"Hablando en términos absolutos, a mayor riqueza, menos virtud; porque el dinero vincula al hombre con sus bienes y le permite conseguirlos y, desde luego, la obtención de ese dinero en sí mismo no constituye ninguna gran virtud. El dinero acalla muchas preguntas que de otra manera tendría que contestar, mientras que la única nueva que se le plantea es la difícil, pero superflua, de cómo gastarlo. De este modo, sus principios morales se derrumban a sus pies. Las oportunidades de una vida plena disminuyen en la misma proporción en que se incrementan lo que se ha dado en llamar los "medios de fortuna". Lo mejor que el rico puede hacer en favor de su cultura es procurar llevar a cabo aquellos planes en que pensaba cuando era pobre. Cristo respondió a los fariseos en una ocasión semejante: "Mostradme la moneda del tributo", dijo y uno sacó un céntimo del bolsillo. Si usáis moneda que lleva la efigie del César y él la ha valorado y hecho circular y si sois ciudadanos del Estado y disfrutáis con agrado de las ventajas del gobierno del César, entonces devolvedle algo de lo suyo cuando os lo reclame: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Y se quedaron como estaban, sin saber qué era de quién, porque no querían saberlo.
Cuando hablo con el más independiente de mis conciudadanos, me doy cuenta de que diga lo que diga acerca de la magnitud y seriedad del problema, y su interés por la tranquilidad pública, en última instancia no puede prescindir del gobierno actual y teme las consecuencias que la desobediencia pudiera acarrear a sus bienes y a su familia. Por mi parte, no me gustaría pensar que algún día voy a depender de la protección del Estado. Si rechazo la autoridad del Estado cuando me presenta la factura de los impuestos, pronto se apoderará de lo mío y gastará mis bienes y nos hostigará interminablemente a mí y a mis hijos. Esto es duro. Esto hace que al hombre le sea imposible vivir con honradez y al mismo tiempo con comodidad en la vida material. No merece la pena acumular bienes; con toda seguridad se los volverían a llevar; es mejor establecerse o emplearse en alguna granja y cultivar una pequeña cosecha y consumirla cuanto antes. Se debe vivir independientemente sin depender más que de uno mismo, siempre dispuesto y preparado para volver a empezar y sin implicarse en muchos negocios. Un hombre puede enriquecerse hasta en Turquía si se comporta en todos los aspectos como un buen súbdito del gobierno turco. Decía Confucio: "Si un Estado se gobierna siguiendo los dictados de la razón, la miseria y la pobreza provocan la vergüenza; si un Estado no se gobierna siguiendo la razón, las riquezas y los honores provocan la vergüenza". No: mientras no necesite que Massachusetts me socorra en algún lejano puerto del Sur, donde mi libertad se halle en peligro, o mientras me dedique únicamente a adquirir una granja por medios pacíficos en mi propio país, podré permitirme el lujo de negarle lealtad a Massachusetts y su derecho sobre mi vida y mis bienes. Además, me cuesta menos trabajo desobedecer al Estado que obedecerle. Si hiciera esto último, me sentiría menos digno. [...]
No he pagado "los impuestos sobre los votantes" desde hace seis años. Por ello me encarcelaron una vez, durante una noche, y mientras contemplaba los muros de piedra sólida de 60 u 80 cms. de espesor, la puerta de hierro y madera de 30 cms. de grosor y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude por menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como si fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ése era el mejor uso que se podría hacer de mí y no hubieran pensado en beneficiarse de mis servicios de algún otro modo. Me parecía que si un muro de piedra me separaba de mis conciudadanos, aún habría otro más difícil de rebasar o perforar para que ellos consiguieran ser tan libres como yo. No me sentí confinado ni un solo instante, y los muros se me antojaban enormes derroches de piedra y cemento. Me sentía como si yo hubiera sido el único ciudadano que había pagado mis impuestos. Sencillamente, no sabían cómo tratarme y se comportaban como personas ineducadas. Lo mismo cuando alababan que cuando amenazaban cometían una estupidez, ya que pensaban que mi deseo era saltar al otro lado del muro. No podía hacer otra cosa que sonreír al ver con qué esfuerzo me cerraban la puerta, mientras mis pensamientos les seguían fuera de allí, sin obstáculo ni impedimento, cuando eran ellos los únicos peligrosos. Como no podían llegar a mi alma, habían decidido castigar mi cuerpo como hacen los niños que, cuando no pueden alcanzar a la persona que les fastidia, maltratan a su perro. Yo veía al Estado como a un necio, como a una mujer solitaria que temiese por sus cubiertos de plata y que no supiese distinguir a sus amigos de sus enemigos. Perdí todo el respeto que aún le tenía y me compadecí de él".
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