El mundo es nuestra herencia [de Rimas]
«Considérate
vivo y ponte en cura, / lo restante no importa.
Basta
cambiar de sitio la alegría / que nadie tiene.
Ahora
/ ponte a hacer el amor.
La
primavera / está siempre esperando,
aunque
nos toca / alguna hambre del mundo en el reparto,
y
una extraña congoja / hace que nuestros huesos, de repente,
entierren
el amor sobre la alfombra. / Considérate vivo; es suficiente,
basta
vivir como quien da limosna, / basta ponerse en marcha y que la vida
cobre
su transitoria / y pujante verdad:
todo
está siendo / cuanto ha podido ser:
las
mariposas / no son estrellas: vuelan
un
solo día de sol y se deshojan. / No elijas tu camino: no hay caminos,
la
luz es luz como la sombra es sombra,
considérate vivo y ponte
en cura, / lo restante no importa.
Hay
quien entierra el mundo poco a poco / y en la playa, cansado, el mar se ahoga.
No
esperes un milagro que te quite / del pecho esta congoja;
no
hay nada ya que preguntar, no hay nada / que responder,
hay
cosas. / ¿Las ves? Míralas bien, pues las palabras
son
lluvia sobre el mar. Como una copa
de
vino hay que beber / la vida gota a gota,
porque
la angustia embriaga como el vino, / hasta poder decir:
llegó
la hora, / no sabemos de qué,
no
lo sabemos/ ni lo hemos de saber, pero no importa
ha
llegado y es todo: nos empuja; / es nuestra y nos conforta.
Considérate vivo y no
preguntes / lo que tienes que hacer:
llegó la hora.
[…]
Ciego por voluntad y por
destino [de
La casa encendida]
Porque
todo es igual y tú lo sabes, / has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con
ese mismo gesto con que se tira un día, / con que se quita la hoja atrasada al
calendario
cuando
todo es igual y tú lo sabes. / Has llegado a tu casa,
y,
al entrar, / has sentido la extrañeza de tus pasos
que
estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras, / y encendiste la luz
para volver a comprobar
que
todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año; / y
después,
te
has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida, / y has mirado
tus libros como miran los árboles sus hojas,
y
te has sentido solo, / humanamente solo,
definitivamente
solo porque todo es igual y tú lo sabes.
Has
llegado a tu casa, / y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,
para
qué sirve estar sentado igual que un náufrago / entre tus pobres cosas
cotidianas.
Sí,
ahora quisiera yo saber / para qué sirven el gabinete nómada y el hogar que
jamás se ha encendido
y
el Belén de Granada / -el Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos
dormíamos cantando-
y
para qué puede servir esta palabra: ahora
/ esta palabra misma: “ahora”,
cuando
empieza la nieve / cuando nace la nieve
cuando
crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía, / en una vida que no
tiene memoria perdurable,
que
no tiene mañana, / que no conoce apenas si era clavel, si es rosa,
si
fue azucenamente hacia la tarde.
Sí,
ahora / me gustaría saber para qué sirve este silencio que me rodea,
este
silencio que es como un luto de hombres solos, / este silencio que yo tengo,
este
silencio / que cuando Dios lo quiere se nos cansa en el cuerpo,
se
nos lleva, / se nos duerme a morir,
porque
todo es igual y tú lo sabes.
Sí,
he llegado a mi casa, he llegado, desde luego, a mi casa, / y ahora es lo de
siempre
lo
de nogal diario, / los cuadros que aún no he tenido tiempo de colgar y están
sobre la mesa que vistió volantes mi hermana,
la
madera que duele, / y la pequeña luz
deshabitando la habitación,
y
la pequeña luz que es como un hueco en la penumbra, / y el vaso para nadie
y
el puñado de sueño, / y las estanterías,
y
estar sentado para siempre. / Sí, he vuelto de la calle; estoy sentado;
[…]
El contenido del corazón [de El contenido del corazón]
La felicidad no es más que una palabra: no te
molestes en buscarla. Hay muchas cosas en el mundo. Yo hago balance vital a fin
de año para tener el sueño al día y volver a encontrarme en situación de
disponibilidad. El inventario empieza siendo una inspección de alcantarillas, y
para realizar esta inspección hay una regla universal: vigila tu alegría y lo
demás se te dará por añadidura. Vigila tu alegría, pero no vayas en su busca.
No es necesario. Cuando el impulso vital va aminorándose con los años es
preciso aprender a vivir. Los años vuelven con las hojas y hacerse hombre es un
trabajo cotidiano, sencillo y casi manual que, al fin y al cabo, se reduce a
golpear en las paredes del corazón para saber dónde está la oquedad. –Lo primero es lo lleno, oigo decir a un
transeúnte en un lenguaje que conozco y tardo mucho en entender. No sé cómo se
juntan estas palabras. No sé dónde se juntan. Tal vez quieren decir que sólo el
tacto nos puede dar la sensación de lo que suena a falso, de lo que suena hueco
en nuestra vida, como la macicez del vientre, al percutirlo, revela la presencia
del tumor. Yo hago balance a fin de año con una sola finalidad: tener el sueño
a raya. No es un trabajo laborioso, ni de zahorí, y un esfuerzo pequeño produce
resultados remuneradores. Sólo es preciso atender, pues aunque nadie repara en
ello, la atención por sí sola puede darle sentido a la vida. Más importante que
elegir entre los recuerdos es ordenarlos pues, a quien tiene desorden, la
trastera se le va atiborrando de macanas. Esto lo supe desde niño y ahora he
sabido que en el pasado siempre hay algo que conviene saldar, pero a su justo
precio. En el pasado siempre hay recuerdos que hoy están desteñidos y ayer nos
produjeron escalofrío. No han vuelto a hacernos tiritar. Sin embargo,
subsisten. No elijas entre ellos: sólo tienes que barajarlos. Su precisión
demuestra su valor. Trata de hacerlos más precisos. Si han perdido valor, no
podrás precisarlos. Esto es lo único que importa, porque no preferir es
señorío. Por lo tanto no te quemes en vísperas: nada hay más importante que
vivir.
El presente vital siempre es un saldo, pero
este saldo es, justamente, todo lo que tenemos. Así pues, debes poner en orden
los trastos viejos y pesar la pavesa vital antes que el viento se la lleve. Hay
que hacer inventario de raíces y este inventario convertirá las sensaciones que
ayer fueron alucinadas en sensaciones resumidas y tal vez nos devuelva la
visión del Veleta desde el valle de Otivar y los libros que deberíamos haber
escrito y la inocencia que no tuvimos y el tronco familiar. El contenido del
corazón no es propiamente una elegía, sino un
balance comercial, o si se quiere, una liquidación. Pero hay que hacer
este balance como si fuera el último, para que todo tenga en él su estatura
definitiva. Desde esta alegre cesantía que va siendo el vivir conviene
inventarlo todo. Conviene inventariar los ademanes y los hechos, las dejaciones
y los gestos que han ido haciéndonos y han ido haciendo nuestra vida.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial
Visor Libros, 2005, en edición de Luis García Montero, pp. 164-165, 173-175,
272-273. ISBN: 84-7522-577-2.]
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