domingo, 17 de enero de 2021

Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII.- Natalie Zemon Davis (1928)


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Glikl bas Judah Leib: debatiendo con Dios


  «Glikl nació en Hamburgo a finales de 1646 o en 1647, y era una de los seis hijos de Judah Joseph, también conocido como Leib, comerciante y miembro notable de la comunidad judía alemana, y de la mujer de negocios Beila, hija de Natham Melrich de cerca de Altona. A mediados de siglo, la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo era un próspero puerto cosmopolita de más de 60.000 habitantes, un centro comercial y un mercado financiero con conexiones con España, Rusia, Londres y el Nuevo Mundo. Los judíos habían formado parte de esta expansión. En 1612 el Senado de Hamburgo había firmado un acuerdo con la pequeña comunidad de judíos portugueses (o sefardíes, como Glikl los solía llamar), muchos de ellos prósperos banqueros y comerciantes internacionales; el acuerdo les permitía residir y comerciar en la ciudad como extranjeros o “judíos protegidos” a cambio de un pago anual. En la década de 1660 ya eran unas 600 personas e intentaban convertir sus casas de oración informales en una sinagoga. Cuando la reina Cristina de Suecia visitó Hamburgo en 1667, permaneció con su séquito durante más de un mes en la bella casa de sus banqueros judíos, Abraham e Isaac Teixeira, no lejos de la iglesia de San Miguel.
 No todos los residentes de Hamburgo aceptaban de buena gana estos hechos. El clero luterano echaba chispas contra el Senado por su política tolerante hacia los judíos. “En su sinagoga hay fuertes murmullos y gritos […] Practican su sabbat y no el nuestro […] Tienen a su servicio criados y criadas cristianos […] Sus rabinos discuten sin miedo a nuestro Mesías”. El Senado, preocupado por mantener la expansión de la ciudad, hacía lo que podía por conservar a los grandes banqueros, aunque en 1674 se ordenó a los sefardíes cerrar su sinagoga. Su número comenzó a disminuir y en 1697, cuando el Senado pidió una tasa elevada a los judíos portugueses y redujo su posición distinguida, Teixeira y otros se marcharon a Amsterdam.
 La comunidad de judíos alemanes se convirtió entonces en el centro de la vida judía de Hamburgo –los hochdeutsche Juden, según los denominaba el Senado. Años antes, en las décadas de 1630 y 1640, unas pocas docenas de familias de judíos alemanes (entre ellas el padre de Glikl) se habían filtrado en la ciudad sin permiso oficial para comerciar en oro y joyas, prestar dinero y confeccionar pequeños objetos artesanales, conservando su posición insegura mediante pagos de impuestos informales al Gobierno. Mientras que la mayoría de los sefardíes vivían en el casco viejo de la ciudad, los askenazíes se agruparon en el oeste, en la parte nueva, no lejos de la Puerta de Miller.
 Les convenía esta situación, y no sólo porque simbolizaba la posibilidad de una salida rápida, sino porque también disminuía su marcha unos cuantos kilómetros hacia el oeste a la ciudad de Altona, donde los judíos disfrutaban de la posición oficial de “protegidos” bajo la mirada tolerante de los condes de Holstein-Schauenburg y (desde 1640) de los reyes de Dinamarca. Fue allí a donde se dirigieron los judíos alemanes cuando el Senado de Hamburgo, incitado por el clero luterano y las quejas de la Bürgerschaft (la asamblea de la ciudad), los expulsó en 1650.
 En los años posteriores, los judíos alemanes entraban subrepticiamente en Hamburgo para comerciar, afrontando los ataques de los soldados y marineros cuando pasaban por la Puerta de Miller y arriesgándose a ser detenidos si no habían pagado un estipendio en concepto de escolta. Tras la invasión sueca de Altona en 1657, el Senado permitió a los hochdeutsche Juden residir de nuevo en Hamburgo, aunque no debían escandalizar a los cristianos con la práctica de su religión dentro de sus murallas. Se suponía que para asistir a la sinagoga y enterrar a sus muertos debían ir a Altona, donde también se encontraba la organización de su comunidad, su Jüdische Gemeinde.
 En la última década del siglo, la población y la prosperidad de los judíos alemanes se habían multiplicado. Aunque aún podían suscitar sospecha y violencia entre los buenos trabajadores de Hamburgo e incitar la ira de los teólogos ante, por ejemplo, la flagrante “superstición” de sus lámparas de sabbat, que se mantenían encendidas veinticuatro horas para no violar el mandamiento de Dios, ahora tenían quien los apoyara desde dentro del Senado: gente que los veía como potenciales conversos al cristianismo o como valiosos contribuyentes a la economía. En 1697, cuando el Senado ofreció a los hochdeutsche Juden un contrato para regularizar su posición a cambio de una contribución más elevada que la que pidieron a los judíos portugueses, estuvieron de acuerdo en pagar. Por último, en 1710, se les permitió tener una Gemeinde propia en Hamburgo.
