Navidad, 1921
«No te pido regalos insólitos, / un tesoro de otro mundo de metales olvidados;
orquídeas que se abrieron en el aire selvático, / odio tropical en sus pétalos agonizantes;
orquídeas que se abrieron en el aire selvático, / odio tropical en sus pétalos agonizantes;
ónice y ébano, negros como el dolor, / tallados con una paciencia que supera lo creíble.
Perfumes, para atormentar el cerebro sobresaltado; / encajes durante cuya confección han muerto mujeres;
perlas en tonos fríos sacadas del océano, donde / grutas de verde apenado las extrañan.
No te pido regalos insólitos; / cariño, sé que no me los harías.
Regálame tu amor, esta Navidad. / Regálame tus pensamientos, cuando suena el carillón.
Deja que me marche más feliz, / deja que en el fondo de mi alma canten tus palabras.
Regálame tus esperanzas, cuando las campanas suenan claro, / hechizando el aire con su compás dorado.
Regálame tus deseos para el año nonato, / llena mi corazón de tesoros secretos.
Regálame todo lo que anhelas decir, / libera todos tus sueños más delicados.
Regálame tu amor, esta Navidad; / pero cumple tus promesas, por favor, cuando las cosas mejoren.
Lo dijo el abuelo
Cuando era una chiquilla de dos, o tal vez tres años, / mi abuelito materno me sentaba en sus rodillas;
me sacaba el pulgar de entre los dientes y me decía: "Cielo, / acuérdate de lo que te digo cuando elijas profesión:
'Acepta trabajo de lavandería; barre la basura de las calles; / conduce una camioneta de mudanzas si falta te hace;
coge una pala y limpia las aceras cuando la nieve cubra todo de blanco; / pero piensa en tu familia y, por favor, no escribas nunca'.
No puedo decir que cuando tenía dos años su consejo me impresionara mucho. / Pero ahora lo recuerdo todo y es que, cariño, me estoy haciendo vieja,
y cuando leo los escritos de los autores de hoy día / repito las palabras de oro que el abuelo me decía:
'Limpiad transbordadores; vended pescado de puerta en puerta; / id y sed coristas, si os parece;
robad en las casas de vuestros vecinos en la noche oscura; / pero pensad en vuestras familias y, por favor, no escribáis nunca'.
Balada de las ambiciones comprensibles
La fama y el honor y un título superior, / los cetros enjoyados y las conjuras palaciegas
relucen pero no son de oro: / anhelos más templados son los míos, vive Dios.
Apacible y sencillo prefiero que sea mi destino; / zarparía con otro rumbo.
Dadme una oportunidad para conseguir lo que quiero: / lo único que quiero es un cerro de dinero.
Una estrecha comunión con campo y bosque, / pan y queso en una casita cubierta de hiedra;
por muy tierna y honesta que sea la idea, / no me convence una pizca.
Otros deseos calientan mi corazón, / otros antojos me atormentan el espíritu.
En mis sueños me acerco a buen paso a mi meta: / lo único que quiero es un cerro de dinero.
En las páginas de la historia / jamás firmaré y dejaré secar mi nombre;
no seré recordada por la posteridad / ni como estudiosa ni como patriota.
Los mantos de Shelley y Keats y Scott / a mi humilde espalda jamás llegarán;
a la inmortalidad no aspiro: / lo único que quiero es un cerro de dinero.
Prince o Rover o Rex o Spot, / antes de morirme, dejad que pruebe a conseguir
el deseo que nunca se me concedió... / Lo único que quiero es un cerro de dinero.
Balada de un fracaso completo
Triste es el asunto del que hablo, / profunda es la dificultad que me hace suspirar.
Al cielo mis penas chillo... / Lo único que quiero es quedarme aquí a llorar.
Aunque soy reacia a admitirlo, mi / promedio de aciertos está por debajo de lo aceptable.
Caballeros generosos me pasan de largo... / Lo único que me dan son calabazas.
Hombre rico, mendigo, mercader, jeque, / actor, congresista, mosca humana.
Argentino, checo y griego / dan y dan, hasta que ya no hay más,
regalos de viejo whiskey y bourbon. / Regalos de joyas y orquídeas singulares
a una Lorelei más competente... / Lo único que me dan son calabazas.
¿Qué le pasa a mi técnica? / No lo puedo comprender, tampoco intentarlo.
Soy inteligente, cariñosa y débil... / ¿Por qué no pesco un chico bueno?
Sólo para las demás las cosas van sobre ruedas; / todas las muestras de amor que me tocan
podrían caber en la cabeza de un alfiler... / Lo único que me dan son calabazas.
Príncipes, decidme el porqué. / ¿Cuál es el problema y cómo y dónde?
¿Cuándo se ha muerto Papá Noel? / Lo único que me dan son calabazas.»
[El texto pertenece a la edición en español de la editorial Nórdica Libros, 2013, en traducción de Guillermo López Gallego y Cecilia Ross. ISBN: 978-84-15717-39-3.]
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