El lugar de la mujer
La casa
«Todo lo que una mujer hace, lo hace sola. Todo
el trabajo de la casa es para ti sola. Únicamente se está con otra gente cuando
se tienen visitas o se va a visitar a alguien. La gente a veces piensa que
cuando las mujeres hacen visitas están simplemente perdiendo el tiempo. Pero si
no fueran a visitar a alguien de vez en cuando se volverían locas de
aburrimiento y de sentir que no tienen a nadie con quien hablar. Es bueno salir
y estar con gente. El trabajo es el mismo, día tras día. “Aunque te mueras, la
casa seguirá estando allí en la mañana”. A veces se aburre una tanto que tiene
que hacer algo. Una mujer solía cambiar los muebles de lugar cada dos o tres
semanas. Otras mujeres compran algo nuevo para la casa o para ellas. Hay un
millón de esquemas para romper con la monotonía. Los seriales de la radio
durante el día ayudan a pasar el tiempo pero no hay nada que cambie el
aislamiento y el aburrimiento.
Lo que siempre está ahí cuando se hace el
trabajo de la casa, y es algo terrible, es el sentimiento de que nunca se
acaba. Cuando un hombre trabaja en una fábrica puede trabajar mucho durante
largas horas. Pero en un momento dado, sale corriendo y ha terminado por aquel
día por lo menos. Cuando llega el viernes o el sábado por la noche tiene uno o
dos días por delante. En la casa nunca se termina. No sólo hay siempre algo que
hacer allí, sino que siempre hay alguien que desordena un poco antes de casi
haber terminado. Después de haber pasado cuatro o seis horas limpiando a fondo
la casa, llegan los niños y en cinco minutos parecerá un corral. O tu marido
ensuciará todos os ceniceros que hay en la casa. O lloverá justo después de
haber limpiado las ventanas. Puede que sea capaz de controlar a los niños o de
hacer que el marido tenga más cuidado, pero esto no resuelve muchas cosas. Del
modo que está montada la casa, ni el marido ni los niños tienen la menor idea
del esfuerzo y el trabajo tan pesado que representa limpiarla. Del modo que está
montada la casa, la mujer no tiene control de las horas del trabajo, la clase
de trabajo que tendrá que hacer y cuánto. Esto es lo que las mujeres quieren
controlar.
El resto de la familia no forma parte de la
casa. Simplemente viven allí. Tú haces de la casa lo que es: un lugar para
descansar. La haces más vivible, más atractiva. La haces confortable. La
mantienes limpia. Y tú eres la única que nunca puede disfrutarla completamente.
Siempre se está pendiente de lo que ha de hacerse. Ir detrás de todos
recogiendo cosas parece un trabajo interminable. Nunca puedes descansar allí
donde gastas la mayor parte de tu tiempo, energía y capacidad.
La mayoría de las mujeres ni siquiera toman
las decisiones importantes en lo que se refiere a la casa. Aunque pueden hacer
lo que les parezca en muchas cosas pequeñas, las verdaderamente importantes las
decide o directamente el marido o se asegura de que su opinión cuente. Las
mujeres sienten que deben tener poder de decisión en la casa. Participan más
que nunca en las decisiones de la casa. Pero han tenido que pelear mucho para
que esto se les reconozca.
“Tu jefe eres tú”
Se dice
que la mujer es su propio jefe. Es decir, nadie le dice que trabaje rápido. Nadie
le dice cuánto debe trabajar. Y nadie está encima de ella todo el día. Puede
sentarse cuando quiera y fumarse un cigarrillo o comer cuando tiene hambre.
El ama de casa tiene un tipo completamente diferente
de jefe. El primero es el trabajo de su marido. Todo lo que tiene que hacer una
mujer depende del empleo que tenga su marido. Gane lo que gane su marido, es de
lo que la familia tiene que vivir. La cantidad de vestidos que se compre o el
que tenga que hacérselos ella misma, que se lleve la ropa a la lavandería o que
se lave a mano, que se viva en un departamento amontonados o en una casa con
suficiente espacio para la familia, que se tenga máquina de lavar o se laven
los vestidos a mano, todas estas cosas están decididas por la clase de empleo
que tenga su marido.
