martes, 31 de marzo de 2020

Los males de la patria y la futura revolución española.- Lucas Mallada (1841-1921)

Resultado de imagen de lucas mallada 

V.-La inmoralidad pública

«La pobreza de nuestro suelo es insuficiente para explicarnos el malestar de la agricultura y el atraso de la industria y del comercio. Otras causas muy poderosas influyen, sin duda, en la deplorable situación de la patria, entorpecen su movimiento progresivo y contribuyen a la miseria general que por todas partes se nota. Entre esas causas, ninguna perjudica más al adelanto y a la prosperidad de España que la inmoralidad pública, por la cual entendemos la mala o desacertada conducta, observada por una parte considerable de los habitantes de una nación, en contra del bien general.
 Esta inmoralidad pública puede ser producida por dos corrientes distintas: la que se desborda de sus cauces naturales por donde siguen su curso las malas acciones en el orden privado; y la que invade los terrenos acotados al dominio público, o sea la que arrastra los intereses pertenecientes al bien común. Un Estado no puede resistir mucho tiempo la acción de esas corrientes, sin caminar muy aprisa a su decadencia o a su disolución; y se comprende que en una época limitada haya un país dominado por una de esas dos corrientes invasoras, pero faltando la otra, o siendo muy débil. Desde larga fecha España se halla casi enteramente inundada por las dos, de donde resulta mayor número de males que en otros pueblos más o menos civilizados, o dicho de otro modo, de donde resulta la imposibilidad de que España adelante, como es debido, en el camino de la perfección.
 Concederemos a los optimistas que en todas las partes del mundo hay bandidos, estafadores, asesinos y parásitos; también concederemos que en todos los tiempos hubo una masa considerable de delincuentes y viciosos y que los caracteres de la inmoralidad pública se modifican y varían de siglo en siglo, según el medio ambiente que se respira, es decir, según los cambios en las leyes y costumbres que rigen una nación. Mas para apreciar los grados de inmoralidad pública que en la actualidad hay entre nosotros sería preciso responder con exactitud a las preguntas siguientes:
 ¿Son los caracteres de la inmoralidad pública española de peor índole que los de otros países civilizados?
 ¿Es hoy mayor la inmoralidad que en tiempos anteriores?
 ¿Son de tal naturaleza esos caracteres que hacen, por ahora, inevitable el incremento de la inmoralidad?
 ¿Sería posible sin grandes revoluciones políticas y sociales contener los malos efectos de la inmoralidad pública?
 ¿Cuáles son, en resumen, las causas principales de esta inmoralidad y qué medios habría de corregirla?
 Las personas timoratas a la antigua española, aquellas buenas almas cuyo fervor religioso es muy grande, nos responderán sin vacilar que el mundo camina rápidamente por los abismos del más grosero materialismo, y que la inmoralidad pública tiene que ir en progresivo desarrollo, hasta reducirse a su mínima expresión el número de los elegidos. Muchos amantes del progreso dirán, por el contrario, que al purgarse de toscos errores y rancias preocupaciones, el espíritu humano se purifica y cada día se hace más digno de las altas misiones que sobre la tierra le encomendara el Creador, no debiendo admitirse que actualmente sea mayor la inmoralidad pública que en otros tiempos. Eclécticos habrá también que, reconociendo en nuestra época un visible aumento en la criminalidad y en la malicia, sostendrán que la humanidad sigue su camino de perfección por líneas onduladas que marcan puntos más altos y más bajos en sus caracteres morales, dirigiéndose a través de los siglos a la cumbre de dicha perfección, y siendo ley general que a los períodos de decadencia a de barbarie sucedan otros de glorioso renacimiento.
 Es, de todos modos, axiomático que las naciones naturalmente pobres, o que se hallan muy abatidas por largos años de decadencia, están más obligadas a la virtud que las ricas y florecientes, deben ser de intachable moralidad y conquistar la estimación de los otros pueblos a fuerza de honradez y de cordura. Y decimos esto por lo frecuente que es en España disculpar los grandes hechos criminales y las repetidas defraudaciones al Erario público, acusando a otros pueblos de incurrir en iguales faltas. Pero con tan variados procedimientos, preguntamos nosotros, ¿en qué parte del mundo habrá perversión más grande de sentido moral?
 Necesario es que nos ciegue un amor propio muy mal entendido para no ver que España, en este nuestro siglo, es uno de los países donde mayor inmoralidad pública se observa. No diremos, de buenas a primeras, que los españoles, en inmensa mayoría, son inmorales; pero así como una epidemia que arrebatase la vida al 10 o al 20 por 100 de los habitantes de una comarca sería considerada como una espantosa catástrofe, bastaría probar que el 10 o que el 20 por 100 de los españoles son unos bribones, para justificar la famosa frase de que España es un presidio suelto. ¿Qué español no lo ha dicho alguna vez en su vida? ¿Qué español ignora el axioma de que la ociosidad es madre de todos los vicios? ¿Qué español ignora que ha nacido en un país donde mayor indolencia, mayor apatía, mayor ociosidad imperan entre todos los pueblos civilizados?
 La mala hierba de la inmoralidad pública creció por todos los ámbitos del país, porque encontró muy bien preparado para ella el terreno hueco de nuestra fantasía y de nuestra desidia, abonado copiosamente con la basura de la mezquina y bastarda política intervenida por los caciques y regado de continuo con las lluvias desprendidas de las nubes del desbarajuste administrativo. Condiciones favorables al desarrollo de la funesta semilla, que no se ven en tan alto grado manifiestas en otro país del mundo.
 Pues la indolencia general es la primera causa de la inmoralidad pública, una vez perdida la vergüenza, con el mal ejemplo de otros tales que medran por ruines mañas, se hace más descansado, breve y lucrativo recurrir a la intriga y al fraude, como método de vida, que desempeñar honrada y tranquilamente un modesto papel en la lista de las personas trabajadoras. Cuando antes de nuestros días eran mucho menores las necesidades ordinarias de la vida y menos extendido el lujo, con poca cosa se mantenía satisfecha a una familia. Mas ahora la ruindad ha cundido como el aceite, y a millones de españoles, que en tiempo de nuestros abuelos no rebasaban los límites de su modesto y sencillo régimen, han sucedido otros tantos que, con recursos poco superiores a los de un obrero, pretenden hacer ostentaciones de príncipes y de grandes personajes en las villas y ciudades.
 La estúpida fatuidad a que nos hemos acostumbrado de juzgar al prójimo por su porte exterior, el loco empeño tan general de competir en lujo y en boato con la aristocracia o con les acaudalados burgueses, tanto más aparatosos y fanfarrones cuanto de más villano origen proceden, por la mayor necesidad de honra y de respetabilidad que les acomete, obligaron a muchas familias a vivir al día o con el deplorable sistema de trampa adelante, siguiendo el mal ejemplo hasta las clases más humildes, y desde las ciudades más populosas hasta las más apartadas aldeas.
 Las conciencias se ensancharon grandemente en igual proporción que el despilfarro y las defraudaciones, las cuales, tratándose del Erario público, revisten cuantas formas pudieron idearse en los tiempos antiguos y modernos. ¿Qué nación hay en el mundo, ni jamás la hubo, donde con tanto descaro y tan a mansalva se saqueen los fondos del Estado y se derroche la fortuna pública? ¿Dónde ni cuándo se ha visto una perversión tan inicua del sentido moral? Nuestros antepasados decían que quien hace bien al común, no lo hace a ningún; pero nosotros, al paso que vamos, tendremos que admitir como buena la doctrina de que robar al Estado no es robar. Hasta punto tal va llegando el desenfreno en nuestros días. No parece sino que ya estamos en los de la disolución social, en vísperas del diluvio, o que los bárbaros se hallan otra vez a las puertas de Roma.
males patria futura revolución española - Iberlibro Diariamente se dan noticias de desaparición de caudales, filtraciones, irregularidades, chanchullos, infundios y otras mil suertes de latrocinios, ora se cometan sin más artificio que la violencia ni mayor ingenio que un abuso de confianza, ora se efectúen guardando formas legales, sorprendiendo la buena fe de los gobernantes honrados, o desplegando una finura y un talento dignos de mejores hazañas. En las contratas, en los suministros, en los arriendos, en las compras y ventas de propiedades, en la provisión de destinos y concesión de ascensos, en los expedientes de mil clases, aquí donde tanto papel se emborrona y tantos cartapacios se barajan y traspapelan, en los tributos, en todo cuanto represente algún valor, allá donde haya subastas o percepción de impuestos y reclamaciones justas o injustas, a bandadas acuden aves de rapiña, disfrazadas unas veces de formales empleados, o de respetables personajes, o de probos industriales y comerciantes, o notándose, por el contrario, a tiro de ballesta, que son cuadrillas de bandidos los que se ciernen sobre el negocio. Y bien hayan los intereses generales cuando sólo son gravados por las primas de los barateros de oficio. Que ya hoy los negocios suelen prepararse de manera que desde el principio al final se falsean los compromisos adquiridos, y a expensas del Estado, o por mejor decir, de los pobres contribuyentes, se lucran más de cuatro, y más de cuatro mil, y tal vez más de cuatrocientos mil bribones, hasta que resolvamos entre todos el curioso problema, si no está resuelto, de que la mitad de los españoles que goza, figura y campa por sus respetos, viva a expensas de la otra mitad que sufre, paga y trabaja. Y mientras tanto, aún habrá buen número de soñadores y Quijotes que esperan la hora de que la patria sea considerada o admitida entre las grandes potencias. ¡No en nuestro siglo! Que otras grandezas hacen falta para alcanzar el correspondiente poderío.
 Uno de los rasgos más notables de la inmoralidad pública española es la impunidad. En el arte diabólico de explotar al Erario no hay quien nos iguale. Se cometerán diariamente todas las clases de engaños, pero nunca se sabrá quiénes son los delincuentes, como si se escamoteara el caudal de la Nación por maleficio de brujerías y encantamiento. Desde los jefes más respetables y dignos de los partidos políticos, hasta el obrero más infeliz y pobremente retribuido en su honradísimo trabajo, todos tenemos noticias de miles y miles de fraudes, malversación de caudales y estafas, pero bien se guardará nadie de hacer una acusación concreta, ni de citar un nombre propio. La administración (?) de justicia no tiene que ver con esos asuntos, pues por muchos robos que se cometan en España, no han de ir a la cárcel ni a presidio más que los ladrones vulgares, esto es, los ladrones que carecen de educación, o sea los que no saben guardar las buenas formas, ante las cuales, por efecto de nuestra fantasía, no hay español que no se sacrifique o se ofusque.
  El tanto de culpa que se encarga frecuentemente averiguar a los tribunales, casi siempre con dura frase, encerrada en órdenes severas y terminantes, es una de tantas bromas insulsas de la fantasía nacional, que raras veces conduce con sana lógica al fondo de la cuestión. Los pobrecitos jueces y magistrados se pierden en un laberinto de historias sin alcanzar un rayo de luz; y si por casualidad sospechan algo, y aun algos, no encuentran sólidas bases para acertada sentencia, o los culpables que aparecen no parecen; y si lo parecen, no resultan los verdaderos o principales culpables.
 Desdichada condición de todo país decadente o imposibilitado en mucho tiempo de regenerarse es la falta de virilidad, o sea la cobardía, que lleva aparejada consigo la maledicencia, gracias a la cual, ya que falte valor para formular acusaciones concretas y para expulsar del trato común de las personas honradas a los bribones, no queda uno de éstos que no sea señalado con el dedo. Por este lado todos estamos tranquilos. Los defraudadores y trapisondistas, con su ancha conciencia, calificando de tontos a los hombres honrados; los hombres honrados, sumidos en nuestra modestia y nuestra insignificancia, calificando de listos a los enriquecidos advenedizos que nos salpican de lodo con sus lujosos trenes.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Tipografía de Manuel Ginés Hernández, 1890. Extraído de la Edición Digital de la Biblioteca Digital Hispánica.]

