sábado, 30 de abril de 2016

"Poemas".- Constantino Cavafis (1863-1933)


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 Ítaca

 "Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
jamás hallarás tales seres en tu camino
si mantienes tu pensamiento elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni al fiero Poseidón encontrarás
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -con qué alegría y con qué gozo-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios fenicios
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
y aprende de los más instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
Llegar allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años
y ya anciano recales en la isla,
enriquecido con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que Ítaca te dé riquezas.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así, sabio como te hiciste, con  tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.


Monotonía

A un día monótono otro  /  monótono, invariable, sigue: pasarán
las mismas cosas, volverán a pasar,  /  los mismos instantes nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes. /  Lo que viene, uno fácilmente lo adivina:
son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer.  /  Y el mañana llega ya a no parecer mañana".

viernes, 29 de abril de 2016

"Código de Hammurabi".- Hammurabi (1792 a.C. - 1750 a.C.)


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 "1.-Si alguno ha embrujado a un hombre haciéndole objeto de un maleficio sin motivo alguno, merece la muerte.
 2.-Si alguno ha lanzado un maleficio sobre un hombre sin prueba de culpabilidad, el maleficiado se arrojará al río. Si no puede salir, su casa pasa a quien le lanzó el maleficio, pero si el río lo devuelve inocente, sano y salvo, su enemigo es digno de muerte, y aquél que pasó por la prueba del agua es quien se apoderará de la casa del otro. [...]
 7.-Si alguno sin testigos ni contrato ha comprado o recibido en depósito de manos de un hijo (no emancipado) o de un esclavo, plata u oro, esclavos, macho o hembra, buey, carnero o asno, o no importa qué otra cosa, será asimilado a un ladrón y merece la muerte.
 8.-Si alguno ha robado un buey, carnero, puerco, asno, barca, al templo o al palacio, pagará treinta veces el valor; si se trata de un noble, diez veces el valor y, si no tiene con qué pagar, será culpable de muerte. [...]
 14.-Si alguno roba un niño merece la muerte.
 15.-Si alguno facilita la fuga de un esclavo, macho o hembra, del palacio o de la casa de un noble, merece la muerte. [...]
 21.-Si alguno escala una casa, se le mata y se le entierra delante del boquete.
 22.-Si alguno se dedica al bandolerismo y se le sorprende en flagrante delito, merece la muerte.
 23.-Si escapa el bandido, la persona despojada reclamará en justicia cuanto ha perdido y se consideran obligados a restituirle la ciudad y el distrito en cuyo territorio se hubiera cometido el delito. [...]
 25.-Si se declara el fuego en una casa y alguien que llegare para apagarlo se le van los ojos detrás de alguna cosa del propietario y se la roba, dicho individuo será arrojado al fuego allí mismo. [...]
 45.-Si una persona ha dado su campo en arrendamiento para cultivar por una renta, la ha percibido y, después, una tormenta inunda el campo y arrasa la cosecha, el arrendatario sufre la pérdida. [...]
 53.-Si una persona que tiene que reparar su dique ha sido negligente y no lo ha cerrado bien y se abre una brecha que inunda el cantón, aquél cuyo dique se ha roto restituirá el trigo que ha destruido.
 54.-Si no tiene trigo para restituir, se le venderá a él y a su haber, y los propietarios del cantón en el cual el agua ha arrasado el trigo, se repartirán el precio. [...]
 185.- Si alguno adopta un niño de pocos años y le da su nombre y le cría, nadie podrá reclamarlo.
 186:- Si alguno ha adoptado a un niño de pocos años, violentando al padre y a la madre en el momento de la adopción, este niño volverá con su padre. [...]
 195.-Si un hijo pega a su padre, se le cortarán las manos.
 196.-Si alguno le saca un ojo a un hombre libre, se le sacará un ojo.
 197.-Si alguno le fractura un miembro a un hombre libre, se le romperá un miembro.
 198.-Si le saca el ojo a un noble o le rompe un miembro a un noble, pagará además una mina de plata.
 199.-Si le saca el ojo a un esclavo o le rompe un miembro, pagará la mitad del precio del esclavo. 
 200.-Si alguno le rompe los dientes a un hombre de la misma condición, se le romperán los dientes. [...]
 206.-Si alguno en una disputa golpea a un hombre y le causa una herida y jura que lo ha hecho sin saberlo pagará, por lo menos, el médico. [...]
 209.-Si alguno golpea a una mujer libre y la hace abortar, pagará por su fruto 10 sicles de plata.
 210.-Si esta mujer muere, se matará a la hija (del agresor). [...]
 233.-Si un arquitecto ha construido una casa para alguien y no la ha hecho sólida, si la casa se derrumba y mata al propietario, este arquitecto merece la muerte".

