domingo, 10 de enero de 2021

El poder de la mujer y la subversión de la comunidad.- Mariarosa Dalla Costa (1943) y Selma James (1930)


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El lugar de la mujer
La casa

  «Todo lo que una mujer hace, lo hace sola. Todo el trabajo de la casa es para ti sola. Únicamente se está con otra gente cuando se tienen visitas o se va a visitar a alguien. La gente a veces piensa que cuando las mujeres hacen visitas están simplemente perdiendo el tiempo. Pero si no fueran a visitar a alguien de vez en cuando se volverían locas de aburrimiento y de sentir que no tienen a nadie con quien hablar. Es bueno salir y estar con gente. El trabajo es el mismo, día tras día. “Aunque te mueras, la casa seguirá estando allí en la mañana”. A veces se aburre una tanto que tiene que hacer algo. Una mujer solía cambiar los muebles de lugar cada dos o tres semanas. Otras mujeres compran algo nuevo para la casa o para ellas. Hay un millón de esquemas para romper con la monotonía. Los seriales de la radio durante el día ayudan a pasar el tiempo pero no hay nada que cambie el aislamiento y el aburrimiento.
 Lo que siempre está ahí cuando se hace el trabajo de la casa, y es algo terrible, es el sentimiento de que nunca se acaba. Cuando un hombre trabaja en una fábrica puede trabajar mucho durante largas horas. Pero en un momento dado, sale corriendo y ha terminado por aquel día por lo menos. Cuando llega el viernes o el sábado por la noche tiene uno o dos días por delante. En la casa nunca se termina. No sólo hay siempre algo que hacer allí, sino que siempre hay alguien que desordena un poco antes de casi haber terminado. Después de haber pasado cuatro o seis horas limpiando a fondo la casa, llegan los niños y en cinco minutos parecerá un corral. O tu marido ensuciará todos os ceniceros que hay en la casa. O lloverá justo después de haber limpiado las ventanas. Puede que sea capaz de controlar a los niños o de hacer que el marido tenga más cuidado, pero esto no resuelve muchas cosas. Del modo que está montada la casa, ni el marido ni los niños tienen la menor idea del esfuerzo y el trabajo tan pesado que representa limpiarla. Del modo que está montada la casa, la mujer no tiene control de las horas del trabajo, la clase de trabajo que tendrá que hacer y cuánto. Esto es lo que las mujeres quieren controlar.
 El resto de la familia no forma parte de la casa. Simplemente viven allí. Tú haces de la casa lo que es: un lugar para descansar. La haces más vivible, más atractiva. La haces confortable. La mantienes limpia. Y tú eres la única que nunca puede disfrutarla completamente. Siempre se está pendiente de lo que ha de hacerse. Ir detrás de todos recogiendo cosas parece un trabajo interminable. Nunca puedes descansar allí donde gastas la mayor parte de tu tiempo, energía y capacidad.
 La mayoría de las mujeres ni siquiera toman las decisiones importantes en lo que se refiere a la casa. Aunque pueden hacer lo que les parezca en muchas cosas pequeñas, las verdaderamente importantes las decide o directamente el marido o se asegura de que su opinión cuente. Las mujeres sienten que deben tener poder de decisión en la casa. Participan más que nunca en las decisiones de la casa. Pero han tenido que pelear mucho para que esto se les reconozca.        

“Tu jefe eres tú”

 Se dice que la mujer es su propio jefe. Es decir, nadie le dice que trabaje rápido. Nadie le dice cuánto debe trabajar. Y nadie está encima de ella todo el día. Puede sentarse cuando quiera y fumarse un cigarrillo o comer cuando tiene hambre.
 El ama de casa tiene un tipo completamente diferente de jefe. El primero es el trabajo de su marido. Todo lo que tiene que hacer una mujer depende del empleo que tenga su marido. Gane lo que gane su marido, es de lo que la familia tiene que vivir. La cantidad de vestidos que se compre o el que tenga que hacérselos ella misma, que se lleve la ropa a la lavandería o que se lave a mano, que se viva en un departamento amontonados o en una casa con suficiente espacio para la familia, que se tenga máquina de lavar o se laven los vestidos a mano, todas estas cosas están decididas por la clase de empleo que tenga su marido.
 Las horas que trabaje su marido determinan todo el horario de ella y cómo viva y cuándo tenga que hacer el trabajo. Tener un marido que trabaje por las noches es un gran problema para una mujer. Entonces no hay horario. Para cuando se ha hecho el trabajo de la casa, se levanta el marido y se desordena otra vez la casa. Si hay niños, entonces se tienen dos horarios. Hay que mantener callados a los niños durante el día, lo cual es imposible de lograr.
 Que el marido tenga un trabajo relativamente fácil o pesado, también afecta a su vida. Un hombre que trabaja mucho no le va a ayudar en nada del trabajo de casa. Llegará mucho más gruñón y difícil de soportar. La mujer tiene que aprender a controlarse mucho más si quiere que haya un poco de paz. Y se ha de mantener más en raya a los niños también.
 Hasta el lugar donde se vive lo decide el trabajo del marido. Se vive en la parte de la ciudad desde donde sea más fácil para él llegar al trabajo. Y si en esta ciudad no hay empleos que estén en la línea del trabajo del marido, entonces hay que olvidarse de amigos y vínculos familiares y marcharse adonde él pueda encontrar trabajo.
 Los hijos y las exigencias de cuidarlos es el siguiente punto decisivo en la manera en que la mujer va a pasar su vida. No hay nada, nada, que exija más que un niño pequeño. Cuando quieren algo, lo quieren en aquel momento preciso y no después.
 Pero el jefe más despiadado y el que hace que una mujer siga adelante es el trabajo mismo. El trabajo no la ve a una como ser humano. No importa cómo se sienta una o lo que quiera hacer. Domina cada uno de los momentos libres que se tengan, tanto en la casa como fuera de ella. Se está constantemente intentando terminar un trabajo que no tiene fin. Se quiere hacer todo lo que se tiene que hacer en el menor tiempo posible y tener tiempo libre para una misma. Y después de pensar que ya se ha terminado se encuentra que hay algo más. A veces las mujeres renuncian y dejan estar la casa unos días o unas horas. Pero las afectadas son ellas. Y después trabajan el doble para tratar de compensar el tiempo perdido. Siempre se hace lo que se tiene que hacer. Lo que se quiere hacer no cuenta mucho.
 La mayoría de las mujeres son muy responsables. Sienten que, como madres y esposas, quieren hacer su trabajo lo mejor posible. Quieren estar orgullosas de sus casas y de sus hijos. No hay otro lugar donde puedan mostrar lo que pueden hacer. Si una mujer es buena administradora se gana el respeto de las otras mujeres y esto es importante para cualquier mujer.
 Por lo tanto, no hay necesidad de un capataz o de una supervisora que dirija la casa. La forma en que vive la mujer y el trabajo que debe hacer es lo que la mantiene a raya. Esta forma de vida es también la que le enseña disciplina. Aprende cuándo decir algo y cuándo quedarse callada. Aprende a hacer cosas solas. Si hay algo que ha de hacerse y su marido no lo hará, lo hace ella. Una mujer con cuatro niños pintó toda la parte exterior de su casa. Decía que no quería esperar otros cinco años a que lo hiciera su marido.

