domingo, 31 de diciembre de 2017

Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.- Diógenes Laercio (180-240)


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Libro VI.- Capítulo II (Diógenes el cínico)

«Diógenes de Sínope era hijo del banquero Hicesias. Diocles cuenta que hubo de exiliarse porque su padre, que poseía un banco público, había adulterado la moneda. Sin embargo, Eubúlides, en su libro sobre Diógenes, asegura que fue éste mismo quien lo hizo, conchabado con su padre. Además, el mismo Diógenes confiesa en su "Pordalo" que había falsificado moneda. Cuentan algunos que, siendo encargado de la vigilancia los trabajadores, fue inducido por éstos, y se dirigió a Delfos o a Delos, patria de Apolo, y preguntó al oráculo si debía hacer lo que le pedían que hiciera. Como el dios le autorizara a modificar las instituciones públicas, no advirtiendo el doble sentido de la expresión(1), Diógenes adulteró la moneda pública y, al ser descubierto, fue expulsado, según unos, de la ciudad; según otros, huyó de la misma voluntariamente, por temor a las consecuencias.
 Hay aún quienes dicen que, habiéndole su padre confiado la moneda, éste la adulteró, el padre fue hecho preso y murió, y el hijo consiguió huir y se dirigió al Apolo délfico preguntándole, no si podía falsificar la moneda, sino qué debería hacer para alcanzar la mayor gloria; entonces recibió por respuesta el oráculo antes citado.
 Llegado a Atenas, se dirigió a Antístenes. Fue rechazado por él, ya que nunca admitía alumnos, pero merced a su constante porfía consiguió al fin que aquél lo aceptase. Cierta vez lo amenazó con su bastón, pero Diógenes, ofreciendo su mejilla, dijo: "Pega, que no hay bastón tan duro que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir."
 A partir de entonces fue su discípulo y, exiliado como era, se dispuso a llevar un frugal género de vida.
 Relata Teofrasto en su Megárico que, observando en cierta ocasión a un ratón que correteaba sin rumbo fijo, sin buscar lecho para dormir, sin temor a la noche, sin preocuparse de nada de lo que los humanos consideran provechoso, descubrió el modo de adaptarse a las circunstancias. Fue el primero, dicen algunos, que dobló su manto al verse obligado a dormir sobre él; que llevó alforjas para poner  en ellas sus provisiones y que hacía en cualquier lugar cualquier cosa, ya fuese comer, dormir o conversar. Así solía decir, señalando al pórtico de Zeus y al Pompeyon, que los atenienses le habían provisto de lugares para vivir.
 [...] Encargó a uno que le buscase una choza para vivir, pero como éste se demorara, se alojó en un barril del Metron, según él mismo narra en sus Cartas. En verano se revolcaba en la arena ardiente y en invierno abrazaba las estatuas cubiertas de nieve, ejercitándose ante todo tipo de adversidades.
 Se comportaba de modo terriblemente mordaz: echaba pestes de la escuela de Euclides, llamaba a los diálogos platónicos pérdidas de tiempo; a los juegos atléticos dionisíacos, gran espectáculo para estúpidos; a los líderes políticos, esclavos del populacho. Solía también decir que, cuando observaba a los pilotos, a los médicos y a los filósofos, debía admitir que el hombre era el más inteligente de los animales; pero que, cuando veía a intérpretes de sueños, adivinos y a la muchedumbre que les hacía caso, o a los codiciosos de fama y dinero, pensaba que no había ser viviente más necio que el hombre. Repetía de continuo que hay que tener cordura para vivir o cuerda para ahorcarse.
 [...] Preguntándosele en qué lugar de Grecia había visto hombres buenos respondió: "Hombres buenos, en ninguna parte; buenos muchachos, en Esparta." Cierta vez que nadie prestaba atención a una grave disertación suya, se puso a hacer trinos. Como la gente se arremolinara en torno a él, les reprochó el que se precipitaran a oír sandeces y, en cambio, tardaran tanto en acudir cuando el tema era serio. Decía que los hombres competían en cocearse mejor y cavar mejor las zanjas, pero no en ser mejores. Se extrañaba asimismo de que los gramáticos se ocuparan con tanto celo de los males de Ulises, despreocupándose de los suyos propios; de que los músicos afinaran las cuerdas de sus liras, mientras descuidaban la armonía de sus disposiciones anímicas; o de que los matemáticos se dieran a observar el sol y la luna, pero se despreocuparan de los asuntos de aquí; de que los oradores elogiaran la justicia, pero no la practicaran nunca; o de que, por último, los codiciosos echasen pestes del dinero, a la vez que lo amaban sin medida. Reprochaba asimismo a los que elogiaban a los virtuosos por su desprecio del dinero, pero envidiaban a los ricos. Le irritaba que se sacrificase a los dioses en demanda de salud y, en el curso del sacrificio, se celebrara un festín perjudicial a la salud misma. Se sorprendía de que los esclavos, viendo a sus dueños devorar manjares sin tregua, no les sustrajeran algunos.
 Elogiaba a los que, a punto de casarse, se echaban atrás; a los que, yendo a emprender una travesía marítima, renunciaban a la misma; a los que discurrían meterse en política, pero no lo hacían; a los que se habían propuesto formar una familia, pero rehusaban al final; a los que proyectaban vivir junto a los poderosos, pero renunciaban a ello.
 Solía decir que se debía ofrecer a los amigos la mano abierta.
 Narra Menipo en la Venta de Diógenes que, capturado éste y puesto a la venta como esclavo, se le preguntó qué sabía hacer: "Mandar", contestó; y al subastador le dijo: "Pregona si alguien desea adquirir un amo." Se le prohibió que se sentara y replicó: "No importa: estén como estén, los peces siempre encuentran comprador."
 Le maravillaba -decía- que antes de adquirir una marmita o un plato lo contrastáramos haciéndolo resonar, mientras que si de un hombre se trataba, nos contentáramos con una simple mirada.
 [...] Habiéndole uno invitado a entrar en su lujosa mansión, le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió a la cara del dueño, para decirle después que no le había sido posible hallar lugar más inmundo en toda la casa. Otros, sin embargo, atribuyen esta anécdota a Aristipo.
 En otra ocasión, gritó: "¡Hombres a mí!" Al acudir una gran multitud les despachó golpeándolos con el bastón: "Hombres he dicho, no basura." Narra esto Hecatón en el libro primero de sus Sentencias.
 Se afirma que Alejandro había dicho: "De no haber sido Alejandro, me hubiera gustado ser Diógenes."
 [...] Decía de sí mismo que era un perro al que todos elogiaban, pero con el que nadie se atrevía a salir de caza.»
 