jueves, 28 de abril de 2016

"Sorgo rojo".- Mo Yan (1955)


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 2
 
 "La abuela regresó al hogar paterno, donde debía pasar tres días antes de volver a casa de su suegro. No tuvo apetito durante estos tres días y parecía ausente. La bisabuela le preparó sus comidas favoritas y trató de obligarla a comer, pero la joven desviaba la cabeza al oler cualquier cosa y recorría la casa como una zombi, enjugándose las lágrimas. Sin embargo, aunque apenas tocaba la comida, su aspecto no desmejoraba: su piel seguía diáfana y sus mejillas sonrosadas; sus ojos oscuros, entre los párpados sombríos, parecían pequeñas y brillantes lunas entre la niebla.
 -Chiquilla -rezongaba la bisabuela-, ¿te has vuelto inmortal o un Buda que no necesita comer ni beber? ¡Estás matando a tu madre!
 La bisabuela observaba a su hija, sentada con la compostura del bodhisatva Guanyin, mientras dos lagrimillas transparentes se deslizaban de sus ojos. Una inquisitiva mirada perpleja relució en los ojos rasgados de la abuela y cayó sobre su madre, como la de quien desde lo alto de la ribera observa a un experimentado pez negro que retoza en el río.
 El bisabuelo se recuperó de su borrachera, por fin, al segundo día de la llegada de su hija y, de inmediato, recordó que Shan Tingxiu le había prometido una fuerte mula negra. En sus oídos resonaba el rítmico clípiticlop de los cascos de la mula, lanzada a la carrera, camino abajo. ¡Y qué mula! Ojos negros como dos linternas y cascos grandes como cuencos.
 -Viejo estúpido -le dijo la bisabuela, ansiosa-, nuestra hija no quiere comer. ¿Qué podemos hacer?
 El bisabuelo la miró por el rabillo de sus ojos beodos y dijo:
 -¡Es una malcriada, una malcriada asquerosa! ¿Quién se ha creído que es ella? -Se acercó a la abuela, y muy enfadado le dijo-: ¿Tú qué te crees, esclava? Las personas comprometidas en matrimonio están unidas por un hilo, no importa lo lejos que se hallen. Marido y mujer, para lo bueno o para lo malo. Cásate con una polluela y se convertirá en una gallina, cásate con una perra y se convertirá en una puta. Tu padre no es un noble de alto abolengo y tú no eres una rama de oro ni una hoja de jade. Has tenido la gran fortuna de encontrar un hombre rico como éste y también la ha tenido tu padre. Lo primero que ha hecho tu suegro ha sido prometerme una estupenda mula negra. Esos sí que son modales...
 La abuela seguía sentada, inmóvil, con los ojos cerrados.
 Sus pestañas húmedas parecían cubiertas por una capa de miel, cada una pegada a la otra, brillante y arqueada como la cola de una golondrina. El bisabuelo la miraba, cada vez más furioso.
 -No te hagas la sorda y la muda conmigo, por muy arqueadas que tengas las pestañas. Te puedes morir si quieres, pero te convertirás en el fantasma de la familia Shan. ¡En el mausoleo de la familia Dai no hay lugar para ti!
 La abuela se echó a reír.
 El bisabuelo le dio una bofetada.
 Con una especie de siseo, el color se desvaneció de las mejillas de la abuela dejando tras sí la palidez. Pero, poco a poco, el color volvió a lucir en medio de esa palidez y su rostro se convirtió en el rojo sol de la mañana. Sus ojos echaban fuego, rechinaron sus dientes y su cara se torció en un gesto de mofa. A la vez que miraba con odio a su padre, dijo:
 -Sólo temo... si... ¡puedes olvidarte de verle siquiera un pelo a esa mula!
 Bajó la cabeza, empuñó los palillos y tragó la comida que echaba vapor ante ella, como si fuese un torbellino que esparciera nieve en el aire. Cuando terminó tiró el cuenco al aire, muy alto, el cuenco en que había comido, que dio una voltereta, giró reflejando la luminosidad escasa y gris, y destrozó dos telarañas antes de precipitarse al suelo, donde su borde superior brincó y describió un semicírculo antes de detenerse. Tomó otro cuenco y lo alzó: fue a estrellarse en la pared y cayó al suelo en dos pedazos. El bisabuelo estaba perplejo, con la boca abierta, las patillas temblorosas, incapaz de decir palabra.
 -¡Hija -exclamó la bisabuela-, por fin has comido algo!"

