lunes, 18 de noviembre de 2019

Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura.- Jusepe Martínez (1600-1682)

Resultado de imagen de jusepe martinez zaragoza 

Tratado 9º: D'el historiar con propiedad

«Hallándome en Roma en el año de 1625, ya deseoso de volverme a España, por no venir sin ver alguna parte de Italia, púseme en camino para ver la insigne ciudad de Nápoles, ciudad la más opulenta de toda Italia por los muchos príncipes y señores y la gran corte de sus vireyes, cuia grandeça se ha visto más magestuosa que la de muchos reyes no siendo más que vireynato. En esta corte, pues, hallé a un insigne pintor imitador d'el natural con gran propiedad, paisano nuestro del Reino de Valencia*, de quien recibí mucha cortesía mostrándome algunos camarines y galerías de grandes palacios. Gusté infinito de todo, mas como venía de Roma todo me pareció pequeño, porque en esta ciudad más se trata de milicia y caballería que de cosas pertenecientes al arte del dibuxo. Assí se lo dixe a este paisano y assí me lo confessó. Entre varios discursos pasé a preguntarle de cómo, viéndosse tan aplaudido de todas las naciones, no trataba de venirse a España, pues tenía por cierto eran vistas sus obras con toda veneración. Respondiome: "Amigo caríssimo, de mi voluntad es la instancia grande, pero de parte de la experiencia de muchas personas bien entendidas y verdaderas hallo el impedimento que es ser el primer año recibido por gran pintor, al segundo año no hacerse caso de mí porque viendo presente la persona se le pierde el respeto, y lo confirma esto el constarme haver visto algunas obras de excelentes maestros d'essos reynos de España ser mui poco estimadas. Y assí juzgo que España es madre piadosa de forasteros y cruelísima madrastra de los proprios naturales. Yo me hallo en esta ciudad y reyno mui admitido y estimado, y pagadas mis obras a toda satisfación mía, y assí seguiré el adagio tan común como verdadero: 'Quien está bien, no se mueva'.
 Con esto quedé satisfecho y desengañado de ser verdad lo que decía. Preguntele que si tenía deseo de ir a Roma a ver de nuevo las pinturas originales de sus estudios pasados; hechó un grande suspiro diciendo: "No solo tengo deseo de verlas, sino de volver de nuevo a estudiarlas, que son obras tales que quieren ser estudiadas y meditadas muchas veces. Que, aunque aora se pinta por diferente rumbo y práctica, si no se funda en esta vassa de estudios parará en ruina fácilmente, y en particular en sus historiados que son el norte de la perfección que dixe, en la que nos enseñan las historias d'el inmortal Rafael pintadas en el sacro palacio. El que estudiare estas obras se hará historiador verdadero y consumado".
 Con estas raçones averigüé de los que dixeron que este gran pintor se alabava de que ninguno avía llegado, así antiguos como modernos, a la excelencia de su pintura, que eran maliciosos y gente de baxa naturaleza, pues se concluían por su propria confessión ser cosa tan fuera de camino. Y, assí, desengañe a nuestro profesor este exemplar para no desalentarse al estudio sino antes seguirle, advirtiendo que el que ha de hacer una historia no solo no se ha de contentar con lo dicho, sino atender también a muchas particularidades y variaciones que son mui notadas entre professores grandes. De donde lo primero sea, en el colorido, variando las incarnaciones según las personas, dando a las vírgines y mujeres delicadas colorido blando y apacible, no quitando por esto el relieve de que necessita. Y assí a cada uno según estado y oficio, cuia variación de colores en esta proporción templados causa gracia y prodigiosa armonía, de suerte que por esta falta han sido desestimadas las obras de algunos pintores, pareciendo en ellas sus figuras assí de hombres como de mugeres hermanos todos.
 Ofrécessenos aora otra advertencia no menos considerable, que es tratar de la veneración, gravedad y respecto conveniente a la historia. Sea lo primero enterarse mui bien de la significación que ha de expresar, para vestir sus figuras de la manera conforme al tiempo, para que conste de los trages que se usavan en el que sucedió. Este testimonio no dan las estatuas antiguas de Roma, bajos relieves y columna Trajana, porque, si la pintura a de dar fe de sus tiempos, las que no observan estas circunstancias no pueden ser fidedignas. Y, assí, con mucha raçón los autores faltos d'esta advertencia son culpados en todos siglos. Como si el historiador del prendimiento de Christo Señor nuestro armara a lo moderno a los soldados, saviendo que en Jerusalem eran guarda romana, e incidiera principalmente en la historia que es de fe y en el informe, cuio error inmortalizado en el lienço vendría a ser más imperioso que la verdad, con otros casi infinitos inconvenientes que solo con esta advertencia se evitan.
 Supuesta la advertencia que advertimos, entraremos en la de la gravedad y decoro que se deve especialmente a las figuras sagradas. Que e visto muchas imágenes de la Virgen santísima y sus santos con tan poca veneración, que más motivan irissión que respeto, cosa indigna de pintor católico. Pongo por exemplar a Antonio de Corezo y al angélico Federico Barrocio de Urbino. Este hiço dos quadros, si bien el uno es copia, pero con excelencia. Era, pues, este pintor insigne grande amigo de san Felipe Neri, a quien el santo pidió una Anunciata para su oratorio encareciéndole la divinidad y composición de la Virgen santíssima y la modestia del soberano Paraninfo. Hiço este quadro con tanta veneración que compungiera al más depravado, tanto que el mesmo San Felipe que le mandó hacer fue hallado delante dél orando por algunos curiosos de sus súbditos, y, preguntando la causa de hallarle más en aquel altar que en otros, respondió: "Porque no hallo imágines que más viva y devotamente que estas me representen lo significado". El de Corezo, que está en la ciudad de Parma pintado al fresco en un convento de religiosos, es cosa tan divina que, quando llega un estrangero a preguntar por las grandeças que desea ver del tal lugar, lo llevan a ver a esta inmortal pintura y casi todos confiessan que por solo verla se podían de más peregrinación dar por contentos.»

 *José Rivera, lo Spagnoletto.

     [El texto pertenece a la edición en español de Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008, en edición de María Elena Manrique Ara. ISBN: 978-84-92551-62-3.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: