lunes, 8 de octubre de 2018

Dogma socialista y otras páginas políticas.- José Esteban Echeverría (1805-1851)

 
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Dogma Socialista de la Asociación de Mayo
Palabras simbólicas
3.-Fraternidad 4.-Igualdad 5.-Libertad

«"La fraternidad humana es el amor mutuo, o aquella disposición generosa que inclina al hombre a hacer a los otros lo que quisiera que se hiciese con él".
  Cristo la divinizó con su sangre y los profetas la santificaron con el martirio.
  Pero el hombre entonces era débil, porque vivía para sí y sólo consigo. La humanidad o la concordia de la familia humana, concurriendo a idéntico fin, no existía.
  Los tiranos y egoístas fácilmente ofuscaron con su soplo mortífero la luz divina de la palabra del Redentor y pusieron, para reinar, en lucha al padre con el hijo, al hermano con el hermano, la familia con la familia.
  Ciego el hombre y amurallado en su yo creyó justo sacrificar a sus pasiones el bienestar de los demás, y los pueblos y los hombres se hicieron guerra y se despedazaron entre sí como fieras.
  "Por la ley de Dios y de la humanidad todos los hombres son hermanos. Todo acto de egoísmo es un atentado a la fraternidad humana".
  El egoísmo es la muerte del alma. El egoísta no siente amor, ni caridad, ni simpatía por sus hermanos. Todos sus actos se encaminan a la satisfacción de su yo; todos sus pensamientos y acciones giran en torno de su yo; y el deber, el honor y la justicia son palabras huecas y sin sentido para su espíritu depravado.
  El egoísmo se diviniza y hace de su corazón el centro del universo. El egoísmo encarnado son todos los tiranos.
  Es del deber de todo hombre que conoce su misión, luchar cuerpo a cuerpo con él hasta aniquilarlo.
  La fraternidad es la cadena de oro que debe ligar todos los corazones puros y verdaderamente patriotas; sin esto no hay fuerza, ni unión, ni patria.
  Todo acto, toda palabra que tienda a relajar este vínculo, es un atentado contra la patria y la humanidad.
  Echemos un velo de olvido sobre los errores de nuestros antepasados; el hombre es falible. Pongamos en balanza justa sus obras y veamos lo que hubiéramos hecho en circunstancias idénticas. Lo que somos y lo que seremos en el porvenir, a ellos se lo debemos. Abramos el santuario de nuestros corazones a los que merecieron bien de la patria y se sacrificaron por ella.
  Los egoístas y malvados tendrán su merecido; el juicio de la posteridad los espera. La divisa de la nueva generación es fraternidad.
  "Por la ley de Dios y de la humanidad, todos los hombres son iguales".
  Para que la igualdad se realice, es preciso que los hombres se penetren de sus derechos y obligaciones mutuas.
  La igualdad consiste en que esos derechos y deberes sean igualmente admitidos y declarados por todos, en que nadie pueda substraerse a la acción de la ley que los formula, en que cada hombre participe igualmente del goce proporcional a su inteligencia y trabajo. Todo privilegio es un atentado a la igualdad.
  No hay igualdad donde la clase rica se sobrepone y tiene más fueros que las otras.
  Donde cierta clase monopoliza los destinos públicos.
  Donde el influjo y el poder paraliza para los unos la acción de la ley y para los otros la robustece.
  Donde sólo los partidos, no la nación, son soberanos.
  Donde las contribuciones no están igualmente repartidas y en proporción a los bienes e industria de cada uno.
  Donde la clase pobre sufre sola las cargas sociales más penosas, como la milicia, etc.
  Donde el último satélite del poder puede impunemente violar la seguridad y la libertad del ciudadano.
  Donde las recompensas y empleos no se dan al mérito probado por hechos.
  Donde cada empleado es un mandarín, ante quien debe inclinar la cabeza el ciudadano.
  Donde los empleados son agentes serviles del poder, no asalariados y dependientes de la nación.
  Donde los partidos otorgan a su antojo títulos y recompensas.
  Donde no tiene merecimientos el talento y la probidad, sino la estupidez rastrera y la adulación.
  Es también atentatorio a la igualdad, todo privilegio otorgado a corporación civil, militar o religiosa, academia o universidad; toda ley excepcional y de circunstancias.
