personal, como esas vedutas de los cuadros prerrenacentistas que el pintor utilizaba para dar perspectivas interiores al espacio representado; Teresa de Cartagena decide poblar de "arboleda graciosa" la "ínsula" donde se recoge espiritualmente y allí, "so la sombra", logrará descansar su persona. Y, sobre todo, en esa soledad fecunda tiene el privilegio de aprender mucho gracias a la ayuda divina. Dios es como un libro abierto para ella: "Él solo me leyó ['enseñó']". Declaración que responde también al deseo de defenderse de las acusaciones que la "maliciosa admiración" ha difundido: que Teresa había derivado su librito de numerosas y diversas lecturas. Ella afirma que, malo o bueno, todo lo que dice procede de sí misma, de lo que ha leído "en Dios". Añadiendo también el mismo argumento que Valera: los seres pequeños tanto pueden revelar como los mayores. En su caso esta defensa de la voz del ser humano "pequeño" asume un nuevo significado, pues se identifica Teresa con el "estado femenino". Y así sus escritos resultan ser también una intensa defensa del derecho a la voz literaria de la mujer.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Revista de Occidente, 1971, pp. 37-43.]

domingo, 29 de septiembre de 2024

La raíz semítica de lo europeo.- Joaquín Lomba Fuentes (1932)

 

XIV.- La compleja inserción del racionalismo científico en Europa
El "Averroísmo latino"