lunes, 30 de marzo de 2020

Pantaleón y las visitadoras.- Mario Vargas Llosa (1936)

Resultado de imagen de mario vargas llosa 
7
Emisión de la Voz del Sinchi del 9 de febrero de 1958 por Radio Amazonas

«Y ahora nuestro COMENTARIO DEL DÍA. Ante todo, queridos radioescuchas, como el tema que tengo que tocar esta noche (muy a pesar mío y por exigírmelo mi deber de periodista íntegro, de loretano, de católico y de padre de familia) es sumamente grave y puede ofender a vuestros oídos, yo les ruego que aparten de sus receptores a sus hijas e hijos menores, pues, con la franqueza que me caracteriza y que ha hecho de LA VOZ DEL SINCHI la ciudadela de la verdad defendida por todos los puños amazónicos, no tendré más remedio que referirme a hechos crudos y llamar a las cosas por su nombre, como siempre lo he sabido hacer. Y lo haré con la energía y la serenidad de quien sabe que habla con el respaldo de su pueblo y haciéndose eco del silencioso pero recto pensamiento de la mayoría.
 Breves arpegios.
 En repetidas ocasiones, y con delicadeza, para no ofender a nadie, porque ése no es nuestro deseo, hemos aludido en este programa a un hecho que es motivo de escándalo y de indignación para todas las personas decentes y correctas, que viven y piensan moralmente y que son el mayor número de esta ciudad. Y no habíamos querido atacar directa y frontalmente ese hecho vergonzoso porque confiábamos ingenuamente -lo reconocemos con hidalguía- en que el responsable del escarnio recapacitara, comprendiera de una vez por todas la magnitud del daño moral y material que estaba infligiendo a Iquitos, por su afán de lucro inmoderado, por su espíritu mercantil que no respeta barreras ni se para en miramientos para conseguir sus fines, que son atesorar, llenar las arcas, aunque sea con las armas prohibidas de la concupiscencia y de la corrupción, propias y ajenas. Hace algún tiempo, arrostrando la incomprensión de los simples, exponiendo nuestra integridad física, hicimos una campaña civilizadora por estas mismas ondas, en el sentido de que se pusiera fin en Loreto a la costumbre de azotar a los niños después del Sábado de Gloria para purificarlos. Y creo que hemos contribuido en parte, con nuestro granito de arena, para que esa mala costumbre que hacía llorar tanto a nuestros hijos, y a algunos los volvía psicológicamente incapacitados, vaya siendo erradicada de la Amazonía. En otras ocasiones hemos salido al frente de la sarna supersticiosa que, bajo el disfraz de Hermandad del Arca, infecta a la Amazonía y salpica nuestra selva de inocentes animalitos crucificados por culpa de la estulticia y la ignorancia de un sector de nuestro pueblo, de las que abusan falsos mesías y seudo-jesucristos para llenarse los bolsillos y satisfacer sus enfermizos instintos de popularidad, de domesticación y manejo de muchedumbres y de sadismo anticristiano. Y lo hemos hecho sin arredrarnos ante la amenaza de ser crucificados nosotros mismos en la Plaza de Armas de Iquitos, como nos lo profetizan los cobardes anónimos que recibimos a diario llenos de faltas de ortografía de los valientes que tiran la piedra y esconden la mano y se atreven a insultar pero no dan la cara. Anteayer mismo tropezamos en la puerta de nuestro domicilio, cuando nos disponíamos a abandonar el hogar para dirigirnos a ganar decentemente el pan con el sudor de nuestra frente, un gatito crucificado, como bárbara y sangrienta advertencia. Pero se equivocan esos Herodes de nuestro tiempo si piensan que pueden taparle la boca al Sinchi con el espantajo de la intimidación. Por estas ondas seguiremos combatiendo el fanatismo demente y los crímenes religiosos de esa secta, y haciendo votos para que las autoridades capturen al llamado Hermano Francisco, ese Anticristo de la Amazonía, al que esperamos ver pronto pudriéndose en la cárcel como autor intelectual, consciente y contumaz del infanticidio de Moronacocha, de los varios intentos frustrados de asesinato por la cruz que se han registrado en los últimos meses en distintos villorrios de la selva fanatizados por el Arca, y de la abominable crucifixión ocurrida la semana pasada en el misionero pueblo de Santa María de Nieva del anciano Arévalo Benzas por obra de los criminales "hermanos".
 Breves arpegios.
Pantaleon y Las Visitadoras de Vargas Llosa, Mario: Editorial Seix ... Hoy, con la misma firmeza y a costa de los riesgos que haya que correr, el Sinchi pregunta: ¿hasta cuándo vamos a seguir tolerando en nuestra querida ciudad, distinguidos radioescuchas, el bochornoso espectáculo que es la existencia del mal llamado Servicio de Visitadoras, conocido más plebeyamente con el mote de Pantilandia en irrisorio homenaje a su progenitor? El Sinchi pregunta: ¿hasta cuándo, padres y madres de familia de la civilizada Loreto, vamos a seguir sufriendo angustias para impedir que nuestros hijos corran, inocentes, inexpertos, ignorantes del peligro, a contemplar como si fuera una kermesse o un circo, el tráfico de hetairas, de mujerzuelas desvergonzadas, de PROSTITUTAS para no andar con eufemismos, que impúdicamente llegan y parten de ese antro erigido en las puertas de nuestra ciudad por ese individuo sin ley y sin principios que responde al nombre y apellido de Pantaleón Pantoja? El Sinchi pregunta: ¿qué poderosos y turbios intereses amparan a este sujeto para que, durante dos largos años, haya podido dirigir en la total impunidad un negocio tan ilícito como próspero, tan denigrante como millonario, en las barbas de toda la ciudadanía sana? No nos atemorizan las amenazas, nadie puede sobornarnos, nada atajará nuestra cruzada por el progreso, la moralidad, la cultura y el patriotismo peruanista de la Amazonía. Ha llegado el momento de enfrentarse al monstruo y, como hizo el Apóstol con el dragón, cortarle la cabeza de un solo tajo. No queremos semejante forúnculo en Iquitos, a todos se nos cae la cara de vergüenza y vivimos en una constante zozobra y pesadilla con la existencia de ese complejo industrial de meretrices que preside, como moderno sultán babilónico, el tristemente célebre señor Pantoja, quien no vacila, por su afán de riqueza y explotación, en ofender y agraviar lo más santo que existe, como son la familia, la religión y los cuarteles de los defensores de nuestra integridad territorial y de la soberanía de la Patria.
 Breves arpegios. Avisos comerciales en disco y cinta: 30 segundos. Breves arpegios.
 La historia no es de ayer ni de anteayer, dura ya nada menos que año y medio, dieciocho meses, en el curso de los cuales hemos visto, incrédulos y estupefactos, crecer y multiplicarse a la sensual Pantilandia. No hablamos por hablar, hemos investigado, auscultado, verificado todo hasta el cansancio y ahora el Sinchi está en condiciones de revelar, en primicia exclusiva para vosotros, queridos radioescuchas, la impresionante verdad. Una verdad de las que hacen temblar paredes y producir síncopes. El Sinchi pregunta: ¿cuántas mujeres -si es que se puede otorgar ese digno nombre a quienes comercian indignamente con su cuerpo- creen ustedes que trabajan en la actualidad en el gigantesco harén del señor Pantaleón Pantoja? Cuarenta, cabalitas. Ni una más ni una menos: tenemos hasta sus nombres. Cuarenta meretrices constituyen la población femenina de ese lupanar motorizado, que, poniendo al servicio de los placeres inconfesables las técnicas de la era electrónica, moviliza por la Amazonía su mercadería humana en barcos y en hidroaviones.»

