lunes, 5 de junio de 2017

"Adonais y otros poemas".- Percy Bysshe Shelley (1792-1822)


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Demasiado a menudo una palabra
«Demasiado a menudo una palabra / es profanada para que la profane yo,
un sentimiento es demasiado / menospreciado para que tú lo menosprecies;
una esperanza es demasiado como / una desesperanza
para que la prudencia la asfixie; / como la pena tuya es más querida
que la pena que viene de los otros.

Yo, no puedo dar eso que los hombres / llaman amor, mas ¿quieres rechazar
el culto que levanta el corazón / y el Cielo no rechaza,
el ansia del gusano por la estrella, / de la noche por la mañana,
la devoción a algo muy distante / de la esfera de nuestra pena?

VIII
¡No despertará más, oh, nunca más! / En la crepuscular estancia
la blanca sombra de la muerte / despliega a grandes pasos. Y en la entrada
la oculta Corrupción espera señalarle / la senda hacia su última sombría residencia.
Acecha la Codicia inacabable, / mas la piedad y el miedo calman
su macilenta saña y no se atreve / a destruir captura tan hermosa
en tanto que las sombras y las leyes del tiempo / sobre su sueño corren la cortina mortal.

XVIII
¡Ay de mí! El invierno se va y viene / pero vuelve el dolor con el volver del año.
Los aires, los arroyos reproducen / su canto jubiloso; golondrinas, hormigas,
abejas reaparecen, frescas hojas / y flores ornamentan el féretro
de la Estación perdida; las aves amorosas / se emparejan ahora en los helechos
y edifican sus casas en el musgo / en medio de los campos y los montes.
La serpiente de oro y el lagarto verdoso / igual que llamas libres emergen de su trance.

XXI
Que todo lo que amamos en él sea, / para nuestro dolor, cual si no hubiera sido,
y que sea mortal ¡ay de mí! el propio duelo. / ¿Desde dónde venimos, por qué nuestra existencia?
¿De qué comedia somos los actores / o los espectadores? Los grandes y los mínimos
se encuentran amasados en el préstamo / que la muerte a la vida le anticipa.
En tanto que los campos sean verdes / y los cielos azules
tendrá la tarde que presentar a la noche, / la noche apremiará al amanecer,
con dolor seguirán los meses a los meses / y un año con tristeza despertará a otro año.

XXVI
¡Permanece un instante! Háblame una vez más. / Bésame tanto tiempo como un beso
pueda durar; y en mi cerebro ardiente / y aquí en mi pecho descorazonado
esas palabras, ese beso serán los únicos / que sobrevivirán
alimentados por las más tristes memorias, / ahora que estás muerto, como si fueran parte
de ti, ¡mi Adonais! ¡Diera todo cuanto / soy por estar como tú ahora!
¡Pero al Tiempo me encuentro encadenada / y no puedo marcharme de la vida!

XXXIX
¡Paz, paz! No está muerto ni duerme. / Ya despertó del sueño de la vida.
Somos nosotros quienes perdidos en visiones / turbulentas reñimos con fantasmas
una inútil batalla y en trance de locura / apuñalamos con el puñal del espíritu
invulnerables nadas. Nos pudrimos / lo mismo que cadáver en osario;
el miedo y el dolor nos estremecen / y nos consumen día a día
y las heladas esperanzas bullen / como gusanos dentro de nuestro barro vivo.

XL
Se ha remontado sobre las sombras de la noche; / la envidia, la calumnia, el odio y el dolor
y esa angustia que el hombre impropiamente llama / gozo no pueden ya torturarle de nuevo.
Del contagio del tizne paulatino del mundo / está inmune, ya no tendrá
que lamentar un corazón helado, / una cabeza inútilmente cana;
ni llenará una urna no llorada / con cenizas sin brillo cuando su propio espíritu
haya concluido de arder.»

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