Cuaderno azul
«Por tanto, el
hablar del pensamiento como de una "actividad mental" produce
confusión. Podemos decir que pensar es esencialmente la actividad de operar con
signos. Esta actividad es realizada por la mano, cuando pensamos escribiendo;
por la boca y la laringe, cuando pensamos hablando; y si pensamos imaginando
signos o imágenes, no puedo indicarles un agente que piense. Si se dice
entonces que en estos casos es la mente la que piensa, yo llamaría solamente la
atención sobre el hecho de que se está utilizando una metáfora, de que aquí la
mente es un agente en un sentido diferente de aquel en que puede decirse que la
mano es el agente al escribir.
Si seguimos
hablando sobre el lugar donde se realiza el pensamiento, tenemos derecho a
decir que este lugar es el papel sobre el que escribimos o la boca que habla. Y
si hablamos de la cabeza o del cerebro como del lugar del pensamiento, lo
hacemos usando la expresión “lugar del pensamiento" en un sentido
diferente. Examinemos cuáles son las razones para llamar a la cabeza el lugar
del pensamiento. No es nuestra intención criticar esta forma de expresión o
mostrar que no es apropiada. Lo que debemos hacer es: comprender su
funcionamiento, su gramática; por ejemplo, ver qué relación tiene esta
gramática con la de la expresión "pensamos con la boca" o
"pensamos con un lápiz sobre un trozo de papel".
Quizá la razón
principal por la que tenemos una inclinación tan grande a hablar de la cabeza
como del lugar de nuestros pensamientos es ésta: la existencia de las palabras
"pensar" y "pensamiento" junto a las palabras que denotan
actividades (corporales), tales como escribir, hablar, etc., nos hace buscar
una actividad, diferente de éstas, pero análoga a ellas, que corresponda a la
palabra "pensar". Cuando las palabras tienen prima facie, en nuestro
lenguaje ordinario gramáticas análogas, nos inclinamos a intentar
interpretarlas análogamente; es decir, tratamos de hacer valer la analogía en
todos los campos. Decimos: "El pensamiento no es lo mismo que la frase,
pues una frase inglesa y una frase francesa, que son completamente diferentes,
pueden expresar el mismo pensamiento." Y ahora, puesto que las frases
están en alguna parte, buscamos un lugar para el pensamiento. (Es como
si buscásemos el lugar del rey del que tratan las reglas del ajedrez, como
opuesto a los lugares de los diferentes trozos de madera, los reyes de los
diferentes juegos de piezas.) Decimos: "sin duda, el pensamiento es algo;
o no es nada",
y todo lo que se puede contestar a esto es que la palabra "pensamiento"
tiene su uso, que es de un tipo totalmente diferente del uso de la
palabra "frase".
Ahora bien,
¿significa esto que carece de sentido hablar de un lugar donde se realice el
pensamiento? De ningún modo. Esta expresión tiene sentido, si se lo damos.
Ahora bien, si decimos "el pensamiento se realiza en nuestras
cabezas", ¿cuál es el sentido de esta expresión entendida sin
ofuscaciones? Yo supongo que es que ciertos procesos fisiológicos corresponden
a nuestros pensamientos de tal modo que si nosotros conocemos la correspondencia
podemos, observando estos procesos, encontrar los pensamientos. Pero ¿en qué
sentido puede decirse que los procesos fisiológicos corresponden a los
pensamientos, en qué sentido puede decirse que nosotros conseguimos los
pensamientos por la observación del cerebro?
Parto de suponer
que imaginamos que la correspondencia ha sido verificada experimentalmente.
Imaginemos a grandes rasgos un experimento de este tipo. Consiste en observar
el cerebro mientras el sujeto piensa. Y ahora puede pensarse que la razón por
la que mi explicación está a punto de extraviarse es la de que, naturalmente,
el experimentador obtiene los pensamientos del sujeto sólo indirectamente cuando
se le cuentan, al expresarlos el sujeto de una u otra forma. Pero voy a
eliminar esta dificultad suponiendo que el sujeto es al mismo tiempo el
experimentador, que está observando su propio cerebro, digamos por medio de un
espejo. (Lo fuerte de esta descripción no reduce en modo alguno la fuerza del
argumento.)