miércoles, 27 de abril de 2016

"Desobediencia civil".- Henry David Thoreau (1817-1862)


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 "Hablando en términos absolutos, a mayor riqueza, menos virtud; porque el dinero vincula al hombre con sus bienes y le permite conseguirlos y, desde luego, la obtención de ese dinero en sí mismo no constituye ninguna gran virtud. El dinero acalla muchas preguntas que de otra manera tendría que contestar, mientras que la única nueva que se le plantea es la difícil, pero superflua, de cómo gastarlo. De este modo, sus principios morales se derrumban a sus pies. Las oportunidades de una vida plena disminuyen en la misma proporción en que se incrementan lo que se ha dado en llamar los "medios de fortuna". Lo mejor que el rico puede hacer en favor de su cultura es procurar llevar a cabo aquellos planes en que pensaba cuando era pobre. Cristo respondió a los fariseos en una ocasión semejante: "Mostradme la moneda del tributo", dijo y uno sacó un céntimo del bolsillo. Si usáis moneda que lleva la efigie del César y él la ha valorado y hecho circular y si sois ciudadanos del Estado y disfrutáis con agrado de las ventajas del gobierno del César, entonces devolvedle algo de lo suyo cuando os lo reclame: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Y se quedaron como estaban, sin saber qué era de quién, porque no querían saberlo.
 Cuando hablo con el más independiente de mis conciudadanos, me doy cuenta de que diga lo que diga acerca de la magnitud y seriedad del problema, y su interés por la tranquilidad pública, en última instancia no puede prescindir del gobierno actual y teme las consecuencias que la desobediencia pudiera acarrear a sus bienes y a su familia. Por mi parte, no me gustaría pensar que algún día voy a depender de la protección del Estado. Si rechazo la autoridad del Estado cuando me presenta la factura de los impuestos, pronto se apoderará de lo mío y gastará mis bienes y nos hostigará interminablemente a mí y a mis hijos. Esto es duro. Esto hace que al hombre le sea imposible vivir con honradez y al mismo tiempo con comodidad en la vida material. No merece la pena acumular bienes; con toda seguridad se los volverían a llevar; es mejor establecerse o emplearse en alguna granja y cultivar una pequeña cosecha y consumirla cuanto antes. Se debe vivir independientemente sin depender más que de uno mismo, siempre dispuesto y preparado para volver a empezar y sin implicarse en muchos negocios. Un hombre puede enriquecerse hasta en Turquía si se comporta en todos los aspectos como un buen súbdito del gobierno turco. Decía Confucio: "Si un Estado se gobierna siguiendo los dictados de la razón, la miseria y la pobreza provocan la vergüenza; si un Estado no se gobierna siguiendo la razón, las riquezas y los honores provocan la vergüenza". No: mientras no necesite que Massachusetts me socorra en algún lejano puerto del Sur, donde mi libertad se halle en peligro, o mientras me dedique únicamente a adquirir una granja por medios pacíficos en mi propio país, podré permitirme el lujo de negarle lealtad a Massachusetts y su derecho sobre mi vida y mis bienes. Además, me cuesta menos trabajo desobedecer al Estado que obedecerle. Si hiciera esto último, me sentiría menos digno. [...]
 No he pagado "los impuestos sobre los votantes" desde hace seis años. Por ello me encarcelaron una vez, durante una noche, y mientras contemplaba los muros de piedra sólida de 60 u 80 cms. de espesor, la puerta de hierro y madera de 30 cms. de grosor y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude por menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como si fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ése era el mejor uso que se podría hacer de mí y no hubieran pensado en beneficiarse de mis servicios de algún otro modo. Me parecía que si un muro de piedra me separaba de mis conciudadanos, aún habría otro más difícil de rebasar o perforar para que ellos consiguieran ser tan libres como yo. No me sentí confinado ni un solo instante, y los muros se me antojaban enormes derroches de piedra y cemento. Me sentía como si yo hubiera sido el único ciudadano que había pagado mis impuestos. Sencillamente, no sabían cómo tratarme y se comportaban como personas ineducadas. Lo mismo cuando alababan que cuando amenazaban cometían una estupidez, ya que pensaban que mi deseo era saltar al otro lado del muro. No podía hacer otra cosa que sonreír al ver con qué esfuerzo me cerraban la puerta, mientras mis pensamientos les seguían fuera de allí, sin obstáculo ni impedimento, cuando eran ellos los únicos peligrosos. Como no podían llegar a mi alma, habían decidido castigar mi cuerpo como hacen los niños que, cuando no pueden alcanzar a la persona que les fastidia, maltratan a su perro. Yo veía al Estado como a un necio, como a una mujer solitaria que temiese por sus cubiertos de plata y que no supiese distinguir a sus amigos de sus enemigos. Perdí todo el respeto que aún le tenía y me compadecí de él". 