Requiere experiencia  

 Cada vez que el marido obtiene un aumento de salario, la mujer se dice a sí misma, ahora me alcanzará. Estos pesos extra cambiarán las cosas. Pero, en cuanto él obtiene este aumento, los precios han subido para ponerse a la altura, o él se ha puesto enfermo y ha perdido la paga de un día, o ha habido un “extra”. Y aun cuando las cosas se han deslizado bastante bien, vas y te compras lo que has necesitado todo este tiempo y no has podido tener hasta aquel momento. O sea, que retrocedes al punto de partida. Casi todas las familias obreras viven al día. Pocas veces se puede apartar algo para una emergencia. Si la familia pierde por cualquier motivo una paga, puede quedar a la zaga semanas enteras. Durante todo este tiempo el ama de casa tiene que arreglárselas como sea. Sucede lo mismo cuando el trabajador está en huelga. Durante semanas y a veces hasta meses, ella debe arreglárselas con prácticamente nada. Las esposas de mineros tienen un sistema para almacenar comida y ropa cuando sus maridos trabajan fijo. De esta manera, cuando hay una huelga, pueden vivir durante un tiempo por lo menos con lo que han ahorrado de comida y ropa. Requiere mucha experiencia y entrenamiento aprender todos los trucos y la mujer es la única que está en situación de aprender estos “trucos”. En una emergencia pueden recortase gastos que nunca se pensaba que fuera posible y, como sea, una se las arregla.  
Resultado de imagen de el poder de la mujer y la subversion de La mujer tiene que pasar con lo que gana su marido. No importa si trae mucho o poco a la casa. Ella tiene que decidir cuándo cose los vestidos y cuándo los compra hechos. Descubre recetas para hacer comidas económicas que al mismo tiempo tengan buen aspecto y buen sabor. El modo de vivir de la familia, ya haya cobradores en la puerta o comida en la mesa, depende de la cantidad de dinero que el marido le dé a la mujer y en cómo se administre ella. A pesar de que la mayor parte de maridos se dan cuenta de que los precios suben, no saben realmente cuánto requiere mantener una familia. Sólo la mujer que tiene que vivir de lo imposible con poco, sabe cómo manejar la economía.
  Toda esta experiencia prepara a la mujer a desenvolverse cuando está sola. La mujer abandonada por el marido tiene en sus manos una situación bastante difícil, especialmente si tiene hijos. Se la considera afortunada si tiene parientes que la ayuden al principio. Pero, en conjunto, tiene que ser la madre y el padre para sus hijos. En cuanto al trabajo, no tiene elección. Asume la responsabilidad de ambos, hombre y mujer. Mantiene a su familia con lo que gana, que es normalmente mucho menos d elo que gana un hombre. Dispone de mucho menos tiempo para estar con sus hijos y a veces se ha de separar de ellos para poder trabajar. A pesar de esto, estas mujeres consiguen educar a sus hijos e iniciarles nuevas vidas. No se sientan en casa a llorar. Una amiga mía tiene una vecina a quien su marido abandonó dejándola con un hijo y todas las facturas. Esta mujer vendió todos sus muebles y, con el dinero, se fue a Puerto Rico a ver a su madre. Verla significaba algo. Si lloró nadie lo supo. Dijo simplemente que no iba a quedarse esperando como una idiota. Nunca había hecho nada así antes, pero cuando llegó el momento supo qué hacer.

Llevan simplemente vidas aparte

 La mujer se queda en casa sola todo el día. Espera que regrese el marido para contarle lo que ha pasado durante el día, algo que los niños han hecho o dicho que demuestre qué niños tan maravillosos son, o qué día tan pesado ha tenido. Quiere escuchar por lo que ha pasado él y qué piensa de comprar esta o aquella cosa para la casa. Pero la vida del hombre no está en la casa. Cuando llega del trabajo, no quiere hacer nada. A veces ni siquiera quiere hablar de nada. Una espera todo el día a alguien con quien hablar y cuando llega el marido agarra el periódico y actúa como si ni siquiera supiera que existes. Cuando una mujer está en casa todo el día, quiere salir a algún espectáculo o a dar una vuelta en coche el domingo por la tarde. Pero durante la semana el marido regresa exhausto e incluso los fines de semana prefiere a veces quedarse en casa y descansar. Ha estado lejos de la casa casi todas las horas que ha estado despierto. Ahora es la oportunidad para él de sentarse. Las mujeres tienen necesidad de compañía y comprensión de las que los hombres no saben nada.
 Si no existe este entendimiento entre hombres y mujeres sobre sus trabajos y necesidades humanas, no es sorprendente que muchos matrimonios no prosperen en sus vidas sexuales, la fase más delicada de su relación. Las mujeres están muy alejadas de sus maridos, las personas de las que deberían estar más cerca. Llevan simplemente vidas aparte.»

   [El texto pertenece a la edición en español de Siglo XXI Editores, 1977, en traducción de Isabel Vericat, pp. 74-80.]
  

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