Entonces les
pregunto: el sujeto-experimentador ¿está observando una cosa o dos? (No se diga
que está observando una cosa tanto desde dentro como desde fuera, pues esto no
elimina la dificultad. Posteriormente hablaremos de dentro y fuera.) El
sujeto-experimentador está observando una correlación de dos fenómenos. A uno
de ellos le llama, quizá, el pensamiento. Puede consistir en una
sucesión de imágenes, sensaciones orgánicas o, en el otro extremo, en una
sucesión de las diversas experiencias visuales, táctiles y musculares que tiene
al escribir o al pronunciar una frase. La otra experiencia es la de ver
funcionar su cerebro. A ambos fenómenos se les podría llamar correctamente "expresiones
del pensamiento" y la pregunta "¿dónde está el pensamiento en sí?" sería mejor rechazarla como carente de
significado, para prevenirnos de la confusión. Sin embargo, si utilizamos la
expresión "el pensamiento se realiza en la cabeza" hemos dado su
significado a esta expresión al describir la experiencia que justificaría la hipótesis
de que el pensamiento se realiza en nuestras cabezas, al describir la experiencia
que vamos a llamar "observar el pensamiento en nuestro cerebro".
Olvidamos
fácilmente que la palabra "lugar" se usa en muchos sentidos
diferentes y que hay muchos tipos diferentes de enunciados sobre una cosa que
en un caso particular, y de acuerdo con el uso general, podemos llamar
especificaciones del lugar de la cosa. Así se ha dicho del espacio visual que
su lugar está en nuestra cabeza; y yo pienso que la tentación de decir esto
proviene, en parte, de un malentendido gramatical.
Yo puedo decir:
"en mi campo visual yo veo la imagen del árbol a la derecha de la imagen
de la torre" o "yo veo la imagen del árbol en el centro del campo
visual". Y ahora nos sentimos inclinados a preguntar : "¿y dónde ve
usted el campo visual?" Ahora bien, si el "dónde" se piensa que
pregunta por un lugar en el sentido en que hemos especificado el lugar de la
imagen del árbol, yo llamaría la atención sobre el hecho de que todavía no se
ha dado sentido a esta pregunta; es decir, que se ha estado procediendo por una
analogía gramatical sin haber elaborado la analogía en detalle.
Al decir que la
idea de que nuestro campo visual esté localizado en nuestro cerebro surgió de
un malentendido gramatical, no quiere decir que no podamos dar sentido a tal
especificación de lugar. Por ejemplo, podríamos imaginar fácilmente una
experiencia que describiríamos mediante tal enunciado. Imaginemos que estábamos
mirando un grupo de cosas de esta habitación y que, mientras mirábamos, se
introdujo en nuestro cerebro una sonda y se encontró que si la punta de la
sonda alcanzaba un determinado punto de nuestro cerebro, una pequeña parte determinada
de nuestro campo visual desaparecía. De este modo podríamos coordinar puntos de
nuestro cerebro con puntos de la imagen visual y esto podría hacernos decir que
el campo visual estaba situado en tal y tal lugar de nuestro cerebro. Y si
ahora hiciésemos la pregunta "¿dónde ve usted la imagen de este
libro?", la respuesta podría ser (como anteriormente) "a la derecha
de este lápiz" o "en la parte izquierda de mi campo visual" o
bien además "tres pulgadas detrás de mi ojo izquierdo".
Pero ¿qué pasaría
si alguien dijese "puedo asegurarle que siento que la imagen visual está
dos pulgadas detrás del caballete de mi nariz"?; ¿qué le vamos a replicar?
¿Vamos a decir que no está diciendo la verdad o que no puede existir tal
sensación? Qué sucedería si él nos pregunta "¿conoce usted acaso todas las
sensaciones que existen?, ¿cómo sabe usted que no existe tal sensación?"
¿Y si el adivino
nos dice que cuando él sostiene la varilla siente que el agua está a
cinco pies bajo tierra, o que siente que a cinco pies bajo tierra hay
una mezcla de cobre y oro? Supongamos que contestase a nuestras dudas diciendo:
"usted puede estimar una longitud cuando la ve. ¿Por qué no he de poder
tener yo un modo diferente de estimarla?"
Si comprendemos la
idea de tal estimación, aclararemos la naturaleza de nuestras dudas sobre los
enunciados del adivino y del hombre que decía sentir la imagen visual detrás
del caballete de su nariz.
Hay el enunciado:
"este lápiz tiene cinco pulgadas de longitud" y el enunciado:
"yo siento que este lápiz tiene cinco pulgadas de longitud", y
tenemos que aclarar la relación de la gramática del primer enunciado con la
gramática del segundo.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Tecnos, 1976, en traducción de Francisco Gracia Guillén. ISBN: 84-309-0647-9.]
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