 (1) Paracharáxai tò nómisma: falsificar moneda/modificar las leyes/transmutar los valores. Nómina es moneda y ley, costumbre, uso.  
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Alhambra, en traducción de Rafael Sartorio. ISBN: 84-205-1269-9.]

sábado, 30 de diciembre de 2017

"Diarios de la Revolución de 1917".- Marina Tsvietáieva (1892-1941)


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Mis empleos
Prólogo. Moscú, 11 de noviembre de 1918

«-Marina Ivanovna, ¿quiere un empleo? -Es mi inquilino irrumpiendo. X, comunista, el más sonriente y ferviente-. Hay, le cuento, dos: en un banco y en el Narkomnats (1)... y, a decir verdad (chasqueo de dedos)... yo, por mi parte, le aconsejaría...
 -¿Pero qué hay que hacer? Yo no sé hacer nada.
 -¡Bah!, todos dicen lo mismo.
 -Todos lo dicen, yo lo realizo.
 -Bueno, ¡como le parezca mejor! El primero en la calle Nikólskaia, el segundo aquí, en el edificio de la primera Cheká.
Yo: ¿¡!?
 Él, mortificado: ¡No se angustie! Nadie la obligará a fusilar. Sólo tendrá que copiar.
 Yo: ¿Copiar a los fusilados?
 Él, irritado: ¡Ah, no quiere entender! ¡Como si la estuviera invitando a trabajar en la Cheká! Ahí, gente como usted, no hace falta.
 Yo: Son nocivos.
 Él: Es la casa de la Cheká, la Cheká se fue. Usted seguro que la ha visto... en la esquina de la Povarskaia con la Kúdrinskaia; en Lev Tolstoi era (chasqueo de dedos)... la casa de...
 Yo: ¿La casa de los Rostov (2)? Acepto. ¿Cómo se llama la institución?
 Él: Narkomnats. Comisariado popular para los asuntos de las nacionalidades.
 Yo: Pero, ¿cuáles nacionalidades con la Internacional?
 Él, casi jactándose: Oh, hay más que en tiempos de los zares, ¡se lo aseguro!... Entonces el departamento de información que depende del Comisariado. Si está de acuerdo, hablaré hoy mismo con el director. (Dudando de pronto:) Aunque, en realidad...
 Yo: Espere, ¿no es nada contra los blancos? Usted comprende que...
 Él: No, no, es algo puramente mecánico. Pero, debo advertirle, no hay ración alimenticia.
 Yo: Claro, no. ¿Acaso en las instituciones decentes?...
 Él: Pero habrá viajes, quizá, aumento del salario... ¿Al banco se niega definitivamente? Porque en el banco...
 Yo: Pero no sé contar.
 Él, pensativo: Y Alia, ¿sabe?(3)
 Yo: Alia tampoco sabe.
 Él: Ah, entonces para el banco ni esperanzas... ¿Cómo llama usted a esa casa?
 Yo: De los Rostov.
 Él: ¿Por casualidad tiene usted Guerra y paz? Me gustaría... Aunque, en realidad...
 Vuelo, a todo volar, escalera abajo. Un corredor oscuro, el ex comedor, otro corredor oscuro, la ex habitación infantil, el armario con los leones... Saco, a todo sacar, el primer volumen de Guerra y paz, dejo caer el segundo, contiguo, lo miro, olvido, me olvido... 
 -Marina, ¡X se fue! ¡Justo después de que usted salió! Dijo que por las noches lee tres periódicos y además un periódico delgadito, y que no tendrá tiempo para Guerra y paz. Que lo llame mañana al banco, a las 9. Y también, Marina (cara dichosa) me regaló cuatro trozos de azúcar y un trozo -¡imagínese!- ¡de pan blanco!
 Lo saca. 
 -¿Y dijo algo más, Áliechka?
 -A ver... (Frunce las cejas.) ¡Sí, sí, sí! Sa-bo-ta-je... Y también preguntó por papá, si teníamos cartas. Y puso una cara, Marina... con un gesto... Como si quisiera enojarse a propósito...
 
13 de noviembre (¡vaya día para empezar!). La Povarskaia, la casa del conde Sologub, "El departamento de Información del Comisariado para los asuntos de las nacionalidades".
 Lituanos, hebreos, georgianos, estonios, "musulmanes", ciertos "Mara-Mara", "N-Dunia" -y todo esto, hombres y mujeres vestidos con jergones forrados y de narices y bocas no racionales (nacionales).
 Y yo, que siempre me he sentido indigna de esos hogares (¡panteones familiares!) de la Estirpe.
 (Hablo de las casas de los colonos y de mi timidez frente a ellas).
 
14 de noviembre, segundo día de trabajo.
 ¡Curioso trabajo! Llegas, apoyas los codos en la mesa (los pómulos en los puños) y te rompes la cabeza: ¿qué hacer para que pase el tiempo? Cuando le pido trabajo al jefe, noto que se enfada. [...]
 