  La sociedad o el poder que la representa, debe a todos sus miembros igual protección, seguridad, libertad; si a unos se la otorga y a otros no, hay desigualdad y tiranía.
  La potestad social no es moral ni corresponde a sus fines, si no protege a los débiles, a los pobres y a los menesterosos, es decir, si no emplea los medios que la sociedad ha puesto en su mano, para realizar la igualdad.
  La igualdad está en relación con las luces y el bienestar de los ciudadanos.
  Ilustrar las masas sobre sus verdaderos derechos y obligaciones, educarlas con el fin de hacerlas capaces de ejercer la ciudadanía y de infundirlas la dignidad de hombres libres, protegerlas y estimularlas para que trabajen y sean industriosas, suministrarles los medios de adquirir bienestar e independencia: he aquí el modo de elevarlas a la igualdad.
  La única jerarquía que debe existir en una sociedad democrática, es aquélla que trae su origen de la naturaleza y es invariable y necesaria como ella.
  El dinero jamás podrá ser un título, si no está en manos puras, benéficas y virtuosas. Un alma estúpida y villana, un corazón depravado y egoísta, podrán ser favorecidos de la fortuna; pero ni su oro, ni los inciensos del vulgo vil, les infundirán nunca lo que la naturaleza les negó, capacidad y virtudes republicanas.
  Dios, inteligencia suprema, quiso que para tener el hombre el señorío de la creación y sobreponerse a las demás criaturas, descollase en razón e inteligencia.
  La inteligencia, la virtud, la capacidad, el mérito probado; he aquí las únicas jerarquías de su origen natural y divino.
  La sociedad no reconoce sino el mérito atestiguado por obras. Ella pregunta al general lleno de títulos y medallas: ¿qué victoria útil a la patria habéis ganado? Al mandatario y al acaudalado: ¿qué alivio habéis dado a las miserias y necesidades del pueblo? Al particular ¿por qué obras habéis merecido respeto y consideración de vuestros conciudadanos y de la humanidad? Y a todos, en suma, ¿en qué circunstancias os habéis mostrado capaces, virtuosos y patriotas?
  Aquel que nada tiene que responder a estas preguntas y manifiesta, sin embargo, pretensiones y ambiciona supremacía, es un insensato que sólo merece lástima o menosprecio.
  El problema de la igualdad social está entrañado en este principio: «A cada hombre, según su capacidad; a cada hombre, según sus obras».
  "Por la ley de Dios y de la humanidad todos los hombres son libres".
  "La libertad es el derecho que cada hombre tiene para emplear sin traba alguna sus facultades en el conseguimiento de su bienestar y para elegir los medios que puedan servirle a este objeto".
  El libre ejercicio de las facultades individuales no debe causar extorsión ni violencia a los derechos de otro. No hagas a otro lo que no quieras te sea hecho; la libertad humana no tiene otros límites.
  No hay libertad, donde el hombre no puede cambiar de lugar a su antojo.
  Donde no le es permitido disponer del fruto de su industria y de su trabajo.
  Donde tiene que hacer al poder el sacrificio de su tiempo y de sus bienes.
  Donde puede ser vejado e insultado por los sicarios de un poder arbitrario.
  Donde sin haber violado la ley, sin juicio previo ni forma de proceso alguno, puede ser encarcelado o privado del uso de sus facultades físicas o intelectuales.
  Donde se le coarta el derecho de publicar de palabra o por escrito sus opiniones.
  Donde se le imponen una religión y un culto distinto del que su conciencia juzga verdadero.
  Donde se le puede arbitrariamente turbar en sus hogares, arrancarle del seno de su familia y desterrarle fuera de su patria.
  Donde su seguridad, su vida y sus bienes, están a merced del capricho de un mandatario.
  Donde se le obliga a tomar las armas sin necesidad absoluta y sin que el interés general lo exija.
  Donde se le ponen trabas y condiciones en el ejercicio de una industria cualquiera, como la imprenta, etc.»
 
   [El fragmento pertenece a la edición de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.]

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