jueves, 18 de marzo de 2021

Cuestiones fundamentales de antropología cultural.- Franz Boas (1858-1942)


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Capítulo IX

Primeras manifestaciones culturales

  «Puede definirse la cultura como la totalidad de las reacciones y actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación a su ambiente natural, a otros grupos, a miembros del mismo grupo y de cada individuo hacia sí mismo También incluye los productos de estas actividades y su función en la vida de los grupos. La simple enumeración de estos varios aspectos, de la vida no constituyen empero, la cultura. Es más que todo esto, pues sus elementos no son independientes, poseen una estructura.
 Las actividades aquí enumeradas no son de ningún modo propiedad exclusiva del hombre, porque la vida de los animales también está regulada por sus relaciones con la naturaleza, con otros animales y por las relaciones recíprocas de los individuos componentes de la misma especie o grupo social.
 Se acostumbra describir la cultura como cultura material, relaciones sociales, arte y religión. Las actitudes éticas y las actividades racionales fueron tratadas muy superficialmente, en general, y rara vez se incluyó el lenguaje en la descripción de la cultura. Bajo el primero de estos tónicos se describen la recolección, conservación y preparación de los alimentos, la vivienda y el vestido, procedimientos y productos de manufactura y medios de locomoción. El conocimiento racional se incluye casi siempre como parte de esta materia. Bajo el título de relaciones sociales se discuten las condiciones económicas generales, los derechos de propiedad, la actitud hacia las tribus foráneas en la guerra y en la paz, la posición del individuo en la tribu, la organización de la tribu, medios de comunicación, relaciones individuales de orden sexual y otras. El arte decorativo, pictórico y plástico, el canto, la narración y la danza forman la sustancia del arte; las actitudes y actividades que giran en torno a todo lo que se considera sagrado o fuera de la esfera de los actos humanos ordinarios, la de la religión. También aquí, por lo corriente, se incluye el comportamiento habitual, respecto a lo que se considera bueno, malo, propio o impropio y otros conceptos éticos fundamentales.
 Muchos fenómenos de cultura material y relaciones sociales son comunes al hombre y a los animales (Alverdes). Cada especie animal tiene su propio método de procurarse alimento. La manera de cazar del lobo es diferente de la del león; el alimento de la ardilla y la forma de procurárselo difieren de los de la marmota. Ciertos animales como la hormiga-león y la araña construyen trampas para cazar su presa. Algunos devoran a otras criaturas y se apropian del alimento encontrado por ellas. Las gaviotas de Jaeger roban el pescado a otras gaviotas o pájaros pescadores. Los buitres viven de los despojos abandonados por otros animales de presa. Muchos roedores acostumbran almacenar provisiones para el invierno; los insectos, como las abejas, hasta preparan el alimento para la generación siguiente.
 Las reacciones del clima son completamente distintas en diversos grupos. El oso pasa la estación invernal aletargado, algunos pájaros emigran a climas más templados, otros soportan los rigores del frío.
 Muchas clases de animales forman sus propias viviendas para su protección y la de sus crías. Los antílopes hacen cuevas y los monos viven en nidos temporarios. Ni siquiera la conquista fundamental del hombre, la invención de objetos construidos artificialmente para servir un propósito, está enteramente ausente del mundo animal. Los nidos de ciertos animales están hechos con más arte que las casas de algunos hombres primitivos. Están entrelazados y embarrados con gran habilidad. Los insectos y las arañas fabrican complicadas estructuras para habitar en ellas. Una especie de hormiga hasta prepara suelo apropiado en sus hormigueros para cultivar hongos y mantiene las camas escrupulosamente limpias. Según los experimentos de W. Köhler los monos usan herramientas. A veces cortan un palo adecuado para alcanzar un objeto deseado que se halla demasiado lejos para agarrarlo con la mano. También vio chimpancés uniendo palos huecos a fin de obtener una herramienta suficientemente larga. Empero, éstos son probablemente los únicos casos en que los animales preparan herramientas, no instintivamente, sino para servir un propósito específico.
 También encontramos en el mundo animal paralelos de los hábitos sociales del hombre. El rebaño o manada de animales gregarios forma una unidad compacta, hostil a los extraños aun cuando sean de la misma especie. Una jauría de perros no admite a un perro forastero en su seno; si lo acepta será sólo después de largas y continuas peleas. Los pingüinos de la misma bandada no permiten a otros desconocidos acercarse al sitio de sus nidales. Las hormigas de un hormiguero, incluyendo las especies foráneas, que viven en simbiosis, se mantienen unidas para atacar a todas las forasteras que tratan de trasponer los límites de su territorio.
 En las sociedades de monos y de aves de corral hay un orden jerárquico bien definido, donde las 'personalidades' más fuertes son reconocidas como superiores por las más débiles. Entre los insectos la asignación de obligaciones sociales está vinculada con la. forma corporal, y cada clase tiene su propia característica anatómica. Las diferentes clases de obreras de las hormigas cortadoras de hojas son anatómicamente distintas. Entre los animales superiores, los deberes sociales de exploradores o vigías, corresponden al jefe del rebaño, macho o hembra. Algunos animales viven en monogamia más o menos permanente, como algunos pájaros, otros en manadas en que el jefe masculino tiene su harén, otros viven en uniones temporarias de corta duración. En algunos casos tanto el macho como la hembra cuidan de la cría, en otros sólo el macho o la hembra tienen que velar por ellos.
