miércoles, 5 de diciembre de 2018

Seamos laicos.Educación y laicidad.- Jean Jaurés (1859-1914)


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De la neutralidad (11 de octubre de 1908)

«La hipocresía de sus orígenes sería suficiente para condenar la campaña por la "neutralidad escolar". Esta neutralidad es reclamada en primer lugar por ese partido clerical que, por su parte, trata de imponer sus concepciones y sus dogmas a la vida, a la historia y a la propia naturaleza. Al no poder ya colmar la enseñanza con su pensamiento despótico, pretende al menos dejar la enseñanza vacía. A este partido clerical se le unen otros aliados igual de sospechosos: son esos burgueses del republicanismo conservador que, creyéndose los dueños definitivos de la República y de la escuela, se han aprovechado de la educación para lograr sus pobres propósitos. Han propagado un anticlericalismo con frecuencia secundario, frívolo y superficial y una forma de patriotismo estrecha, rastrera, odiosa, exclusiva, que no tenía nada en común con el patriotismo superior, el "patriotismo europeo", al que se refería el otro día el señor Pichon, sin saber por otra parte de lo que hablaba.
 Ahora que esos falsos librepensadores y esos nacionalistas inconfesos observan el nuevo espíritu que domina entre los maestros, un espíritu abiertamente humano y socialista, temen que, gracias a ellos, este nuevo pensamiento se pueda transmitir a los niños del pueblo: por eso, de pronto reclaman una neutralidad que por su parte han violado durante tanto tiempo y que no es más que una mordaza en las bocas que desdeñan las viejas consignas.
 Pero esta neutralidad tiene otros vicios más profundos, porque tendría un doble efecto desastroso: el de reducir al mínimo la educación del pueblo y el de reducir al mínimo el valor de los maestros.
 Llegará sin duda un día (el propio señor Lavisse lo acaba de anunciar en su discurso en las escuelas de Nouvion) en el que se alargará la educación primaria. Aumentará la duración de la escolaridad y se presentará a los estudiantes una visión de conjunto de la evolución de la humanidad. En este programa se incluirá necesariamente una idea general de la historia de las religiones, porque constituyen uno de los hechos esenciales -quizás sean el hecho esencial- de la historia humana. Ese día, el maestro se encontrará inevitablemente con el problema de tener que enfrentarse a la neutralidad, mediante el simple enunciado de los hechos que ya están demostrados por la ciencia.
 Tengan en cuenta que podrá explicar los hechos, resumir por ejemplo la historia de los libros sagrados del judaísmo, sin tener que herir en absoluto las mismas creencias religiosas. Podrá mostrar, de acuerdo con el resumen que ha publicado recientemente el señor Guignebert, que las diversas partes de la Biblia se refieren a fechas distintas de las que la Iglesia les asigna habitualmente. Pero, sean cuales fueren los resultados de la crítica histórica, es un hecho también y nada despreciable que los libros hebreos han ejercido una profunda influencia en los espíritus y en las conciencias. Es un hecho que el mesianismo hebraico, un llamamiento doloroso y vehemente a la justicia futura, ha llegado a ser, con el pensamiento de Cristo, un mesianismo universal, tanto humano como cósmico, que afirma que la humanidad y todo el universo se renovarán para conformarse con la justicia y el amor. Y este prodigioso impulso hacia el porvenir, transmitido a la ciencia moderna y a la democracia socialista, le ha comunicado una especie de estremecimiento religioso.
 Es un hecho que los espíritus más grandes y con frecuencia más libres, sin dejarse arredrar por las dificultades críticas y las contradicciones de los textos, han bebido de estas fuentes apasionadas. Es un hecho que todavía en la actualidad son muchos los cristianos -tanto de origen protestante como el señor Wilfried Monot, como de origen católico como el grupo del señor Loisy- que creen, aun aceptando los resultados de la crítica moderna, que las verdades de orden trascendente se han revelado en un momento histórico.
 Cuando el maestro presente, propósito de la historia de Judea y de sus libros religiosos, los resultados de la crítica de la exégesis, tendrá en cuenta en su mente todos estos hechos. Y sin atenuar en nada la verdad científica y objetiva, sabrá evitar, por respeto a la verdad total y humana, toda ironía ofensiva, toda forma de negación brutal y definitiva.
 Indicará a los niños que debe ser su conciencia, libre de cualquier coacción, que tiene que ser su mente, desarrollada mediante la reflexión, el estudio y la experiencia de la vida, la que decida sobre estos grandes problemas. De este modo, los temas más delicados, aquéllos que la teoría de la neutralidad pretende proscribir, podrán incorporarse algún día al círculo ampliado de la enseñanza primaria, sin que ninguna conciencia tenga derecho a protestar. Que nadie crea que estas verdades complejas, donde la preocupación por la realidad objetiva se concilia con el respeto a las más altas y misteriosas aspiraciones, resultan inalcanzables para la inteligencia infantil. Ésta tiene a veces intuiciones sorprendentes, presentimientos maravillosos. El otro día, dos niños de diez años, que no son particularmente dados a meditar, sino más bien renuentes y, al contrario, muy dados a jugar, me plantearon una tras otra dos preguntas que revelan hasta qué grado de profundidad puede llegar el pensamiento infantil de forma espontánea. Uno de ellos me preguntó de pronto: "¿Es cierto que la vida no es un sueño? Quizá estemos soñando en este momento". Y el otro, que había oído decir que Júpiter era un dios que adoraban los antiguos, me dijo sin más preámbulo: "¿Pero ha existido?". El contenido de estas dos preguntas tiene una enorme trascendencia.
 Quizás sea posible lograr, incluso tratándose de niños, que la educación alcance la altura necesaria para que las verdades científicas que se oponen más directamente a algunas de las nociones inculcadas en sus mentes por la familia o por la Iglesia liberen y fortalezcan su pensamiento sin lastimarlo. He tomado el ejemplo más difícil, el más temible. No es, pues, mutilando ni bajando el nivel de la educación mediante un sistema de neutralidad tiránica e inquisitorial como se evitará violentar las mentes, sino al contrario, ampliándola y elevándola.
 Quisiera plantear en mi próximo artículo de qué manera esa "neutralidad" disminuiría el nivel de pensamiento y de conocimiento en los maestros.»
 
    [El texto pertenece a la edición en español de Trama Editorial, 2011. Traducción: MO. ISBN: 978-84-92755-52-3.]

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