      [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Seix-Barral, 1980. ISBN: 84-322-0252-5.]

domingo, 29 de marzo de 2020

¡Divinas! Modelos, poder y mentiras.- Patricia Soley-Beltrán (1962)

Resultado de imagen de patricia soley beltran 
5.-Glamour, poder y silencio
 Compro, luego existo

«El universo mercantil se expande gracias a las primeras agencias de publicidad, creadas en 1870, y a la multiplicación de nuevas estrategias comerciales: desfiles, catálogos para las compras por correo en áreas rurales y pequeños pueblos, ampliación de la gama de productos, desarrollo de artículos para diferentes segmentos de edad y aparición de la obsolescencia programada. La tienda tradicional como lugar comunitario para el comercio y la socialización se sustituye paulatinamente por espacios donde se fomenta el ensueño industrial y la adquisición. El culto a la novedad ofrece un semblante de entretenimiento. Se inicia la práctica de ver escaparates como un paseo gratis por una quimera de vida fabulosa: se visitan las tiendas buscando vivir la experiencia del lujo, sin tener ninguna compra específica en mente. La profusión se diseña para tentar a la clientela. Surgen los primeros casos de cleptomanía.
 Progresivamente inmersos en esta portentosa abundancia, los objetos de consumo empiezan a cobrar vida propia. Lo regalos de Navidad se convierten en vehículos para la emoción familiar. Ágilmente, entre finales del XIX y principios del XX, se crean otras ocasiones para el regalo emocional: San Valentín, el Día de la Madre, el del Padre, etc. El precio del objeto se llega a equiparar a la intensidad del amor y el propio cortejo amoroso se torna una evaluación del potencial romántico según estándares consumistas: ¿el hombre puede proveer suficientemente? ¿Está la mujer dispuesta a premiar con favores sexuales el gasto que el hombre realiza invitándola? Se dan casos de divorcio por incapacidad del cónyuge masculino de suministrar lo que se considera necesario. La responsable de una tienda de alta joyería especializada en anillos de compromiso de diamante me ha relatado historias espeluznantes acerca de las humillaciones mutuas que las parejas se infligen al tratar de medir su amor según el tamaño de la piedra. "Eau My Gold!", exclama el eslogan de una colonia jugando con la expresión Oh, my God!, gold ("oro") y eau ("agua"). La educación de los niños y sus problemas de comportamiento han sido también progresivamente colonizados por la lógica del objeto. Al asociar los bienes de consumo con el desarrollo emocional y la guía pedagógica, la manipulación consumista entra a formar parte de la pedagogía popular hasta nuestros días, en los que el consumismo se ha generalizado como una compensación para problemas en otros aspectos de la vida.
 La carga de significado que se deposita sobre las cosas las transforma en fetiches, es decir, en objetos de culto a los que se atribuye poderes: la facultad de transmitir amor, de hacernos felices, de conquistar a alguien, de excitarnos sexualmente o de transformar mágicamente nuestras vidas. Gracias a un proceso circular, los objetos secuestran el sentido y sustituyen el mensaje del cual eran inicialmente meros vehículos. Se designa una emoción (el amor, por ejemplo) mediante una cosa (un diamante) y se toma la causa del regalo (la expresión de cariño) por su efecto (el tamaño de la piedra preciosa). La mercancía se apropia del mensaje y éste se vuelve tal sólo en relación con el producto. La lucidez de Benjamin retrató magistralmente los albores de este proceso: "La moda se opone a lo orgánico. Empareja el cuerpo vivo con el mundo inorgánico. Ante lo vivo, defiende los derechos del cadáver. El fetichismo que sucumbe al atractivo de lo inorgánico es su nervio vital. El culto a la mercancía presiona dicha fetichización en beneficio propio." Se expande así una red de significado que gira alrededor del culto al dinero y a las mercancías como ostentadores de códigos culturales.
