V
"Estos últimos días he dado marcha atrás en mis reflexiones. Supongamos que el anciano no es un verdugo disfrazado, que es un verdadero médico, sin embargo, ello no impide que siga siendo un hombre que come hombre. En el "No sé cuántos de las plantas medicinales", escrito por su gran maestro Li Shi-Chen, se dice bien claro que la carne humana se puede comer frita; ¿cómo va entonces a negar que él come hombre?
En cuanto a mi hermano, mi acusación está bien fundamentada. Cuando me daba clases, oí un día de sus propios labios que se podía "intercambiar a los propios hijos para comérselos"; y otra vez en que casualmente disertábamos acerca de un hombre malo, dijo que no sólo merecía la muerte sino incluso que "su carne debía ser comida y su piel servir de alfombra". Yo entonces era pequeño y el susto que me dio me duró mucho tiempo. Cuando anteayer, el arrendatario de 'Los lobos' vino a contarle a mi hermano que en la aldea se habían comido el corazón y el hígado de una persona, mi hermano no se extrañó lo más mínimo y aprobó con la cabeza. Evidentemente sus sentimientos siguen siendo tan inhumanos como antes. Supuesto que se puede "intercambiar a los propios hijos para comérselos", cualquiera entonces puede ser intercambiado, cualquier hombre puede ser comido. Antes me limitaba a escuchar sus razonamientos, sin que mis ideas se aclararan; hoy sé que cuando mi hermano exponía sus razones no sólo sus labios rebosaban grasa humana, sino que además su mente estaba dominada por la idea de comer hombre.
[...]
VII
Conozco sus métodos. No matan de forma directa, no se atreven por miedo a las consecuencias. Por eso todos ellos se han puesto de acuerdo, han tendido una gran red a mi alrededor para forzarme al suicidio. Basta con ver las caras de aquellos hombres y mujeres en las calles hace unos días, y la conducta de mi hermano últimamente, para darse cuenta de cómo son las cosas con casi toda seguridad. Lo mejor sería desabrocharse el cinturón, colgarlo de una viga y ahorcarme de una vez. Así, ellos, sin poder ser acusados de asesinato, verían realizados sus deseos: sin duda, todos reirían quedamente en el colmo de la alegría. O si no, el miedo y la tristeza acabarán conmigo y, aunque algo flaco, tampoco dejarán de mostrar su aprobación.
¡Ellos sólo comen carne muerta! Recuerdo que en cierto libro se habla de un ser llamado "hiena", cuya mirada y aspecto son muy desagradables; normalmente come carne muerta, y llega a triturar los huesos con los dientes para tragárselos; cuando uno se pone a pensarlo da verdadero miedo. La "hiena" está emparentada con el lobo y el lobo es de la misma familia del perro. Anteayer el perro de los Chao me lanzó varias miradas, evidentemente también él toma parte en el complot desde hace tiempo. Y por supuesto no me voy a dejar engañar porque el anciano dirigiera su mirada hacia el suelo.
Lo que más pena me da es mi hermano. Él también es un ser humano. ¿Por qué no tiene miedo alguno? Y además se confabula con otros para comerme. ¿Será que no lo considera algo malo por haberse acostumbrado con el tiempo? ¿O tal vez que se ha vuelto un hombre sin conciencia y puede cometer un crimen a sabiendas de lo que hace?
Maldigo a los hombres que comen hombre, empezando por él, y también por él tendré que empezar si quiero convencerlos para que dejen de comer hombre".
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