Primer acto
Escena primera
«Un despacho corriente en la
jefatura central de policía. Un escritorio, un armario, algunas sillas, una
máquina de escribir, un teléfono, una ventana, dos puertas.
Bertozzo:
(Hojea papeles mientras se dirige a un
sospechoso, que está sentado tranquilamente.) Vaya, vaya... así que no es
la primera vez que te disfrazas. Aquí dice que te has hecho pasar dos veces por
cirujano, una por capitán de infantería, tres por obispo, una por ingeniero
naval... En total te han detenido...veamos: dos y tres, cinco... una, tres...
dos... once veces en total, y con ésta, doce.
Sospechoso:
Sí, doce detenciones. Pero le hago notar, señor comisario, que jamás me han
condenado. Mi certificado de penales está limpio.
Bertozzo:
No sé cómo te las habrás arreglado para escaquearte, pero te aseguro que ahora
te lo mancho yo... ¡puedes jurarlo!
Sospechoso:
No, si yo le comprendo comisario. Un certificado de penales que manchar le
apetece a cualquiera...
Bertozzo:
Muy gracioso. La denuncia dice que te has hecho pasar por psiquiatra, profesor
ex-adjunto en la universidad de Padua. ¿Sabes que puedes ir a la cárcel por
impostor?
Sospechoso:
En efecto, si fuera un impostor cuerdo... pero estoy loco, loco patentado.
Observe mi historial clínico: internado dieciséis veces, y siempre por lo
mismo. Tengo la manía de los personajes, se llama "histriomanía",
viene de histrión, que significa actor. Tengo el hobby de interpretar papeles siempre distintos. Pero como lo mío es
el teatroverité, necesito que mi
compañía la componga gente de verdad... que no sepa actuar. Además, carezco de
medios, y no podría pagarles. He pedido subvenciones al Ministerio de Cultura,
pero al no tener enchufes políticos...
Bertozzo:
...te subvencionan tus actores. Que los explotas, vamos.
Sospechoso:
Yo jamás he estafado a nadie.
Bertozzo:
Si te parece poca estafa cobrar cien mil liras por consulta...
Agente:
(Que está detrás del sospechoso.)
¡Qué timo!
Sospechoso:
Son los honorarios habituales de un psiquiatra que se respete, y ha pasado
dieciséis años estudiando esa disciplina.
Bertozzo: Oye, pero tú,
¿cuándo has estudiado?
Sospechoso: Me he pasado
veinte años estudiando, en dieciséis manicomios diferentes, a miles de locos
como yo... día a día, y también de noche... porque yo, a diferencia de los
psiquiatras corrientes, dormía con ellos... a veces con otros dos, porque
siempre faltan camas. De todos modos, infórmese, y comprobará que mi
diagnóstico de ese pobre esquizofrénico por el que me han denunciado era
perfecto.
Bertozzo:
¿También las 100.000 liras eran perfectas?
Sospechoso: Pero
comisario... me he visto obligado, por su bien.
Bertozzo: ¿Por su bien? ¿Es
parte de la terapia?
Sospechoso:
Por supuesto. Si no le llego a timar las 100.000, ¿cree que ese pobre
desgraciado, y sobre todo sus familiares, se habrían quedado tranquilos? Si les
hubiese pedido 20.000, habrían pensado: "No debe valer mucho, a lo mejor
ni siquiera es profesor, será un novato recién licenciado". En cambio,
así, se quedaron sin habla al oír la cifra, y pensaron: "¿Quién será?
¿Dios en persona?", y se fueron más contentos que unas pascuas. Hasta me
besaron la mano... "Gracias, profesor", llorando de emoción.
Bertozzo:
Caray, qué cuento tienes.
Sospechoso:
No es cuento, comisario. Si lo dice hasta Freud: una minuta alta es la mejor
panacea, tanto para el médico como para el enfermo.
Bertozzo:
No me cabe duda, pero echa un vistazo a tu tarjeta de visita y al recetario. Si
no me equivoco, dice: "Profesor Antonio Rabbi, psiquiatra, ex-adjunto en
la universidad de Padua". A ver qué me cuentas ahora.
Sospechoso: Primero,
realmente soy profesor... de dibujo, ornamental y artístico en las escuelas
nocturnas del Sagrado Redentor.
Bertozzo:
Pues me alegro mucho, pero aquí dice: ¡Psiquiatra!
Sospechoso:
Sí, pero después del punto. ¿Qué tal anda de sintaxis y puntuación,
comisario? Fíjese bien: Profesor Antonio Rabbi. Punto. Luego, en mayúscula, P.,
psiquiatra. Mire, decir "soy psiquiatra" no es suplantar un título.
Es como decir: "soy psicólogo, botánico, herbívoro, artrítico".
¿Conoce la gramática y la lengua italiana? ¿Sí? Pues debería saber que si uno
escribe "arqueólogo" es como si escribiera "siciliano"...
¡no significa que ha realizado estudios!
Bertozzo:
¿Y lo de "profesor ex adjunto en la universidad de Padua"?
Sospechoso:
Lo siento, pero ahora es usted el impostor. Dice que conoce la lengua y la
sintaxis y la puntuación, y resulta que no sabe ni leer correctamente.
Bertozzo: ¡Que no sé...!
Sospechoso:
¿No ha visto la coma después de ex?
Bertozzo:
Pues sí, hay una coma... tiene razón, no me había fijado.
