V.-Almorávides y conquista cristiana
Alfonso I ante Zaragoza
«Tras liquidar los asuntos castellanos y reorganizar su reino, Alfonso emprende la conquista de Zaragoza. Desde 1117 inició preparativos, convocando ayudas ultrapirenaicas. El 8 de julio de aquel año se acercó a la plaza, con el vizconde Gastón de Bearn y su hermano Céntulo, para evaluar seguramente sus defensas. Al año siguiente, el concilio de Toulouse aprobó la Cruzada de España y los francos acudieron, jinetes y arqueros en su mayoría, según el Bayan. Entretanto el emir almorávid nombró a su hermano Tamim, que gobernaba Levante, también sobre Zaragoza en la primavera de aquel 1118, que ya veía desencadenarse la tormenta sobre aquella plaza. Pero nada debió hacer Tamim por los sitiados y las fuentes árabes no vuelven a referir de él, en relación con esto, sino una tardía actuación que le adjudica el Rawd al-qirtas, para disimular responsabilidades.
Se formalizó el asedio al acabar mayo, el 22 ó el 24, sin que aún acudiera Alfonso I, que seguía en Castilla. Los franceses habían sido los primeros en presentarse; según Zurita, a mediados de mayo estaban ya en la laguna de Ayerbe y bajaron hasta el Ebro, ocupando desde Almudévar a Zuera. Los zaragozanos al verse ante fuerzas incompletas hicieron una salida, cruzaron el río y trabaron combate, pero al hallar fuerte reacción, inexpertos y mal dirigidos, se desparramaron hacia el Arrabal de Curtidores, para alcanzar por el puente de tablas la ciudad. Los cristianos, que les iban a la zaga, incendiaron el puente, aunque los fugitivos lograron salvarse por el vado allí existente. Los franceses habían traído máquinas de asedio; veinte almajaneques, según los textos árabes, se apostaron contra la ciudad, cuyas murallas fueron seguramente reforzadas por los almorávides, con su tapial característico.
Enseguida llegó el rey aragonés, hacia el 7 de junio, y el 11 fue tomado el palacio de la Aljafería, extramuros. Al conocerse en al-Andalus el giro de los hechos, el gobernador de Granada, 'Abd Allah ibn Mazdali, que entonces defendía Jaén contra los ataques toledanos, se encaminó hacia la Marca Superior, instalándose en Tarazona y logrando distraer algunas fuerzas del asedio, que fueron a atacarle; y las venció además, en lo que el Bayan califica de "prodigio, como el que hace mucho tiempo no veíamos otro". Ibn Mazdali se estableció entonces en Tudela y allí siguió casi todo el verano. Entonces los francos quisieron abandonar el asedio de Zaragoza, según noticia del Bayan que se completa con referencias cristianas a cómo empezaron a escasear los alimentos y los sitiadores pensaban levantarlo, cuando el obispo de Huesca les socorrió con los tesoros de su iglesia. El general almorávid dejó Tudela bien defendida y con un destacamento marchó a Zaragoza, donde pudo entrar el 19 de septiembre de aquel año 1118. La crónica árabe transmite el alivio que sintieron entonces los zaragozanos, pero el contento fue efímero: dos meses después, el 16 de noviembre, moría 'Abd Allah ibn Mazdali. Se intentó ocultar su muerte, pero se divulgó dentro y fuera de las murallas: Alfonso hostigó más y los sitiados, castigados por el hambre, iniciaron enseguida los trámites finales, acogiéndose seguramente a la costumbre de solicitar al sitiador un último plazo en que podrían aún ser socorridos, haciendo depender de aquello su suerte. Es posible que a estos fines responda una carta del cadí del Zaragoza, Tabit ibn 'Abd Allah, dirigida en nombre de los sitiados al emir almorávid Tamim ibn Yusuf ibn Tasufin, gobernador entonces de Levante y que va fechada el 3 de diciembre, quince días sólo antes de la rendición de la plaza. Se conserva en el Legajo árabe núm. 448 de El Escorial.
Esa carta tiene el mérito de mostrar cuál era el ánimo desesperado de los zaragozanos a aquellas alturas, tras seis meses de asedio, pidiendo que se les socorra, con firmes apremios y razones; que no se abandone una ciudad musulmana ni sus venerables mezquitas a la presa del cristianismo, pues además: "Oh, almorávides, hermanos nuestros en la Fe de Dios, ¿creéis que si le ocurre a Zaragoza aquello cuyo aviso y temor amenaza, vais vosotros a poder respirar o a hallar en el resto de al-Andalus algún modo o manera de salvaros?, ¡pues no!, ¡y por Dios que los infieles os echarán de ella por completo, os sacarán casa por casa! Zaragoza, guárdela Dios, es el muro de contención, y abierto, se abrirán todos detrás". Pide, al menos, si fuera más conveniente, "aunque menos digno de tu sólida fe y acendrada creencia", que acuda Tamim a las cercanías de la ciudad, de modo que todos puedan evacuarla, dando a entender que así, bajo la protección de las tropas almorávides, tendrían seguridad de llegar salvos a territorio musulmán, añadiendo: "De cualquier modo no te retrases ni un solo momento, que la situación es angustiosa... si no, seréis responsables ante Dios de nuestras vidas y haciendas, de nuestros hijos".
Es posible que ésta u otras cartas anteriores hubieran hecho ya algún efecto, y algún socorro almorávid llegara ante Zaragoza, pues una crónica francesa, citada por Lacarra, indica un combate entre aquéllos y Alfonso I ante los muros mismos de la ciudad cercada, el 6 de diciembre. Esta fuente, Crónica de Saint Maixent, señala que al frente de tales socorros venía el mismo "Tamit, frater Alis", es decir Tamim. Coordinando estas noticias con las de Rawd al-qirtas y las recogidas por al-Maqqari, y además Zurita, puede establecerse que a primeros de diciembre Tamim ibn Yusuf ibn Tasufin llegó cerca de la ciudad, quizás hasta el castillo de María de Huerva, donde acudieron a conferenciar con él, desde Zaragoza, Ali al-Jawlani y Abu Zayd ibn Montiel. Pero el gobernador almorávid fue alejado por las tropas cristianas. La explicación de las fuentes árabes es que, a pesar de adjudicarle entonces unas fuerzas de 10.000 ó 12.000 jinetes, Tamim se retiró porque ya la ciudad había sido ocupada por Alfonso I; pudo ser la versión oficial que se diera sobre la pérdida de la plaza.
Rendición de Zaragoza
La ciudad debió pactar su rendición el 11 de diciembre, "agotadas las provisiones, cuando la mayoría de la población perecía de hambre", según las fuentes árabes, coincidentes en ello también con las cristianas. El rey aragonés, el día 18 desde la Aljafería, o al siguiente desde la Zuda, tomaría posesión de la ciudad, que según las capitulaciones quedaría habitada un año aún por los musulmanes, que pasarían luego a residir en los arrabales. Conservaron sus propias autoridades, pues aparece ejerciendo como cadí, después de la rendición un Ibn Hafsil, que era también notable hombre de letras; las mezquitas fueron respetadas por un tiempo, antes de consagrarse como iglesias, y sobre la Mayor se alzará luego la Catedral de la Seo. Como señor de la ciudad quedó Gastón de Bearn.»
[El texto pertenece a la edición en español de Mira Editores, 1988, pp. 228-231. ISBN: 84-86778-06-9.]
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