15 de noviembre, tercer día de trabajo.
 Elaboro el archivo de los recortes de periódico, es decir: expongo con mis propias palabras las propuestas de Steklov, Kérzhentsev, los informes sobre los prisioneros de guerra, el avance del Ejército Rojo, etcétera. [...]
 Hay distintas mesas: la estonia, la lituana, la finlandesa, la moldava, la musulmana, la hebrea y otras, del todo indeterminadas. Cada mesa recibe por la mañana su porción de recortes sobre los que se deberá trabajar a lo largo del día. Imagino todo este recortar, pegar, engomar como interminables y rebuscadas variaciones sobre un mismo tema, un tema muy pobre. [...]
 Olvidé las mesas polaca y besárabe. Yo, no sin razón, estoy en la "rusa" (de ayudante del secretario o quizá del jefe).
 Todas las mesas son monstruosas.»
 
 
(1) Comisariado popular para los asuntos de las Nacionalidades.
(2) Se trata de la casa del conde Sologub en Moscú. Tolstoi se inspiró en esa casa para describir la de la familia Rostov en Guerra y paz. Ahí tuvo su sede la Unión de Escritores.
(3) Alia tiene cuatro años y medio.


[El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Acantilado, en traducción de Selma Ancira. ISBN: 978-84-16011-39-1.]
 

viernes, 29 de diciembre de 2017

"La mentalidad maya. Textos literarios".- Anónimo (s. XVI)


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Anales de los Kachiqueles

«Aquí escribiré unas cuantas historias de nuestros primeros padres y antecesores, los que engendraron a los hombres en la época antigua, antes que estos montes y valles se poblaran, cuando no había más que liebres y pájaros, según contaban; cuando nuestros padres y abuelos fueron a poblar los montes y valles. ¡Oh, hijos míos!, en Tulán.
 Escribiré las historias de nuestros primeros padres y abuelos que se llamaban Gagavitz, el uno, y Zactecauh, el otro, las historias que ellos nos contaban: que del otro lado del mar llegaron al lugar llamado Tulán, donde fuimos engendrados y dados a luz por nuestras madres y nuestros padres, ¡oh hijos nuestros!
 [...] este es el principio de las historias que contaban Gagavitz y Zactecauh:
 De cuatro lugares llegaron las gentes a Tulán. En oriente está una Tulán; otra en Xibalbay; otra en el poniente, de allí llegamos nosotros del poniente; y otra donde está Dios. Por consiguiente, había cuatro Tulanes, ¡oh hijos nuestros! Así dijeron: "Del poniente llegamos a Tulán, desde el otro lado del mar; y fue a Tulán a donde llegamos para ser engendrados y dados a luz por nuestras madres y nuestros padres." Así contaban.
 Entonces fue creada la piedra de Obsidiana por el hermoso Xibalbay. Entonces fue hecho el hombre por el Creador y el Formador, y rindió culto a la piedra de Obsidiana.
 Cuando hicieron al hombre, de tierra lo fabricaron, y lo alimentaron de árboles, lo alimentaron de hojas. Únicamente tierra quisieron que entrara en su formación. Pero no hablaba, no andaba, no tenía sangre ni carne, según contaban nuestros antiguos padres y abuelos ¡oh, hijos míos! No se sabía qué debía entrar en el hombre. Por fin se encontró de qué hacerlo. Sólo dos animales sabían que existían el alimento en Paxil, nombre del lugar donde se hallaban aquellos animales que se llamaban el coyote y el cuervo. El animal coyote fue muerto y entre sus despojos, al ser descuartizado, se encontró el maíz. Y yendo el animal llamado Tiuh-tiuh a buscar para sí la masa del maíz, fue traída de entre el mar por el Tiuh-tiuh la sangre de la danta y de la culebra y con ellas se amasó el maíz. De esta masa se hizo la carne del hombre por el Creador y Formador. Así supieron el Creador, el Formador, los Progenitores, cómo hacer al hombre formado, según dijeron. Habiendo terminado de hacer al hombre formado resultaron trece varones y catorce mujeres; había una mujer de más.
 En seguida hablaron, anduvieron, tenían sangre, tenían carne. Se casaron y se multiplicaron. A uno le tocaron dos mujeres. Así se unieron las gentes, según contaban los antiguos ¡oh, hijos nuestros! Tuvieron hijas, tuvieron hijos aquellos primeros hombres. Así fue la creación del hombre, así fue la hechura de la piedra de Obsidiana.
 Y poniéndonos en pie, llegamos a las puertas de Tulán. Sólo un murciélago guardaba las puertas de Tulán. Y allí fuimos engendrados y dados a luz; allí pagamos el tributo en la oscuridad y en la noche ¡oh, hijos nuestros!, decían Gagavitz y Zactecauh. Y no olvidéis el relato de nuestros mayores, nuestros antepasados. Estas fueron las palabras que nos legaron.
 [...] Hacía tiempo que habían llegado las siete tribus y, poco después, comenzaron a llegar los guerreros. Luego llegamos nosotros los cakchiqueles. En verdad, fuimos los últimos en llegar a Tulán. Y no quedaron otros después que nosotros llegamos, según contaban Gagavitz y Zactecauh.
 De esta manera nos aconsejaron: "Éstas son vuestras familias, vuestras parcialidades", les dijeron a Gekaquch, Baqaholá y Zibakihay. Estos serán vuestros jefes, uno es el Ahpop, el otro el Ahpop Qamahay. Así les dijeron a los Gekaquch, Baqaholá y Zibakihay. "Procread hijas, engendrad hijos, casaos entre vosotros los señores", les dijeron. Por lo tanto, ellos fueron madres y abuelas. Los primeros que llegaron fueron los Zibakihay; después llegaron los Baqaholá y luego los Gekaquch. Estas fueron las primeras familias que llegaron.
 Más tarde, cuando llegamos nosotros los jefes, se nos mandó de esta manera por nuestras madres y nuestros padres: "Id, hija mía, hijo mío, tu familia, tu parcialidad se ha marchado. Ya no debes quedarte atrás, tú el hijo más pequeño. En verdad, grande será tu suerte." Búscalos, pues, le dijeron el ídolo de madera y de piedra llamado Belehé, Toh y el otro ídolo de piedra llamado Hun Tihax. "Rendid culto a cada uno", se nos dijo. Así contaban.
 En seguida se revistieron de sus arcos, escudos, cotas de algodón y plumas y se pintaron con yeso. Y vinieron las avispas, los abejorros, el lodo, la obscuridad, la lluvia, las nubes, la neblina. Entonces se nos dijo: "En verdad, grandes serán vuestros tributos. No os durmáis y venceréis, no seréis despreciados, hijos míos. Os engrandeceréis, seréis poderosos. Así poseeréis y serán vuestros los escudos, las riquezas, las flechas y las rodelas. Si se os tributan piedras preciosas, metal, plumas verdes y azules, canciones por vosotros despreciadas, vuestras serán también; seréis más favorecidos y se os alegrarán los rostros. Las piedras de jade, el metal, las plumas verdes y azules, las pinturas y esculturas, todo lo que han tributado las siete tribus os alegrará los rostros en vuestra patria; todos seréis favorecidos y se os alegrarán los ojos con vuestras flechas y vuestros escudos. Tendréis un jefe principal y otro más joven. A vosotros los trece guerreros, a vosotros los trece señores, a vosotros los jefes de igual rango, os daré vuestros arcos y vuestros escudos. Pronto se van a alegrar vuestros rostros con las cosas que recibiréis en tributo, vuestros arcos y vuestros escudos. Hay guerra allá en el oriente, en el llamado Zuyva; allá iréis a probar vuestros arcos y vuestros escudos que os daré. ¡Id allá, hijos míos!" Así se nos dijo cuando fuimos a Tulán, antes que llegaran las siete tribus y los guerreros. Y cuando llegamos a Tulán fue terrible, en verdad; cuando llegamos en compañía  de las avispas y los abejorros, entre las nubes, la neblina, el lodo, la obscuridad y la lluvia cuando llegamos a Tulán.
 Al instante comenzaron a llegar los agoreros. A las puertas de Tulán llegó a cantar un animal llamado Guardabarranca, cuando salíamos de Tulán. "Moriréis, seréis vencidos, yo soy vuestro oráculo", nos decía el animal. "¿No pedís misericordia para vosotros? ¡Ciertamente, seréis dignos de lástima!" Así nos habló este animal, según contaban.»
  
 [El extracto pertenece a la edición en español de Editora Nacional, 1981. ISBN: 84-276-0554-4.]
  

jueves, 28 de diciembre de 2017

El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico.- Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)


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Capítulo IV.- Las traiciones de la memoria senil

«Archivo de lo pasado, lucimiento del presente y único consuelo de la vejez, la memoria es el don más preciado y maravilloso de la vida. Por algo los griegos la divinizaron con el nombre de Mnemosina, madre de las musas. Ella hace posible la noción de la personalidad, eternizando lo vivido, puesto que enlaza y funde el presente con el pasado. Enriquece la percepción actual con todas asociaciones suscitadas antaño al contemplar hechos análogos. "Adivina, en fin -según expresa bien Ebbinghaus-, lo que está oculto antes de que sea visible o tangible, permitiéndonos adaptar las reacciones a todo lo alejado en el tiempo y  el espacio, y usar, por tanto, en la lucha contra las cosas, de precaución y previsión."
 Ni en el sueño nos abandona. Con ayuda de la fantasía creadora, reaviva en las tinieblas de lo subconsciente imágenes borrosas, próximas a extinguirse, proyectándolas a menudo en las incoherencias y fulgurantes alucinaciones del ensueño, que, pese a Freud y a algunos autores impregnados de misticismo, escapa a toda explicación racional.
 Por desdicha nuestra, tan preciosa propiedad del cerebro flaquea lamentablemente en la senectud. A despecho de la atención exploradora, la cinta cinematográfica del pasado sufre sorprendentes mutilaciones, que disminuyen nuestra capacidad mental y paralizan los esfuerzos de intelección y expresión.
 Existen, sin embargo, retentivas heroicas que apenas claudican llegada la decrepitud. Ha de convertirse, empero, en el hecho de la amnesia senil, fenómeno harto conocido y descrito por los psicólogos, y que Ribot define con esta frase: "Lo nuevo muere antes que lo antiguo". Exacto; aunque habría que hacer algunos distingos. Atengámonos, no obstante, a los casos comunes. Y lo común es que las palabras e ideas se eclipsan cuando las buscamos. [...] Pero lo más grave es la confusión provocada por el correr del tiempo en el fruto de nuestras lecturas y reflexiones. ¡Qué apuros cuando, deseosos de decorar la trivialidad de la prosa, escudriñamos los archivos de la retentiva! (que juzgamos ordenados minuciosamente). ¡Vana ilusión!... Fallan las doctas referencias y caemos en extraños y ridículos anacronismos. Con ingenuidad encantadora, convertimos un guerrero en filósofo, o un científico en literato, o atribuimos máximas de los clásicos a escritores o pensadores contemporáneos o cronológicamente poco alejados.
 Interrogados los psicólogos acerca de estas extrañas anomalías, responden que hay dos memorias; una orgánica, espontánea, puramente sensible y casi inconsciente; y otra memoria esencialmente psicológica, consciente y sistematizada. La primera, afirma Degas, privativa de los animales, persiste casi exclusivamente en los viejos. Al principio -nos aseguran- se desvanecen los nombres propios, luego los nombres comunes y más tarde los demás. Fuera inoportuno tratar aquí del fenómeno del olvido, que se hallará perfectamente desarrollado en los tratados y monografías psicológicos.
 Lo que debemos tener presente, viejos o jóvenes, es que la memoria se adhiere y fija mediante tres mordientes (hablando en términos de tintorería) diversamente repartidos, pero jamás ausentes en los cerebros relativamente sanos de los proyectos: el interés, la emoción y la atención obstinada. Cuanto más tiempo haya permanecido un hecho en el campo de la conciencia, mejor se lo recuerda (W. James). Y cuando no interesa ni es ahincadamente atendido, ni se acompaña de una enérgica tonalidad emocional, desvanécese rápidamente. Por donde resulta que también el viejo, aunque al precio de atención profunda y perseverante, puede aspirar a la vivacidad y brillantez del recuerdo. [...] Sin entrar aquí en más antecedentes acerca de la amnesia de los viejos, sentemos una conclusión innegable. El anciano podrá, si duplica o triplica su trabajo, alcanzar, en un tema estudiado con cariño, un rendimiento casi tan bueno como el conseguido por el hombre joven o maduro. Todo es cuestión de tiempo, interés y pasión. Lo malo es que no todos los viejos disponen de voluntad y paciencia suficientes para fortificar la atención desfalleciente o distraída. Falta en algunos el entusiasmo y sobra en otros el desaliento. Otras veces paraliza nuestra pluma o congela nuestro pensamiento esta formidable interrogación: "¿Para qué trabajar?... ¿Viviré lo bastante para acabar mi obra? Y suponiendo que dé cima al arduo empeño, ¿hallaré lectores que miren con benevolencia mis chocheces, aunque estén entreveradas con algún acierto?" Tiempo ha hicimos notar, no sin amargura, "que lo terrible de la senectud es carecer de mañana".
 A guisa de ejemplos de lapsus cometidos por los viejos, permítaseme citar algunos casos típicos. Pero antes importa clasificar las causas presuntas de aquéllos.
 Según mi experiencia personal, los errores accidentales cometidos en la conversación y en los trabajos científicos y literarios pueden clasificarse (excluyendo distracciones, apresuramientos y tendencias automáticas al ahorro de esfuerzo) en los siguientes grupos:
 1º.- Error por analogía fonética (como cuando distraídamente decimos o escribimos termómetro por barómetro).
 2º.- Por similitud ideológica.
 3º.- Por antítesis (como cuando, según ocurrió a un célebre periodista, escribió meridiano por paralelo).
 4º.- Por generalización excesiva y precipitada.
 5º.- Por cambio de personas y funciones.
 6º.- Por exceso de confianza en el saber de los demás (repetición casi maquinal de lapsus autorizados por escritores ilustres).
 7º.- Por desagregación espontánea de las representaciones y creación de nuevas combinaciones arbitrarias.
 8º.- Por confusión inconsciente de juicios valorativos (peyorativos casi siempre) sobre las personas. Aquí se comprenden algunas de las equivocaciones de la conversación, ingeniosamente analizadas por Freud.
 Y prescindimos de otras variedades, que se hallarán en los tratados psicológicos. Mencionamos solamente los grupos de lapsus más corrientes sufridos por nosotros, o recogidos en nuestras recientes lecturas.
 Huelga advertir que los errores a que aludimos, no raros en los escritores jóvenes o maduros, se multiplican deplorablemente en los viejos.»
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Espasa Calpe. ISBN: 84-239-9321-3.]
 

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La química secreta de los encuentros.- Marc Levy (1961)


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«Hombres de esmoquin y mujeres en vestido de noche se apretujaban en los escalones. Daldry cogió a Alice del brazo y se unió a la muchedumbre.
 -No me diga ... -susurró Alice al oído de Daldry.
 -¿Que vamos a la ópera? ¡Pues sí! Le había preparado esta sorpresita. La agencia de viajes de Londres lo orquestó todo. Nuestras entradas esperan en la taquilla. Una noche en Viena sin ir a escuchar una obra de teatro lírico era inconcebible.
 -Pero no con la ropa con la que he viajado todo el día -dijo Alice-. Mire a la gente de alrededor, parezco una pordiosera.
 -¿Por qué cree que estaba perdiendo la paciencia en ese maldito taxi? El traje de gala es obligatorio, así que haga como yo y cierre bien su abrigo; nos lo quitaremos cuando la sala esté sumida en la oscuridad. Se lo ruego, ni un comentario; por Mozart, estoy dispuesto a todo.
 Alice estaba realmente contenta de ir a la ópera, era su primera vez, por lo que obedeció a Daldry sin chistar. Se colaron entre los espectadores con la esperanza de escapar a la vigilancia de los porteros, acomodadores y vendedores de programas, que se ajetreaban en el vestíbulo principal. Daldry se presentó ante la ventanilla y le dio su nombre a la recepcionista. La mujer se puso las gafas e hizo pasar una larga regla de madera por el registro que se encontraba delante de ella.
 -Señor y señora Daldry, de Londres -dijo con un acento austríaco muy marcado y le tendió las entradas a Ethan.
 Sonó un timbre anunciando el comienzo del espectáculo. Alice hubiese querido tener tiempo para contemplar el lugar, el esplendor de la gran escalera, las arañas gigantescas, los dorados, pero Daldry no le dio ocasión. La tiraba del brazo sin parar para mantenerse ocultos entre la muchedumbre, que avanzaba con sus entradas hacia el jefe de sala. Cuando llegó su turno, Daldry contuvo el aliento. El jefe de sala le pidió amablemente que dejaran sus abrigos en el guardarropa, pero Daldry hizo como si no le entendiera. Detrás de ellos, los espectadores empezaban a impacientarse. El jefe de sala alzó los ojos al cielo, rasgó la esquina inferior de las entradas y los dejó entrar. La acomodadora se quedó mirando a Alice y, a su vez, le rogó que se quitase el abrigo. Estaba prohibido llevarlo en la sala. Alice se sonrojó, Daldry se mostró ofendido, volviendo a hacer como si no comprendiese una palabra de lo que le decían, pero la acomodadora había adivinado su estratagema y les pidió en un inglés muy decente que hicieran el favor de obedecer y hacer lo que se les pedía. Las normas sobre la indumentaria eran estrictas, y el traje de etiqueta, obligatorio.
 -Dado que habla nuestra lengua, señorita, podemos solucionarlo entre nosotros. Acabamos de llegar del aeropuerto y un estúpido accidente en el hielo de sus carreteras nos ha impedido cambiarnos.
 -Señora, y no señorita -respondió la acomodadora-. Y, sean cuales sean sus motivos, debe llevar imperativamente esmoquin y la señora vestido largo.
 -Pero eso qué importa, ¡si vamos a estar a oscuras!
 -No soy yo quien hace las reglas, en cambio, estoy obligada a hacerlas cumplir. Tengo más personas que acompañar, señor, regrese a la ventanilla, donde le reembolsarán sus entradas.
 -Pero bueno -dijo Daldry perdiendo la paciencia-, cada regla tiene su excepción, ¡su reglamento tendrá la suya! No estaremos más que una noche aquí, simplemente le pido que mire para otro lado.
 La acomodadora miró a Daldry de una manera que no dio ninguna esperanza.
 Alice le suplicó que no montase un escándalo.
 -Venga -dijo-, no pasa nada, era una maravillosa idea y ya estoy más que sorprendida. Vamos a cenar, estamos agotados, tal vez no habríamos aguantado toda una ópera.
 Daldry fulminó a la acomodadora con la mirada, cogió sus entradas, que rompió delante de ella, y arrastró a Alice hacia el vestíbulo.
 -Estoy furioso -dijo al abandonar la ópera-, no es un desfile de moda, sino música.
 -Es la costumbre, hay que respetarla -respondió Alice, para calmarlo.
 -Bueno, pues esa costumbre es grotesca, y ya está -refunfuñó Daldry al salir a la calle.
 -Es gracioso -dijo Alice-, cuando se enfada pone cara de niño. Menudo carácter debía de tener.
 -¡Tenía muy buen carácter y era un niño fácil!
 -No le creo ni por un instante -le respondió Alice riéndose.
 Fueron en busca de un restaurante y, al mismo tiempo, rodearon la ópera.
 -Esa idiota de la acomodadora nos ha hecho perdernos Don Giovanni. No se me pasa. Al agente de viajes le costó muchísimo conseguirnos esos asientos.
 Alice había visto una puertecita por la que acababa de salir un utilero. La puerta no estaba completamente cerrada, y Alice puso una sonrisa traviesa.
 -¿Estaría dispuesto a arriesgarse a una noche en la comisaría por escuchar Don Giovanni?
 -Ya le he dicho que por Mozart estaría dispuesto a todo. 
 -Entonces, sígame. Con un poco de suerte, tal vez sea yo quien le sorprenda ahora.
 Alice empujó la puerta de servicio y conminó a Daldry a que la siguiera sin hacer ruido. [...]
 -¿Y si nos pillan? -preguntó Daldry.
 -Diremos que nos hemos perdido buscando los aseos, ahora trepe y cállese.
 [...] Daldry la seguía, paso a paso, y cuanto más avanzaban mejor se distinguían las melodías de la ópera.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Planeta, 2012, en traducción de Juan Camargo. ISBN: 978-840-800789-0.]
 

martes, 26 de diciembre de 2017

Anatol.- Arthur Schnitzler (1862-1931)


