Capítulo XVIII: El archidiácono Brabazon
«-¿Puede usted decirme por qué no se casaron?
Por favor, no me tome por una entrometida. No es la curiosidad lo que me mueve.
Yo también tengo un propósito definido, aunque lo mío no es un peregrinaje sino
una misión. Yo también quiero saber por qué no se casaron Michael Rafiel y
Verity Hunt.
El archidiácono miró a su interlocutora con una expresión
pensativa.
-Veo que está usted involucrada en este
asunto, aunque no sé sus razones.
-Estoy involucrada por expreso deseo del padre
de Michael Rafiel. Antes de morir me pidió que lo hiciera.
-No hay ningún motivo que me impida decirle lo
que sé –manifestó el archidiácono-. Usted me pregunta lo mismo que me hubiera
preguntado Elizabeth Temple, me pregunta algo que no sé. Aquellos dos jóvenes,
miss Marple, querían casarse. Habían hecho los preparativos para la boda. Yo
oficiaría la ceremonia. Era una boda, por lo que entendí, que debía mantenerse
en secreto. Conocía a los dos jóvenes. Conocía a mi querida Verity desde que
era una niña. Yo la preparé para la confirmación. Yo oficiaba las misas de
Cuaresma, la Pascua y, en ciertas ocasiones en el colegio de Elizabeth Temple.
Era un colegio excelente y ella una mujer extraordinaria, una maestra única en
su clase, con una gran capacidad para valorar la capacidad de sus alumnas, para
saber cuál era su vocación. Aconsejaba que estudiaran una carrera a aquéllas
que disfrutarían haciéndolo y no obligaba a aquéllas que no sacarían ningún
provecho.
Era una gran mujer y una gran amiga. Verity
era una niña, mejor dicho muchacha, de las más bellas que he conocido a lo
largo de mi vida. Hermosa de mente y de corazón, además de la belleza física.
Tuvo la gran desgracia de perder a sus padres antes de llegar a la edad adulta.
Ambos murieron en un accidente de avión cuando volaban hacia España. Cuando
acabó el colegio, Verity se fue a vivir con miss Clotilde Bradbury-Scott, a la
que sin duda usted conoce, ya que vive aquí. Era amiga íntima de la madre de
Verity. Eran tres hermanas, aunque la mediana estaba casada y vivía en el
extranjero, o sea que sólo dos vivían aquí.
Clotilde, la hermana mayor, quería muchísimo a
Verity. Hizo todo lo posible por darle una vida feliz. La llevaba al
extranjero, le pagó los estudios de arte en Italia y se ocupó de ella con un
gran cariño en todos los sentidos. Verity llegó a quererla como si fuera su
verdadera madre. Dependía de Clotilde, que era una intelectual y muy culta. No
insistió en que Verity estudiara una carrera, pero eso sólo porque Verity no quería
estudiar ninguna. Prefería estudiar arte, música y cosas por el estilo. Vivía
aquí, en la casona, y creo que tuvo una vida muy feliz. Por lo menos, parecía
serlo. Naturalmente, no la volví a ver cuando se trasladó aquí, porque
Fillminister, donde yo era párroco de la catedral, está a unas sesenta millas
de aquí. Le escribía por Navidad y por las fiestas, y ella siempre me recordaba
enviándome una felicitación. Pero no supe nada más de ella, hasta que un buen
día apareció sin más, convertida en una hermosa mujer, en compañía de un joven
muy atractivo a quien yo conocía, el hijo de Mr. Rafiel, Michael. Vinieron a
verme porque estaban enamorados y querían casarse.
-¿Accedió usted a la petición?
-Sí, lo hice. Quizá crea usted, miss Marple,
que no debí acceder a la petición. Era obvio que había venido a verme en
secreto. Me imaginé que Clotilde Bradbury-Scott había intentado impedir el
romance entre ellos. Estaba en todo su derecho. Michael Rafiel, y se lo digo
con toda franqueza, no era el marido que nadie querría para una hija o un
familiar. Ella, en realidad, era muy joven para tomar una decisión y Michael
siempre había causado problemas desde muy joven. Había tenido que presentarse
ante el tribunal de menores, tenía amigos delincuentes, había participado en
actividades del crimen organizado, había saqueado edificios y cabinas de
teléfono. Había mantenido relaciones íntimas con varias muchachas y debía pagar
varias pensiones de paternidad. Sí, era un demonio en cuestión de mujeres, pero
era muy guapo y atractivo. Las muchachas se enamoraban de él y se comportaban
como verdaderas tontas. También había estado en la cárcel en dos ocasiones. A
pesar de su juventud, tenía un largo historial delictivo. Yo conocía a su
padre, y creo que él hizo todo lo posible, todo lo que podía hacer un hombre de
su carácter para ayudar a un hijo. Acudió en su ayuda, le consiguió trabajos en
los que podría haber destacado, pagó sus deudas, pagó los daños. Hizo todo eso,
pero no sé si…
-¿Cree usted que podría haber hecho más?
-No. He llegado a una edad en la que sé que
debemos aceptar a los seres humanos tal como son. No creo que Mr. Rafiel
sintiera afecto por su hijo, al menos un afecto normal entre padre e hijo.
