domingo, 31 de mayo de 2015

"Hipólito".- Eurípides (480 a.C. - 406 a.C.)


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"Fedra: Mujeres de Trozén que habitáis esta entrada de la tierra de Pélope, son muchas veces ya las que, en el largo espacio de la noche, he meditado sobre lo triste que es la vida de los hombres. Yo creo que sus desgracias no dependen de su entendimiento, pues muchos de ellos son sensatos; más bien hay que mirarlo de este modo: sabemos, conocemos lo que es bueno, pero no lo cumplimos; los unos, por cobardes y los otros, prefiriendo un placer en lugar de lo honroso. Son muchos los placeres de la vida: la larga charla y el ocio -dulce mal- y la falsa vergüenza. Hay dos: una que es buena y otra que es ruina de la casa; si se las definiera claramente, no serían dos con la misma palabra.
 Y pues que pienso así, no iba a borrarlo con ningún encantamiento hasta cambiar de pensamiento. Voy a contarte los caminos de mi mente. Cuando el amor me hirió, busqué el modo de soportarlo mejor. Comencé por callar y encubrir mi mal, porque no es fiel la lengua que sabe reprender la audacia de los otros pero recibe muchos males por obra de sí misma. Luego quise hacer frente a la pasión venciéndola con mi buen juicio. Y, al fin, en tercer término, después de que no logré por estos medios derrotar a Afrodita, me resolví a morir, que es el consejo más seguro: nadie podrá negarlo. Ojalá me sea dado, cuando obro el bien, no hacerlo inadvertido y si realizo el mal, que no sea con testigos. Mi acción y mi pasión, bien lo veía, eran infames; y además, siendo mujer, sería odiada por todos. Oh, ¡muriera con infamia la primera que deshonró su lecho con extraños! Fue de mansiones nobles de donde se extendió este mal a las mujeres; cuando las de alta cuna aceptan algo deshonroso, mucho más a las gentes parecerá que es cosa noble. Y odio a las recatadas en palabras pero que ocultamente tienen audacias de pecado. ¿Cómo, diosa Afrodita, hija del mar, miran al rostro de su esposo y no temen que sus cómplices, las sombras y paredes de la casa, cobren voz?
 Esto es, amigas, lo que me hace morir, para que nunca me sorprendan llevando deshonor a mi marido ni tampoco a los hijos que he dado a luz: libres, pudiendo hablar ante cualquiera, habiten la noble ciudad de Atenas, teniendo un nombre limpio por su madre. Pues hace esclavo a un hombre, aun valeroso, el saber la deshonra de su madre o su padre. Sólo una cosa dura hasta el fin de la vida: una conducta recta y noble, cuando existe. A los malvados los saca a la luz el tiempo, cuando llega, poniéndoles su espejo ante la vista, igual que a una muchacha; no sea contada yo entre ellos.
 Coro: ¡Ah! ¡Qué hermosa es siempre la virtud! Recoge buena fama entre los hombres.
 Nodriza: Dueña mía, hace un momento, tu pasión me hizo sentir un terror repentino; pero ahora veo que fui demasiado ligera, pues entre los mortales son más sabios los segundos pensamientos. Nada extraño has sufrido, ni fuera de razón: te ha infundido su pasión la diosa. Amas: ¿qué maravilla es esto? Igual que muchas otras. Y siendo así, ¿vas a perder tu vida por causa del amor? No va a compensar a los enamorados y a los que hayan de estarlo, si es que deben morir. A Afrodita no puede hacerse frente cuando se lanza con violencia: al que encuentra soberbio y desdeñoso, lo aprisiona -no lo dudes- y se ensaña con él. Camina por el aire, está en la ola del mar, todo nació de ella. Siembra los hijos, da el amor, del cual hemos nacido todos cuantos vivimos en la tierra. Los que conocen los escritos de los hombres de otro tiempo y tienen trato con las musas saben que Zeus ansió la boda de Semele y saben que la Aurora de hermosa luz llevó al Olimpo a Céfalo, al lado de los dioses, por amor, y sin embargo, viven en el cielo y no se ocultan de los dioses sino que, en mi sentir, están contentos de que el amor les derrotara.
 Y tú, ¿no cederás? En ese caso, debería tu padre haberte dado el ser como a un ser diferente o bajo el reino de otros dioses, si es que no has de aceptar ahora estas leyes. ¿Cuántos maridos, hombres sensatos, imaginas que, al ver su lecho deshonrado, fingieron no ver nada? ¿Y cuántos padres no ayudaron a sus hijos a conseguir algún amor culpable? Esto es propio de sabios: que no se vea lo que no es honorable. Los mortales no deben de querer su vida demasiado perfecta, pues ni el techo que cubre su morada son capaces de ajustarlo exactamente. Y tú, caída en el océano del poderío divino, ¿cómo podrás nadar hasta la orilla? En verdad, si hay más de bueno que de malo en ti, siendo humana, es grande ya tu ventura.
 Ea, pues, niña querida, deja tu obstinación y cesa en tu impiedad; pues impiedad es esto: querer tener más fuerza que los dioses. Ten el valor de amar: la diosa lo ha querido. Ya que sufres de amor, vence tu sufrimiento. Porque hay encantamientos, filtros de amor; encontraremos una medicina para este dolor. ¡Si no hallamos recursos las mujeres, difícilmente los hallarán los hombres!"  

sábado, 30 de mayo de 2015

"El Manifiesto Comunista".- Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895)


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 "Un espectro se cierne sobre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada contra este fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
 ¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios gobernantes? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus adversarios reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
 De este hecho se desprenden dos consecuencias:
 1.- Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias europeas.
 2.- Que ya es hora de que los comunistas expongan ante el mundo entero sus ideas, sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del espectro comunista un manifiesto del propio Partido.
 Con este fin, comunistas de diversas nacionalidades se han congregado en Londres y han redactado el siguiente Manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés.

I. Burgueses y proletarios

 La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases.
 Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales en una palabra: opresores y oprimidos siempre se han enfrentado y han mantenido una lucha constante, velada unas veces y otra franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
 En las primeras épocas de la Historia encontramos casi por todas partes una estructuración completa de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la Roma antigua hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales de los gremios y siervos de la gleba y, además, en casi todas estas clases aún encontramos gradaciones particulares.
 La moderna sociedad burguesa, que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. No ha hecho más que establecer, en lugar de las viejas, nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas formas de lucha.
 Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado los antagonismos de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, antagónicas: la burguesía y el proletariado.
 De los siervos de la Edad Media surgieron los ciudadanos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano brotaron los primeros elementos de la burguesía.
 El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. El mercader de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercancías en general dieron al comercio, a la navegación y a la industria un empuje hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
 La antigua organización feudal o gremial de producción ya no podía satisfacer la demanda que crecía con la apertura de nuevos mercados. Ocupó su puesto la manufactura. La clase media industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro del mismo taller.
 Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar de la clase media industrial vinieron a ocuparlo los magnates de la industria -jefes de verdaderos ejércitos industriales-, los burgueses modernos.
 La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, la navegación y todas las comunicaciones por tierra, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y desplazando a segundo término a todas las clases heredadas de la Edad Media.
 La burguesía moderna, como podemos ver, es por sí misma el producto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de transformaciones radicales en el modo de producción e intercambio".

viernes, 29 de mayo de 2015

"La carta robada".- Edgar Allan Poe (1809-1849)