 «Como se ha visto más arriba, las obras de Averroes fueron traducidas por Miguel Escoto, de la corte de Federico II Hohenstaufen, y por los judíos de la Corona de Aragón y fueron conocidas en París, nada más empezarse a traducir, poco después de 1230. Al principio se le da poca importancia e incluso se le interpreta mal, como les ocurrió a Roger Bacon y Alberto Magno. Pero quienes deciden adoptar antes que nadie las enseñanzas tanto de Aristóteles como las de su comentarista Averroes es la Facultad de Artes que está empeñada en hacer filosofía asimilando estas nuevas doctrinas frente a la de Teología, aferrada al agustinismo, neoplatonismo y a la escueta Escritura y libros de Sententiae clásicos, sobre todo los de Pedro Lombardo.
 Sin embargo, a pesar de que, como se ha visto, Alberto Magno y Tomás de Aquino asumieron el aristotelismo para su teología e incluso algunos de los comentarios de Averroes, sin embargo, algo había en los que ya se podía llamar "Averroísmo" que hería los oídos teológicos de ambos. Así en 1256 Alberto magno escribe contra Averroes su Sobre la unidad del Intelecto y en 1258 Tomás de Aquino su Summa contra gentes y su Sobre la unidad del Intelecto contra los averroístas, criticando a Averroes junto con otros filósofos paganos. Con ello, Averroes empieza a destacar sobre los demás comentaristas árabes y sus doctrinas llegan a ser foco de atención principal, aparte de las de Aristóteles. Tan son foco de atención que se crea un nuevo cuerpo doctrinal que, si bien está inspirado en Averroes, sin embargo hay tesis que jamás pronunció el pensador cordobés, como es la famosa de "la doble verdad" que tanto escandalizó y cuyo núcleo consistía en afirmar que una misma tesis puede ser verdad en filosofía y su contraria también en teología.
 Las críticas contra Averroes arrecian y en 1267 San Buenaventura escribe sus Exposiciones sobre los diez mandamientos, en 1268 sus Lecciones sobre los dones del Espíritu Santo y en 1273 sus Lecciones sobre el Hexamerón, todas ellas claramente antiaverroístas. Gil de Lessines da una lista de errores en su Errores de los filósofos, donde Averroes aparece en  lugar destacado. Este mismo autor dirige en 1277 una carta a Alberto Magno con "quince artículos que, en las escuelas de París, proponen los maestros que son considerados como los más importantes en su filosofía", los cuales artículos tienen un carácter claramente averroísta. Alberto Magno le responde manteniéndose en el plano de la filosofía pura. Estas tesis son las mismas que condenará Tempier y son: la eternidad del mundo y de la especie humana; la unidad de un solo Intelecto (el llamado Intelecto Agente) para todos los hombres; la carencia de libertad de la voluntad humana; el principio de que Dios no conoce nada fuera de sí mismo con la consecuencia de que no existe la providencia divina.
 Pero la gran condena fue la de 1277 en que, Tempier y Roma confabulados, condenan 219 proposiciones, excomulgando a todos los que las defiendan. En el prefacio de la misma se apunta a la doble verdad cuando afirma: "dicen que esto es verdad según la filosofía, pero no según la fe católica, como si hubiera dos verdades contrarias, y como si en lo que dicen los paganos condenados hubiera una verdad, opuesta a la Sagrada Escritura". Las tesis que se condenan constituyen un amasijo revuelto de doctrinas de la más diversa procedencia (no sólo de Averroes). Además, hay unas veinte tesis por lo menos de Tomás de Aquino, lo cual se explica, primero, porque sus adversarios se aprovecharon para introducirlas y así tener motivos para arremeter contra él; y, segundo, porque efectivamente algunas tesis son averroístas (por ejemplo, la eternidad del mundo que es compaginable con la creación según Tomás de Aquino), pues en su interpretación de Aristóteles se acerca mucho más a Averroes que a Avicena, hasta el punto de que algunos, como Asín Palacios, han hablado de un "Averroísmo teológico" en Santo Tomás de Aquino.
