Carta XXVI
Del mismo al mismo
"Los castellanos son, de todos los pueblos del mundo, los que merecen la primacía en línea de lealtad. Cuando el ejército del primer rey de España de la casa de Francia quedó arruinado en la batalla de Zaragoza, la sola provincia de Soria dio a su rey un ejército nuevo con que salir a campaña, y fue el que ganó las victorias de donde resultó la destrucción del ejército y bando austríaco. El ilustre historiador que refiere las revoluciones del principio de este siglo, con todo el rigor y verdad que pide la historia para distinguirse de la fábula, pondera tanto la fidelidad de estos pueblos, que dice serán eternos en la memoria de los reyes. Esta provincia aún conserva cierto orgullo nacido de su antigua grandeza, que hoy no se conservaba sino en las ruinas de las ciudades y en la honradez de sus habitantes.
Extremadura produjo los conquistadores del nuevo mundo y ha continuado siendo madre de insignes guerreros. Sus padres son poco afectos a las letras; pero los que entre ellos las han cultivado no han tenido menos suceso que sus patriotas en las armas.
Los andaluces, nacidos y criados en un país abundante, delicioso y ardiente, tienen fama de ser algo arrogantes; pero si este defecto es verdadero, debe servirles de excusa su clima, siendo tan notorio el influjo de lo físico sobre lo moral. Las ventajas con que la naturaleza dotó aquellas provincias hacen que miren con desprecio la pobreza de Galicia, la aspereza de Vizcaya y la sencillez de Castilla; pero como quiera que todo esto sea, entre ellos ha habido hombres insignes que han dado mucho honor a toda España, y en tiempos antiguos los Trajanos, Sénecas y otros semejantes, que pueden envanecer el país en que nacieron. La viveza, astucia y atractivo de las andaluzas las hace incomparables. Te aseguro que una de ellas sería bastante para llenar de confusión el imperio de Marruecos, de modo que todos nos matásemos unos a otros.
Los murcianos participan del carácter de los andaluces y valencianos. Éstos últimos están tenidos por hombres de sobrada ligereza, atribuyéndose estos defectos al clima y suelo, pretendiendo alguno que hasta en los mismos alimentos falta aquel jugo que se halla en los de los otros países. Mi imparcialidad no me permite someterme a esta preocupación, por general que sea; antes debo observar que los valencianos de este siglo son los españoles que más progresos hacen en las ciencias positivas y lenguas muertas.
[...]
Los aragoneses son hombres de valor y espíritu, honrados, tenaces en su dictamen, amantes de su provincia y notablemente preocupados a favor de sus paisanos. En otros tiempos cultivaron con suceso las ciencias, y manejaron con mucha gloria las armas contra los franceses en Nápoles y contra nuestros abuelos en España. Su país, como todo lo restante de la península, fue sumamente poblado en la antigüedad, y tanto, que es común tradición entre ellos, y aun lo creo punto de su historia, que en la boda de uno de sus reyes entraron en Zaragoza diez mil infanzones con un criado cada uno, montando los veinte mil otros tantos caballos de la tierra.
Por causa de muchos siglos que todos estos pueblos estuvieron divididos, guerrearon unos contra otros, hablaron distintas lenguas, se gobernaron por diferentes leyes, llevaron diversos trajes y, en fin, fueron naciones separadas, se mantuvieron entre ellos ciertos odios que, sin duda, han minorado y aun llegado a aniquilarse, pero aún se mantiene cierto despego entre los de provincias lejanas; y si éste puede dañar en tiempo de paz, porque es obstáculo considerable para la perfecta unión, puede ser muy ventajoso en tiempo de guerra por la mutua emulación de unos con otros. Un regimiento todo aragonés no miraría con frialdad la gloria adquirida por una tropa toda castellana, y un navío tripulado de vizcaínos no se rendiría al enemigo mientras se defienda uno lleno de catalanes".
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Si clicas en el enlace podrás escuchar un soneto del mismo autor, titulado "Sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto".
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