jueves, 9 de abril de 2020

Dios es rojo.- Liao Yiwu [o Lao Wei] (1958)

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Parte II: Los pueblos Yi y Miao

10.-El anciano de la iglesia (II)

«Zhang Yingrong: Nací en 1922, aunque no sé la fecha exacta, porque perdí a mi madre a los cinco años y mi padre no se acordaba. Mi padre tenía el cargo de "anciano" de la comunidad y dedicó su vida al Señor. Me hice cristiano muy joven, aunque realmente no comprendía bien lo que eso significaba; leía la Biblia porque mis padres querían que lo hiciera. Pero cuando tenía dieciséis años, vinieron dos cristianos extranjeros a predicar en la región. Participé en un servicio y luego, con unos amigos, asistí a un curso de estudio de la Biblia de tres semanas. Me impactó profundamente. Confesé al Señor mis pecados pasados y me comprometí con la fe cristiana. Mi iglesia de Salaowu me recomendó para una escuela de Biblia a la que asistían estudiantes de todos los grupos étnicos de la región -han, yi, li, gan y dai-. Estudié allí durante tres años.
 Liao Yiwu: Hemos visitado el Seminario Suroccidental de Teología, fundado por una pareja de misioneros que murieron allí hace más de medio siglo. ¿Los conoció?
 Zhang: Sí. El hombre llegó procedente de Australia. Tendría entonces unos cincuenta años. Su nombre chino era Zhang Erchang. Su esposa era canadiense. No puedo recordar su nombre. El reverendo Zheng Kaiyuan, de Gran Bretaña, fue otro de los fundadores. Dirigía una escuela religiosa en la provincia de Sichuan. Después de que Japón invadiera el norte de China, se trasladó a Yunnan y ayudó a fundar el seminario. Varios meses después, trasladaron el seminario a Salaowu. Después de graduarme en la escuela bíblica, yo estaba en el primer grupo de estudiantes que iban a entrar en el seminario. Durante las vacaciones de verano, seguía por todas partes a mis profesores para aprender a predicar. Nuestro condado, que tenía una gran diversidad étnica, estaba muy alejado y atrasado. Por aquella época, sólo teníamos caminos de montaña y para viajar usábamos caballos y burros, aparte de las piernas. Llegar a Kunming llevaba veinte días; ahora puede hacerse ese trayecto en autobús en diez horas.
 Yo quería quedarme en Yunnan, pero unos días antes de la graduación el seminario recibió una carta de un predicador del condado de Zhaojue, en la provincia de Sichuan. Era un médico de Londres y tenía intención de establecer allí una escuela de Medicina, pero sólo hablaba chino mandarín y el condado estaba en el corazón de la región yi. La lengua y la cultura yi eran un gran obstáculo para el médico británico. El seminario nos envió a mí y a otro estudiante yi. Trabajamos como intérpretes y le enseñamos al médico a hablar la lengua. Volví a casa en las Navidades de 1950.
 Liao: China estaba entonces bajo el comunismo. 
 Zhang: Justo antes de las Navidades de 1949, la provincia de Yunnan fue tomada por los comunistas. Sin embargo, Zhaojue estaba todavía en poder de los nacionalistas. Como cristiano, no prestaba mucha atención a la política; no me importaba quién gobernara China, el pueblo necesitaba la guía del Evangelio. A finales de 1950, el Partido Comunista estaba demasiado ocupado con el cambio de régimen como para preocuparse por la religión. Acababan de iniciar el Movimiento de Reforma Agraria y tenían que encargarse de la insurrección armada por parte de grupos clandestinos y propietarios locales. Yo tenía treinta años y estaba casado. Desgraciadamente, mi familia fue clasificada como propietaria.
 Liao: ¿Era rica su familia?
 Zhang: En mi familia éramos siete hermanos, cinco chicos y dos chicas. Yo era el segundo hijo. Mi hermano mayor fue alcalde del pueblo bajo el Gobierno nacionalista, pero no poseía muchas tierras. Como seminarista, yo no tenía nada a mi nombre.
 Liao: ¿Por qué se les atribuyó la categoría de "propietarios"?
 Zhang: Por varias razones. En aquellos días, no había muchos cristianos en el condado. Los que éramos cristianos habíamos heredado, en general, la fe de nuestros padres. Nuestra familia era conocida. Además, en segundo lugar, el seminario me envió al condado de Zhaojue, que estaba bajo el Gobierno del ejército nacionalista. Los comunistas sospechaban que yo había sido enviado en una misión secreta por los imperialistas extranjeros. Y, tercero, el pasado de mi hermano mayor salpicaba a toda la familia.
 Liao: ¿Qué sucedió después?
 Zhang: Cuando comenzó el Movimiento de la Reforma Agraria, yo vivía todavía en el seminario. Después de que ficharan a mi familia, me llevaron de nuevo al pueblo y me encerraron con otros muchos "propietarios". Al principio, la tarea del Partido Comunista local era confiscar y distribuir tierras y otros bienes. No usaban mucho la violencia. Muchas familias ricas enterraron ropa y alimentos pensando que podrían recuperarlos después de que terminara la campaña. Pero la campaña se fue haciendo cada vez más violenta. Encontraron los alimentos y la ropa que habían enterrado y castigaron severamente a aquellos propietarios. Cuando me pidieron que les entregara dinero, pude contestar honradamente que no tenía nada. Cuando trataron de confiscar mis bienes, tampoco pude ofrecerles nada. Buscaron por todas partes. Estaban indignados. Fueron al seminario y trajeron mis pertenencias: un edredón. Ni siquiera tenía sábanas. Los funcionarios estaban realmente enfurecidos e insultaban sin parar. ¿Cómo podía ser tan pobre un propietario? No me creían. Me hicieron estar de rodillas en el suelo durante tres días y tres noches. Los milicianos locales me vigilaban con unas grandes varas y, cada vez que me dormía, me golpeaban.