 Por algunas de las tesis contenidas en esta condena de 1277, podemos saber cuál era el pensamiento averroísta y cuáles eran los temas que empezaban a penetrar en Europa, de procedencia semita árabe aunque algunos de ellos tendenciosamente muy deformados con el fin de poder atacar más directamente las "innovaciones" de musulmanes y judíos (una vez más el rechazo de Europa a "lo otro"). Es obvio que algunas de estas tesis jamás las formularon ni imaginaron los filósofos musulmanes ni judíos ni Averroes. Daremos algunos ejemplos ilustrativos: tesis 40 y 154: ocuparse de la filosofía es el estado más perfecto y sólo son sabios los filósofos; tesis 153 y 175: el conocimiento de la teología no vale e incluso es perjudicial; tesis 56, 42,152, 174, 184, 185, 217: la teología está llena de fábulas y de errores, las cuales no están fundadas en la razón; y Dios no se puede conocer más que a sí mismo y, por tanto, no puede conocer lo contingente ni lo que va a ocurrir en el futuro; tesis 6, 91, 101: el mundo es eterno; hubo, por tanto, en el pasado una infinidad de revoluciones del cielo, revoluciones que, al retornar cada treinta y seis mil años, ocasionan los mismos efectos; tesis 87, 91: las especies contenidas en el mundo son también eternas y, por tanto, no hubo un primer hombre ni habrá un último; tesis 21: lo que pasa en el mundo ocurre necesariamente; tesis 32: el Intelecto es uno para todos los hombres y está separado de éstos; tesis 134, 163, 164: en todas sus acciones el hombre sigue el apetito dominante y este apetito, si no encuentra obstáculo, es movido necesariamente por lo deseable, a menos que se crea que la voluntad sigue de manera forzosa lo que cree y le dicta la razón, en todo caso, la voluntad está determinada por el exterior; tesis 144: todo el bien que puede alcanzar el hombre consiste en las virtudes intelectuales; tesis 176: la felicidad puede alcanzarse ya en esta vida; tesis 168: la continencia no es esencialmente una virtud; tesis 169: la abstinencia completa del acto carnal corrompe la virtud y la especie; tesis 171: la humildad no es una virtud. Y, como éstas, otras muchas más que componen el cuadro completo del Averroísmo (repito: no del mismo Averroes).
 Este Averroísmo fue sostenido durante el Medievo por autores como Siger de Brabante (h. 1235-h. 1284) y Boecio de Dacia (fl. h. 1270), contra quienes iba especialmente dirigida la condena de 1277, Juan de Jandún (muerto en 1328), Marsilio de Padua (h. 1275-h. 1343), éste, sobre todo, en el aspecto político y otros muchos más. Después de la Edad Media, el Averroísmo siguió desde finales del siglo XV hasta el XVII, centrándose, sobre todo, en la Universidad de Padua, con representantes tales como Nicoleto Vernia (h. 1420-1499), Agostino Nifo (1463-h. 1546), Alesandro Achillini (1463-1512), Marco Antonio Zimara (muerto en 1532) y otros más.
 Pero lo más importante no es que se fuera averroísta de pleno derecho o que se tuvieran solamente algunas tesis tomadas del Averroísmo, como fue el caso de Pedro Abano (1257-1315) o del comentador de Aristóteles Jacobo Zarabella (1533-1589). Como tampoco era fundamental ser aristotélico alejandrista, al modo como lo veremos a continuación. La clave estaba en que Averroísmo, Aristotelismo, Alejandrismo, no eran más que expresión concretada en ciertas corrientes de un ambiente general nuevo que había invadido la ciencia y filosofía europeas proveniente del mundo semita (aunque, como se ha dicho, deformándolo), a saber: el gusto especial por la razón, por el naturalismo, por la separación de filosofía/ciencia de la religión y por cuantas cosas se han apuntado en el capítulo número 4.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Akal, 1997, pp. 78-80. ISBN: 84-460-0787-8.]

domingo, 22 de septiembre de 2024

Más Bech.- John Updike (1932-2009)

Blanco sobre blanco  

 «Un conocido, un colega escritor, el pensador liberal Maurie Leonard, se le acercó. Aunque hombre alto y ancho de pecho y hombros, Maurie tenía una postura tan terrible de oficinista encorvado sobre su mesa que todo efecto de fuerza quedaba limitado a su voz, que sonaba como un chirrido acuciante. Metal sobre metal. Mente sobre materia.
 -Vaya chabola, ¿eh? -dijo-. Sabes cómo Hyde ha hecho dinero, ¿verdad?
 Un radical, más que un liberal, cuyas columnas bisemanales deploraban los funcionarios electos y cuyos ensayos encuadernados se retiraban de los anaqueles de las bibliotecas de instituto, Maurie todavía experimentaba un inocente y orgulloso regocijo en las obras atroces del capitalismo.
 -No. ¿Cómo?
 -¡Programas de juegos! ¡Hyde-Juega al escondite! (1) -Maurie emitió estas palabras con un júbilo que le apretó fuertemente las mejillas contra los ojos, de órbitas tan arrugadas como nueces-. ¿No has oído hablar de ellos? ¡Cristo, si acabas de escribir un libro entero sobre la industria de la televisión!
 -Eso era ficción -dijo Bech.
 Maurie también ejerció presión sobre la piel situada encima del codo de Bech, murmurando confidencialmente:
 -Nadie lo diría al mirar a ese cabrón tan tieso, pero Hyde es un genio. Es como Hitler; va por delante de ti en la peor cosa que se te ocurra pensar de él. ¿Sabes cuál ha sido su última ocurrencia?
 -No -respondió Bech, empezando a desear que aquel pasaje prescindiera del diálogo en favor de una simple forma expositoria.
 -¡Combates de barro! -chirrió Maurie, y una docena de arrugas subieron en abanico desde cada recoveco externo de sus ojos tartáricos, curtidos por la vida callejera-. En bikini, ahí mismo, en la teletonta. Y nada de furcias típicas, sino la vecinita de al lado; van al programa con sus maridos, madres y malditos profesores de gimnasia y cuentan que quieren ganar por su ciudad y Jesucristo y la American Legion, y lo siguiente que ves es que ahí la tienes, zurrando a otra tía con el puño embarrado y dándole un mordisco en el culo. ¡Cristo!, es maravilloso. Una, o las dos, caen y es como si estuvieran follando en cueros vivos. Los miércoles a las cinco y media, justo antes de las noticias, y lo vuelven a dar el sábado a medianoche, para parejas en la cama. Bech, te apuesto a que no puedes verlo sin empalmarte.
 Este hombre ama a Norteamérica, pensó Bech, y escribe como si la odiara.
 -Dinero fácil -dijo en voz alta.
 -No te imaginas cuánto. Si este sitio te parece lujoso, deberías ver la casa de campo de Hyde en Amagansett. Y su granja de caballos en Connecticut.
 -Así que lo que he escrito es cierto -dijo Bech como para sí.
 -En todo caso, te quedaste corto -le aseguró Leonard, ahora implicando hasta a sus mismas orejas en los pliegues crecientes de felicidad, de modo que en sus amplios lóbulos peludos se formaron huecos.
 -¡Qué triste! -dijo Bech-. ¿De qué sirve la ficción?
 -Acelera la revolución -proclamó Leonard, y a modo de despedida, con las palmas levantadas-: ¡El año que viene en Jerusalén!
 Bech necesitó otra copa. El piano y el arpa estaban interpretando "Escarcha, el muñeco de nieve" y luego el arpa sola atacó "El humo entra en tus ojos". La blancura estaba llenando la habitación, como un baño de vapor. En el borde de la multitud en torno al bar, una chica de 1'80, con un camisón de Dior lleno de volantes, entregó a Bech su copa vacía y le pidió que le trajera un spritzer Chablis. Él hizo lo que le había pedido y cuando volvió a su lado vio que ella tenía un leotardo color chocolate debajo del camisón. El rojo de su pelo era irreal y abundante y le caía hasta los hombros en un bucle ceroso a lo Ginger Rogers; tenía el flequillo igualado con sus rectas cejas negras. Era pesada toda ella, notó Bech, pero atractiva, con una mirada marmórea sin humor.
 -¿Eres la mujer de quién? -le preguntó Bech.
 -Eso es una actitud machista.
 -Sólo trataba de ser cortés.
 -De nadie. ¿De quién eres el marido?
 -De nadie. En un sentido.
 -¿Sí? Dime en qué sentido.
 -Sigo estando casado, pero nos hemos separado.
 -¿Qué os ha separado?
 -No lo sé. Creo que yo era malo para su ego. Supongo que ahora las mujeres necesitan hacer algo por su cuenta. Como has insinuado antes.
 -Sí.
 La pronunciación de la chica era absolutamente neutra, a medio camino entre el asentimiento y un gruñido.
 -¿Qué haces tú, entonces?
 -Aah. He hecho un combate en el programa de Hendy.»

 (1) Juego de palabras entre el apellido Hyde y la expresión Hide-and-seek, que significa el juego del escondite.

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Argos Vergara, 1983, en traducción de Jaime Zulaika, pp. 201-204. ISBN: 84-7178-603-6.]

domingo, 15 de septiembre de 2024

La paz perpetua.- Immanuel Kant (1724-1804)

Segundo artículo definitivo de la paz perpetua
El derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados libres

