Cuarta parte: La selección
23.-Redacción de tarde
«La sintonía del programa de actualidad Redacción de tarde consistía en un acorde sencillo que evocaba en los telespectadores imágenes de bossa nova, de caderas bamboleantes y bebidas de colores chillones, y no historias duras sobre política y sobre la triste problemática social. O, en el caso de aquella noche, sobre la criminalidad. Con una sintonía breve, se daba a entender que Redacción de tarde era un programa que no hablaba de naderías superfluas, sino que iba al grano, que daba prioridad al contenido.
Probablemente por esa razón, el programa de hoy en el Estudio 3 empezaba con una cámara encaramada a una grúa. Mostraba a los participantes desde arriba y luego descendía en un movimiento de barrido que terminaba en lo que se llama un plano de la cabeza del presentador Odd G. Dybwad.
Y como de costumbre, en ese preciso momento, él levantaba la vista de los documentos que tenía delante y se quitaba las gafas de cerca. Tal vez fuese idea del productor: es posible que él o ella pensara que así daba la impresión de que la noticia que iban a tratar era tan de ultimísima hora que a G. Dybwad casi no le había dado tiempo a leerla.
Odd G. Dywab tenía el pelo recio y corto con aladares grises y una de esas caras que siempre aparentan cuarenta años. Aparentaba cuarenta años cuando cumplió los treinta y los seguía aparentando ahora que había cumplido cincuenta. Era licenciado en sociología, un hombre analítico, de gran inteligencia verbal y de talante verdaderamente tabloide. Seguro que no fueron esas cualidades las que animaron a la dirección del canal a concederle su propio programa de debate, sino el trabajo que Odd G. Dybwad había desarrollado como presentador de las noticias, puesto en el que llevaba media vida. El trabajo consistía principalmente en leer textos ya escritos con la entonación y la expresión facial correctas vistiendo el traje correcto y la corbata correcta, pero en el caso de G. Dybwad, la entonación, la expresión facial y la corbata fueron tan correctas que le otorgaron más credibilidad que a ninguna otra persona viva de todo Noruega. Y para llevar un programa como Redacción de tarde se necesitaba credibilidad. Por extraño que pudiera parecer, el hecho de que Odd G. Dybwad hubiese declarado en varias ocasiones que adoraba las historias de sus telespectadores y que en las reuniones de la redacción fuese él y no el director quien sugería la elección de los casos más comerciales no había conseguido más que reforzar su impunidad. Odd G. Dybwad prefería los puntos de vista que apelaban al calor y a los sentimientos, no quería dudas, ambivalencias y razonamientos, eso era más propio de las crónicas periodísticas. El estribillo que utilizaba cuando los medios le preguntaban sobre este asunto era: "¿Por qué dejar los debates sobre la familia real, los padres adoptivos homosexuales y el uso fraudulento de pensiones a personas poco serias cuando lo podemos hacer nosotros en Redacción de tarde?"
Redacción de tarde era un éxito rotundo y Odd G. Dybwad, una celebridad. Lo bastante como para poder casarse con una de las estrellas jóvenes del canal después de un divorcio muy desgarrador y muy público.
-Esta noche tenemos dos casos -anunció con voz trémula de entusiasmo contenido mientras miraba insistentemente desde la pantalla del televisor-. En el primero, haremos un resumen de uno de los homicidios más dramáticos de la historia de Noruega. Tras un mes de intensa investigación, la policía opina que finalmente se han podido atar todos los cabos del llamado caso Greve. Se trata de un total de ocho homicidios. Un hombre estrangulado en su granja, en las afueras de Elverum. Un coche de policía en el que viajaban cuatro agentes, embestido por un tráiler que habían robado previamente. Una mujer asesinada de un disparo en su casa de Oslo. Todo eso, antes de que los dos implicados principales se liquidaran a tiros en una casa de Tonsenhagen, aquí en Oslo. Como ya sabemos, se grabó el drama final, ya que la casa estaba equipada con un sistema de alarma con cámara de vigilancia. Hubo una fuga de información y las copias de esas grabaciones se filtraron. Llevan semanas circulando por Internet.
G. Dybwad aumentó la dosis de patetismo.
-Y por si fuera poco, en el centro de este singular caso, tenemos un cuadro mundialmente conocido. La caza del jabalí de Caledonia, de Peter Paul Rubens, estaba desaparecido y se daba por perdido desde la Segunda Guerra Mundial. Hasta que hace cuatro semanas fue hallado en una... -en este punto, G. Dybwad se emocionó tantísimo que tartamudeó ligeramente- ¡... una... una letrina noruega!
Tras semejante entrada, Odd G. Dybwad se vio obligado a hacer una pequeña escala antes de seguir levitando.
-Tenemos un invitado que nos ayudará a resumir el caso Greve. Brede Sperre...
G. Dybwad hizo una minúscula pausa con la que el productor, que aguardaba en la sala de control, recibía la consigna de cambiar a la cámara 2. El productor eligió un plano medio corto del siguiente invitado. Un hombre rubio y guapo. Con traje caro para ser un funcionario público, camisa abierta, botones de nácar, probablemente diseñada por el estilista de ELLE al que se follaba en secreto o casi en secreto. Ninguna de la espectadoras femeninas cambiaría de canal, de momento.»
[El texto pertenece a la edición en español de RBA, 2014, en traducción de Carmen Montes Cano y Ada Berntsen. ISBN: 978-84-9056-145-4.]
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