 En este contexto, las marcas reemplazan valores compartidos, al tiempo que ofrecen códigos seguros de comportamiento ante la falta de compromiso con símbolos comunes tradicionales en un entorno globalizado y culturalmente inestable. Por sus prácticas de consumo les conoceréis: surge una comunidad estética global que se reconoce a sí misma gracias a un esperanto material. Al igual que una religión, los mandamientos para la adoración y consumo del objeto pueden incluir o excluir, pero, en cualquier caso, sus prácticas sólo pueden emerger en aquellos grupos sociales en los que el aspecto material del consumo puede subordinarse a los procesos simbólicos. El consumo es, en sí mismo, un signo de lujo que puede, sin embargo, ser usado en clave patriótica como expresión de buena ciudadanía y solidaridad económica, tal como hizo el presidente George Bush en los días posteriores al ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.
Divinas! - Soley-Beltran, Patrícia - 978-84-339-6384-0 - Editorial ... El conformismo y la homogeneidad no sirven al capitalismo de consumo, mientras que sí lo hacen la variación permanente, el rechazo de las tradiciones, el ansia de liberación y desecato. Por esta razón, la cultura de consumo se presenta como una anticultura liberadora que rompe con las convenciones establecidas y desarrolla una antropología filosófica del capitalismo según la cual uno de los rasgos esenciales de la humanidad es su deseo de novedades, el rechazo de lo antiguo, el ansia de traspasar límites y, muy importante, la avidez, la acumulación de experiencia, bienes, dinero. Se siguen cooptando corrientes contraculturales y culturas marginales para convertirlas en estrategias comunicativas de lo novedoso como rebelión: Keith Richards, guitarra de los Rolling Stones, anuncia maletas, los raperos de los suburbios zapatillas y los presos de las cárceles estadounidenses inspiran la moda de los pantalones caídos. Se romantiza a los rebeldes, los outsiders, lo underground y la vida rockera, que se presentan como parte de un sistema de valores que favorece el hedonismo y la flexibilidad, la ruptura con las jerarquías y la transgresión. Se nos anima a asociarnos libremente, a rechazar constreñimientos de cualquier tipo: familiares, cívicos o religiosos. "Soy Dewarista", anuncia la camiseta de Quentin Tarantino publicitando una marca de whisky en España (algunas personalidades de Hollywood obtienen grandes beneficios con anuncios que no se atreverían a protagonizar en su país de origen). A saber, la máxima del "Dewarismo" como ideología es: "el sufrimiento no es la clave del éxito".
 Esta asimilación de lo contracultural se apropia perversamente de consignas y genuinas preocupaciones políticas de un modo oportunista, lo cual tiene como consecuencia la banalización de la contracultura y las reivindicaciones políticas y la despolitización del espacio público en favor del consumo como práctica hedonista. Benetton -una de las marcas fabricadas en el Rana Plaza, la factoría textil de Bangladesh que se derrumbó en 2012- tiene el cinismo de dedicar un anuncio al "Desempleado del año", aun siendo en la fecha de escritura de este ensayo una de las empresas que todavía no ha indemnizado a sus víctimas. La fallida compañía de cirugía Corporación Dermoestética se publicitaba a página completa el 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, presentando sus servicios como una recompensa al trabajo de las mujeres. La recurrente apropiación de discursos feministas críticos está de moda tanto para publicitar cigarrillos extralargos como para anunciar cremas antiedad y gimnasios u organizar un desfile simulando una manifestación de maniquís con pancartas pro igualdad de derechos. "¿Deseos de revolución? Empieza por tu cabeza", insta un producto capilar para estar "bellísima". A diferencia de la religión, en la que se guarda el cumplimiento, en moda la regla obligatoria es el placer, la irreverencia y la subversión. Para ser Revolutionary, como la marca de tejanos, se debe potenciar lo emocional, lo instintivo, lo fútil, lo lúdico. En consecuencia, se denosta la capacidad pensar, el raciocinio. "Be stupid", aconsejaba la campaña de Diesel de 2010 ilustrada con un sinfín de auténticas tonterías.
 La mirada cultural fashion lo permea todo, sin licencia ni perdón. Suprime cualquier dominio externo a ella y responde al lamento como una coacción a su libertad.»

