Abrojos
Joven, acérquese acá
"Joven, acérquese acá: / ¿Estima usted su pellejo?
Pues escúcheme un consejo, / que me lo agradecerá.
Arroje esa timidez / al cajón de ropa sucia,
y por un poco de argucia / dé usted toda su honradez.
Salude a cualquier pelmazo / de valer, y al saludar,
acostúmbrese a doblar / con frecuencia el espinazo.
Diga usted sin ton ni son, / y mil veces, si es preciso,
al feo, que es un Narciso, / y al zopenzo, un Salomón;
que al que tenga el juicio leso / o sea mal encarado,
téngalo usted de contado / que no se enoja por eso.
Al torpe déjele hablar, / sus torpezas disimule,
y adule, adule y adule / sin cansarse de adular.
Como algo no le acomode, / chitón y tragar saliva,
y en el pantano en que viva / arrástrese, aunque se enlode.
Y con que befe al que baje, / y con que al que suba inciense,
el día en que menos piense / será usted un personaje".
Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas
Lo fatal
(A René Pérez)
"Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!..."