jueves, 14 de noviembre de 2019

Muertos de amor.- Carlos Cañeque (1957)

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«-Se trata de una de las posibilidades de negocio más importantes que existen actualmente en el mundo. Seguramente, ustedes viven en un mundo muy ajetreado y estos minutos que voy a emplear en hablarles les representarán un cierto sacrificio. Sin embargo, pueden resultarles de gran valor ya que en ellos está la respuesta a muchas de las preguntas que nos hacemos. Por ejemplo, ¿cómo podemos obtener una total independencia en el mundo de los negocios? La independencia económica, ¿no es el gran sueño de todos? Pero, ¿qué significa ser económicamente independiente? ¿Lo han pensado ustedes alguna vez? Según nuestros analistas americanos, se es económicamente independiente cuando se tiene el control de los dos elementos que deciden la vida del noventa y cinco por ciento de la población mundial. Estos elementos son: el tiempo y el dinero. Miren ustedes, si el dinero y el tiempo no fueran obstáculos en sus vidas, ¿conducirían el mismo coche que conducen hoy? Dejen volar su imaginación y piensen, por un momento, qué tipo de coche conducirían. ¿Cada cuánto tiempo lo cambiarían? Quizá comprarían un segundo coche para su mujer... Si el dinero no fuera obstáculo para ustedes, ¿en qué casa vivirían? ¿En la misma? ¿Harían alguna reforma? O a lo mejor comprarían ese chalet en la montaña o en primera línea frente al mar, ese chalet para ir a pasar los fines de semana. Piensen unos segundos en esas vacaciones ideales. Si el dinero y el tiempo no fueran un obstáculo, ¿llevarían a sus hijos al mismo colegio que van hoy? ¿Cuánto dinero podrían destinar a obras benéficas? Como ven, todas estas decisiones se ven afectadas por el tiempo o el dinero. ¿Han pensado ustedes cómo cambiarían sus vidas si tuvieran el control de estos dos elementos? Nuestros expertos dicen que nunca ha existido un momento mejor que el actual para conseguir independencia económica. Y la independencia y el éxito económico están al alcance de todos. Como ha demostrado una encuesta en la revista Passion Economic World, el ochenta por ciento de los multimillonarios proceden de familias humildes. La carencia de estudios universitarios ya no es un impedimento para el camino hacia las cúspides. Según la misma encuesta, el sesenta y tres por ciento de los hombres más ricos del mundo tienen algún tipo de estudio universitario, pero, sin embargo, esta formación no les garantizó nada. De hecho, muchos profesionales (médicos, abogados, ingenieros, etcétera) que trabajan toda su vida para grandes empresas, nunca alcanzan la independencia económica que les llevaría a estar entre los grandes.
 -¿Lo ves, hija? ¿A que las ideas que tienen son buenas?
 -Sí, mamá -respondió la Reme con indiferencia.
 Su cabeza estaba en las maravillosas lecciones del profesor, en la decoración del restaurante oriental-occidental, en el carpaccio de morcilla, en Brasil. No se atrevía a contarle lo ocurrido a su madre, aunque tendría que decidirse pronto. A su lado un joven escribía los datos de Passion Economic World.
 -Big Net no quiere empleados -continuó el orador-, quiere hombres de negocios, hombres independientes que sean capaces de crear. Hombres como el señor Bill Crawford, que nació en una familia muy humilde, que de niño casi no tenía ni zapatos, ni nevera ni televisor y que hoy es millonario gracias a Big Net. Él es uno de los pocos que ha conseguido nuestra máxima condecoración, el Clavel Diamante, al sobrepasar la cifra de los cien mil auspiciados. Por favor, un fuerte aplauso para Bill Crawford.
 Toda la sala se vio inundada por una cerrada ovación. García Palacios cogió sus papeles, se hizo a un lado y estuvo aplaudiendo hasta que el americano llegó al micrófono.
 -Ése es Clavel Diamante -comentó la señora Rodríguez con progresivo entusiasmo-, sólo hay cincuenta y tres en todo el mundo.
 La Reme hizo un gesto afirmativo para dar a entender a su madre que la estaba escuchando. Con el escepticismo reflejado en su rostro, trató de concentrarse en las palabras de aquel hombre de aspecto bondadoso que empezaba a hablar. Tenía el pelo muy rubio y llevaba una corbata roja y azul, de idénticos tonos a los del logotipo de la organización.
 -Buenas tardes -dijo abriendo una sonrisa que descubría el grueso trazo rojo de sus encías superiores-, quiero contarles un poco de mi vida. Yo nací en Arkansas, como decía García Palacios, en una familia muy humilde. En mi juventud fui camarero, mecánico y recepcionista en un hotel del extrarradio de Chicago. Cuando cumplí los treinta, un amigo me metió en Big Net y comencé a trabajar con entusiasmo. A los pocos meses ya había conseguido auspiciar a más de cincuenta hombres y mujeres que fueron capaces de levantar sus propios negocios. Crecer, crecer, ése era mi sueño que estaba convirtiendo, con mi trabajo, en realidad. Y creciendo yo hacía crecer a los demás, les hacía soñar, volar hacia arriba. Ellos me saludaban sonrientes, conduciendo un coche nuevo o cortando el césped de su nueva casa. Todavía tengo en la memoria sus caras, su alegría -ahora alzaba la voz, como en un mitin-. Ellos creyeron en mí en Big Net y ellos son hoy, pueden ustedes creerme, hombres afortunados. Pero hoy he venido desde Arkansas para hablarles de la venta directa de nuestros productos, de la forma en que pueden auspiciar a los demás y de algunas otras cosas. No vengo a ofrecerles ningún contrato, en Big Net no hay contratos, ni a pedirles que dejen sus actuales ocupaciones. Sólo vengo a proponerles que estén dispuestos a dedicar un poco de tiempo a un proyecto que podría ser muy importante para ustedes. Es una propuesta muy fácil porque en Big Net no necesitamos estudios universitarios, ni tampoco invertir dinero, porque el dinero está en nosotros como el agua está en una fuente. Todo depende de que digamos, como yo dije un día sabio y feliz de mi vida, sí, quiero pertenecer a la organización. Créanme, se lo dice un hombre con la experiencia de toda una vida, es tan fácil como esto, tan fácil como empezar ahora mismo a auspiciarles a todos ustedes. Por favor, póngase en pie, sí, por favor, en pie, muy bien, y ahora repitan muy fuerte conmigo: "Sí, quiero ser auspiciado, sí, quiero ser auspiciado por Big Net". Por favor, más fuerte, con todas sus fuerzas: "Sí, quiero ser auspiciado por Big Net".
 La señora Rodríguez observó el tono pálido que había cubierto la cara de su hija, que permanecía en silencio, sin repetir las palabras propuestas por Crawford.
 -Pero, niña, ¿qué te pasa? Te veo blanca, no sé, ¿estás escuchando lo que dice el señor Canfor

     [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Destino, 1999. ISBN: 84-233-3170-9.]

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