miércoles, 10 de octubre de 2018

La música y sus instrumentos.- Robert Donington (1907-1990)

 
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18.-Instrumentos electrónicos 
El intercambio de las señales eléctricas y acústicas

«El flujo de electrones que constituye una corriente eléctrica puede utilizarse en la música de diversos modos, todos ellos dependientes de un principio básico: la estrecha equivalencia que puede establecerse entre las señales eléctricas y las acústicas. Una corriente eléctrica puede oscilar y esto es ya una vibración. No puede oírse pero puede convertirse en una vibración acústica que sí pueda oírse. Las formas de onda que adopta la oscilación eléctrica pueden reaparecer como una oscilación acústica; y las formas de onda que adopta una oscilación acústica pueden reaparecer como una oscilación eléctrica. Es esta equivalencia la que permite no sólo los usos secundarios de la electricidad en la música, como la transmisión y la grabación, sino también los usos primarios, como ocurre en la nueva especie de instrumentos que recibe la denominación general de electrófonos y en los diversos generadores y sintetizadores musicales más o menos complejos.
 Como la conversión entre las formas de onda eléctrica y las formas de onda acústica pueden producirse en cualquiera de las dos direcciones, la vibración inicial puede ser una u otra. Pero la vibración operativa, para que se oiga, debe ser acústica y en esta etapa debe observar necesariamente la conducta ordinaria de la vibración sonora en general y la de estas vibraciones sonoras en particular. No existen ondas sonoras especiales para la música electrónica: existen simplemente ondas sonoras normales creadas por medio de recursos electrónicos. Los sonidos electrónicos, cuando se utilizan con una intención musical, se convierten en sonidos musicales: como de costumbre, no existe ningún otro criterio.
 Cuando la vibración inicial es acústica, estamos ante un uso secundario de la electricidad en la música. La fuente puede ser una interpretación tradicional transmitida por radio o grabada en vivo: en este caso, la intención más frecuente consiste en conseguir la fidelidad más estrecha posible al original. Ni las circunstancias acústicas ni las psicológicas pueden ser enteramente reproducidas; pero, sin embargo, el valor de la escucha de música en alta fidelidad puede ser tan grande como una experiencia musical consciente cuyo valor supera con mucho las limitaciones. Su valor también es mayor que las desventajas que se derivan de no poder eludir en muchas ocasiones música enlatada que no se quiere oír y cuya influencia sobre el entorno, en el que actúa a modo de droga, supone uno de esos pequeños inconvenientes de la vida moderna, a la vez que uno de sus síntomas más inquietantes.
 O la fuente puede ser en parte más o menos tradicional y en parte electrónica, como sucede cuando el piano o la guitarra eléctricos excitan las vibraciones del modo habitual, pero les dan una resonancia y amplitud valiéndose de procedimientos distintos de los usuales. O la fuente puede ser completamente no tradicional, como cuando se exploran con un micrófono las potencialidades sonoras de objetos elegidos al azar. Las formas de onda resultantes en todos estos casos pueden ser grabadas, amplificadas, moduladas, combinadas, almacenadas, transmitidas y manipuladas eléctricamente de cualquiera de estas formas, antes de ser reproducidas acústicamente por los conos o diafragmas de los altavoces o los auriculares; y esta reproducción de sonidos previamente existentes, modificada o no, constituye una de las dos direcciones en las que la electricidad puede utilizarse en la música.
 La otra dirección en la que puede hacerlo no es secundaria, sino primaria, y tiene lugar no cuando se reproducen sonidos, sino cuando se producen. Aquí la fuente no es acústica sino eléctrica. Consiste en una oscilación en forma de onda que se genera en un número considerable de circuitos electromagnéticos, electrostáticos o electrotónicos, individual o conjuntamente, y controlados bien manualmente, bien mediante instrucciones previstas previamente, como los rollos de papel perforado en un modelo avanzado de sintetizador musical, o como los diversos códigos de la programación por ordenador, algunos de los cuales pueden incluir además un elemento de selección parcialmente aleatoria. Cualquier modo de procesar puede también aquí aplicarse a voluntad; y el producto final puede aparecer únicamente cuando la oscilación eléctrica se convierta en una oscilación acústica -etapa en la que producirán las vibraciones sonoras (que pueden a su vez proveer el material acústico para que tenga lugar su posterior procesamiento eléctrico si así se desea).
 Es posible aportar sonidos producidos o reproducidos eléctricamente a una textura combinada en la que también participen instrumentos tradicionales, incluida la voz. Esto puede a veces convertirse en una alianza un tanto insegura; pero el contraste entre los sonidos naturales y electrónicos puede ser de por sí muy sugerente -haciendo alusión, por ejemplo, a diferentes planos de la experiencia a la vez. Los sonidos producidos o reproducidos eléctricamente pueden manipularse de nuevo electrónicamente en un escenario como una forma de interpretación en vivo, con o sin la presencia de instrumentos tradicionales, modificados o sin modificar. La presencia electrónica, sin embargo, puede a menudo recogerse en cinta, mientras que la presencia natural puede, asimismo, introducirse por medio de cintas; de hecho, las permutaciones y combinaciones de música grabada y música en vivo son muy considerables, como también lo son las de sonidos modificados y sonidos sin modificar. Las dimensiones espaciales pueden a veces enfatizarse como un tipo de comentario marginal sobre la habitual duración musical del tiempo. Esto se hace generalmente por medio de múltiples altavoces con diferentes canales situados alrededor de la sala. En otras ocasiones, puede introducirse también algún movimiento físico sobre el escenario o incluso alrededor del auditorio; de igual modo, cabe que los intérpretes se sitúen agrupados o en lugares diferentes. Sin embargo, el sonido, independientemente de cómo sea dispuesto, diversificado, transformado, dividido y reagrupado, es siempre sonido y lo que importa desde un punto de vista musical no es nunca el sonido aislado, sino la comunicación humana que se sirve del sonido. No se trata del sonido y el sentido, sino del sentido en el sonido.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, 1998, en traducción de Luis Carlos Gago Bádenas. ISBN: 84-206-0192-6.]

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