lunes, 29 de octubre de 2018

El loco de las rosas.- Mohamed Chukri (1935-2003)


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El loco de las rosas

«Embellece su cara de trasnochadora con polvos. Una gota de un líquido azul en cada ojo devuelve el brillo a su mirada. Derrama por su cuerpo la fragancia de un perfume caro.
 Saca de su pequeño armario el mejor vestido, el más transparente, el más suave y ajustado. Elige unos preciosos zapatos de tacón plateados. Los envuelve en las páginas de una revista extranjera que tan sólo compra para esconder sus zapatos, los nuevos y los viejos.
 Se pone los viejos y se lleva envueltos los nuevos bajo el brazo. Antes de salir, saluda a una enorme y elegante muñeca que compró con su dinero, cuando tuvo edad de ganarse la vida.
 Su hermano más pequeño está sentado bajo el quicio de la puerta. Juega con una gatita a la que le ha atado una bola de papel. Enfrente, un perro enfermo y tumbado a la sombra, lucha desesperadamente contra el sueño.
 El pequeño para de jugar y se despide de su hermana. Ella le da una moneda y un beso. Él le suplica que vuelva temprano antes de que se duerma. Su otro hermano juega al balón con los amigos del barrio.
 Niños y mujeres aguardan su turno en la fuente para llenar los cubos, en medio de gritos e insultos. Una pequeña caga cerca de un seto. Revuelve su caca con un palito y lo huele. Un perro esquelético da vueltas a su alrededor, moviendo la cola. Dos muchachas se pelean por su turno. Una de ellas se levanta el vestido enseñando su trasero desnudo.
 -¿Sabes lo que te digo? Esto es lo que vales -dice provocando a su contrincante.
 La otra le hace un gesto desafiante con la mano y se arroja sobre su rival. Puñetazos, tirones, insultos. Sentados en el suelo y apoyados en un muro, unos chicos fuman desganados. Observan la pelea sin ningún interés.
 Uno de ellos silba al verla pasar y le lanza piropos. Dos niños le tienden la mano pidiendo dinero. Ella les da una moneda a cada uno y, cabizbaja y molesta, continúa su camino en medio del barro. Algunas chicas la miran con admiración; otras con amargura y envidia.
 Al salir del barrio enfangado, se cambia de zapatos. Esconde los zapatos en un seto. Ahora ya está lista para caminar por la calle asfaltada que lleva a la ciudad nueva.
 El poeta tullido escribe acerca de todo lo que sucede en el barrio. Pero, a veces, anota también algunos hechos acontecidos en la ciudad aunque él no los haya vivido, porque escuchó a quien los vio y los contó.
 Éste es un extracto de su diario:
 "Ayer reflexioné de nuevo, a través de los ceros, sobre mi vida. Medité sobre el valor del cero según su posición, de izquierda a derecha. Pensé en todo a través de nada.
 A Él no se le pedirán explicaciones de lo que hace, pero ellos sí serán preguntados.
 Lo que te alcanza por la derecha es de Dios; lo que te sobreviene por la izquierda, tuyo es. Dios reparte y vosotros acumuláis. No sois equitativos en nada. Sólo Dios es justo. Aniquilar los ídolos, es todo a lo que podéis aspirar. Dios os mostrará el camino si destruís aquello que habéis erigido por vosotros mismos.
 ¡Sexo! ¡Sexo! ¡Sexo! Es vuestra perdición. Pedid pues la felicidad de la promesa si sois pacientes y creyentes. Estoy lleno de cólera contra esa hambre humana que sólo la muerte puede saciar.
 Ya no me acuerdo del orgullo que me impedía amar. El dulce distanciamiento era mi único consuelo. Me ha vencido siempre la lujuria, es más fuerte que la castidad.
 No he tenido a la mujer que he deseado ardientemente. Aquella cuya ausencia hace sufrir y su presencia se convierte en suplicio. ¡La belleza! ¡Oh, la belleza que me devora y pertenece a otro, que se burla de mí! Jamás he comprendido a una sola mujer sino en los caprichos de mi imaginación: tras varios sorbos, no en uno. Quizás porque pensé en todas ellas y esparcí mi deseo. Pensé en mi vida sin llegar a vivirla. Éste es el consuelo del que la vivió y no pensó en ella. [...]
 Tengo un amigo que, como a mí, le subyuga la belleza. Me odia en los ojos de su mujer y me quiere en los ojos de aquéllas que pasan por mi vida. Éste es el consuelo del que se aburre del rostro familiar. Pero yo me vi empujado por el deseo a dar vueltas alrededor de la 'sagrada morada' de su mujer durante tres días. Ahora, tan sólo le consagro un día: en su sol o en su luna. Y a él, la única honra que le queda es la ceremonia de consumar. Acostumbro a hablar de eso al final de la noche, tras la última copa y el último céntimo. Si no respeto el fard, ¿quién me va a juzgar por no hacerlo con la sunna? Somos hermanos por elección y enemigos por obligación.
 Los solteros de esta ciudad se entregaron a la vida nocturna y a la bebida, como yo. Otros optaron por emigrar antes de los treinta, huyendo de la locura, de la ignorancia y de la propia muerte. Hoy estoy solo con mi copa como aquellos que corren hacia los burdeles esperando recuperar la llama de su soltería. […]
 He encontrado en los burdeles a todas mis hermanas y a las hermanas de mis amigos. He visto al delirio nocturno fundir su maquillaje y desgarrar sus máscaras. La caries carcome sus dientes en la flor de la juventud. Las he oído evocar la inocencia de su infancia a través de canciones escolares medio olvidadas, de historias tristes, de películas de amor y de unos recuerdos pasados y presentes". [...]
 Entra en un banco del boulevard. Abre su precioso bolso de cuero, saca un cheque y lo firma con mano temblorosa. El cajero lo examina y la mira. Parece inquieta. Retira doscientos dírhams y se marcha. En el quiosco, compra una revista femenina y un paquete de tabaco rubio.
 En el salón de té de Madame Porte, la guapa y amable camarera le toma nota. Sabe lo generosa que es con ella.
 -Quisiera un zumo de naranja, leche fría y tostadas con mantequilla y mermelada.- Tiene todavía la voz ronca por el cansancio de la noche anterior.
   [...]
 Mientras, su hermano más pequeño juega con la gatita cerca del poeta tullido y frente a ellos el perro enfermo dormita. Sin soltar el gorrión que agoniza en sus manos, un niño mea, deliberadamente, sobre los zapatos que ella había escondido en el seto.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Cabaret Voltaire, 2015, en traducción de Rajae Boumediane El Metni. ISBN: 978-84-942185-8-3.]

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