 Liao: ¿Estaba en una celda?
 Zhang: No, estaba fuera. Rompieron unas tejas y unos ladrillos y me obligaron a arrodillarme encima. Llovía todo el tiempo. Yo estaba empapado y temblando, arrodillado en un charco que me llegaba hasta los muslos. Cerré los ojos y recé. Yo no era el único que estaba de rodillas en el patio. Había una docena o más como yo. Nos obligaron a confesar nuestros "delitos". Se suponía que yo les tenía que decir lo que había hecho en la provincia de Sichuan, el motivo oculto de mi viaje. ¿Trataba de contactar allí con el ejército nacionalista? Antes de que el Gobierno retirara su condena contra mí a finales de los años setenta, había escrito varios cientos de confesiones.
 [Zhang deja de hablar, bien porque está demasiado cansado, bien porque no está dispuesto a continuar con su historia; continúa su esposa].
DIOS ES ROJO | YIWU LIAO | Comprar libro 9788416677085 Li Guizhi: Después de que se llevaran a mi marido, me fui a vivir con mis padres en Salauwu. Como mi familia nunca había tenido tierras y mis padres no habían estado relacionados con el Gobierno nacionalista ni con la Iglesia, no se vieron afectados; éramos considerados parte de las masas revolucionarias. Lo único que era capaz de hacer era llorar sin descanso. Un día, alguien me dijo que mi esposo se estaba muriendo. Me sentí desesperada y corrí hasta Zehei, que estaba a unos cuarenta y cinco kilómetros de distancia. Lo vi de rodillas bajo la lluvia, como un fantasma. Me agaché delante de él, pero no me reconoció. Temí que su alma lo hubiera abandonado. Después de llamarlo por su nombre un par de veces, empezó a responder. Había llevado unas patatas cocidas y le di de comer. Un tipo de la milicia vino y comenzó a gritarnos. Lo ignoré y continué alimentando a mi marido. El tipo nos golpeó con su vara y la patata cayó al suelo. Había estado arrodillado allí durante tres días y tres noches sin comer. Me di cuenta de que no podía hacer nada en aquel lugar infernal. Me echaron. Cuando llegué a mi casa, ya estaba vigilada por miembros de la Asociación de Campesinos Pobres. No se me permitió salir de allí. […]
Zhang: Había unas tres o cuatro mil personas allí. No me podía mover. Había otras diez personas en el escenario de la denuncia, todos atados con cuerdas. Mi hermano mayor estaba allí, a mi lado, con los brazos atrás sujetados por dos milicianos, su cuerpo inclinado en un ángulo de noventa grados. Yo estaba tumbado en la plancha de madera mirando hacia arriba. La lluvia había cesado. En medio del gran griterío, podía oír el río cercano. Las nubes se habían dispersado y el cielo era de color azul claro. Pensé: "La gente vivió armoniosamente bajo este mismo cielo en este mismo pueblo durante muchos años. ¿Por qué actúan ahora así? ¿Por qué se odian y se torturan los unos a los otros de este modo? ¿Era eso lo que pretendía la Revolución comunista?" Todos los "enemigos de clase" habían sido golpeados; tenían los rostros hinchados y mostraban cicatrices. Ni siquiera los golpes podían apagar su sed. Empezaron a matar. Después de esa reunión, todos los funcionarios del antiguo régimen fueron ejecutados, incluido mi hermano; sus hijos fueron condenados a diez o veinte años de cárcel; durante ese tiempo, algunos enloquecieron o murieron.
 Yo no estaba implicado en absoluto en política. Nunca había explotado a nadie. Así que me dejaron vivir. La tortura me dejó incapacitado para el resto de mi vida. Se me ordenó trabajar bajo la supervisión de las masas revolucionarias. Por supuesto, no se me permitía predicar. En 1958, durante la campaña del Gran Salto Hacia Delante, me enviaron a un campo de trabajo. Más o menos por aquella época, nuestra comuna estaba construyendo una presa. Mi trabajo consistía en sacar barro. Después de eso, me asignaron a un grupo de educación diferente y trabajé en un horno de carbón durante diez meses. Nuestro grupo tenía unos doscientos cincuenta miembros; en un mes, un tercio había enfermado porque no había suficiente comida. Comíamos papilla de arroz todos los días y no teníamos fuerza para hacer trabajos pesados. Además, yo no era una persona fuerte. eso fue en el verano de 1959, un año de hambruna generalizada en el país. Habíamos comido de todo -corteza de árboles, hierbas y hojas, cosas que ni siquiera los animales prueban-. Muchos murieron por comer plantas tóxicas. Un día, tres hombres de mi grupo murieron al lado de una carretera. Los transeúntes les quitaron la ropa. Tenían los dientes a la vista y la lengua fuera, como si todavía estuvieran hambrientos. Tuvimos que enterrar sus cuerpos muy profundamente para que no fueran desenterrados de nuevo. La gente se desesperaba por conseguir cualquier cosa.
[Zhang deja de hablar para descansar].
 Li Guizhi: Cuando lo llevaron al campo de trabajo, nuestra hija mayor tenía sólo tres meses. El hambre la hacía gritar y llorar durante todo el día. Ocho meses después murió y yo estaba todavía apesadumbrada por su pérdida cuando […]»

   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Sexto Piso, 2016, en traducción de María Tabuyo y Agustín López Tobajas. ISBN: 978-84-16677-08-5.]

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