lunes, 22 de julio de 2019

Prolegómenos.- Immanuel Kant (1724-1804)


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Tercera parte: ¿Cómo es, en general, posible la metafísica?
Observación previa para la dialéctica de la razón pura
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II.-Ideas cosmológicas 

«Este producto de la razón pura, en su uso trascendente, es el fenómeno más notable de la misma, el cual actúa, asimismo, más firmemente que todos, para despertar a la filosofía de su adormecimiento dogmático y para moverla hacia el trabajo difícil de la crítica de la razón.
 Yo llamo a esta idea cosmológica, porque toma siempre su objeto solamente del mundo de los sentidos y no necesita otro alguno que aquel cuya materia es un objeto de los sentidos; por consiguiente, en cuanto es propio de este mundo y no trascendente, no es idea alguna; al contrario, concebir el alma como una sustancia simple, es tanto como concebir un objeto (el objeto simple) que no puede ser representado, en modo alguno, por los sentidos. Sin embargo, la idea cosmológica extiende tanto el enlace de lo condicionado con su condición (sea matemática o dinámicamente), que la experiencia no se le puede igualar nunca, y es siempre, en consideración a este punto, una idea cuyo objeto no puede ser jamás dado adecuadamente en experiencia alguna.

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 En primer lugar, la utilidad de un sistema de las categorías, se muestra aquí tan clara y manifiestamente que, si no hubiese más pruebas, esta sola bastaría para probar su condición de indispensable en el sistema de la razón pura. Tales ideas trascendentales no son más que cuatro, tantas como clases de categorías; pero, en cada una de ellas, se refieren solamente a la totalidad absoluta de la serie de condiciones para un condicionado dado. Según estas ideas cosmológicas, hay también sólo cuatro clases de afirmaciones dialécticas de la razón pura que, puesto que son dialécticas, prueban, por esto mismo, que, frente a cada una de ellas, según principios tan aparentes de la razón pura, está dada otra contradictoria, cuya contradicción no puede impedir arte alguno metafísico de la distinción más sutil, sino que obliga al filósofo a retroceder hasta la fuentes primeras de la razón misma. Esta antinomia, que no es algo inventado a capricho, sino fundado en la naturaleza de la razón humana y, por consiguiente, inevitable y sin fin, contiene, pues, las cuatro siguientes proposiciones juntamente con sus contrarias:
 
1.-Proposición: El mundo posee, según el tiempo y el espacio, un principio (límite).
Contradicción: El mundo, según el tiempo y el espacio, es infinito.
 
2.-Proposición: Todo el mundo se compone de lo simple.
Contradicción: No hay nada simple, sino que todo es compuesto.
 
3.-Proposición; Hay en el mundo causas libres.
Contradicción: No hay libertad, sino que todo es Naturaleza.
 
4.-Proposición: En la serie de las causas del mundo hay algún ser necesario.
Contradicción: Nada hay necesario, sino que, en esa serie, todo es contingente.

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 Este es, pues, el fenómeno más extraordinario de la razón humana, del cual no se puede mostrar ejemplo alguno, en otro caso, en cualquier otro empleo de la misma. Si concebimos, como ocurre ordinariamente, los fenómenos del mundo de los sentidos como cosas en sí mismas, si aceptamos los principios de su relación como principios que valen generalmente para las cosas mismas, no puramente para la experiencia, como ocurre igualmente de ordinario y sin nuestra crítica, se manifiesta un no supuesto antagonismo que nunca puede ser resuelto por el camino dogmático ordinario, porque, tanto la proposición como su contraria, pueden ser demostradas como pruebas de igual evidente claridad e igualmente indiscutibles (pues de la exactitud de todas estas pruebas garantizo) y la razón se ve en lucha consigo misma; estado sobre el cual se regocija el escéptico, pero que al filósofo crítico induce a la reflexión y a la inquietud.»
 
      [El texto pertenece a la edición en español de Alba Libros, 1998. ISBN: 84-89592-51-9.]

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