lunes, 14 de marzo de 2016

"Mi secreto [Secretum meum]".- Francesco Petrarca (1304-1374)


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"Petrarca: Habéis señalado el punto varias veces hoy, mas no recuerdo haber practicado tal engaño en mí mismo, y espero que otros tampoco me hayan engañado.
 San Agustín: Ahora sí que os estáis engañando al jactaros de que jamás os habéis engañado. Mas tengo suficiente confianza en vuestro ingenio y talento como para pensar que si ponéis mucha atención, podréis ver por vos mismo que nadie llega a la desdicha sino por propia voluntad. Este punto es la piedra angular de nuestra conversación. Os ruego que penséis bien antes de responder, adoptando la actitud de alguien que busca la verdad y no de alguien que trata de sacar ventaja en una polémica. Decidme una cosa, ¿podéis nombrar a alguien en el mundo que, en vuestra opinión, se haya visto obligado a cometer un pecado? Los sabios y profetas definen el pecado como un acto voluntario, y son tan inflexibles en este particular que creen que si el acto no es voluntario, entonces no existe pecado. Mas sin pecado nadie se siente desdichado, punto que ya habéis concedido.
 Petrarca: Percibo que gradualmente me alejo de mi propia posición y me veo obligado a reconocer que el comienzo de mi propia desdicha surgió como resultado de mi propia voluntad. Pienso que esto es cierto en mi caso y supongo que también lo es en el de otros. Mas quisiera que también admitierais cierta verdad.
 San Agustín: ¿Qué queréis que reconozca?
 Petrarca: Si bien es cierto que nadie ha caído involuntariamente, también es cierto que muchísimos han caído por su propia voluntad; sin embargo, no permanecen así voluntariamente. Puedo dar fe de que tal es mi caso y creo que he recibido esto como un castigo porque no me sostuve cuando pude hacerlo, y ahora que estaría dispuesto no puedo.
 San Agustín: Adoptar esa postura me parece sabio y razonable, y puesto que habéis reconocido que estabais equivocado en vuestra primera proposición, pienso que debéis admitir también que estáis equivocado en la segunda.
 Petrarca: ¿Queréis decir que no existe diferencia entre caer y permanecer en el pecado?
 San Agustín: No, de hecho son cosas diferentes. Un acto es anterior al otro en el tiempo mas, en la realidad mental de la persona en cuestión, los dos son una sola cosa.
 Petrarca: Siento que me estáis embrollando, mas el luchador que gana haciendo trampa no necesariamente es el más fuerte, sino el más entrenado.
 San Agustín: Estamos hablando en presencia de la Verdad. Ella es amiga de la sencillez y enemiga de la maña. Para que os convenzáis más allá de toda duda, procederé con la sencillez que os plazca.
 Petrarca: Nada me haría más feliz. Decidme entonces, pues es un asunto que me concierne directamente, ¿con qué razonamiento demostraréis que soy desdichado? Y no niego que lo soy, pero no acepto que sigo siéndolo por propia elección. Siento, por el contrario, que mi situación es aborrecible y que está completamente alejada de lo que quiero. Sin embargo, me resulta imposible hacer algo al respecto, excepto desear.
 San Agustín: Si solamente se observan los puntos planteados, os demostraré que estáis tergiversando las palabras.
 Petrarca: ¿De qué condiciones habláis y cómo sugerís que use yo las palabras?
 San Agustín: Acordamos que deberíamos rehuir la manipulación de los términos y buscar la verdad con total simpleza. Y las palabras que quisiera que usarais son éstas: cuando dijisteis que no podíais hacer nada con vuestra situación, lo que deberíais haber dicho en realidad es que no estabais dispuesto a hacer nada al respecto.
 Petrarca: Entonces, no tendrá fin nuestra discusión pues eso jamás lo confesaré. Sé, y vos sois testigo, cuántas veces he querido hacer algo pero no he podido y mucho he llorado, ¿acaso siempre en vano?
 San Agustín: En verdad, he contemplado muchas lágrimas pero muy poca voluntad".    

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