martes, 30 de julio de 2019

El oficio de vivir.- Cesare Pavese (1908-1950)


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1938

«16 de mayo
 Has hojeado Trabajar cansa y te ha desalentado: composición amplia, carencia de todo momento intenso que "justificaría" la poesía. Las famosas imágenes que serían la propia estructura fantástica del relato no las has visto: ¿valía la pena gastar en eso de los 24 a los 30 años? En tu lugar, yo me avergonzaría.
 
24 de mayo
 Es hermoso cuando un joven -dieciocho, veinte años- se para a contemplar su agitación e intenta aferrar la realidad y aprieta los puños. Pero es menos hermoso hacerlo a los treinta como si nada hubiera ocurrido. ¿Y no te escalofría pensar que lo harás a los cuarenta, y aun después?
 
26 de mayo
 La razón de que los únicos filones ricos en materia que has encontrado sean los años de los seis a los quince, de los que te llegan historias y poesías maduras y sabrosas, es ésta: en aquellos años vivías en el mundo, como un obtuso ternero, pero en el mundo. Tu yo influía, sí, en todos tus contactos prácticos con el mundo, pero dejaba intacta la corriente de simpatía entre tú y las cosas.
 Pasados los quince tu yo salió de la brutalidad práctica y comenzó a erigirse también en un mundo que hasta entonces había sido el de la contemplación pura. Y todo se volvió estéril y turbio y voluntario.
 El problema de salir de la adolescencia treintañera en que te mueves es éste: ver los manejos de la virilidad con los mismos ojos prácticos con que el niño veía los suyos, pero zambullirte con la misma ingenuidad en la corriente de simpatía por este asqueroso mundo.
 En el fondo, la única razón por la que se piensa siempre en el propio yo es porque con nuestro yo debemos estar más de continuo que con cualquier otro.
 A propósito de aquella historia de los filones. Hay que poner de relieve, empero, que de las muchas experiencias de tu infancia elegiste algunas que tienen aire de familia, entre soñador y brutal, y las elegiste justamente en la larga elaboración de los años adolescentes. ¿Cómo queda?
 El caso es que realmente tuyo es sólo lo que retorna infinitas veces a tu fantasía y no puedes dejar de soñar. Problema: ¿lo eliges porque tienes gustos ya formados o es eso lo que te forma el gusto? La consabida respuesta -que nacen juntos- no me parece gran cosa.
 
30 de mayo
 Enésimo alejamiento. Lo que depende sólo de uno mismo, basta con quererlo decididamente y se obtiene. Lo que depende del consentimiento ajeno es un do ut des, en el cual no es preciso en modo alguno mostrar una voluntad desesperada y sincera. Sólo con la indiferencia se obtiene y se conserva.
 Rigen, en los problemas de convivencia, las mismas leyes que regulan el mercado. Ser tan indiferente como para saber contratar.
 Sinceros con nosotros mismos, falsos con los demás.
 El único modo de conservar una mujer -si te apetece- es ponerla en una situación tal que el mundo, el respeto humano, el interés, le impidan irse. Quien trata de conservarla a fuerza de mera entrega y sinceridad es un ingenuo. Recibir la legitimidad de la propia: es el modo en que se estabilizan las revoluciones y se retienen las mujeres. Liberarse de todo gusto noble, y aceptar ser a rigtheous citizen [ciudadano de pro], un gordo burgués. Mira cómo se han situado regiamente tus conocidos. Follar bien y comer mejor; a todos gusta.
 Y hay gente que se asombraría muchísimo si tú pusieras en duda que se sacrifica por los ideales. La vida práctica es astucia, nada más.
 Todo se reduce a la sacramental astucia de la novia que no debe darse a su amor, porque si no él la planta. 
 
31 de mayo
 Y, sin embargo, mientras sientas dentro de ti esta inquina, mientras te veas obligado a no fantasear para no enloquecer, mientras "acuses el golpe", está claro que no podrás trabajar. Al menos las cosas es preciso amarlas para crear algo. Para estar solo y crear algo. Quien odia, nunca está solo: está en compañía del ser que le falta. Pero para amar las cosas, es preciso amar también a las personas. No hay escapatoria. En realidad, la lógica conclusión de tu estado es el suicidio. O cometerlo de una vez o perdonar al mundo -a ella, que es todo el mundo. Perdónala y así estarás solo -sólo con ella. También esto es astucia.
Que toda tu posición es falsa se ve en el terror que sientes de que muera y se suicide. Si verdaderamente la odiases, debería agradarte este pensamiento. Pero te aterra, conque no la odias. ¿Será porque ves que se te escapa tu víctima? También es eso, pero no basta para explicar tu ansia. ¿Será por simple cobardía de saber la cosa consumada? También es esto -y deberías avergonzarte-, pero no basta para explicar esta ansia. Conque perdónala, sé aquel hombre que siempre has fingido y queda en paz.»
 
     [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Bruguera, 1981, en traducción de Esther Benítez. ISBN: 84-02-07470-7.]

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