 El sentimiento de propiedad se manifiesta particularmente en el período de la reproducción. El espino aleja de la región en que ha hecho su nido a los peces y caracoles; muchos pájaros no permiten a ningún otro individuo de la misma especie visitar el distrito en que habitan. Los patos defienden su laguna particular contra los intrusos. Otros animales 'poseen' territorio s permanentes durante todo el año; los monos permanecen en un distrito definido al que otros no son admitidos. Otro tanto hacen las águilas y los halcones. Los animales que almacenan provisiones, como algunas especies de pájaros carpinteros, ardillas y marmotas, son dueños de sus depósitos de víveres y los defienden.
 Los animales que viven en un grupo social también tienen sus amistades y enemistades, sus jefes enérgicos y débiles y sus relaciones sociales son de la misma clase, en general, que las corrientes en la sociedad humana.
 La distribución de hábitos entre los anímales demuestra que éstos deben ser, comparativamente, adquisiciones recientes, pues se conocen muchos ejemplos de especies estrechamente relacionadas, cuyos modos de vida tienen importantes diferencias. Encontramos avispas solitarias y otras que viven en colonias organizadas con el mayor cuidado. Especies relacionadas de hormigas difieren de manera fundamental en sus hábitos. Algunos pájaros son gregarios y anidan en colonias, mientras otras especies, estrechamente relacionadas, son solitarias. Las migraciones de pájaros sobre rutas definidas sólo pueden entenderse como resultado de un largo proceso histórico, y no es posible explicarlas en modo alguno en razón de su estructura anatómica.
 Los cambios de hábito parecen depender del modo de vida de incalculables generaciones. No es necesario analizar aquí la cuestión de cómo tales hábitos pueden haber llegado a fijarse por la herencia. Los hechos indican que, los hábitos pueden modificar la estructura —como en el caso de las abejas que desarrollan una reina por el adecuado tratamiento de un huevo o una larva, o el de aquellas hormigas que tienen formas corporales diferentes para individuos que ejecutan distintas funciones sociales-. La distribución de estos fenómenos entre formas relacionadas sugiere una inestabilidad de hábitos mucho mayor que la de la forma corporal. También puede indicar que cambios comparativamente leves en estructura pueden modificar el modo de vida. No hay, sin embargo, indicación alguna de que ciertos tipos de estructura determinen hábitos definidos. Su distribución parece completamente errática.
Resultado de imagen de cuestiones fundamentales de antropologia cultural  No designamos las actividades de los animales como cultura, ya sean ellas intencionales, u orgánicamente determinadas o aprendidas. Más bien hablamos de 'modo de vida' o 'hábitos' de los animales. Podría haber cierta justificación en emplear el término cultura para actividades que se adquieren por tradición, pero sería extender demasiado el significado del término si lo aplicáramos al canto del pájaro o a cualquier otra actividad animal adquirida. Si, como afirma Köhler los chimpancés gustan de adornarse y llegan hasta a ejecutar intencionalmente ciertos movimientos rítmicos, una especie de 'danza', el término puede parecer más aplicable. Es difícil trazar una línea bien clara entre 'modo de vida' y 'cultura'.
 Si hubiéramos de definir la cultura observando solamente el comportamiento encontraríamos poco en los elementos fundamentales de la conducta humana que no tenga cierto paralelismo en el mundo animal.
 Es característica del hombre la gran variabilidad de conducta en cuanto a sus relaciones con la naturaleza y con sus semejantes. Mientras en los animales el comportamiento de la especie íntegra es estereotipado, o como decimos nosotros, instintivo, no aprendido, y sólo en muy escasa medida variable y dependiente de la tradición local, la conducta humana no está estereotipada en el mismo sentido y no puede llamarse instintiva. Depende de la tradición local y es aprendida. Además, hasta donde alcanzamos a entender las acciones de los animales, no hay razonamiento retrospectivo respecto a sus actos. Son intencionados en la medida en que se adaptan a ciertos requerimientos, y en la medida en que muchos animales pueden aprovechar la experiencia, pero todo el problema de la causalidad y la cuestión de por qué ocurren ciertas cosas, son extraños a los animales y comunes a toda la humanidad. En otras palabras, la cultura humana se diferencia de la vida animal por la capacidad de razonar, y asociada a ella, el uso del lenguaje. Es también peculiar al hombre la valoración de las acciones desde puntos de vista éticos y estéticos.
 Del examen de los más antiguos vestigios humanos surge la impresión de un paralelismo objetivo con el comportamiento animal. Dejando a un lado las dudosas herramientas neolíticas de fines del terciario —toda vez que no muestran ninguna forma definida sino que están simplemente provistas de bordes afilados aptos para cortar y dar tajos, que pudieron hacerse con el uso— encontramos herramientas definitivamente hechas sólo en el cuaternario. Son éstas frágiles piedras conformadas de modo rústico mediante el golpe de una piedra más pesada y resistente. Los estratos en que se encuentran estas piedras representan un período de varios miles de años. No ocurre cambio alguno en la forma de las herramientas desde principios hasta fines de este período. Generación tras generación desarrollaba las mismas actividades. No sabemos sí algunas de sus actividades que no dejaron rastros pudieron haberse modificado durante ese tiempo. No sabemos si el hombre de ese período poseía el lenguaje y el concepto de las relaciones causales. Si solamente consideramos el material de que en realidad disponemos, las actividades del hombre durante ese período pueden haber sido tan permanentes corno las de los animales. La forma corporal también era aún prehumana y difería de la de todas las razas humanas actuales. Sería posible afirmar de acuerdo con los hechos observados, que el hombre de ese período había desarrollado una tendencia orgánica a secundar el uso de manos y dientes mediante el empleo de objetos a los que confería una forma más o menos útil, y que la forma usada era aprendida por imitación.»

   [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Solar y Librería Hachette, 1964, en traducción de Susana W. de Ferdkin, pp.166-171. ISBN: Depósito que previene la ley 11.723.]

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