Libro segundo: cómo mantener el amor
8.-Sobre las reglas del amor
«-Es el manuscrito en que están escritas las reglas del Amor, que el mismo rey del Amor dictó de viva voz a todos los amantes. Te conviene quedártelo y enseñar a todos los amantes estas reglas; si es que quieres, llévate en paz el halcón.
Una vez que hubo recibido cortésmente permiso para marchar, el bretón tomó y regresó sin dilación ni contratiempo junto a la dama del bosque, a la que encontró en el mismo lugar en que la había dejado paseando. Ésta se alegró muchísimo de su victoria y le dejó marchar diciéndole:
-Vete con mi permiso, querido mío; vete, que te espera la dulce Bretaña. Pero, por favor, no consideres dolorosa esta partida, pues siempre que quieras volver solo a estos lugares, me encontrarás aquí.
El bretón recibió un beso y lo repitió treinta veces. Después reemprendió contento el ameno camino hacia Bretaña. Allí estudió las reglas escritas en la carta y las hizo llegar a todos los amantes, a tenor de la respuesta anteriormente recibida. Éstas son sus reglas:
I.-El matrimonio no es excusa suficiente para no amar.
II.-El que no siente celos no puede amar.
III.-Nadie puede estar comprometido con dos amores.
IV.-Consta que el amor crece o disminuye siempre.
V.-No sabe a nada lo que el amante consigue contra la voluntad de su pareja.
VI.-El varón sólo puede amar a partir de la plena pubertad.
VII.-Al amante superviviente se le prescriben dos años de luto tras la muerte de su compañero.
VIII.-Nadie debe verse privado del amor sin una razón de peso.
IX.-Nadie puede amar, si no es incitado por el amor.
X.-El amor suele huir siempre de la casa de la avaricia.
XI.-No conviene amar a aquellas mujeres con las que uno se avergonzaría de casarse.
XII.-El verdadero amante no quiere más abrazos que los de la mujer que ama.
XIII.-El amor a voces suele durar raras veces.
XIV.-Hace despreciable el amor una conquista fácil; una difícil lo hace valioso.
XV.-Ante la mirada de su amada todo amante suele palidecer.
XVI.-La contemplación imprevista de la amada hace estremecer el corazón del amante.
XVII.-Un nuevo amor ahuyenta al anterior.
XVIII.-Sólo la virtud hace a alguien digno de amor.
XIX.-Cuando el amor mengua, desaparece rápidamente y raras veces se rehace.
XX.-El enamorado siempre está temeroso.
XXI.-Los verdaderos celos siempre acrecientan el deseo de amar.
XXII.-Los celos y el deseo de amar crecen con la sospecha del amante.
XXIII.-De amor acosan a quien poco come y duerme.
XXIV.-Todos los actos del amante se pierden en el pensamiento de la amada.
XXV.-Nada considera bueno el verdadero amante, sino lo que cree que agrada a su amada.
XXVI.-El amor no puede negar nada al amor.
XXVII.-El amor no puede hartarse de la caricias de su amante.
XXVIII.-La más leve sospecha predispone al amante a pensar lo peor de su amada.
XXIX.-No suele amar aquel a quien arrastra una pasión desenfrenada.
XXX.-El verdadero amante tiene siempre ante sí la imagen de su amada.
XXXI.-Nada impide que dos hombres amen a una mujer ni que dos mujeres amen a un hombre.
Tales son las reglas que, como te dije, trajo consigo el bretón y que, de parte del rey del Amor, entregó, junto con el halcón, a su dama, por cuyo amor tantas calamidades sufrió. Ella, reconociendo su plena fidelidad y dándose cuenta de su arrojo y valentía, premió sus hazañas entregándole su amor, y ante una asamblea de numerosas damas y caballeros hizo públicas dichas reglas del Amor, mandando a todos los amantes su fiel cumplimiento, por orden terminante del rey del Amor. Toda la asamblea las aceptó y prometió obedecerlas para no caer en el castigo del Amor. Asimismo, todos los que, convocados, estaban en la asamblea se llevaron las reglas escritas y las difundieron por distintas partes del mundo a todos los amantes.»
[El texto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, 2006, en traducción de Pedro Rodríguez Santidrián. ISBN: 84-206-5993-2.]
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