 Así pues, Glikl pasó su infancia en la década de 1650 durante los años en que los judíos se movían con dificultad entre Hamburgo y Altona. Recordaba que su padre había sido el primer judío alemán que obtuvo permiso para volver a residir en Hamburgo tras la invasión sueca, pero como parnas (anciano de la Gemeinde) tenía que volver a Altona por asuntos de la comunidad y para rezar, siempre que el riesgo de llevar a cabo servicios ilegales en Hamburgo era demasiado grande.
 La infancia de Glikl fue breve. Antes de cumplir los doce años fue prometida a Haim, sólo unos pocos años mayor e hijo del comerciante Joseph ben Baruch Daniel Samuel ha-Levi (o Segal), conocido también como Joseph Glodschmidt y Joseph Hamel, del pueblecito de Hameln. Se casó con el dos años después. Esta temprana edad de matrimonio contrastaba mucho con la de las mujeres cristianas de Hamburgo y otros lugares de Europa occidental, que rara vez se comprometían antes de los dieciocho años, pero era habitual entre los judíos acomodados de Europa central y oriental. Entre otros usos, garantizaba un matrimonio judío al gusto de los padres y fomentaba los mitzvoth –los preceptos y las acciones honradas- de la progenie. ¿Y por qué esperar cuando los padres dotaban a los jóvenes con conexiones de crédito y capital líquido en lugar de bienes raíces o un taller artesano? Además, los recién casados podían ser pastoreados durante el primer periodo del matrimonio mediante la costumbre judía del kest u hospedaje, prevista en el contrato de matrimonio.
 Después de pasar un año con la familia de Haim en Hameln y otro con la familia de Glikl en Hamburgo, la pareja se estableció por su cuenta con dos criados en una casa alquilada –todo lo que se le permitía a un judío tener- en la zona askenazí de la parte nueva de la ciudad, no lejos del Elba. En las tres décadas siguientes trajeron al mundo catorce hijos: uno murió recién nacido, otro casi a los tres años; pero los restantes, seis niños y seis niñas, vivieron lo suficiente como para casarse y, en todos los casos menos en uno, para tener sus propios hijos. Para la Europa del siglo XVII, donde de un tercio a la mitad de los nacidos moría antes de los diez años, es un récord notable llevar a los hijos a la otra orilla del mar, aun en el caso de una familia acomodada en la que la madre los criaba.
 Mientras tanto, Haim comerciaba en oro, plata, perlas, joyas y dinero, concertando compras desde Moscú y Danzing hasta Copenhague, Amsterdam y Londres. Acudía regularmente a las ferias de Leipzig y Francfort del Meno, pero solía emplear a otros judíos alemanes como agentes o socios para viajar a otros lugares. Glikl participaba en todas las decisiones de negocios (“una vez que lo había hablado todo conmigo, él ya no buscaba el consejo de nadie”), redactaba los contratos de asociación y ayudaba a llevar los libros y las fianzas locales. La pareja comenzó joven y “sin mucha salud”, decía Glikl, pero acabó consiguiendo un gran crédito en Hamburgo y otros lugares. Haim se estaba convirtiendo en uno de los askenazíes más prósperos de Hamburgo.
Resultado de imagen de mujeres de los margenes Luego, una noche de enero de 1689, Haim se cayó sobre una piedra afilada cuando se dirigía el barrio no judío de Hamburgo a una cita de negocios. Murió unos días después y Glikl se quedó viuda con ocho hijos en casa que criar, dotar y casar. Durante los años siguientes llevó a cabo la estrategia judía de casar algunos de sus hijos cerca de casa y a otros en ciudades distantes. Antes de la muerte de Haim, dos de sus hijos se habían casado en Hamburgo, una hija en Hannover y la hija mayor, Zipporah, en Amsterdam. La política matrimonial de Glikl colocó a Esther en Metz y a otros de sus hijos en Berlín, Copenhague, Bamberg y Baiersdorf, y sólo una hija, Freudehen, se quedó durante un tiempo en Hamburgo.
 ¿Cuáles eran las razones de esta política? En parte era el resultado del hecho de que no había suficientes askenazíes disponibles de una posición adecuada en una sola localidad, aun cuando se aprovechara que la ley judía permitía a los primos hermanos casarse (como hicieron Haim y Glikl con una de sus hijas). Aún más importante era el hecho de que una amplia dispersión familiar suponía una ventaja económica y una medida de seguridad. Nunca se sabía cuándo podía cambiar la rueda de la fortuna: en 1674 y 1697 volvieron a oírse demandas de expulsión de los judíos en Hamburgo, aunque fueron obstruidas por el Senado y otros segmentos económicos opuestos de la ciudadanía; en 1670 se había permitido a los judíos residir en Berlín, pero en 1669-1670 habían sido expulsados de Viena y sólo se les permitió regresar al final de la década.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra, 1999, en traducción de Carmen Martínez Gimeno, pp. 19-23. ISBN: 84-376-1739-1.]

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