  «Los pueblos, como Estados que son, pueden considerarse como individuos en estado de naturaleza -es decir, independientes de toda ley externa-, cuya convivencia en ese estado natural es ya un perjuicio para todos y cada uno. Todo Estado puede y debe afirmar su propia seguridad, requiriendo a los demás para que entren a formar con él una especie de constitución, semejante a la constitución política, que garantice el derecho de cada uno. Esto sería una Sociedad de naciones, la cual, sin embargo, no debería ser un Estado de naciones. En ello habría, empero, una contradicción; todo Estado implica la relación de un superior -el que legisla- con un inferior -el que obedece, el pueblo-; muchos pueblos reunidos en un Estado, vendrían a ser un solo pueblo, lo cual contradice la hipótesis; en efecto, hemos de considerar aquí el derecho de los pueblos, unos respecto de otros, precisamente en cuanto que forman diferentes Estados y no deben fundirse en uno solo.
 Ahora bien; cuando vemos el apego que tienen los salvajes a su libertad sin ley, prefiriendo la continua lucha mejor que someterse a una fuerza legal constituida por ellos mismos, prefiriendo una libertad insensata a la libertad racional, los miramos con desprecio profundo y consideramos su conducta como bárbara incultura, como un bestial embrutecimiento de la Humanidad; del mismo modo -debiera pensarse- están obligados los pueblos civilizados, cada uno de los cuales constituye un Estado, a salir cuanto antes de esa situación infame. Lejos de eso, cifran los Estados su majestad -pues hablar de la majestad del pueblo sería hacer uso de una expresión absurda- en no someterse a ninguna presión legal exterior; y el esplendor y brillo de los príncipes consiste en tener a sus órdenes, sin exponerse a ningún peligro, miles de combatientes dispuestos a sacrificarse* por una causa que en nada les interesa. La diferencia entre los salvajes de Europa y los de América está principalmente en que muchas tribus americanas han sido devoradas por sus enemigos, mientras que los Estados europeos, en lugar de comerse a los vencidos, hacen algo mejor: los incorporan al número de sus súbditos para tener más soldados con que hacer nuevas guerras.
 Si se considera la perversidad de la naturaleza humana, manifestada sin recato en las relaciones entre pueblos libres -contenida, en cambio, y velada en el estado civil y político por la coacción legal del Gobierno-, es muy de admirar que la palabra "derecho" no haya sido aún expulsada de la política guerrera por pedante y arbitraria. Todavía no se ha atrevido ningún Estado a sostener públicamente esta opinión. Acógense de continuo a Hugo Grocio, a Puffendorf, a Vattel y otros -¡triste consuelo!-, aun cuando esos códigos, compuestos en sentido filosófico o diplomático, no tienen ni pueden tener la menor fuerza legal, porque los Estados, como tales, no se hallan sumisos a ninguna común autoridad externa. Citan a esos juristas sinceramente para justificar una declaración de guerra y, sin embargo, no hay ejemplo de que un Estado se haya conmovido ante el testimonio de esos hombres ilustres y haya abandonado sus propósitos. Con todo, el homenaje que tributan así los Estados al concepto de derecho -por lo menos de palabra-, demuestra que en el hombre hay una importante tendencia al bien moral. Esta tendencia, acaso dormida por el momento, aspira a sobrepujar al principio malo -que innegablemente existe-, y permite esperar también en los demás una victoria semejante. Si así no fuera, no se les ocurriría nunca a los Estados hablar de derecho, cuando se disponen a lanzarse a la guerra, a no ser por broma, como aquel príncipe galo que decía: "La ventaja que la Naturaleza ha dado al más fuerte es que el más débil debe obedecerle".
 La manera que tienen los Estados de procurar su derecho no puede ser nunca un proceso o pleito, como los que se plantean ante los tribunales; ha de ser la guerra. Pero la guerra victoriosa no decide el derecho, y el tratado de paz, si bien pone término a las actuales hostilidades, no acaba con el estado de guerra latente, pues caben siempre, para reanudar la lucha, pretextos y motivos que no pueden considerarse sin más ni más como injustos, puesto que en esa situación cada uno es juez único de su propia causa. Por otra parte, si para los individuos que viven en un estado anárquico tiene vigencia y aplicación la máxima del derecho natural, que les obliga a salir de ese estado, en cambio, para los Estados, según el derecho de gentes, no tiene aplicación esa máxima. Efectivamente; los Estados poseen ya una constitución jurídica interna y, por tanto,  no tienen por qué someterse a la presión de otros que quieran reducirlos a una constitución común y más amplia, conforme a sus conceptos del derecho. Sin embargo, la razón, desde las alturas del máximo poder moral legislador, se pronuncia contra la guerra en modo absoluto, se niega a reconocer la guerra como un proceso jurídico, e impone, en cambio, como deber estricto, la paz entre los hombres; pero la paz no puede asentarse y afirmarse como no sea mediante un pacto entre los pueblos. Tiene, pues, que establecerse una federación de tipo especial, que podría llamarse federación de paz -foedus pacificus-, la cual se distinguiría del tratado de paz en que éste acaba con una guerra y aquélla pone término a toda guerra. Esta federación no se propone recabar ningún poder del Estad, sino simplemente mantener y asegurar la libertad de un Estado en sí mismo, y también la de los demás Estados federados, sin que éstos hayan de someterse por ello -como los individuos en el estado de naturaleza- a leyes políticas y a una coacción legal. La posibilidad de llevar a cabo esta idea -su objetiva realidad- de una federación que se extienda poco a poco a todos los Estados y conduzca, en último término, a la paz perpetua, es susceptible de exposición y desarrollo.»

 * Un príncipe búlgaro, a quien el emperador griego proponía un combate singular para decidir cierta disensión habida entre ambos, contesto: "...que un herrero que tiene tenazas no coge el hierro ardiendo con sus propias manos".

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Óptima, 1997, en traducción de F. Rivera Pastor, pp. 107-111. ISBN: 84-239-0612-4.]

domingo, 8 de septiembre de 2024

Sonetos completos.- Luis de Góngora (1561-1627)

116 (1610)

 «Señores Corteggiantes, ¿quién sus días
de cudicioso gasta o lisonjero
con todos estos príncipes de acero,
que me han desempedrado las encías?

Nunca yo tope con Sus Señorías,
sino con media libra de carnero,
tope manso, alimento verdadero
de Jesuitas sanctas Compañías.

Con nadie hablo, todos son mis amos;
quien no me da, no quiero que me cueste,
que un árbol grande tiene gruesos ramos.

No me pidan que fíe ni que preste,
sino que algunas veces nos veamos,
y sea el fin de mi soneto éste.

117 [CH 1611] 1610
En la partida del conde de Lemus y del duque de Feria a Nápoles y a Francia

 El Conde mi señor se fue a Nápoles;
el Duque mi señor se fue a Francia:
príncipes, buen viaje, que este día
pesadumbre daré a unos caracoles.

Como sobran tan doctos españoles,
a ninguno ofrecí la Musa mía,
a un pobre albergue sí, de Andalucía,
que ha resistido a grandes, digo Soles.

Con pocos libros libres (libres digo
de expurgaciones) paso y me paseo,
ya que el tiempo me pasa como higo.

No espero en mi verdad lo que no creo;
espero en mi consciencia lo que sigo:
mi salvación, que es lo que más deseo.
[...]


162. 19 de agosto de 1623
Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que católico se alienta

 En este occidental, en este, oh Licio,
climatérico lustro de tu vida
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida;
¿qué prudencia, del polvo prevenida,
la ruina aguardó del edificio?

La piel no sólo, sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre, no. ¡Ciego discurso humano!

¡Oh aquel dichoso, que la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!



163. 29 de agosto de 1623
De la brevedad engañosa de la vida

  Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cártago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.


164. 1623
Dilatándose una pensión que pretendía

 Camina mi pensión con pie de plomo,
el mío, como dicen, en la huesa;
a ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
por dar más luz al mediodía la tomo.

Merced de la tijera a punta o lomo
nos conhorta aun de murtas una mesa;
ollai la mejor voz es portuguesa,
y la mejor ciudad de Francia, Como.

No más, no, borceguí; mi chimenea,
basten los años que ni aun breve raja
de encina la perfuma o de aceituno.

¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
del comer tarde al acostarse ayuno.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Castalia, 1981, en edición de Biruté Ciplijauskaité, pp.184-185 y 246-249. ISBN: 84-7039-086-4.]