Digamos que, como mucho, lo apreciaba. En ningún momento le dio el amor de un
padre. Tampoco sé si las cosas hubieran sido de otro modo si se lo hubiese
dado. Quizá no hubiera representado ninguna diferencia. La situación era
penosa. El muchacho no era un estúpido. Tenía inteligencia y talento. Podría
haber triunfado de habérselo propuesto, pero su naturaleza le empujaba a ser un
delincuente.
Tenía algunas cualidades que sería injusto
negarle. Tenía sentido del humor, era generoso y amable. Era capaz de echar una
mano a un amigo, siempre dispuesto a ayudarle a salir de un apuro. En cambio,
trataba muy mal a sus amigas, las ponía en una situación comprometida y después
las abandonaba para irse con alguna otra chica. Así que me enfrenté a aquellos
dos y acepté casarlos. Le expliqué a Verity, le expliqué sin pelos en la lengua,
cómo era el muchacho con el que quería casarse. Descubrí que él no había
intentado engañarla. Se lo había contado todo. Sus problemas con la policía y
su comportamiento con las otras chicas. Le había prometido que el matrimonio
sería el punto de partida de una nueva vida, que estaba dispuesto a pasar
página y a cambiar. Le advertí a Verity que eso no pasaría, que las personas no
cambian, que sólo tienen la intención de hacerlo. Creo que Verity lo sabía
tan bien como yo. Admitió que lo sabía.
Me dijo: “Sé cómo es Michael. Sé que siempre será como ahora, pero le quiero.
Quizá pueda ayudarle o quizá no, pero debo correr el riesgo”.
Le diré una cosa, miss Marple. He casado a
muchos jóvenes, he visto hundirse sus matrimonios, pero también he visto muchos
que han salido adelante. Sé cuándo una pareja está enamorada de verdad. Y no me
refiero sólo a sentirse atraídos sexualmente. Hoy se habla mucho del sexo, se
le presta demasiada atención. No quiero decir que haya nada malo en el sexo,
eso es una tontería, pero el sexo no puede reemplazar el amor; lo acompaña,
pero no puede triunfar en solitario. Amar significa cumplir los votos
matrimoniales para bien o para mal, en la riqueza y en la pobreza, en la salud
y en la enfermedad. Ésos son los compromisos que asumes cuando estás enamorado
y te casas. Aquellos dos se querían hasta que la muerte los separara. Aquí
termina mi relato –afirmó el archidiácono-. No puedo seguir porque no sé lo que
ocurrió. Sólo sé que acepté hacer lo que me pedían, que hice todos los preparativos.
Fijamos un día, la hora y el lugar. Creo que sólo se me puede reprochar haber
aceptado mantenerlo en secreto.
-¿No querían que nadie lo supiera?
-No. Verity no quería que nadie se enterara y
estoy seguro de que Michael compartía el mismo deseo. Tenían miedo de que
alguien se interpusiera. Creo que en el caso de Verity, además del amor, había
un deseo de libertad, algo muy natural si consideramos las circunstancias de su
vida. Había perdido a sus padres, había entrado en una nueva etapa de su vida,
después de la muerte de éstos, a una edad en que las colegialas sienten afecto
extraordinario por una persona determinada. Es un estado que no dura mucho y es
una parte natural de la vida. A partir de entonces, pasas a una nueva etapa
donde te das cuenta de que lo quieres en la vida es algo que te complemente:
una relación entre un hombre y una mujer. Empiezas a buscar pareja, la que
quieres para toda la vida. Si eres prudente, te tomas tu tiempo, tienes amigos,
pero continúas esperando, como les decían las viejas niñeras a sus pupilas, que
aparezca Mr. Perfecto. Clotilde Bradbury-Scott era muy buena con Verity y creo
que ella la tenía en un pedestal. Tenía mucha personalidad. Era una persona
inteligente, capacitada, interesante. Creo que Verity la quería de una manera
casi romántica y que Clotilde llegó a quererla como si fuese su hija.
Por lo tanto, podemos decir que Verity llegó a
la madurez como una persona muy querida, que llevaba una vida interesante con
estudios cuidadosamente elegidos para estimular su intelecto. Llevaba una vida
feliz, pero creo que poco a poco fue consciente, aunque sin saberlo, de que
necesitaba escapar para sentirse libre. Quería escapar, aunque no tenía claro
el porqué o dónde. Pero lo supo después de conocer a Michael. Quería ser libre
para disfrutar de una vida en la que el hombre y la mujer se unen para dar un
nuevo paso en este mundo.
Pero, al mismo tiempo, sabía que era imposible
hacerle comprender sus sentimientos a Clotilde. Era consciente de que Clotilde
se opondría tenazmente a toma en serio el amor que sentía por Michael. En
cuanto a Clotilde, mucho me temo que tenía razón. Ahora lo comprendo. Michael
no era el marido que Verity se merecía. El camino que deseaba emprender no la
llevaría a una vida plena de felicidad y alegría, sino al dolor, a la
desesperación y a la muerte. Verá, miss Marple, tengo un terrible sentimiento
de culpa. Mis intenciones eran buenas, pero no comprendía algo que debería
haber tenido muy claro.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial
RBA, 2008, en traducción de Alberto Coscarelli, pp. 163-167. ISBN:
84-473-5662-1.]
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