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I.-La pregunta al destino

«Anatol: Sí, querido amigo, sigo pensando. Soy desgraciado, estoy loco.
 Max: Es decir, ¿todavía... dudas?
 Anatol: Lo que se dice dudar... no. Sé positivamente que me engaña. Mientras está prendida de mis labios, mientras me acaricia el cabello... mientras somos felices... sé que me es infiel.
 Max: ¡Imaginaciones tuyas!
 Anatol: En absoluto.
 Max: ¿Tienes pruebas?
 Anatol: Lo presiento, lo siento, luego lo sé.
 Max: ¡Extraña lógica!
 Anatol: Las mujeres siempre nos serán infieles. Es su natural... no se dan cuenta... Lo mismo que yo tengo que leer dos o tres libros a la vez, las mujeres tienen que tener dos o tres líos.
 Max: Entonces te ama.
 Anatol: Infinitamente... Pero eso no conviene al caso. Ella me es infiel.
 Max: ¿Con quién?
 Anatol: ¡Y yo qué sé! Quizás con un príncipe que la ha seguido por la calle, quizás con un poeta de una casa de barrio que le ha sonreído desde la ventana cuando pasaba por delante esta mañana.
 Max: ¡Estás loco!
 Anatol: ¿Y qué razón iba a tener ella para no serme infiel? Es como cualquier otra, ella ama la vida y no quiere pensar. Si le pregunto: "¿Me amas?", ella me dirá que sí... y estará diciendo la verdad. Y si le pregunto "¿me eres fiel?", me dirá que sí y seguirá diciendo la verdad, pues en ese momento al menos no se acuerda de los otros. Y además, ¿es que hay alguna que te haya contestado "te soy infiel"? ¿Cómo vamos a estar seguros? Y si me es fiel...
 Max: Entonces lo es.
 Anatol: Será pura casualidad... En absoluto se le ocurre pensar: "Debo ser fiel a mi querido Anatol", en absoluto.
 Max: Pero, ¿si ella te ama?
 Anatol: No seas ingenuo. Como si eso fuera un motivo...
 Max: ¿Entonces...?
 Anatol: ¿Por qué no le soy yo fiel? Yo la quiero.
 Max: Bueno, un hombre...
 Anatol: La estúpida frase de siempre. Siempre estamos intentando convencernos de que las mujeres son distintas de nosotros. Sí, algunas, aquélla a la que su madre la encierra o la que no tiene temperamento... Por lo demás, somos exactamente lo mismo. Cuando le digo a una: "te quiero, sólo a ti", me doy cuenta de que no le estoy mintiendo, incluso aunque la noche anterior haya descansado en el pecho de otra.
  Max: Eso, tú.
 Anatol: Efectivamente, yo. ¿Acaso tú no? Y Cora, mi adorada Cora, ¿no? Es que me vuelvo loco. Si me echara a sus pies y le dijera: "Tesoro, cariño. Te perdono todo de antemano, pero dime la verdad", ¿de qué me serviría? Ella seguiría mintiendo como antes y yo seguiría sabiendo lo mismo que antes. Todavía no hay ninguna que me haya suplicado: "por amor de Dios, dime, ¿me eres infiel? No tendré ni una palabra de reproche, en el caso de que no lo seas. Pero, dime la verdad, necesito saberlo". ¿Y qué es lo que he hecho yo? Mentir, tranquilamente,... con la conciencia más tranquila. "¿Por qué voy a entristecerla?", pensé. Y le dije: "sí, ángel mío, fiel hasta la muerte". Y yo me lo creí y me quedé tan contento.
 Max: Entonces...
 Anatol: Pero ni me lo creo ni soy feliz. Lo sería si hubiera algún medio para hacer hablar a estas estúpidas, dulces y odiosas criaturas, si hubiera cualquier medio para averiguar de cualquier manera la verdad... Pero no existe otro nada más que la casualidad.
 Max: ¿Y la hipnosis?
 Anatol: ¿Cómo?
 Max: Pues, eso, la hipnosis. Es decir: la duermes y le ordenas: "dime la verdad".
 Anatol: Hum...
 Max: Tienes que... ¿me entiendes?
 Anatol: ¡Interesante!
 Max: Debería resultar... Y le sigues preguntando: "¿me amas?, ¿amas a alguien más?... ¿de dónde has venido? ¿adónde vas ahora? ¿Cómo se llama el otro?" Y así sucesivamente...
 Anatol: ¡Max, Max! 
 Max: ¿Qué?
 Anatol: ¡Que tienes razón!... ¡Se podría ser un mago! Por fin se podría conjurar una palabra de verdad de una boca femenina.
 Max: ¿Entonces, manos a la obra? Te veo salvado. Cora es un medio muy apropiado... Esta misma tarde puedes saber si eres un seductor o...
 Anatol: O un Dios... ¡Max! Ven que te abrace... Me siento como liberado. Soy otra persona. La tengo en mi poder.
 Max: Estoy verdaderamente intrigado.
 Anatol: ¿Por qué? ¿Es que lo dudas?
 Max: Vaya, los otros no pueden dudar, sólo tú.
 Anatol: Por supuesto... Si un marido sale de la casa donde ha descubierto a su mujer con su amante y se le llega un amigo con las palabras: "Creo que tu mujer te engaña", no va a contestarle: "acabo de convencerme". Más bien tendría que decir: "eres un canalla"
 Max: ¡Ah, sí!, ya había olvidado que el primer deber de los amigos es dejarles sus ilusiones.»
 
  [El extracto pertenece a la edición en español de Cátedra, en traducción de Miguel Ángel Vega y Karl Rudolf. ISBN: 84-376-1481-3.]
  

lunes, 25 de diciembre de 2017

Los sistemas políticos del mundo.- Wilfried Röhrich (1936)


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6.-Las sociedades en vías de desarrollo del norte de África y de Oriente Próximo
 Excurso: Israel