martes, 26 de abril de 2016

"Cartas a quien pretende enseñar".- Paulo Freire (1921-1997)


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 Quinta carta: Primer día de clase

 "La joven maestra debe estar atenta a todo, a los más inocentes movimientos de los alumnos, a la inquietud de sus cuerpos, a la mirada sorprendida, a la reacción más agresiva o más tímida de este o aquel alumno o alumna.
 Los gustos de la clase, los valores, el lenguaje, la prosodia, la sintaxis, la ortografía, la semántica, cuando la inexperta maestra de clase media asume su trabajo en zonas periféricas de la ciudad, todo esto resulta tan contradictorio que le choca y le asusta. Sin embargo, es preciso que ella sepa que la sintaxis de sus alumnos, su prosodia, sus gustos, su forma de dirigirse a ella y a sus colegas, las reglas con las que juegan o pelean entre sí, todo esto forma parte de su identidad cultural, a la que jamás falta un elemento de clase social. Y todo esto debe ser acatado para que el propio educando, reconociéndose democráticamente respetado en su derecho a escribir y decir "minos jente" pueda aprender la razón gramatical dominante por la que debe decir y escribir "menos gente".
 Una buena disciplina intelectual para este ejercicio de lectura de la clase como si fuese un "texto" sería el de crear en la maestra el hábito, que se transformase en gusto y no en pura obligación, de hacer fichas diarias con el registro de las reacciones de comportamiento, con anotaciones de las frases y su significado al lado, con gestos que no sean claramente reveladores de cariño o de rechazo. Y por qué no, sugerir también a los educandos como una especie de juego en el que ellos, en función de su dominio del lenguaje, hagan sus observaciones sobre los gestos de la maestra, de su modo de hablar, de su humor, sobre el comportamiento de sus colegas, etc. Cada quince días se haría una especie de seminario de evaluación con ciertas conclusiones que deberían ser profundizadas y puestas en práctica.
 Si cuatro maestras de una misma escuela consiguiesen hacer un trabajo como éste en sus clases, podemos imaginar lo que se obtendría en materia de crecimiento en todos los sentidos entre los alumnos y las maestras.
 He aquí una observación importante que debe ser realizada. Si para la lectura de textos necesitamos ciertos instrumentos auxiliares de trabajo, como diccionarios de varios tipos y enciclopedias, también para la "lectura" de las clases, al igual que para los textos, precisamos de instrumentos menos fáciles de usar. Precisamos, por ejemplo, observar muy bien, comparar muy bien, intuir muy bien, imaginar muy bien, liberar muy bien nuestra sensibilidad, creer en los otros pero no demasiado en lo que pensamos de los otros. Precisamos ejercitar la capacidad de observar registrando lo que observamos. Pero el registrar no se agota en el puro acto de fijar con pormenores lo observado tal como se nos dio. También significa arriesgarnos a hacer observaciones y críticas y evaluadoras a las que no debemos, sin embargo, prestar aires de certeza. Todo este material debe ser siempre estudiado y re-estudiado por la maestra que lo produce y por los alumnos de su clase. A cada estudio y a cada re-estudio que se haga se le van haciendo ratificaciones y rectificaciones mediante el diálogo con los educandos. Cada vez más, la "clase como texto" va adquiriendo su "comprensión" producida por sí misma y por la educadora. Y la producción de la comprensión actual abarca la reproducción de la comprensión anterior, que puede llevar a la clase hasta un nuevo conocimiento, a través del conocimiento del conocimiento anterior de sí misma.
 No temer a los sentimientos, a las emociones, a los deseos y trabajar con ellos con el mismo respeto con que nos entregamos a una práctica cognoscitiva integrada con ellos. Estar prevenidos y abiertos a la comprensión de las relaciones entre los hechos, los datos y los objetos en la comprensión de la realidad. Nada de eso puede escapar de la tarea docente de la educadora en la "lectura" de su clase, con la que manifiesta a sus alumnos que su práctica docente no se limita sólo a la enseñanza mecánica de los contenidos. Y aun más, que la necesaria enseñanza de esos contenidos no puede prescindir del conocimiento crítico de las condiciones sociales, culturales y económicas del contexto de los educandos".   

