jueves, 18 de junio de 2015

"Archipiélago Gulag (1918-1956)".- Alexandr Solzhenitsyn (1918-2008)


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Las naves del Archipiélago

 "Más te valdría dejar cuanto antes de ser un panoli, un ridículo novato, víctima y presa. Porque de cada cien veces, noventa y cinco la carta no llega a destino. Y en caso de que llegue, no será alegría lo que traiga a tu casa. ¡Se acabó el medir tu vida, tu respiración por horas y días! ¡En el país donde acabas de entrar todas las dimensiones son épicas! Entre el momento en que uno entra y hasta que sale transcurren décadas, cuartos de siglo. ¡Jamás volverás a tu mundo anterior! Cuanto antes te acostumbres a estar sin los tuyos, y ellos sin ti, tanto mejor. Tanto más fácil será.
 Poseed cuantas menos cosas mejor y no tendréis que temblar por ellas. No tengáis maleta, y los guardias no podrán destrozárosla al entrar en el vagón (cuando en un compartimento van veinticinco personas, ¿se le ocurriría a usted algo mejor?). No llevéis botas nuevas ni zapatos de moda, y menos todavía un traje de lana, porque en el vagón-zak, en el cuervo o nada más entrar en la prisión de tránsito os los robarán de todos modos, o si no os los requisarán, escamotearán o cambiarán. Si los entregas sin resistencia, la humillación te envenenará el alma. Si te los quitan con lucha, acabarás con la boca ensangrentada por aferrarte a tus bienes. Bien sé que os resultan repulsivas esas jetas insolentes, esas mañas burlonas, esos adefesios de dos patas, ¿pero no os parece que la posesión de bienes y el temor a perderlos os privan de una oportunidad excepcional para observar y comprender? ¿O es que creéis que los filibusteros, los piratas, los grandes capitanes cantados por Kipling y Gumiliov, no eran malhechores como éstos? Pues sabed que eran de la misma especie... Y si en los cuadros románticos siempre os han parecido seductores, ¿por qué han de pareceros aquí repulsivos?
 También hay que comprenderlos a ellos. La prisión es su único hogar. Por más que el régimen los mime, por más que atenúe sus sentencias, por más que los amnistíe, su hado interno los hace volver una y otra vez... ¿Acaso no les correspondía, pues, decir la primera palabra en la legislación del Archipiélago? Si fuera de la cárcel hubo un tiempo en que se persiguió -con mucho éxito- el derecho a la propiedad (después, a los propios abolicionistas les entró el gusto por poseer). ¿Por qué habría de tolerarse ese derecho entre rejas? Si estás en babia, si no te comes a tiempo tu tocino, si no has querido compartir con los amigos el azúcar y el tabaco, vendrán los cofrades a vaciar lo que guardes en la arroba* y así corregir tu falta de ética. Cuando te dan unos míseros y desgastados zapatos por troca de tus botas de moda, un grasiento jubón a cambio de tu jersey, no es porque quieran quedarse con tus pertenencias para siempre: tus botas servirán para perderlas y ganarlas a las cartas cinco veces, y tu jersey lo colocarán mañana por un litro de vodka y una ristra de salchichas. Veinticuatro horas después ya no tendrán nada, lo mismo que tú. Es el segundo principio de la termodinámica: la diferencia entre niveles debe quedar compensada.
 ¡No poseáis! ¡No poseáis nada! -nos enseñaron Buda y Cristo, los estoicos y los cínicos-. ¿Por qué no alcanzamos a entender, en nuestra codicia, esta sencilla admonición? ¿Por qué no comprendemos que las posesiones corrompen nuestras almas?
 Deja, pues, que el arenque se caliente en tu bolsillo hasta llegar a la prisión de tránsito, así no tendrás que mendigar agua aquí. Y si dan ración de pan y azúcar para dos días, cómetelos de una sola vez. Entonces, nadie podrá robártelos y no tendrás preocupaciones. ¡Vivid como las aves del cielo!
 Debes poseer sólo cuanto puedas llevar siempre contigo: tu conocimiento de lenguas y de países, tu conocimiento de los hombres. Que tu memoria sea tu hato de viaje. ¡Recuérdalo todo! ¡Recuerda! Estas amargas semillas son las únicas que quizás algún día germinen.
 Mira en torno tuyo: estás rodeado de seres humanos. Quizá más adelante recordarás a uno de ellos durante toda tu vida y te comerás las uñas por no haberle hecho preguntas. Cuanto menos hables, más escucharás. Las vidas humanas se extienden como finas hebras de isla en isla del Archipiélago. Se entremezclan, se rozan unas a otras por espacio de una noche en vagones semioscuros y bamboleantes como éste, y luego se separan para siempre. Aplica, pues, el oído a su leve susurro y a ese traqueteo regular, porque es el huso de la vida lo que repiquetea bajo el vagón".
 
*Arroba: en jerga penitenciaria, el saco con ropa, alimentos, etc. que llevan los presos.        

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