6.-Las sociedades en vías de desarrollo del norte de África y de Oriente Próximo
Excurso: Israel
«Israel es un Estado sui generis. Por un lado puede ser considerado como un exitoso país emergente; por otro, nunca se ha visto a sí mismo como un país en vías de desarrollo. Esta peculiaridad vale tanto para su historia como para su conflicto con los palestinos y la confrontación territorial con sus vecinos árabes, para su desarrollo cultural y demográfico (la orientalización de la población judía) como para su consideración en el mundo. En lo que atañe a su historia, a fines del siglo XIX se originó en Europa un movimiento nacionalista judío, el sionismo, que debe entenderse como una reacción a la persecución sufrida por los judíos en el este del continente y a la opresión de su diáspora en la Europa occidental y cristiana. El objetivo primordial del sionismo era la creación de un Estado nacional judío en Palestina y el fundamento normativo y político de su geografía, la Tierra Prometida por Dios a sus antepasados según el Antiguo Testamento. Tras la Primera Guerra Mundial, y por mandato de la Sociedad de Naciones, Palestina cayó bajo la tutela británica, que en la Declaración Balfour de 1917 ya se había expresado a favor de la creación de un hogar nacional para el pueblo judío. Con este fin facilitó la emigración sionista a Palestina. Durante las décadas de 1920-1940, los sionistas lograron construir un Estado autónomo en el seno de otro Estado -la histórica tierra de Israel (Eretz Israel)-. Contra este sionismo colonizador creció el movimiento de resistencia palestino que exigía para la mayoría árabe un Estado independiente. Cuando tras la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña se vio incapaz de contener la guerra civil entre judíos y palestinos, renunció al mandato de la Sociedad de Naciones. Este organismo decidió entonces la división de Palestina entre un Estado independiente árabe y otro judío. Jerusalén debía estar sometida al control internacional. El plan de división fracasó por su manifiesta inviabilidad. En mayo de 1948 Ben Gurión (posteriormente primer ministro) proclamó el Estado judío: Israel.
Su propia historia es la causa de que en Israel no exista una constitución escrita en el sentido clásico. El primer Knesset (parlamento), que se reunió en febrero de 1949 como asamblea constituyente, traspasó sus competencias a los posteriores parlamentos. En el denominado Compromiso Harari de junio de 1950 (a raíz de un debate fundamental sobre el ámbito de validez de las leyes religiosas), el Knesset decidió elaborar a lo largo del tiempo una serie de leyes fundamentales individuales que, tomadas en conjunto, cumplirían las funciones de una constitución. En 1958 entró en vigor la Ley fundamental del Knesset. A ella le siguieron las leyes fundamentales sobre la presidencia y el gobierno, así como las leyes que regulan la justicia, las competencias del Tribunal Supremo y la fiscalía del Estado. Tras la Guerra de los Seis Días en 1967, en la que Israel conquistó territorios que cuadruplicaron su tamaño estatal, el Knesset amplió la Ley de Ordenanzas Administrativas con el fin de que el derecho, la judicatura y la administración del Estado se extendiesen a Eretz Israel. En junio de 1967 Jerusalén Oriental fue anexionado y en julio de 1980 (tras los acuerdos de Camp David de septiembre de 1978) el Knesset elaboró una ley fundamental que declaraba a Jerusalén capital indivisible de Israel. En diciembre de 1981 los Altos del Golán fueron declarados jurídicamente territorio israelí. En 1992 el parlamento israelí, tras largos debates, elaboró un catálogo de derechos humanos y en el mismo año se introdujeron la cláusula restrictiva del 1,5% en el sistema electoral proporcional y la elección directa del primer ministro.
De acuerdo con la Ley Fundamental del Knesset, el parlamento unicameral de Jerusalén (de 120 miembros) desempeña dos funciones: la primera de ellas combina las competencias de legislador y de órgano constituyente. Esto se explica por la propia historia del Knesset anteriormente mencionada. Las iniciativas legislativas pueden partir del parlamento y del gobierno. En este sentido, es el ejecutivo el que predomina -como en la mayoría de los sistemas políticos-, ya que del mismo procede el 90% de los proyectos de ley presentados al parlamento, los cuales, tras una primera lectura, son enviados a las comisiones, que son las que desempeñan la mayor parte del trabajo parlamentario. La segunda función del Knesset consiste en el control del gobierno, ya que goza del derecho de aprobación del presupuesto y de capacidad para crear comisiones investigadoras. El parlamento elige, además, a un controlador del Estado que es nombrado por el presidente para un período de cinco años y cuyas competencias no sólo le autorizan a comprobar todas las esferas de la administración del Estado y de las empresas públicas, sino que también le permiten ejercer como Defensor del Pueblo (Ombudsman). La soberanía del parlamento se encuentra limitada por el poder de imposición del gobierno, y en particular del primer ministro, y por el poder de los partidos (por la corrupción y compra de votos). Con la ley de 1992 para la elección directa el primer ministro, que tiene lugar al mismo tiempo que las elecciones parlamentarias y fue puesta en práctica por primera vez en 1996, el ordenamiento constitucional israelí ha adquirido unas características únicas, ya que se trata del único sistema parlamentario con un primer ministro directamente elegido por el pueblo. De esta manera su figura recibe una legitimación propia y equivalente a la del Knesset, lo que no deja de ser inadecuado desde el punto de vista sistémico. El primer ministro tiene la facultad de escoger a los ministros de su gabinete, nombrarlos (con el asentimiento del Knesset) y destituirlos a voluntad. Por otro lado, frente a estos amplios poderes (a los que se añaden los de dirigir la política exterior y de seguridad), el primer ministro puede ser destituido por una mayoría de 80 votos en el Knesset y mediante una moción de censura que cuente con el respaldo de 61 votos. En este último caso han de celebrarse también elecciones parlamentarias. El primer ministro puede asimismo disolver el Knesset con el acuerdo del presidente, en cuyo caso se celebrarán simultáneamente elecciones parlamentarias y de primer ministro. A diferencia del puesto de primer ministro, la Ley para la Presidencia de 1964 tan sólo le otorgó a ésta funciones eminentemente representativas. El presidente del Estado, elegido por el Knesset para un período de cinco años, firma las leyes emanadas del parlamento y nombra a los jueces del Tribunal Supremo y de otros tribunales, así como los cargos de controlador del Estado y de presidente del banco central. Sólo cuando llegó a la presidencia Ezer Weizmann experimentó el cargo una revalorización. Weizmann ejerció de contrapeso político entre las posturas que favorecían el bloqueo o el impulso forzado del proceso de paz.
En este proceso se distinguen palomas y halcones: los predispuestos al compromiso y sus oponentes en la política hacia los palestinos, los territorios ocupados y los asentimientos de colonos. Si bien la línea de división no discurre ya entre los partidos, sino en el seno de los mismos, los dirigentes y votantes del Partido Laborista suelen identificarse con las palomas (y con el lema de "paz por territorios"), mientras que los funcionarios y seguidores del Likud lo hacen con los halcones (y su lema "paz con territorios"). Por eso no es de sorprender que al poco de regresar el Partido Laborista al poder (en julio de 1992) bajo la dirección de Isaac Rabin y Simon Peres como ministro de Asuntos Exteriores se llegase al acuerdo de Gaza-Jericó (Declaration of Principles) entre Israel y la OLP en Wahington en septiembre de 1993, lo que parecía una importante etapa en el camino hacia la paz en Oriente Próximo.»
[El extracto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, en traducción de Francisco Colom González. ISBN: 978-84-206-7212-0.]
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