       [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 2015. ISBN: 978-84-339-6384-0.]

sábado, 28 de marzo de 2020

Filosofía de la situación.- Günther Anders (1902-1992)

Resultado de imagen de günther anders 

Diez tesis sobre Chernóbil (1986)

«Tesis 1: Empiezo con algo perfectamente actual. El verdadero peligro hoy consiste en la invisibilidad del peligro. Nadie es capaz de ser continuamente consciente de esta invisibilidad. Tal proyecto parece sobrepasarnos psíquicamente. Si queremos sobrevivir, debemos ejercitarnos en comprender lo invisible como si estuviera aquí, ante nosotros, y educar a nuestros semejantes en esta misma comprensión y en el miedo que implica. En ningún caso tenemos derecho a persuadirnos o a persuadir a otro de que la despreocupación es una prueba de soberanía. No sean locos, no elijan la despreocupación porque les parece más fácil y porque el plato radiado que les proponen a primera vista les parece más sabroso.
 Tesis 2: Sobre el pánico. Se nos ha llamado "sembradores del pánico" por hombres que consideran que la vieja consigna de Metternich: "La calma es el primer deber del ciudadano" es aún válida hoy. Sí, somos "sembradores de pánico" e incluso "sembradores de pánico profesionales". Porque el que ve el peligro en el pánico y no el peligro contra el que tratamos de advertir, el que tiene miedo de tener miedo, ése desnaturaliza la verdad y vuelve deliberadamente ciegos a los semejantes.
 Tesis 3: Burlarse del adjetivo "emocional", es hacer prueba de frialdad y de estupidez. Es evidente que reaccionamos de manera "emocional" frente a la catástrofe que nos amenaza y no nos avergonzamos de ello. Es de no reaccionar así de lo que deberíamos sentir vergüenza. El que no reacciona así y califica nuestra emoción de irracional, no sólo revela frialdad, sino estupidez.
 Tesis 4: Distinguir un uso bélico y un uso pacífico de la energía nuclear es loco y mentiroso. Puesto que sabemos que las centrales nucleares pretendidamente pacíficas han amenazado larga, constante y pesadamente, no sólo a los hombres, ni a la humanidad, sino a la vida sobre la tierra en su totalidad, su construcción y su utilización son peores que el uso bélico de la energía atómica: participan de un objetivo erostrático. Hoy, después de Chernóbil, en la medida en que más personas no pueden jugar a ser ignorantes, sus abogados han venido a cometer conscientemente un crimen. Este crimen no se llama solamente "genocidio" -¡vaya empleo del adverbio "solamente"!- sino "globocidio", destrucción del globo terráqueo. Los partidarios de la energía atómica, pero también y sobre todo de los de las fábricas de recuperación de desechos radiactivos y de los reactores, no son en nada mejores de lo que lo fue el presidente Truman, que hizo bombardear Hiroshima. Son incluso peores que él, porque la gente sabe hoy mucho más de lo que el ingenuo presidente podía saber en su época. Saben lo que hacen; él no sabía lo que hacía. Que nosotros, los hombres, perezcamos a causa de un misil nuclear o de una central supuestamente pacíficamente es absolutamente lo mismo. Los dos son igualmente mortíferos. Matar es matar. Muerto es muerto. Los que preconizan uno y los que preconizan el otro, los que minimizan los efectos de uno y los que minimizan los efectos del otro son iguales.
 Tesis 5: La ayuda es imposible. Los médicos han concluido racionalmente desde hace tiempo que todos los estudios que se han consagrado a los seguros médicos en caso de guerra atómica son bromas y engaños, que cualquier ayuda de los médicos, y con más razón toda curación, sería imposible en caso de catástrofe. Ayuda y curación serán imposibles porque ya no habrá enfermeras, ni pacientes que curar, ni medicamentos, ni hospitales, ni comida, resumiendo, nada. La afirmación de nuestros adversarios reaccionarios según la cual los "Médicos contra la guerra atómica", al difundir sus conclusiones, habrían faltado no solamente a su deber como hombres, sino también como médicos es a la vez ilógica, deshonesta e inhumana. Puesto que en caso de necesidad no podríamos ni ayudar ni salvar individuos, en lugar de eso, tenemos que tratar de salvar la existencia del mundo en su totalidad. Tenemos mucho más que hacer que todo lo que la Cruz Roja pudo hacer hasta ahora: debemos preocuparnos de hacer como si la Cruz Roja y los médicos de guerra se hubieran vuelto superfluos.
 Tesis 6: No somos "destructores de máquinas". El que nos califica de "destructores de máquinas" y de "enemigos del progreso" -y un líder sindical bastante conocido un día me llamó por esos nombres-, debemos burlarnos de él como de un idiota. Los destructores de máquinas del siglo XIX estaban indignados al ver que algo que querían producir manualmente como, por ejemplo, cordones, era ahora producido por máquinas. Hoy, juramos que no tenemos ningún interés ni ninguna necesidad de producir manualmente misiles. Ya no es al modo de producción a lo que nos oponemos, sino a la existencia de los productos mismos. Por lo tanto, hacernos ese reproche sería idiota. Pero allí donde nos oponemos al modo de producción, por ejemplo, al modo de producción de electricidad mediante energía nuclear, no es solamente porque los productos son peligrosos y mortales, sino porque su modo de producción es él mismo peligroso y mortal, y no son peligrosos sólo para aquéllos que los producen sino también, como lo prueba Chernóbil, para todos nuestros contemporáneos. Respecto al reproche según el cual no seríamos progresistas, afirmo (yo que siempre he estado clasificado con justicia entre los radicales) que podemos tirar el término "progresista" en el montón de palabras ya deterioradas del siglo pasado.