Las horas que trabaje su marido determinan
todo el horario de ella y cómo viva y cuándo tenga que hacer el trabajo. Tener
un marido que trabaje por las noches es un gran problema para una mujer. Entonces
no hay horario. Para cuando se ha hecho el trabajo de la casa, se levanta el
marido y se desordena otra vez la casa. Si hay niños, entonces se tienen dos
horarios. Hay que mantener callados a los niños durante el día, lo cual es
imposible de lograr.
Que el marido tenga un trabajo relativamente fácil
o pesado, también afecta a su vida. Un hombre que trabaja mucho no le va a ayudar
en nada del trabajo de casa. Llegará mucho más gruñón y difícil de soportar. La
mujer tiene que aprender a controlarse mucho más si quiere que haya un poco de
paz. Y se ha de mantener más en raya a los niños también.
Hasta el lugar donde se vive lo decide el trabajo
del marido. Se vive en la parte de la ciudad desde donde sea más fácil para él
llegar al trabajo. Y si en esta ciudad no hay empleos que estén en la línea del
trabajo del marido, entonces hay que olvidarse de amigos y vínculos familiares
y marcharse adonde él pueda encontrar trabajo.
Los hijos y las exigencias de cuidarlos es el
siguiente punto decisivo en la manera en que la mujer va a pasar su vida. No
hay nada, nada, que exija más que un niño pequeño. Cuando quieren algo, lo
quieren en aquel momento preciso y no después.
Pero el jefe más despiadado y el que hace que
una mujer siga adelante es el trabajo mismo. El trabajo no la ve a una como ser
humano. No importa cómo se sienta una o lo que quiera hacer. Domina cada uno de
los momentos libres que se tengan, tanto en la casa como fuera de ella. Se está
constantemente intentando terminar un trabajo que no tiene fin. Se quiere hacer
todo lo que se tiene que hacer en el menor tiempo posible y tener tiempo libre
para una misma. Y después de pensar que ya se ha terminado se encuentra que hay
algo más. A veces las mujeres renuncian y dejan estar la casa unos días o unas horas.
Pero las afectadas son ellas. Y después trabajan el doble para tratar de
compensar el tiempo perdido. Siempre se hace lo que se tiene que hacer. Lo que
se quiere hacer no cuenta mucho.
La mayoría de las mujeres son muy responsables.
Sienten que, como madres y esposas, quieren hacer su trabajo lo mejor posible. Quieren
estar orgullosas de sus casas y de sus hijos. No hay otro lugar donde puedan
mostrar lo que pueden hacer. Si una mujer es buena administradora se gana el
respeto de las otras mujeres y esto es importante para cualquier mujer.
Por lo tanto, no hay necesidad de un capataz o
de una supervisora que dirija la casa. La forma en que vive la mujer y el
trabajo que debe hacer es lo que la mantiene a raya. Esta forma de vida es
también la que le enseña disciplina. Aprende cuándo decir algo y cuándo
quedarse callada. Aprende a hacer cosas solas. Si hay algo que ha de hacerse y
su marido no lo hará, lo hace ella. Una mujer con cuatro niños pintó toda la
parte exterior de su casa. Decía que no quería esperar otros cinco años a que
lo hiciera su marido.
Requiere experiencia
Cada vez que el marido obtiene un aumento de
salario, la mujer se dice a sí misma, ahora me alcanzará. Estos pesos extra
cambiarán las cosas. Pero, en cuanto él obtiene este aumento, los precios han
subido para ponerse a la altura, o él se ha puesto enfermo y ha perdido la paga
de un día, o ha habido un “extra”. Y aun cuando las cosas se han deslizado
bastante bien, vas y te compras lo que has necesitado todo este tiempo y no has
podido tener hasta aquel momento. O sea, que retrocedes al punto de partida. Casi
todas las familias obreras viven al día. Pocas veces se puede apartar algo para
una emergencia. Si la familia pierde por cualquier motivo una paga, puede
quedar a la zaga semanas enteras. Durante todo este tiempo el ama de casa tiene
que arreglárselas como sea. Sucede lo mismo cuando el trabajador está en
huelga. Durante semanas y a veces hasta meses, ella debe arreglárselas con prácticamente
nada. Las esposas de mineros tienen un sistema para almacenar comida y ropa
cuando sus maridos trabajan fijo. De esta manera, cuando hay una huelga, pueden
vivir durante un tiempo por lo menos con lo que han ahorrado de comida y ropa. Requiere
mucha experiencia y entrenamiento aprender todos los trucos y la mujer es la única
que está en situación de aprender estos “trucos”. En una emergencia pueden
recortase gastos que nunca se pensaba que fuera posible y, como sea, una se las
arregla.