Sospechoso:
¡Ah, tengo razón!... "No se había fijado"... ¿Y con la excusa de que
no se fija, mete en la cárcel a un inocente?
Bertozzo: Está chiflado. (Sin
darse cuenta empieza a llamarle de usted.) ¡Qué tendrá que ver la coma!
Sospechoso: Nada, para
alguien que desconoce la lengua italiana y la sintaxis... por cierto, a ver si
me cuenta qué títulos de estudio posee, y quién le aprobó... ¡Déjeme terminar!
La coma es la clave de todo, no lo olvide. Si después del "ex" viene
la coma, el sentido de la frase cambia completamente. Tras la coma, hay que
inspirar... una breve pausa de intención, porque: "la coma impone siempre
otra intencionalidad". Así que se leerá: "Ex", y aquí puede
introducir una leve mueca sarcástica... y si además quiere añadir un gruñido
irónico- despectivo, mejor que mejor. Entonces, esta será la lectura correcta
de la frase: "Ex (Mueca y risita.)
profesor adjunto en la universidad, otra coma, de Padua"... como diciendo:
no me vengas con rollos, quién te va a creer, sólo pican los tontos.
Bertozzo: Ah, ¿que soy
tonto?
Sospechoso:
No, sólo un poco inculto. Si quiere, puedo darle unas clases. Le haré buen
precio. Yo empezaría en seguida, tenemos mucho trabajo. Dígame los pronombres
de tiempo y lugar.
Bertozzo:
No se pase. Empiezo a creer que es realmente un maníaco de la actuación, que
incluso está interpretando el papel de loco... y apuesto que está más cuerdo
que yo.
Sospechoso:
No sé yo qué le diga... la verdad es que su profesión produce muchas
alteraciones psíquicas... ¿Me permite que le vea el ojo? (Le baja el párpado con el pulgar.)
Bertozzo:
¡Basta! ¿Seguimos con el atestado, o no?
Sospechoso Si quiere escribo
yo a máquina, soy mecanógrafo patentado: cuarenta y cinco pulsaciones por
minuto.
Bertozzo:
¡Estése quieto o mando que le esposen!
Sospechoso: No puede. O
camisa de fuerza, o nada. Estoy loco, y si me esposan: Artículo 122 del Código
Penal, "quien imponga en calidad de público oficial instrumentos de
contención no clínicos o en todo caso no psiquiátricos a un disminuido psíquico
hasta provocarle crisis en su dolencia, incurre en delito punible con penas de
cinco a diez años y pierde automáticamente la pensión y el grado".
Bertozzo:
Ah, veo que también sabe de leyes...
Sospechoso:
¿De leyes? Lo sé todo. Llevo veinte años estudiando leyes.
Sospechoso:
En el manicomio. ¡Si supiera qué bien se estudia allí! Había un secretario de
juzgado paranoico que me daba clases. Un genio. Lo sé todo: derecho romano,
moderno, eclesiástico... el código justiniano, visigodo... ostrogodo, griego-
ortodoxo... ¡Todo! Pregúnteme.
Bertozzo:
No tengo tiempo, ¡faltaría más! Pero aquí, en tu curriculum, no consta que te
hayas hecho pasar por juez, ni por abogado.
Sospechoso:
Ah no, nunca haría de abogado. No me gusta defender, es un arte pasiva. A mí me
gusta juzgar, condenar, reprimir... ¡perseguir! Soy de los suyos, comisario.
¡Vamos a tutearnos!
Bertozzo:
Cuidado, loco, menos guasa...
Sospechoso:
No he dicho nada.
Bertozzo: Entonces, ¿alguna
vez te has hecho pasar por juez?
Sospechoso:
No, por desgracia no se me ha presentado la ocasión. Pero cómo me gustaría...
el de juez es el mejor oficio. Primero, casi nunca se jubilan. Es más, cuando
un hombre normal, cualquier trabajador, a los 55 ó 60 años está para que lo
retiren, porque empieza a estar torpe, lento de reflejos, para el juez, en
cambio, empieza lo mejor de su carrera. Un obrero después de los 50 está
acabado: provoca retrasos, incidentes, ¡hay que echarle! El minero a los 55
tiene silicosis... El empleado de banca lo mismo, se equivoca en las cuentas,
olvida los nombres de los clientes... Fuera, a casita, estás viejo... ¡gaga!
Pero los jueces no, para ellos es todo lo contrario, cuanto más viejos y ga...
distraídos estén, más los eligen para cargos superiores, les confían puestos
importantes... ¡absolutos! Tienen el poder de destruir o salvar a una persona a
su antojo, y te dictan cadena perpetua como el que dice: "Mañana
llueve"... 50 años para ti... a ti 30... a ti sólo 20... Y encima son sagrados,
porque no olvidemos que existe el delito de injuria por hablar mal de la
magistratura... ¡aquí y en Arabia Saudí! Ah, sí, el de juez es el oficio, el
personaje por el que daría lo que fuera con tal de interpretarlo, por lo menos
una vez en la vida. El juez de la Audiencia, del Supremo, del orden superior,
"excelencia, pase... silencio, en pie que entra la Corte... oh, mire, se
le ha caído un hueso... ¿es suyo? No, imposible, ¡no me quedan!"
Bertozzo: Bueno, basta de
charlas, me mareas. Siéntate ahí y calla. (Lo
empuja hacia la silla.)»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Hiru, 1997, en traducción de Carla Matteini, pp. 15-22. ISBN: 97-884-8975-377-8.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: