Primera parte: El barco bananero
«Padre, que era inventor, era un verdadero genio con cualquier cosa mecánica. "Nueve patentes", le gustaba decir, "cinco pendientes". Se jactaba de haber abandonado Harvard para conseguir una buena educación. Estaba más orgulloso de su primer trabajo de conserje que de su beca en Harvard. Había inventado una fregona mecánica... uno la aguantaba fuerte y ella zigzagueaba por el suelo y después se escurría sola. Decía que usar esa fregona era como bailar con una mujer sin cabeza. La llamaba la Mujer Silenciosa. Lo que más le gustaba era desarmar cosas, incluso libros, hasta la Biblia. Decía que la Biblia era como un manual de instrucciones, un manual de reparación para un invento no terminado. También decía que la Biblia era un yermo. Una de las teorías de Padre era que había partes de la Biblia que nadie había leído, igual que hay partes del mundo donde nadie ha puesto el pie.
-¿Crees que eso está mal? Ni mucho menos. Son los espacios vacíos los que nos salvarán. Ni mariquitas, ni polis, ni maleantes, ni atracadores, ni inhaladores de pegamento, ni bombas aerosol. Yo no estoy perdido como ellos -y señalaba a los salvajes-. Conozco la salida.
Tocaba las piezas de la bomba con los dedos, como un médico reconociendo a un niño para detectar inflamaciones, sin parar de hablar sobre espacios vacíos y salvajes. Levanté la vista y los vi. Parecían salir a rastras del yermo que acababa de describir. Les observamos mientras se dirigían a los cultivos de arriba y, aunque yo sabía que sólo iban a cortar espárragos, me parecía que andaban buscando dedos que cercenar.
-Vienen del lugar más seguro de la tierra... Centroamérica. ¿Sabes lo que tienen allí? Energía geotérmica. Todo el fluido que necesitan está a cinco mil pies bajo tierra. Es el ombligo de la tierra. ¿Por qué se vienen aquí?
Y los salvajes cruzaban los terrenos, agachados y aleteando. Tenían zapatos enormes y cabezas diminutas y encogidas entre los hombros y, al pasar junto al bosque, asustaron a los cuervos, provocando un tumulto de graznidos. Los pájaros remontaron el vuelo como guantes negros proyectados desde un tendedero, elevándose hacia atrás e hinchando las plumas a cada batir de ala.
-En su lugar de origen no hay tele. Ni videoporquerías niponas. Pásame esa aceitera. Aquí arriba la naturaleza es joven. Pero el ecosistema de los trópicos es enormemente viejo y no ha cambiado desde que empezó el mundo. ¿Por qué creen que nosotros tenemos las respuestas? Fe... ¿eso decías? ¿Consiste la fe simplemente en tocar "Ven a Jesús" en La bemol?
Sujetó la llave en la rosca del tubo saliente, metió el pico de la aceitera en la junta de los tubos y echó un chorro. Liberó el tubo con ambas manos y suspiró.
-No, señor. La fe consiste en creer en algo que sabes que no es verdad. ¡Ja!
Metió el meñique entre las gotas oxidadas del cuerpo de la bomba y extrajo una válvula de bronce y un chorro de agua.
-En el lugar de donde vienen esos salvajes no se puede beber el agua. Está llena de bichos. Lombrices. Algas. No tienen el buen sentido de hervirla y purificarla. Nunca oyeron hablar de filtros. Los gérmenes se les meten en el cuerpo y ellos se ponen verdes, como las algas, y se mueren. Los que quedan se imaginan que aquello no sirve para nada... arañas del tamaño de perritos, mosquitos, serpientes, inundaciones, pantanos, caimanes. Ni la menor noción sobre energía geotérmica. ¿Para qué cambiarlo si uno puede venir aquí a hacerse pedazos? Dadme los desdichados deshechos de vuestras hirvientes costas. Tomad una Coca-Cola, ved la televisión, vivid de la Seguridad Social, conseguid dinero gratuito. Convertíos en criminales. En este país, el crimen es rentable... los atracadores llegan a ser los cimientos de la comunidad. Terminarán todos atracando y dando tirones de bolsos .
El agua ya salía de la bomba y los circuitos internos sonaban y medían.
-No pienso volver a Northampton. Es demasiado trastorno. Estoy harto de toparme con gente que quiere lo que yo ya he tenido y rechazado. Charlie, he tenido todos los dólares que he querido. Por no hablar de la educación. El poli de esta mañana, ese Controlador de Novillos, tiene instrucción y no quiere más que lo que le enseñan en la tele. ¡No le mandaría ni a comprar bocadillos! Yo he tenido todo eso... lo que la gente codicia. No funciona y es irritante oír cómo lo alaban los ignorantes.
Me miró, haciendo una mueca.
-Es un mundo imperfecto -dijo.
Ahora miraba con una mueca a su dedo cortado.
-¿Qué hacen los rusos mientras esa gente ve la tele? Están haciendo experimentos muy interesantes con el agua. Le quitan el gas, todas las burbujas, incluso el oxígeno y el nitrógeno. Una vez aplanada, la sellan en tarros, como el melocotón en conserva. La dejan descansar un tiempito. Después, cuando usan este agua para las plantas, éstas crecen dos o tres veces más aprisa... monstruos grandes y sanos. Las judías se salen de sus palos, las calabazas son como globos, las remolachas como pelotas de voleibol.
Señaló el agua.
-Sólo estoy pensando en voz alta. ¿Qué te parece? ¿Crees que hay problemas con la lluvia? Di algo.
Dije que no sabía.
-¿Crees que alguien debería hablar con Dios para que repensara el tiempo? Te lo digo yo, Charlie, es un mundo imperfecto. América está anquilosada.
Ahuecó la mano bajo el chorro que salía del tubo y se la llevó a la boca. Tragó ruidosamente.
-Para esos salvajes, esto es como champán.
Por el ruido de sus labios se diría que es algo maravilloso.
-Cosas que tú y yo damos por hechas, como el hielo. En su país, no lo tienen. Si vieran un cubito de hielo, probablemente creerían que es un diamante o una especie de joya. Sin hielo... tampoco parece el fin del mundo. Pero piensa en ello. Imagina qué tipo de problema tienen sin la refrigeración adecuada.
-A lo mejor no tienen electricidad -dije.
-Claro que no -dijo Padre-. Estamos hablando de la jungla, Charlie. Pero puedes tener refrigeración sin fluido. Todo lo que necesitas es succión. Pon en marcha un vacío y ya tienes refrigeración. Escucha, puedes sacar hielo del fuego.
-¿Por qué no lo saben?
-Ni por asomo -dijo-. Por eso son salvajes.
Empezó a armar la bomba.
-Deben sufrir todo tipo de enfermedades -dijo. Señaló con la llave la dirección que habían tomado aquellos hombres.»
[El fragmento pertenece a la edición en español de Ediciones Folio, 2004, en traducción de Manuel Sáenz de Heredia. ISBN: 84-413-1974-X.]
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