lunes, 25 de abril de 2016

"Triunfo de las donas".- Juan Rodríguez del Padrón (1390-1450)


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 "Et yo por modo semejable, queriendo fazer finito el loor de las donas, que segund sus virtudes e gracias, devría ser infinito, vengo a çiertas cualidades que fazen a una persona sobre otra más exçelente; conviene a saber: graçia, dignidat, corona, honor, excelencia, gloria, bien aventurança. Et por quanto estas siete nombradas cosas sobre quel ombre o la mujer contienden, son el fructo que dan de sí las virtudes, devense los términos de nuestra questión entender de onbre e de mujer virtuosos. E puesto el caso que sean virtuosos en egual grado, aunque la mujer, segund demostrado he, sea más virtuosa, pruévase por razones más claras de filósofos, et por otras más fuertes auctoridades, que la mujer es, segund todas estas siete qualidades más exçelente.
 Et sea la primera, que será la quadragésima quarta razón, aquella auctoridad del Ecclesiástico que dice: "La virtuosa mujer es graçia sobre toda graçia." Onde claro se prueba que sea más graçiosa.
 La segunda, que será la quadragésima quinta, sea la auctoridad del Números e de los Juezes, que mandó los varones, fasta los pequeños infantes, pasar por espada, e las donas salvar; e aquel dicho del libro de Sidrach que dize: "Ninguno de los onbres al que es digno de aver virtuosa mujer se puede en dignidat conparar." Onde manifiesto paresçe que sea más digna.
 La tercera que será la quadragésima sesta, el dicho del Sabio en los Proverbios, que dize: "La virtuosa mujer es corona del varón." Onde claramente se nota que tenga la corona.
 La quarta, que será la quadragésima séptima, sea el dicho del Filósofo en la Iconómica, que dize: "El mayor de los honores es el honor de la virtuosa mujer." Onde se demuestra manifiestamente que tiene el mayor honor.
 La quinta, que será la quadragésima octava, sea un vulgar dicho de Séneca, que dize que ninguna cosa non es tan alta en dignidat quanto es la virtuosa mujer. Onde claro se prueba que tiene la excelençia.
  La sexta, que será la quadragésima nona, sea el dicho del Apóstol "la mujer es gloria del varón". Onde manifiesto paresçe que tiene la gloria.
 Et la séptima, que será la quincuagésima, sea el dicho del Ecclesiástico que dice: "Bien aventurado es aquel que de virtuosa mujer es por matrimonio acompañado." Onde manifiestamente se concluye que poseen la bien aventurança, et como el honor, la gloria e la bienaventurança, segund dize el Filósofo en el primero de las Eticas, sean el fin al qual trabaja el onbre virtuoso, e ansí ya es, como dicho he en la quadragésima razón, quel fin es más digno e más exçelente que son las cosas al fin ordenadas; por consiguiente la mujer, que es el honor e la gloria, e la bien aventurança del onbre, es más digna e más exçelente.
 Las quales autoridades, e todas las otras divinas, naturales e humanas razones por mí allegadas, no solamente concluyen ser la mujer más noble, más virtuosa e más exçelente, determinando la nuestra questión, mas aun adellante pruevan claramente que sea más graçiosa e más digna, más gloriosa e más bien aventurada; porque tú, si del número de aquellos no eres, a los quales, otra figura paresçiendo mejor, el honor de las donas, por dar color honesto al su dañado viçio, non poco offenden, deves la razón e la verdat siguiendo, a la persona más noble, más virtuosa e más exçelente de las mujeres, e non de los onbres, tu obra, de virtud, honor e nobleza tractante, segund dizes intitular".

