sábado, 27 de junio de 2015

"Paraíso reclamado".- Halldór Laxness (1902-1998)


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22.- Buenas y malas noticias

 "-Mi doctrina es mala -dijo el luterano- y, lo que es peor, no puedo probarla. El hombre que posee la mejor doctrina es el que puede probar que tiene la mayor cantidad de alimentos y buenos zapatos. Yo no poseo ninguna de las dos cosas y vivo en una zanja.
 -Esa afirmación la he oído yo más de una vez -dijo el pastor Runolf-. Los individuos que nunca tienen nada que llevarse a la boca, o que vestir, no se cansan jamás de manifestar su desprecio por la gente que tiene de qué comer. Y, sin embargo, uno de los profetas dijo que un hombre necesita comida y ropa para poder llevar a cabo acciones virtuosas. Usted olvida que cualquier objeto lleva dentro de sí un concepto superior, tanto el buen caldo como un par de botas altas. Los griegos llamaban a esto idea. Nosotros, los mormones, vivimos precisamente por esa característica espiritual y eterna que informa la totalidad de la existencia y la menor de sus partes. Todo aquel que no sea capaz de conseguir un buen caldo, tener botas altas y poseer la hombría suficiente para salir de su zanja, ni tiene espíritu ni tiene eternidad.
 -No me importa -dijo el luterano-. Nadie me convencerá nunca de que Adán no era un sucio sodomita. Y Eva no significó, tampoco, nada mejor.
 En esa época se polemizaba con gran furor el dogma, recién promulgado, que sostenía la naturaleza divina de Adán y del Salvador, pues que Dios se había tomado la molestia de crearlos a los dos de una forma excepcional. Al pronunciar, pues, sus últimas palabras el luterano había tocado, precisamente, el punto que solía despertar al antiguo "defensor-de-la-fe" en el pastor Runolf.
 -Debía haber adivinado que iba usted a aludir a eso en la discusión -dijo el pastor Runolf-. Los borrachos y los tenorios siempre se han dedicado a hablar mal del pobre viejo Adán. Todo el que tiene algo que reprocharse, se lo achaca a él. Pero yo puedo asegurarle que Adán era un muchacho completamente normal. Todos los que atacan a Adán son hijos de la Gran Apostasía y de la Gran Herejía. ¿Cree usted que el Dios de los ejércitos iba a rebajarse a sí mismo creando a un sodomita corrompido? ¿O a un luterano? ¿Cree usted que cuando Dios hizo a Adán empleó un material de inferior calidad que cuando creó al Salvador? Niego rotundamente que exista ninguna diferencia fundamental entre Adán y el Salvador.
 -¿Puedo preguntarle qué cosas importantes hizo Adán durante toda su vida? -dijo el luterano-. ¿Hizo alguna vez dinero? Nunca oí decir que tuviese casa propia y menos aún que tuviese carruaje. Ni siquiera un par de zapatos. Probablemente vivió en una zanja, como yo. ¿Y qué comía? ¿Cree usted que podía comer caldo cada día de la semana y pavo con arándano agrio los domingos? No me sorprendería saber que no comió en toda su vida algo bueno a no ser aquella manzana que la vieja hechicera de su mujer le dio.
 Y así discutían erre que erre, día y noche, en la ladrillería. Pero cuando la discusión se hacía más acalorada era justo un poco antes de salir el sol. El pastor Runolf acostumbraba esperar al luterano, al alba, cuando éste regresaba a su zanja viniendo de la casa de sus queridas. Nunca se pudo averiguar cuánta teología sabía aquel intemperante morador de zanjas. Y quizá no fuese ni más borracho ni más tenorio de lo que su desgraciada vida familiar le obligaba a hacer. Pero, aparte de esto, el pastor Runolf lo consideraba directamente responsable de la herejía luterana, en particular, y de la gran apostasía, en general. Pero por muy cansado que se encontrara el luterano, siempre estaba dispuesto a defender con vehemencia a Lutero, allí en medio de la carretera. Lo único que pedía a su antagonista era permiso para entrar en la ladrillería, donde siempre guardaba su botella con una o dos gotas, antes de que su mujer se levantara para la lectura religiosa de la mañana".

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