«Israel es un Estado sui generis. Por un lado puede ser considerado como un exitoso país emergente; por otro, nunca se ha visto a sí mismo como un país en vías de desarrollo. Esta peculiaridad vale tanto para su historia como para su conflicto con los palestinos y la confrontación territorial con sus vecinos árabes, para su desarrollo cultural y demográfico (la orientalización de la población judía) como para su consideración en el mundo. En lo que atañe a su historia, a fines del siglo XIX se originó en Europa un movimiento nacionalista judío, el sionismo, que debe entenderse como una reacción a la persecución sufrida por los judíos en el este del continente y a la opresión de su diáspora en la Europa occidental y cristiana. El objetivo primordial del sionismo era la creación de un Estado nacional judío en Palestina y el fundamento normativo y político de su geografía, la Tierra Prometida por Dios a sus antepasados según el Antiguo Testamento. Tras la Primera Guerra Mundial, y por mandato de la Sociedad de Naciones, Palestina cayó bajo la tutela británica, que en la Declaración Balfour de 1917 ya se había expresado a favor de la creación de un hogar nacional para el pueblo judío. Con este fin facilitó la emigración sionista a Palestina. Durante las décadas de 1920-1940, los sionistas lograron construir un Estado autónomo en el seno de otro Estado -la histórica tierra de Israel (Eretz Israel)-. Contra este sionismo colonizador creció el movimiento de resistencia palestino que exigía para la mayoría árabe un Estado independiente. Cuando tras la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña se vio incapaz de contener la guerra civil entre judíos y palestinos, renunció al mandato de la Sociedad de Naciones. Este organismo decidió entonces la división de Palestina entre un Estado independiente árabe y otro judío. Jerusalén debía estar sometida al control internacional. El plan de división fracasó por su manifiesta inviabilidad. En mayo de 1948 Ben Gurión (posteriormente primer ministro) proclamó el Estado judío: Israel.
 Su propia historia es la causa de que en Israel no exista una constitución escrita en el sentido clásico. El primer Knesset (parlamento), que se reunió en febrero de 1949 como asamblea constituyente, traspasó sus competencias a los posteriores parlamentos. En el denominado Compromiso Harari de junio de 1950 (a raíz de un debate fundamental sobre el ámbito de validez de las leyes religiosas), el Knesset decidió elaborar a lo largo del tiempo una serie de leyes fundamentales individuales que, tomadas en conjunto, cumplirían las funciones de una constitución. En 1958 entró en vigor la Ley fundamental del Knesset. A ella le siguieron las leyes fundamentales sobre la presidencia y el gobierno, así como las leyes que regulan la justicia, las competencias del Tribunal Supremo y la fiscalía del Estado. Tras la Guerra de los Seis Días en 1967, en la que Israel conquistó territorios que cuadruplicaron su tamaño estatal, el Knesset amplió la Ley de Ordenanzas Administrativas con el fin de que el derecho, la judicatura y la administración del Estado se extendiesen a Eretz Israel. En junio de 1967 Jerusalén Oriental fue anexionado y en julio de 1980 (tras los acuerdos de Camp David de septiembre de 1978) el Knesset elaboró una ley fundamental que declaraba a Jerusalén capital indivisible de Israel. En diciembre de 1981 los Altos del Golán fueron declarados jurídicamente territorio israelí. En 1992 el parlamento israelí, tras largos debates, elaboró un catálogo de derechos humanos y en el mismo año se introdujeron la cláusula restrictiva del 1,5% en el sistema electoral proporcional y la elección directa del primer ministro.
 De acuerdo con la Ley Fundamental del Knesset, el parlamento unicameral de Jerusalén (de 120 miembros) desempeña dos funciones: la primera de ellas combina las competencias de legislador y de órgano constituyente. Esto se explica por la propia historia del Knesset anteriormente mencionada. Las iniciativas legislativas pueden partir del parlamento y del gobierno. En este sentido, es el ejecutivo el que predomina -como en la mayoría de los sistemas políticos-, ya que del mismo procede el 90% de los proyectos de ley presentados al parlamento, los cuales, tras una primera lectura, son enviados a las comisiones, que son las que desempeñan la mayor parte del trabajo parlamentario. La segunda función del Knesset consiste en el control del gobierno, ya que goza del derecho de aprobación del presupuesto y de capacidad para crear comisiones investigadoras. El parlamento elige, además, a un controlador del Estado que es nombrado por el presidente para un período de cinco años y cuyas competencias no sólo le autorizan a comprobar todas las esferas de la administración del Estado y de las empresas públicas, sino que también le permiten ejercer como Defensor del Pueblo (Ombudsman). La soberanía del parlamento se encuentra limitada por el poder de imposición del gobierno, y en particular del primer ministro, y por el poder de los partidos (por la corrupción y compra de votos). Con la ley de 1992 para la elección directa el primer ministro, que tiene lugar al mismo tiempo que las elecciones parlamentarias y fue puesta en práctica por primera vez en 1996, el ordenamiento constitucional israelí ha adquirido unas características únicas, ya que se trata del único sistema parlamentario con un primer ministro directamente elegido por el pueblo. De esta manera su figura recibe una legitimación propia y equivalente a la del Knesset, lo que no deja de ser inadecuado desde el punto de vista sistémico. El primer ministro tiene la facultad de escoger a los ministros de su gabinete, nombrarlos (con el asentimiento del Knesset) y destituirlos a voluntad. Por otro lado, frente a estos amplios poderes (a los que se añaden los de dirigir la política exterior y de seguridad), el primer ministro puede ser destituido por una mayoría de 80 votos en el Knesset y mediante una moción de censura que cuente con el respaldo de 61 votos. En este último caso han de celebrarse también elecciones parlamentarias. El primer ministro puede asimismo disolver el Knesset con el acuerdo del presidente, en cuyo caso se celebrarán simultáneamente elecciones parlamentarias y de primer ministro. A diferencia del puesto de primer ministro, la Ley para la Presidencia de 1964 tan sólo le otorgó a ésta funciones eminentemente representativas. El presidente del Estado, elegido por el Knesset para un período de cinco años, firma las leyes emanadas del parlamento y nombra a los jueces del Tribunal Supremo y de otros tribunales, así como los cargos de controlador del Estado y de presidente del banco central. Sólo cuando llegó a la presidencia Ezer Weizmann experimentó el cargo una revalorización. Weizmann ejerció de contrapeso político entre las posturas que favorecían el bloqueo o el impulso forzado del proceso de paz.
 En este proceso se distinguen palomas y halcones: los predispuestos al compromiso y sus oponentes en la política hacia los palestinos, los territorios ocupados y los asentimientos de colonos. Si bien la línea de división no discurre ya entre los partidos, sino en el seno de los mismos, los dirigentes y votantes del Partido Laborista suelen identificarse con las palomas (y con el lema de "paz por territorios"), mientras que los funcionarios y seguidores del Likud lo hacen con los halcones (y su lema "paz con territorios"). Por eso no es de sorprender que al poco de regresar el Partido Laborista al poder (en julio de 1992) bajo la dirección de Isaac Rabin y Simon Peres como ministro de Asuntos Exteriores se llegase al acuerdo de Gaza-Jericó (Declaration of Principles) entre Israel y la OLP en Wahington en septiembre de 1993, lo que parecía una importante etapa en el camino hacia la paz en Oriente Próximo.»
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, en traducción de Francisco Colom González. ISBN: 978-84-206-7212-0.]