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"¿No ve usted que él considera como una cosa demostrada que "todo" hombre que quiera ocultar una carta utiliza, si no precisamente un agujero hecho con berbiquí en la pata de una silla, al menos "alguna" cavidad o rincón por el estilo, sugerido por la misma tendencia del pensamiento que le impelía a ocultar una carta en un agujero hecho en la pata de una silla con un berbiquí? ¿Y no ve usted que escondrijos tan complicados sólo son utilizados en ocasiones ordinarias y sólo son adoptados por inteligencias ordinarias? Porque en todos los casos de ocultación, la forma de hacerlo es, en principio, presumible y presumida, y su descubrimiento depende no sólo de la agudeza sino también del simple cuidado, de la paciencia, o de la decisión de los buscadores. Y cuando el caso es importante, o lo que es lo mismo a los ojos de la policía, cuando la recompensa es crecida, las cualidades en cuestión fracasan terriblemente. Ahora comprenderá usted lo que yo quería decir al afirmar que si la carta robada hubiera estado oculta en el radio de acción de las pesquisas de nuestro prefecto (en otras palabras, si el principio inspirador hubiera estado comprendido en los principios del prefecto), la habría descubierto sin la menor duda. Sin embargo, ese funcionario ha sido completamente engañado, y el remoto origen de su derrota consiste en la suposición de que el ministro es un loco porque ha adquirido reputación como poeta. Todos los locos son poetas, según piensa el prefecto, y sólo es él el culpable de la conclusión de que todos los poetas son locos.
 -Pero, ¿es realmente poeta? -pregunté-. Sé que son dos hermanos y que ambos han logrado reputación en el campo de la literatura. Creo que el ministro ha escrito un libro muy erudito sobre el cálculo diferencial. Es un matemático, no un poeta.
 -Está usted equivocado. Le conozco muy bien, es ambas cosas. Como poeta y matemático, ha debido razonar perfectamente; como simple matemático no habría razonado en absoluto, y hubiese quedado así a merced del prefecto.
 -Me sorprende usted con semejante opinión -dije- que está desmentida por la voz del mundo entero. No querrá usted destruir una idea asimilada por varios siglos. Hace mucho tiempo que la razón matemática está considerada como la razón por excelencia.
 -Il y a a'parier -repuso Dupin, citando a Chamfort- que toute idée publique, toute convention reçue, est une sottise, car elle a convenue au plus grand nombre (1). Le concedo que los matemáticos han hecho todo lo posible por difundir el error popular a que usted alude, el cual no deja de ser un error aun habiendo sido propagado como verdad. Por ejemplo, nos han acostumbrado, con un arte digno de mejor causa, a aplicar el término "análisis" en el álgebra poco más o menos como en latín ambitus significa ambición, religio religión y hoienes honesti una clase de hombres honorables.
 -Veo que va usted a tener un altercado con los algebristas de París; pero continúe.
 -Discuto la validez y por tanto el valor de una razón cultivada por cualquier forma especial que no sea la alógica abstracta. Discuto, en particular, el razonamiento deducido del estudio de las matemáticas. Las matemáticas son la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es la simple lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error consiste en suponer que las verdades que se llaman "puramente" algebraicas son verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me admira la unanimidad con que ha sido acogido. Los axiomas matemáticos no son "axiomas" de una verdad general. Lo que es cierto en una relación de forma o cantidad, es con frecuencia un grosero error en cuanto a la moral, por ejemplo. En esta última ciencia suele ser falso que la suma de las partes es igual al todo. También en química es falso este axioma. En la apreciación de una fuerza motriz yerra asimismo, pues dos motores, cada uno de una fuerza dada, no tienen necesariamente, al asociarse, una potencia igual a la suma de sus potencias consideradas por separado. Hay muchas otras verdades matemáticas que no son verdades, sino en los límites de "relación". Pero el matemático, por rutina, argumenta en relación con sus "verdades" finitas como si fueran de una aplicación  general y absoluta, valor que, por otra parte, el mundo les atribuye".
 
(1) Puede apostarse que toda idea pública, toda convención admitida, es una necedad, porque ha convenido a la mayoría.   

jueves, 28 de mayo de 2015

"La mente humana".- José Luis Pinillos (1919-2013)


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La frustración de los deseos

 "Hasta ahora hemos operado en el supuesto de que el hombre realiza siempre sus deseos. Evidentemente -¿hace falta decirlo?-, esto no es así. Para bien o para mal, muchísimos de nuestros deseos, intenciones e impulsos son bloqueados e interceptados por una serie de barreras (de tipo físico unas, de tipo moral o psicológicos otras) que en definitiva nos impiden satisfacerlos.
 Cuando los impulsos que conducen a la satisfacción de estas necesidades son interferidos, interceptados o malogrados por barreras u obstáculos, se produce la frustración; esto es, se produce un estado emocional de tono desagradable, muy complejo, en el que pueden entrelazarse sentimientos y emociones que van desde la confusión, la inquietud o la desazón, hasta un enojo declarado y una respuesta agresiva contra el objeto o la persona causante de la frustración, pasando por sentimientos de vergüenza, azaramiento, etc. Lo común a todos estos estados es una vivencia emocional desagradable, matizada de formas muy diversas que dependen de la situación específica que ha producido ese estado, y una desorganización del comportamiento.
 Tales estados de frustración son originados en general por tres tipos de factores: obstáculos, deficiencias y conflictos.
 1.-Los obstáculos pueden ser de índole muy dispar, pueden ser físicos (por ejemplo, encontrarse metido en una aglomeración de tráfico de donde no es posible salir), pueden ser de tipo social (hay cosas que a uno le gustaría hacer, pero que las buenas maneras no lo permiten), de tipo moral, etc. Probablemente, basta repasar la vida de uno en la última semana -o ser profesor de Universidad- para hacer una larga lista de situaciones frustrantes.
 2.-El segundo factor que provoca la frustración se conoce con el nombre de deficiencia: esto es, carencia de algo que al individuo le es supuestamente debido. No nos produce frustración carecer de algo que no deberíamos poseer, pero sí nos la produce el carecer de algo que todos los demás tienen y que uno debería o cree que debería tener también: así, la vista, el oído o algo tan elástico como el bienestar. Por ello, los niveles de aspiración excesivamente altos, excesivamente distanciados de las propias capacidades, producen estados de frustración crónicos.
 3.-Por último, están los conflictos. Los conflictos, tales y como se entienden en psicología, surgen por la pluralidad de motivos incompatibles; o sea, por motivos que se interfieren mutuamente e impiden que el organismo desemboque en una gratificación de sus necesidades. Por ejemplo, el deseo de un empleo bien remunerado, pero desagradable o peligroso, provoca un estado conflictivo de este tipo.
 En todos estos casos, la resultante de la frustración es una desorganización comportamental que adopta diferentes modalidades. La principal de todas ellas es, ya se sabe, la agresividad. Por lo común, cuando se observe un acto de agresión hay que pensar en un estado de frustración anterior y, a la vez, toda frustración permite anticipar futuros actos de agresión.
 Después de más de treinta años de estudios clínicos y experimentales en torno de esta ley llamada de frustración-agresión, se conocen muchos de los factores que intervienen en el problema y lo complican. No podemos, como es lógico, entrar en una discusión a fondo de este problema, pero sí ofreceremos al lector algunas de las más frecuentes reacciones psicológicas en que incurrimos los hombres cuando somos incapaces de resolver un conflicto, cuando no podemos superar un obstáculo o somos incapaces de adecuar nuestras aspiraciones a nuestras posibilidades reales".    

