domingo, 20 de octubre de 2024

Critón o del deber.- Platón (427 - 327 a.C.)

 

  «Sócrates: Nosotros, mi querido Critón, no debemos curarnos de lo que diga el pueblo sino sólo de lo que dirá aquél que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad. Ves por esto que sentaste malos principios cuando dijiste al comienzo que debíamos hacer caso de la opinión del pueblo sobre lo justo, lo bueno y lo honesto y sus contrarios. Quizá me dirás: pero el pueblo tiene el poder de hacernos morir.
 Critón: Seguramente que se dirá.
 Sócrates: Así es, pero mi querido Critón, esto no podrá variar la naturaleza de lo que acabamos de decir. Y si no, respóndeme: ¿no es un principio sentado que el hombre no debe desear tanto el vivir como el vivir bien?
 Critón: Estoy de acuerdo.
 Sócrates: ¿No admites igualmente que vivir bien no es otra cosa que vivir como lo reclaman la probidad y la justicia?
 Critón: Sí.
 Sócrates: Conforme a lo que acabas de concederme, es preciso examinar ante todo si hay justicia o injusticia en salir de aquí sin el permiso de los atenienses; porque si esto es justo, es preciso intentarlo; y si es injusto es preciso abandonar el proyecto. Porque con respecto a todas esas consideraciones que me has alegado, de dinero, de reputación, de familia, ¿qué otra cosa son que consideraciones de ese vil populacho que hace morir sin razón y que sin razón quisiera después hacer revivir, si le fuera posible? Pero respecto a nosotros, conforme a nuestro principio, todo lo que tenemos que considerar es si haremos una cosa justa dando dinero y contrayendo obligaciones con los que nos han de sacar de aquí, o bien si ellos y nosotros no cometeremos en esto injusticia; porque, si la cometemos, no hay más que razonar; es preciso morir aquí o sufrir cuantos males vengan antes que obrar injustamente.
 Critón: Tienes razón, Sócrates, veamos cómo hemos de obrar.
 Sócrates: Veámoslo juntos, amigo mío; y si tienes alguna objeción que hacerme cuando yo hable, házmela, para ver si puedo someterme, y en otro caso, cesa, te lo suplico, de estrecharme a salir de aquí contra la voluntad de los atenienses. Yo quedaría complacidísimo de que me persuadieras a hacerlo pero yo necesito convicciones. Mira, pues, si te satisface la manera con que voy a comenzar este examen y procura responder a mis preguntas lo más sinceramente que te sea posible.
 Critón: Lo haré.
 Sócrates: ¿Es cierto que jamás se pueden cometer injusticias? ¿O es permitido cometerlas en unas ocasiones y en otras no? ¿O bien es absolutamente cierto que la injusticia jamás es permitida, como muchas veces hemos convenido y ahora mismo acabamos de convenir? ¿Y todos estos juicios, con los que estamos de acuerdo, se han desvanecido en tan pocos días? ¿Sería posible, Critón, que en nuestros años, las conversaciones más serias se hayan hecho semejantes a las de los niños, sin que nos hayamos dado cuenta de ello? ¿O más bien es preciso atenernos estrictamente a lo que hemos dicho: que toda injusticia es vergonzosa y funesta al que la comete, digan lo que quieran los hombres, y sea bien o sea mal el que resulte?
 Critón: Estamos conformes.
 Sócrates: ¿Es preciso no cometer injusticia de ninguna manera?
 Critón: Sí, sin duda.
 Sócrates: ¿Entonces es preciso no hacer injusticia a los mismos que nos la hacen, aunque el vulgo crea que esto es permitido, puesto que convienes en que en ningún caso puede tener lugar la injusticia?
 Critón: Así me lo parece.
 Sócrates: ¡Pero qué! ¿Es permitido hacer mal a alguno o no lo es?
 Critón: No, sin duda, Sócrates.
 Sócrates: ¿Pero es justo volver el mal por el mal, como lo quiere el pueblo, o es injusto?
 Critón: Muy injusto.
 Sócrates: ¿Es cierto que no hay diferencia entre hacer el mal y ser injusto?
 Critón: Lo confieso.
 Sócrates: Es preciso, por consiguiente, no hacer jamás injusticia, ni volver el mal por el mal, cualquiera que haya sido el que hayamos recibido. Pero, ten presente, Critón, que confesando esto, acaso hables contra tu propio juicio, porque sé muy bien que hay muy pocas personas que lo admiten y siempre sucederá lo mismo. Desde el momento en que están discordes sobre este punto, es imposible entenderse sobre lo demás y la diferencia de opiniones conduce necesariamente a un desprecio recíproco. Reflexiona bien, y mira si realmente estás de acuerdo conmigo y si podemos discutir, partiendo de este principio: que en ninguna circunstancia es permitido ser injusto, ni volver injusticia por injusticia, mal por mal; o si piensas de otra manera, provoca como de nuevo la discusión. Con respecto a mí, pienso hoy como pensaba en otro tiempo. Si tú has mudado de parecer, dilo, y exponme los motivos, pero si permaneces fiel a tus primeras opiniones, escucha lo que te voy a decir.
 Critón: Permanezco fiel y pienso como tú; habla, ya te escucho.
 Sócrates: Prosigo, pues, o más bien te pregunto: ¿un hombre que ha prometido una cosa justa debe cumplirla o faltar a ella?
 Critón: Debe cumplirla.
 Sócrates: Conforme a esto, considera si saliendo de aquí sin el consentimiento de los atenienses haremos mal a alguno y a los mismos que no lo merecen. ¿Respetaremos o eludiremos el justo compromiso que hemos contraído?
 Critón: No puedo responder a lo que me preguntas, Sócrates, porque no te entiendo.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones EDAF, 1980, en versión de Patricio Azcárate, pp. 30-33. ISBN: 84-7166-656-1.]

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