 Tesis 7: La industria nuclear es la respuesta al petróleo. El pánico que han orquestado desde hace una decena de años repitiendo que las reservas de la tierra iban a agotarse pronto y que en consecuencia pronto íbamos a estar peor iluminados -esta intimidatoria argumentación ha tenido un gran éxito- para justificar que no podíamos ni renunciar a producir energía nuclear ni dejar el proyecto para más adelante, este pánico organizado no era más que pura desinformación. Lo nuclear habrá sido, antes bien, la respuesta de Occidente al hecho de que Oriente Próximo fuera el principal propietario y proveedor del indispensable petróleo y, como tal, extremadamente poderoso. No querían depender económicamente ni políticamente de esas potencias. Al mismo tiempo que se introdujo la energía nuclear, se continuaba perforando y descubriendo petróleo: eso prueba que no se creía que las reservas de petróleo estuvieran agotadas. La baja del precio del petróleo sobrevenida varios años después prueba también que la teoría de los oscurantistas, según la cual el mundo estaba amenazado de ser sumergido en las tinieblas, era mentira. Si las perspectivas para el mundo son sombrías y si el porvenir parece poco luminoso, no es por el agotamiento del petróleo, sino por la victoria de la industria nuclear.
Filosofía de la situación / Günther Anders ; edición de César de ... Tesis 8: Revolución. Queridos amigos, no olvidemos que el verbo latino "revolvere" (de donde derivó más tarde el nombre "revolución") significó precisamente lo que tenemos que acometer hoy: hacer rodar hacia atrás, retroceder rodando. Vuelvan a sumergirse en sus diccionarios de latín, en su Stowasser; les confirmará lo que les digo. Que la revolución que debemos acometer consiste en hacer retroceder el desarrollo nuclear. Y ahora, algunas palabras sobre el terrorismo hoy. Los verdaderos terroristas de hoy son aquellos que continuamente aterrorizan al mundo amenazando con destruirlo. "Terror" significa "pavor". No es entre nosotros que se buscará y se encontrará a esos hombres que chantajean a la humanidad y le ofrecen a cambio la posibilidad de continuar existiendo. El terror nuclear comenzó el 6 de agosto de 1945. Aquellos que tengo en mente son los nihilistas de hoy, porque lo que se arriesgan a hacer es nihilizar, aniquilar el mundo. Ya han tomado la decisión de hacer cosas así: durante la guerra de Vietnam, con ayuda de un ordenador. Si el proyecto de eliminación del hombre contenido en esa decisión que compromete el destino de la humanidad no es nihilismo, entonces no comprendo lo que significa el término. Al contrario que esos hombres, nosotros somos hoy los verdaderos conservadores. Porque queremos salvaguardar la existencia del mundo y de la humanidad, la de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. En latín "salvaguardar" se dice "conservare". Queremos conservarlos.
 Tesis 9: Nuestra pretendida paz es una guerra. La fórmula forjada por Claussewitz hace casi ciento cincuenta años: "La guerra no es otra cosa que la continuación de la política por otros medios", tal como la enunció en su obra De la guerra, siempre citada equivocadamente, es hoy un puro sinsentido. Las instalaciones pacíficas, al contrario, no son otra cosa que la continuación de la amenaza militar haciendo intervenir otros medios, o para formularlo simplemente: la paz actual es la continuación de la guerra por otros medios. La expresión "guerra fría", que los norteamericanos utilizaron para designar la paz de los años cincuenta, pertenece ya a la historia. Si ya no es pertinente sino banal, confirma sin embargo vergonzosamente mis intenciones.
 Tesis 10: La cuestión decisiva. Estamos en peligro de muerte por actos de terrorismo perpetrados por hombres sin imaginación y analfabetos sentimentales que son hoy omni-potentes. El que crea que desde 1945, desde el ingenuo Truman, esos terroristas omnipotentes, esos altos funcionarios, no han actuado conforme a una racionalidad; el que crea poder hacer cambiar de opinión a esos hombres ofreciéndoles florecillas, multiplicando sus días de ayuno, poniendo sus manitas en otras manitas para hacer una cadena humana, o hablando con ellos de hombre a hombre, ése es un ingenuo porque ignora -poco importa que sea consciente o inconscientemente- los intereses de la industria militar. Además hay muchos hombres de buena voluntad entre nosotros que están interesados exclusivamente -en un gesto muy egocéntrico- por el hecho de seguir teniendo buena conciencia. No, nuestros deberes son más serios. Porque debemos molestar de verdad a esos obtusos omnipotentes que pueden decidir sobre el ser o no ser de la humanidad, tenemos que atarles las manos de verdad. En interés de los hombres de hoy y de los de mañana, no se deben dar órdenes como aquella a causa de la cual se aniquilaron Hiroshima y Nagasaki hace ahora cuarenta años. Tampoco tiene que haber tales órdenes ni la gente que las da. Y el que combate por principio la obstrucción tal como se practicó, por ejemplo en Wackersdorf, se vuelve naturalmente aún más cómplice. Queridos amigos, hace veintiocho años -como ya he recordado- formulé en Hiroshima el mismo lema: "Hiroshima está en todas partes", después lo convertí en el título de un libro. En esa época quería decir que cada punto de nuestra tierra podía ser alcanzado y aniquilado exactamente como Hiroshima. La situación actual es peor. Porque con un solo Hiroshima, poco importa dónde tenga lugar, poco importa que sea en Harrisburg, Chernóbil o Wackersdorf, y poco importa que suceda en tiempo de guerra o durante nuestra pretendida paz; con un solo Hiroshima, todos los demás lugares de nuestra bien amada tierra podrían convertirse conjuntamente en un inmenso Hiroshima, e incluso peor. Porque todos los lugares están unidos no solamente en el espacio, sino también en el tiempo y pueden así ser alcanzados y a lo mejor ya lo han sido. Si no actuamos hoy, es posible que nuestros nietos y nuestros biznietos perezcan con nosotros, por nosotros. Entonces nosotros, los hombres de hoy, y nuestros ancestros, finalmente no habremos existido jamás.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Los Libros de la Catarata, 2007, en traducción de Julia Gutiérrez Arconada y María Martín Bernal. ISBN: 978-84-8319-308-2.]