domingo, 24 de abril de 2016

"Un tranvía llamado deseo".- Tennessee Williams (1911-1983)


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Escena segunda

 "Stanley: (asiendo a Stella del brazo.) Escucha... ¿has oído hablar del código Napoleón?
 Stella: (liberándose, se sienta ante el tocador y se empolva la nariz.) No, Stanley. No he oído hablar del código Napoleón.
 Stanley: (acercándose al tocador, se apoya en él y contempla a Stella.) Permíteme que te explique un par de cosas.
 Stella: ¿Cuáles?
 Stanley: En el estado de Louisiana, tenemos lo que se llama el código Napoleón, de acuerdo con el cual lo que le pertenece a la esposa también le pertenece al marido y viceversa. Si yo tuviese una propiedad, por ejemplo, o si la tuvieses tú...
 Stella: (insistiendo en usar el cisne, que Stanley le arrebata con firmeza y pone sobre el tocador.) ¡Estoy mareada!
 Stanley: Perfecto. Esperaré a que Blanche termine de tomar su baño caliente y le preguntaré si ella conoce el código Napoleón. (Entra en la sala.) Me parece que te han estafado, nena. Y cuando te estafan a ti, bajo la vigencia del código Napoleón, también me estafan a mí. Y a mí no me gustan que me estafen.
 Stella: (se le acerca.) Ya te sobrará tiempo para hacerle esas preguntas, pero si lo haces ahora Blanche volverá a enfermarse. No entiendo qué ha pasado con Belle Rêve, pero no te imaginas qué ridículo estás al insinuar que mi hermana, o yo, o cualquier otra persona de nuestra familia, podamos haber estafado a alguien.
 Stanley: Entonces, si vendieron la propiedad... ¿dónde está el dinero?
 Stella: ¡No la vendieron!... ¡Se perdió, se perdió! (Vuelve al tocador. Stanley la sigue rápidamente, la aferra y la obliga a volver a la sala junto al baúl de Blanche. Protestando.) ¡Stanley!  
 Stanley: (sacando tres vestidos del baúl y arrojándolos junto al sofá.) ¿Quieres molestarte en mirar estas cosas? ¿Crees que Blanche las ha comprado con su sueldo de maestra?
 Stella: (levantando los vestidos.) ¡Baja la voz!
 Stanley: (sacando más prendas de vestir del baúl.) ¡Mira estas plumas y pieles que viene a lucir aquí! ¿Qué es esto? ¡Mira, parece que es un vestido de oro macizo! (Levanta un vestido recamado de oro. Stella se lo quita.) ¿Y éste? (Saca otro.) ¿Qué es esto? ¿Zorros? (Saca una piel de zorro blanco. Stella quiere arrebatárselo, él la aferra del brazo y le dice en la cara.) ¡Pieles de zorro auténticas, de medio kilómetro de longitud! ¿Dónde están tus pieles de zorro blanco?
 Stella: (tomando la piel.) Son pieles de verano baratas que Blanche posee desde hace mucho.
 Stanley: (va hacia la derecha. Stella se acerca al baúl y comienza a poner los vestidos en su lugar.) Tengo un amigo que trabaja con estas cosas. Le haré venir para que las valore.
 Stella: No seas estúpido, Stanley. (Le quita la piel y la reintegra al baúl.)
 Stanley: (siguiendo con la mirada sus movimientos.) Apostaría a que se han invertido mil dólares en esas prendas. (Ve el joyero con el rabillo del ojo y se vuelve hacia la mesa.) ¿Y qué tenemos aquí? ¿El cofre de un pirata? (Se acerca a la mesa y abre con un chasquido el joyero en forma de corazón.)
 Stella: (acercándose precipitadamente.) ¡Oh, Stanley!
 Stanley: (apartándola con el brazo izquierdo, saca joyas del estuche.) ¡Perlas! ¡Sartas de perlas! ¿Qué es tu hermana? ¿Un buzo? (Alzando un brazalete después de haber tirado las perlas sobre la mesa.) ¡Brazaletes de oro macizo! ¿Dónde están tus perlas y tus brazaletes de oro?
 Stella: (le arrebata el brazalete, se acerca a la mesa y lo guarda en el joyero.) ¡Sssst! ¡Cállate, Stanley!
 Stanley: (tomando una diadema.) ¿Y esto qué es? ¿Diamantes? ¿La corona de una emperatriz?"

sábado, 23 de abril de 2016

"Pinocho".- Carlo Collodi (1826-1890)


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 Capítulo IV
De lo que sucedió a Pinocho con el grillo-parlante, en lo cual se ve que los niños malos no se dejan guiar por quien sabe más que ellos

 "Pues, señor, sucedió que mientras el pobre Gepeto era conducido a la cárcel sin culpa alguna, el monigote de Pinocho, libre ya de las garras del guardia, escapó a campo traviesa; corría como un automóvil, y en el entusiasmo de la carrera saltaba altísimos matorrales, setos, piedras y fosos llenos de agua, como una liebre perseguida por galgos.
 Cuando llegó a su casa encontró la puerta entornada. Abrió, entró en la habitación y después de correr el cerrojo se sentó en el suelo, lanzando un gran suspiro de satisfacción.
 Pero la satisfacción le duró poco porque oyó que alguien decía dentro del cuarto:
 -¡Cri, cri, cri!
 -¿Quién me llama? -gritó Pinocho lleno de miedo.
 -Soy yo.
 Volvió Pinocho la cabeza, y vio que era un grillo que subía poco a poco por la pared.
 -Dime, grillo, ¿y tú quién eres?
 -Yo soy el grillo-parlante que vive en esta habitación hace más de cien años.
 -Bueno -contestó el muñeco-; pero hoy esta habitación es mía; si quieres hacerme un gran favor márchate prontito y sin volver siquiera la cabeza.
 -No me marcharé sin decirte antes una verdad como un templo.
 -Pues dila, y despacha pronto.
 -¡Ay de los niños que se rebelan contra su padre y abandonan caprichosamente la casa paterna! Nada bueno puede sucederles en el mundo, y pronto o tarde acabarán por arrepentirse amargamente.
 -Como quieras, señor grillo; pero yo sé que mañana al amanecer me marcho de aquí, porque si me quedo me sucederá lo que a todos los niños: me llevarán a la escuela y tendré que estudiar, quiera o no quiera. Y yo te digo en confianza que no me gusta estudiar y que mejor quiero entretenerme en cazar mariposas y en subir a los árboles a coger nidos de pájaros.
 -¡Pobre tonto! ¿Pero no comprendes que, de ese modo, cuando seas mayor estarás hecho un solemne borrico y que todo el mundo se burlará de ti?
 -¡Cállate, grillucho de mal agüero! -gritó Pinocho.
 Pero el grillo, que era paciente y filósofo, no se incomodó al oír esta impertinencia, y continuó diciendo con el mismo tono:
 -Y ya que no te gusta ir a la escuela, ¿por qué no aprendes, al menos, un oficio que te sirva para ganar honradamente un pedazo de pan?
 -¿Quieres que te lo diga? -contestó Pinocho, que empezaba ya a perder la paciencia-. Entre todos los oficios del mundo no hay más que uno que me guste.
 -¿Y qué oficio es ese?
 -El de comer, beber, divertirme y hacer desde la mañana a la noche vida de paseante en corte.
 -Te advierto -replicó el grillo-parlante con su acostumbrada calma-, que todos los que siguen ese oficio acaban siempre en el hospital o en la cárcel.
 -¡Mira, grillucho de mal agüero, si se me acaba la paciencia, pobre de ti!
 -¡Pinocho! ¡Pinocho! ¡Me das verdadera lástima!
 -¿Por qué te doy lástima?
 -Porque eres un muñeco y, lo que es peor aún, porque tienes la cabeza de madera.
 Al oír estas palabras saltó del suelo Pinocho muy enfurecido, y cogiendo un mazo de madera que había sobre el banco, se lo tiró al grillo-parlante.
 Quizás no creía que iba a darle; pero, por desgracia, le dio en la misma cabeza y el pobre grillo apenas pudo decir cri-cri mientras quedaba aplastado en la pared".