La mujer tiene que pasar con lo que gana su
marido. No importa si trae mucho o poco a la casa. Ella tiene que decidir cuándo
cose los vestidos y cuándo los compra hechos. Descubre recetas para hacer
comidas económicas que al mismo tiempo tengan buen aspecto y buen sabor. El
modo de vivir de la familia, ya haya cobradores en la puerta o comida en la
mesa, depende de la cantidad de dinero que el marido le dé a la mujer y en cómo
se administre ella. A pesar de que la mayor parte de maridos se dan cuenta de
que los precios suben, no saben realmente cuánto requiere mantener una familia.
Sólo la mujer que tiene que vivir de lo imposible con poco, sabe cómo manejar
la economía.
Toda
esta experiencia prepara a la mujer a desenvolverse cuando está sola. La mujer
abandonada por el marido tiene en sus manos una situación bastante difícil,
especialmente si tiene hijos. Se la considera afortunada si tiene parientes que
la ayuden al principio. Pero, en conjunto, tiene que ser la madre y el padre
para sus hijos. En cuanto al trabajo, no tiene elección. Asume la
responsabilidad de ambos, hombre y mujer. Mantiene a su familia con lo que gana,
que es normalmente mucho menos d elo que gana un hombre. Dispone de mucho menos
tiempo para estar con sus hijos y a veces se ha de separar de ellos para poder
trabajar. A pesar de esto, estas mujeres consiguen educar a sus hijos e iniciarles
nuevas vidas. No se sientan en casa a llorar. Una amiga mía tiene una vecina a
quien su marido abandonó dejándola con un hijo y todas las facturas. Esta mujer
vendió todos sus muebles y, con el dinero, se fue a Puerto Rico a ver a su
madre. Verla significaba algo. Si lloró nadie lo supo. Dijo simplemente que no
iba a quedarse esperando como una idiota. Nunca había hecho nada así antes,
pero cuando llegó el momento supo qué hacer.
Llevan simplemente
vidas aparte
La mujer se queda en casa sola todo el día. Espera
que regrese el marido para contarle lo que ha pasado durante el día, algo que
los niños han hecho o dicho que demuestre qué niños tan maravillosos son, o qué
día tan pesado ha tenido. Quiere escuchar por lo que ha pasado él y qué piensa
de comprar esta o aquella cosa para la casa. Pero la vida del hombre no está en
la casa. Cuando llega del trabajo, no quiere hacer nada. A veces ni siquiera
quiere hablar de nada. Una espera todo el día a alguien con quien hablar y
cuando llega el marido agarra el periódico y actúa como si ni siquiera supiera
que existes. Cuando una mujer está en casa todo el día, quiere salir a algún
espectáculo o a dar una vuelta en coche el domingo por la tarde. Pero durante
la semana el marido regresa exhausto e incluso los fines de semana prefiere a
veces quedarse en casa y descansar. Ha estado lejos de la casa casi todas las
horas que ha estado despierto. Ahora es la oportunidad para él de sentarse. Las
mujeres tienen necesidad de compañía y comprensión de las que los hombres no
saben nada.
Si no existe este entendimiento entre hombres
y mujeres sobre sus trabajos y necesidades humanas, no es sorprendente que
muchos matrimonios no prosperen en sus vidas sexuales, la fase más delicada de
su relación. Las mujeres están muy alejadas de sus maridos, las personas de las
que deberían estar más cerca. Llevan simplemente vidas aparte.»
[El texto pertenece a la edición en español de Siglo XXI Editores, 1977, en traducción de Isabel Vericat, pp. 74-80.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: