Mis empleos
Prólogo. Moscú, 11 de noviembre de 1918
«-Marina Ivanovna, ¿quiere un empleo? -Es mi inquilino irrumpiendo. X, comunista, el más sonriente y ferviente-. Hay, le cuento, dos: en un banco y en el Narkomnats (1)... y, a decir verdad (chasqueo de dedos)... yo, por mi parte, le aconsejaría...
-¿Pero qué hay que hacer? Yo no sé hacer nada.
-¡Bah!, todos dicen lo mismo.
-Todos lo dicen, yo lo realizo.
-Bueno, ¡como le parezca mejor! El primero en la calle Nikólskaia, el segundo aquí, en el edificio de la primera Cheká.
Yo: ¿¡!?
Él, mortificado: ¡No se angustie! Nadie la obligará a fusilar. Sólo tendrá que copiar.
Yo: ¿Copiar a los fusilados?
Él, irritado: ¡Ah, no quiere entender! ¡Como si la estuviera invitando a trabajar en la Cheká! Ahí, gente como usted, no hace falta.
Yo: Son nocivos.
Él: Es la casa de la Cheká, la Cheká se fue. Usted seguro que la ha visto... en la esquina de la Povarskaia con la Kúdrinskaia; en Lev Tolstoi era (chasqueo de dedos)... la casa de...
Yo: ¿La casa de los Rostov (2)? Acepto. ¿Cómo se llama la institución?
Él: Narkomnats. Comisariado popular para los asuntos de las nacionalidades.
Yo: Pero, ¿cuáles nacionalidades con la Internacional?
Él, casi jactándose: Oh, hay más que en tiempos de los zares, ¡se lo aseguro!... Entonces el departamento de información que depende del Comisariado. Si está de acuerdo, hablaré hoy mismo con el director. (Dudando de pronto:) Aunque, en realidad...
Yo: Espere, ¿no es nada contra los blancos? Usted comprende que...
Él: No, no, es algo puramente mecánico. Pero, debo advertirle, no hay ración alimenticia.
Yo: Claro, no. ¿Acaso en las instituciones decentes?...
Él: Pero habrá viajes, quizá, aumento del salario... ¿Al banco se niega definitivamente? Porque en el banco...
Yo: Pero no sé contar.
Él, pensativo: Y Alia, ¿sabe?(3)
Yo: Alia tampoco sabe.
Él: Ah, entonces para el banco ni esperanzas... ¿Cómo llama usted a esa casa?
Yo: De los Rostov.
Él: ¿Por casualidad tiene usted Guerra y paz? Me gustaría... Aunque, en realidad...
Vuelo, a todo volar, escalera abajo. Un corredor oscuro, el ex comedor, otro corredor oscuro, la ex habitación infantil, el armario con los leones... Saco, a todo sacar, el primer volumen de Guerra y paz, dejo caer el segundo, contiguo, lo miro, olvido, me olvido...
-Marina, ¡X se fue! ¡Justo después de que usted salió! Dijo que por las noches lee tres periódicos y además un periódico delgadito, y que no tendrá tiempo para Guerra y paz. Que lo llame mañana al banco, a las 9. Y también, Marina (cara dichosa) me regaló cuatro trozos de azúcar y un trozo -¡imagínese!- ¡de pan blanco!
Lo saca.
-¿Y dijo algo más, Áliechka?
-A ver... (Frunce las cejas.) ¡Sí, sí, sí! Sa-bo-ta-je... Y también preguntó por papá, si teníamos cartas. Y puso una cara, Marina... con un gesto... Como si quisiera enojarse a propósito...
13 de noviembre (¡vaya día para empezar!). La Povarskaia, la casa del conde Sologub, "El departamento de Información del Comisariado para los asuntos de las nacionalidades".
Lituanos, hebreos, georgianos, estonios, "musulmanes", ciertos "Mara-Mara", "N-Dunia" -y todo esto, hombres y mujeres vestidos con jergones forrados y de narices y bocas no racionales (nacionales).
Y yo, que siempre me he sentido indigna de esos hogares (¡panteones familiares!) de la Estirpe.
(Hablo de las casas de los colonos y de mi timidez frente a ellas).
14 de noviembre, segundo día de trabajo.
¡Curioso trabajo! Llegas, apoyas los codos en la mesa (los pómulos en los puños) y te rompes la cabeza: ¿qué hacer para que pase el tiempo? Cuando le pido trabajo al jefe, noto que se enfada. [...]
15 de noviembre, tercer día de trabajo.
Elaboro el archivo de los recortes de periódico, es decir: expongo con mis propias palabras las propuestas de Steklov, Kérzhentsev, los informes sobre los prisioneros de guerra, el avance del Ejército Rojo, etcétera. [...]
Hay distintas mesas: la estonia, la lituana, la finlandesa, la moldava, la musulmana, la hebrea y otras, del todo indeterminadas. Cada mesa recibe por la mañana su porción de recortes sobre los que se deberá trabajar a lo largo del día. Imagino todo este recortar, pegar, engomar como interminables y rebuscadas variaciones sobre un mismo tema, un tema muy pobre. [...]
Olvidé las mesas polaca y besárabe. Yo, no sin razón, estoy en la "rusa" (de ayudante del secretario o quizá del jefe).
Todas las mesas son monstruosas.»
(1) Comisariado popular para los asuntos de las Nacionalidades.
(2) Se trata de la casa del conde Sologub en Moscú. Tolstoi se inspiró en esa casa para describir la de la familia Rostov en Guerra y paz. Ahí tuvo su sede la Unión de Escritores.
(3) Alia tiene cuatro años y medio.
[El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Acantilado, en traducción de Selma Ancira. ISBN: 978-84-16011-39-1.]
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