1.-Presentación de las Siete Maravillas del mundo
Las listas más antiguas de las maravillas del mundo
«La primera lista de las Siete Maravillas que se conserva íntegramente se encuentra en una antología (colección de poesías). Se trata de un manuscrito de la Bibliotheca Palatina de Heidelberg y por esa razón se lo denomina Anthologia Palatina. Uno de los poemas, atribuido a un tal Antípatro -se suele considerar a Antípatro de Sidón, de finales del siglo II a.C., como su autor- dice lo siguiente:
Y de la rocosa Babilonia la muralla accesible a los carros
y el Zeus junto al Alfeo contemplé,
también los Jardines Colgantes y el Coloso de Helios,
y la gran labor de las escarpadas pirámides
también el enorme sepulcro de Mausolo. Pero cuando vislumbré
de Artemis el templo alzándose hasta las nubes,
aquellos empalidecieron y dije: "¡Mira, salvo el Olimpo,
Helios jamás vio nada igual!"
Antípatro nombra, por tanto, las mismas Siete Maravillas que aparecen tratadas detalladamente en nuestro libro: las Murallas de Babilonia, la Estatua de Zeus en Olimpia (situada junto al río Alfeo), los Jardines Colgantes de Babilonia, el Coloso de Helios en Rodas, las Pirámides de Egipto, el Mausoleo de Halicarnaso y, finalmente, celebrada como la obra más significativa, el Templo de Artemis en Éfeso.
Todas ellas se hallaban en los reinos helenísticos incluidos dentro del área grecoparlante del Mediterráneo oriental (véase el mapa de la pág. 8). Como esta lista incluye el Coloso de Rodas, finalizado en el 292 a.C. (y destruido 66 años más tarde por un terremoto), pero no menciona el Faro de Alejandría, que suele ser incluido tardíamente entre las Siete Maravillas y que es apenas una docena de años posterior, el origen de esta idea de la siete obras maestras debe ser fechado, por consiguiente, a principios del siglo III a.C.
El término "maravillas del mundo" fue acuñado, en la medida en que tenemos constancia del mismo, por el erudito romano Marco Terencio Varrón (116-27 a.C.), que en una obra casi completamente perdida habla de los septem opera in orbe terrae miranda, es decir, de las "siete obras que deben ser admiradas en el mundo". El que precisamente se trate de siete monumentos podría deberse a la gran importancia que esta cifra tenía en el pensamiento antiguo: de la Antigüedad clásica conocemos, por ejemplo, los siete sabios o los siete contra Tebas; de la Biblia, los siete días de la creación o los siete años de vacas gordas y los siete de vacas flacas. […]
La Guía de Viaje por las Siete Maravillas del Mundo de Filón
Cada una de las Siete Maravillas del Mundo [literalmente: espectáculos] es bien conocida de todos por su fama, pero pocos las han visto en persona, pues hay que viajar a Persia, navegar por el Éufrates, ir a Egipto, residir entre los eleos en Grecia, marchar a Halicarnaso en Caria, ponerse rumbo a Rodas y visitar Éfeso en Jonia. Aquél que deambulare por el mundo y quedare desfallecido por las fatigas del viaje, sólo vería satisfecho su deseo cuando hubiera pasado ya lo mejor de su vida a través de los años.
Por eso la formación es algo asombroso y un gran regalo, ya que libera al hombre de viajar y le enseña en su propia casa cosas preciosas al dar ojos a su alma. Y lo curioso es que el que llega a los sitios, los ve sólo una vez, y al marcharse se olvida de ellos, pues el detalle de las obras está oculto y los recuerdos de cada cosa particular se desvanecen, mientras que el que gracias a mis palabras investiga lo que es digno de admiración y los productos de la actividad, observa como en un espejo toda la obra de arte y guarda de manera indeleble las características de cada una de estas imágenes, pues ha ido contemplando con el alma sus curiosidades.
Lo que estoy diciendo se revelará convincente cuando mis palabras se encaminen con claridad a cada una de las Siete Maravillas del mundo y persuada al oyente para que afirme que ha tenido la impresión de haberlas contemplado. Y, en efecto, por lo común sólo se recibe con muestras de aprobación a las cosas que se ven iguales pero se admiran de un modo distinto. Lo bello, al igual que el sol, no deja de contemplar las demás cosas cuando él mismo reluce.
Según este prólogo, el autor pretende ahorrar a sus lectores el fatigoso viaje a las maravillas del mundo, ofreciéndoles una bella descripción de los Jardines Colgantes de Babilonia, de las Pirámides de Egipto, de la Estatua de Zeus en Olimpia, del Coloso de Rodas, de las Murallas de Babilonia y del Templo de Artemis en Éfeso en esta misma sucesión. La del Mausoleo de Halicarnaso, también anunciada, no se ha conservado.
¿Quién era este autor? Filón de Bizancio, bajo cuya autoría se hace pasar la Guía de viaje por la Siete Maravillas del mundo, fue un ingeniero griego en activo en torno al 200 a.C. De sus escritos sólo se han conservado en griego algunas partes. Sin embargo, a partir de estos fragmentos se puede apreciar con claridad que los escritos de Filón eran trabajos objetivos, por no decir libros técnicos redactados de manera muy seca, cuyos datos son en ocasiones tan precisos que permiten reconstruir en la actualidad las máquinas de guerra que describe.»
[El texto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, 2010, en traducción de Francisco Javier Martínez García. ISBN: 978-84-206-4978-8.]
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