miércoles, 24 de octubre de 2018

El enigma de la piedra.- Christian Jacq (1947)


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Primera parte: Al encuentro de los jeroglíficos
2.-¡Sagrados jeroglíficos!
 ¡No toquéis mis jeroglíficos, están vivos!

«Todo indica que el latín y el griego son lenguas muertas. Éste no es el caso de los jeroglíficos.
 Miremos un texto jeroglífico: está lleno de seres animados, hombres y mujeres en acción, aves, mamíferos, peces... Y recordemos que continúan actuando, de la misma manera que el pato.
 Pierre Lacau, egiptólogo francés, ha escrito estas acertadas palabras:
 A los ojos de un egipcio, cada imagen es un ser vivo, una realidad que actúa y que tiene un poder mágico y una eficacia propia. Ahora bien, todos los signos jeroglíficos son imágenes. En tanto que letras, tiene un valor de sonidos, pero como conservan con nitidez su forma precisa y definida, también conservan su poder de imagen.
 Por ejemplo, el león tiene el valor fonético de RU, pero no por ello deja de ser un león y, en cierta manera, conserva el poder de un león.
 Los egipcios estaban tan convencidos de la eficacia de los signos jeroglíficos que en determinados textos tenían la precaución de cortar en dos a los leones y las serpientes para que no hiciesen daño, o de clavar en el suelo a los reptiles peligrosos con cuchillos.
 Así pues, en Egipto no os acerquéis demasiado a un muro cubierto de jeroglíficos y, sobre todo, no los toquéis. Por un lado evitaréis deteriorarlos y por otro no despertaréis al león que duerme ni a la serpiente que hiberna.
 La actitud correcta para acercarse a los jeroglíficos es el amor y el respeto; para los egipcios, sólo la palabra escrita garantizaba la inmortalidad. El buen hijo no era otro que la tablilla de escritura, y no existía mayor felicidad que la de grabar en el propio corazón los escritos de los sabios.
 En Hermópolis, en el Egipto Medio, vivía uno de ellos, llamado Petosiris, gran sacerdote de Tot, el señor de los jeroglíficos.
 Cuando se visita su tumba, se pueden leer estas palabras:
 Vivos que estáis sobre la tierra, que veréis esta morada de eternidad y que pasaréis delante de ella, venid, yo os guiaré por el camino de la vida. Si escucháis mis palabras, si observáis su sentido, esta actitud os será beneficiosa.
 Atentos a este precioso consejo, aproximémonos un poco más a los jeroglíficos.
 
La escritura jeroglífica, una anciana dama muy joven
 
 ¿En qué época aparecieron los jeroglíficos? Resulta difícil dar una respuesta. Con frecuencia se cita "la paleta de Narmer" o la "maza del rey Escorpión", que conmemoran las victorias sobre las tinieblas de estos muy antiguos faraones que vivieron hacia 3200 a.C. No obstante, es probable que el sistema jeroglífico existiese con anterioridad; así pues, habría nacido hace más de cinco mil años.
 Como señaló Champollion, "la escritura jeroglífica egipcia jamás se nos presenta en su estado de perfección, por muy antiguos que sean los textos en los que podamos estudiar".
 De hecho, la escritura del Imperio Antiguo (hacia 3200-2270 a.C.), la de la época de las grandes pirámides, es de una extraordinaria belleza. Cada jeroglífico es una pequeña obra maestra realizada por las manos de consumados artesanos. La noción de progreso no se aplica a la escritura jeroglífica; perfecta desde sus orígenes, no conoció un proceso de perfeccionamiento. Cuando Egipto entró en decadencia, el grabado fue, aquí y allí, de menor calidad.
 En los muros de los grandes templos grecorromanos, como Edfú, Dandara y Filas, todavía activos en los primeros siglos de nuestra era, se pueden ver ciertos jeroglíficos pesados, borrosos, en ocasiones poco legibles, como si la mano del escultor hubiese perdido su habilidad. Sin embargo, el funcionamiento de los jeroglíficos no ha cambiado.
 Un hecho esencial: hasta su último suspiro, el Egipto faraónico conservó el "sistema" jeroglífico, centro de su pensamiento y de su civilización.
 Un conocedor de la escritura jeroglífica, que hubiese vivido en el siglo IV de nuestra era, todavía habría podido leer y comprender los escritos redactados varios milenios antes; en cambio a nosotros nos resulta difícil leer el texto original de nuestros autores medievales.
 La lengua hablada egipcia evolucionó considerablemente, como cualquier otra; en cambio, los principios de los jeroglíficos permanecieron inalterables desde sus orígenes, lo que supuso un gran elemento de estabilidad, comparable a la institución faraónica, único régimen político de Egipto durante más de tres mil años y que se impuso incluso a los invasores, ya fuesen hicsos, persas, griegos o romanos.
 Al atacar los templos, fuente de la cultura jeroglífica, y al clausurarlos, en ocasiones mediante la violencia, los cristianos impidieron la práctica de la escritura sagrada. La conquista árabe trajo otra lengua, sin relación alguna con la de los jeroglíficos.
 En nuestros días, todos estamos en situación de igualdad frente a los jeroglíficos. Sea uno europeo, asiático, africano, australiano o americano, hay que aprender los rudimentos de esta escritura de los dioses, puesto que nadie nace hablando la lengua de los jeroglíficos.
 La situación era idéntica en el antiguo Egipto; en efecto, los antiguos egipcios hablaban una lengua cotidiana y vehicular que no era la de la escritura jeroglífica, la cual se presentaba como la cima de la cultura; para alcanzarla, había que realizar grandes esfuerzos. La lengua hablada de los antiguos egipcios murió y desapareció para siempre, pero los jeroglíficos sobrevivieron. Y esta escritura de los dioses, anciana dama muy digna, adquiere hoy el aspecto de una muchacha, en la medida en que es cortejada por un número cada vez mayor de enamorados que ven en ella encantos infinitos. Ciertamente, después de haber sido mordidos por el pato, caen en brazos de la maravillosa Seshat, la hermosa diosa de la escritura, que se puede contemplar en los muros de los templos trazando jeroglíficos para la eternidad.
 La última inscripción jeroglífica lleva la fecha del 24 de agosto de 394 d. C., bajo el reinado del emperador Teodosio. El templo de Filas, la "maravilla de Egipto", en el extremo sur del país, se cerró definitivamente en el año 551 d.C.
 Habría que esperar al extraordinario descubrimiento de Champollion en 1822 para que nuevamente se pudiese escribir en jeroglíficos. En la actualidad, numerosos apasionados de los cinco continentes trazan estos signos e intentan traducirlos; incluso se están empezando a utilizar en la informática.
 Al entrar en los ordenadores, los jeroglíficos atravesarán alegremente el cabo del tercer milenio.
 ¿Tiene esta escritura mágica el poder de regenerarse a sí misma?
 De la misma manera que Isis resucita a Osiris, la escritura jeroglífica guarda el secreto de la inmortalidad.
 Una gran dama muy atractiva, ciertamente.»
 
   [El fragmento pertenece a la edición en español de Plural 2000, 1998, en traducción de Carlos Gómez González. ISBN: 84-413-1337-7.]
 

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