viernes, 15 de enero de 2021

Huesos de sepia y otros poemas.- Eugenio Montale (1896-1981)


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¿Le has puesto mi nombre a un árbol? No es poco [de La tempestad y otras cosas]

  «¿Le has puesto mi nombre a un árbol? No es poco;
sin embargo, no me resigno a ser sombra, o tronco,
de un abandono en el suburbio. Yo, el tuyo,
se lo he puesto a un río, a un largo incendio, al crudo
juego de mi suerte, a la confianza
sobrehumana con la que hablaste al sapo
salido de la acequia, sin horror o piedad
o tripudio, al aliento de ese fuerte
y suave labio tuyo que logra,
nombrando, crear: sapo, flor, hierba, escollo...
encina dispuesta a desplegarse sobre nosotros
cuando la lluvia lava los carnosos
pétalos del trébol y el fuego crece.

 
Dicen que la mía [ de Satura]

 Dicen que la mía / es una poesía de no pertenencia.
Mas si era tuya, era de alguien: / de ti que no eres ya forma, sino esencia.
Dicen que la poesía en su culminación / magnifica al todo en fuga,
niegan que la tortuga / sea más veloz que el rayo.
Sólo tú sabías que el movimiento / no es distinto del reposo,
que el vacío es lo lleno y el cielo despejado / es la más difusa de las nubes.
Así entiendo mejor tu largo viaje / aprisionada en vendas y escayolas.
Sin embargo, no me tranquiliza / saber que, uno o lo dos, somos una sola cosa. 


He bajado de tu brazo, al menos, un millón de escaleras [de Satura

 He bajado de tu brazo, al menos, un millón de escaleras / y ahora que no estás hay el vacío en cada escalón.
Aun así ha sido breve nuestro largo viaje. / El mío dura todavía, y ya no necesito
los enlaces, las reservas, / la trampas, los oprobios de quien cree
que la realidad es la que se ve.
 
 He bajado millones de escaleras de tu brazo / y no porque con cuatro ojos quizá se vea más.
Contigo las he bajado porque sabía que de los dos / las únicas pupilas verdaderas, aunque tan ofuscadas,
eran las tuyas. 
 
Fin del 68 [de Satura]

 He contemplado desde la luna, o casi, / el modesto planeta que contiene
filosofía, teología, política, / pornografía, literatura, ciencias
manifiestas o arcanas. En él está también el hombre, / y yo entre éstos. Y todo es muy extraño.

 Dentro de pocas horas será de noche y el año / terminará entre explosiones de champán
y de petardos. Quizá de bombas o de algo peor, / mas no aquí donde estoy. Si uno muere
a nadie le importa con tal de que sea / desconocido y lejano.

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No me canso de decirle a mi entrenador [de Diario del 71 y del 72]

 No me canso de decirle a mi entrenador / tira la toalla,
pero él no oye nada porque ni en el ring ni fuera / se le ha visto nunca.
Quizás, a su manera, trata de salvarme / del deshonor. Que tanto se preocupe
por mí, el idiota, o sea yo su bufón, / me tiene en vilo entre la gratitud
y el furor. 

Los pájaros parlantes [de Cuaderno de cuatro años]

 La moral dispone de pocas palabras, / alguien ha contado cuatrocientas
y el récord permanece imbatido. / Ni siquiera los pájaros indios
que ahora están de moda / y se parecen a los mirlos,
rapaz pico de fuego y plumas negroazuladas, / consiguen decir más.
La diferencia está en las risas: / la del falso mirlo no es la nuestra,
tiene una diana, el hombre que se cree / más libre que él: que yo que paso
cada día y saludo ese ovillo / de plumas y sonidos destinado a vivir
menos que yo. Eso dicen, pero...

 
He sembrado el alféizar de comida de pájaros [de Cuaderno de cuatro años

 He sembrado el alféizar de comida de pájaros / para el concierto de mañana al alba.
He apagado la luz y he esperado el sueño. / Y por la pasarela ya comienza
el desfile de los muertos grandes y pequeños / que he conocido en mi vida. Arduo distinguir
entre quienes quisiera o no quisiera que hubiesen / vuelto entre nosotros. Allí donde están
parecen inalterables por un exceso / de sublimada corrupción. Hemos
hecho lo mejor posible para empeorar el mundo.

 
El homicidio no es mi fuerte [de Cuaderno de cuatro años]

 El homicidio no es mi fuerte. / Hombres, ninguno, quizás algún insecto,
algún mosquito aplastado con una zapatilla / contra la pared.
Durante muchos años se encargaron los mosquiteros / de defenderlos. Luego, por muchísimo tiempo,
yo mismo me volví insecto, pero indefenso. / Ahora he descubierto que vivir
no es cuestión de dignidad o de otra / categoría moral. No depende,
no dependió de nosotros. La dependencia / puede exaltarnos a veces, no nos alegra nunca.»

      [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Orbis, 1983, en traducción de Carlo Frabetti, pp. 154, 168, 171, 181, 192, 203 y 205-206. ISBN: 84-7530-202-5.]
 

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