miércoles, 27 de mayo de 2015

"La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades".- Anónimo (1554)


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Tratado segundo: Cómo Lázaro se asentó con un clérigo y de las cosas que con él pasó.

 "Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo, que llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad, que aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue ésta. Finalmente el clérigo me rescibió por suyo.
 Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandre Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste (no sé si de su cosecha era o lo había anexado con el hábito de clerecía).
 Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con una agujeta del paletoque, y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, y tornada a cerrar el arca; y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras: algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran, que me paresce a mí que aunque dello no me aprovechara, con la vista dello me consolara.
 Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. Déstas tenía yo de ración una para cada cuatro días, y cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopecto y, con gran continencia, la desataba y me la daba, diciendo:
 -Toma, y vuélvela luego, y no hagáis sino golosinar.
 Como si debajo della estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo, las cuales él tenía tan bien por cuenta, que si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costaba caro. finalmente, yo me finaba de hambre.
 Pues ya que comigo tenía poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía comigo del caldo. Que de la carne, ¡tan blanco el ojo!, sino un poco de pan, y ¡pluguiera a Dios que me demediara!
 Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una que costaba tres maravedís. Aquélla le cocía y comía los ojos, y la lengua, y el cogote y sesos, y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo:
 -Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo: ¡mejor vida tienes que el Papa!
 "¡Tal te la dé Dios!", decía yo paso entre mí.
 A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto, y aunque algo hubiera, no podía cegalle, como hacía al que Dios perdone (si de aquella calabazada feneció), que todavía, aunque astuto, con faltalle aquel preciado sentido, no me sentía, mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía.
 Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era dél registrada. el un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el caxco como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta, y acabado el ofrecer, luego me quitaba la concha y la ponía sobre el altar.
 No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él veví, o, por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz, compasaba de tal forma, que le turaba toda la semana. Y por ocultar su gran mezquindad, decíame:
 -Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.
 Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios que rezamos, a costa ajena comía como lobo, y bebía más que un saludador.
 Y porque dije de mortuorios, Dios me perdone que jamás fui enemigo de la naturaleza humana, sino entonces; y esto era porque comíamos bien y me hartaban. Deseaba y aún rogaba a Dios que cada día matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos, especialmente la Extremaunción, como manda el clérigo rezar a los que están allí, yo cierto no era el postrero de la oración, y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que le echase a la parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que le llevase deste mundo".  

martes, 26 de mayo de 2015

"Jubiabá".- Jorge Amado (1912-2001)


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"El doctor Gustavo Barreira baja del taxi y sube de dos en dos las escaleras del sindicato. Cuando entra se hace el silencio. Se sienta a la mesa, en el lugar que le cede el presidente. Pide la palabra:
 -Señores, como abogado vuestro, trabajé toda la tarde junto a los directores de la Compañía Circular. Testimonio mejor de mi trabajo y de mi honrado esfuerzo es la grata noticia que os traigo. Señores: seré conciso. El caso se ha solucionado... (los oyentes se empujan para oír mejor), gracias a los esfuerzos de todos. Tras discutir toda la tarde llegamos a la conclusión de que el caso quedaría perfectamente liquidado, y con honor para ambas partes, si todos ceden un poco (se oye un murmullo en la sala). Por un lado, la Compañía cede en su intransigencia, que llegaba hasta el punto de no admitir ningún entendimiento con los obreros mientras siguiera la huelga, y al fin, no sólo tuvo que entrar en negociaciones, sino que incluso aceptó las bases de un acuerdo. En cuanto a los obreros, cederían en un cincuenta por ciento de sus exigencias y la Compañía pagaría un cincuenta por ciento de aumento a contar del día siguiente.
 -¿Eso es política de obrero o de abogado? -interrumpió Severino.
 -Es la mejor política... -El doctor Gustavo sonríe con su más aterciopelada sonrisa-. Siempre es mejor ir conquistando paso a paso aquello que no puede lograrse de un golpe. Si dais oído a los agitadores profesionales, la lucha estará perdida para vosotros, pues si extremáis demasiado vuestras peticiones, esta actitud se volverá contra vosotros como un puñal de dos filos: el hambre llamará a vuestras puertas y la miseria habitará en vuestro hogar.
 -El sindicato tiene dinero para aguantar la huelga...
 -¿Incluso para aguantarla en caso de que se eternice?
 -Un día u otro acabará. La ciudad no puede quedarse eternamente sin luz y sin tranvías. ¡Exigimos que nos den lo que pedimos! ¡No nos desalentemos, compañeros!
 El doctor Gustavo está rojo de cólera:
 -Usted no sabe lo que dice. Yo soy abogado, y entiendo de esto...
 -Y nosotros entendemos de lo que es preciso para no morir de hambre...
 -¡Bien, negro! -apoya Balduino.
 Un muchacho pide la palabra. Empiezan a aplaudir apenas aparece en la mesa.
 -¿Quién es? -pregunta Antonio Balduino al negro Henrique.
 -Es un empleado de las oficinas. Se llama Pedro Corumba. Tiene escrita una historia con lo que pasó él y su familia en Sergipe. Ya la leí... Es un veterano de las huelgas. Ya hizo la huelga en Sergipe, en Río, en Sao Paulo. Lo conozco. Luego te lo presento.
 -Cuando salgo de casa les digo a mis hijos: vosotros sois hermanos de todos los niños obreros de Brasil. Les digo esto porque yo puedo morir y quiero que mis hijos sigan luchando por la redención del proletariado. Compañeros: ¡nos están traicionando! No es la primera vez que hago una huelga. Y sé lo que es la traición. Un obrero no puede creer en alguien que no sea también obrero. Los otros embaucan y engañan. Este individuo que está aquí -e indica al doctor Gustavo- viene a reventarnos la huelga... Quizá es ya empleado de la Compañía. Quizá le han dado ya dinero para que...
 El doctor Gustavo da un puñetazo en la mesa, protesta, dice que el orador lo está insultando y que él es capaz de reaccionar. Pero los empleados clavan los ojos en Pedro Corumba, que continúa hablando:
 -Compañeros, nos están traicionando. No debemos aceptar la propuesta de la Compañía. Si nos ven débiles, mañana retirarán el aumento y nos dejarán como estábamos. Hemos de llegar hasta el fin. Prefiero morir antes que abandonar la huelga. Y venceremos, seguro. Si sabemos conducirnos, si sabemos dirigir nuestra lucha, conseguiremos lo que queremos. Somos una fuerza. Compañeros: no aceptemos que reduzcan nuestras condiciones. Nada de engaños. ¡Abajo Gustavo Barreira y la Circular! ¡Viva el proletariado! ¡Viva la huelga!
 -¡Viva! -La gente escucha con los ojos muy abiertos. Mariano sonríe, Henrique muestra los dientes. Antonio Balduino habla:
 -Los estibadores están de acuerdo con lo que dice el compañero Corumba. Vuestro caso aún no está resuelto. Tampoco el nuestro. Apoyaremos vuestra huelga y esperaremos que vosotros apoyéis la nuestra. Nada de tapujos. Que acepten nuestras propuestas tal y como las hicimos. Nada de aceptar la mitad.
 Propone que Gustavo Barreira, que los está traicionando, sea expulsado de la mesa. Si Antonio Balduino supiera que él era el que había sido amante de Lindinalva, seguro que no hubiera salido vivo de allí. El abogado se retira protegido por los policías. El abucheo le acompaña por la escalera".