miércoles, 19 de mayo de 2021

El alma.- Tertuliano (155-220)


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Cuarta parte (54-58): Escatología

La morada de las almas después de la muerte según la opinión de algunos filósofos

 «LIV.- 1.- Por consiguiente, a partir de aquí vamos a exponer ya a dónde será conducida el alma. Casi todos los filósofos –los que, de cualquier modo que les apetece, reivindican, sin embargo, la inmortalidad para el alma (como Pitágoras, como Empédocles, como Platón) y los que le conceden algún tiempo desde la salida [del cuerpo] hasta la conflagración del universo (como los estoicos)- ponen sólo sus almas, o sea, las de los sabios, en las moradas superiores.
 2.-Platón, en verdad, no concede esto a ciegas a las almas de los filósofos, sino a las de aquellos que, por supuesto, hayan adornado la filosofía con el amor hacia los adolescentes. Por tanto, también entre los filósofos tiene la impureza un gran privilegio. Así, pues, en Platón las almas sabias son elevadas al éter, en Ario, al aire, entre los estoicos a la región sublunar.
 3.-De los cuales, ciertamente, me asombro por el hecho de que relegan a una región cerca de la tierra las almas ignorantes, mientras aseguran que son instruidas por las sabias, que moran en regiones muy superiores. Con una tan gran distancia de sus moradas, ¿dónde estará la región de la escuela? ¿Por qué medio las discípulas acudirán a unas maestras tan lejanas? Y por otra parte, para unas almas que van a perecer inmediatamente con la conflagración ¿cuál será el uso y el provecho de la instrucción póstuma?
 4.-Las almas restantes las arrojan a los infiernos. Platón, en el Fedón, los describe como el seno de la tierra, adonde confluyendo y donde, sedimentándose todas las infamias de las bajezas del mundo, exhalan un vapor más espeso, por así decirlo, que el fango de sus inmundicias y acumulan allí un aire peculiar.

Los infiernos según la opinión cristiana

 LV.-1.-Nosotros [=los cristianos] creemos que los infiernos no son una desnuda cavidad ni una sentina del mundo a cielo abierto, sino un vasto espacio en el foso y en el abismo de la tierra, una escondida profundidad en sus entrañas mismas, ya que leemos que los tres días de su muerte fueron cumplidos por Cristo en el corazón de la tierra, o sea, en una oquedad recóndita, interior y oculta en la tierra misma, cerrada dentro de ella y edificada sobre abismos todavía más profundos.
 2.-Ahora bien, si Cristo es Dios, como también es hombre (muerto según las Escrituras y sepultado según las mismas), observó también esta ley cumpliendo en los infiernos la norma de la muerte humana, no ascendió a las regiones más altas de los cielos sin antes descender a las regiones más bajas de la tierra, para darse allí a conocer a los patriarcas y profetas; luego tienes también que creer que es subterránea la región de los infiernos y rechazar con el codo a aquellos que, con bastante orgullo, piensan que son demasiado buenas para los infiernos las almas de los fieles –¡los siervos están sobre su señor y los discípulos sobre su maestro!- si, por casualidad, han desdeñado tomar el consuelo de esperar la resurrección en el seno de Abrahán.
 3.-Pero para esto –dicen- fue Cristo a los infiernos, para que no fuésemos nosotros. Por otra parte, si existiese la misma cárcel para todos los muertos, ¿qué diferencia habría entre paganos y cristianos? En este caso, ¿para qué exhalarás el alma hacia el cielo, estando allí Cristo todavía a la derecha del Padre, no habiéndose oído aún la orden de Dios por medio de la trompeta del arcángel, no habiendo sido aún arrebatados en el aire al encuentro de Cristo –con los que, muertos en Cristo, resucitarán los primeros- aquellos a los que su llegada habrá encontrado en el siglo? No está abierto el cielo para nadie, con la tierra aún intacta, por no decir cerrada. En verdad, el reino de los cielos se abrirá con el fin del mundo.
 4.-Pero nuestro lugar de reposo ¿estará en el éter con los pederastas de Platón, o en el aire con Ario, o cerca de la luna con los endimiones de los estoicos? Al contrario –respondes-, en el paraíso, adonde ya entonces han emigrado desde los infiernos los patriarcas y los profetas, apéndices de la resurrección del Señor. ¿Y cómo es que la región del paraíso –que está colocada bajo el altar, revelada en espíritu a Juan- no mostró en ella más almas que las de los mártires? ¿Cómo es que Perpetua, mártir valerosísima, al acercarse el día de su pasión, en la revelación del paraíso sólo vio allí a los mártires, sino porque la espada que guarda la entrada del paraíso no deja pasar más que a aquellas que han muerto en Cristo, no en Adán?
 5.-La muerte nueva por Dios y extraordinaria por Cristo es acogida en una morada diferente y especial. Reconoce, por tanto, la diferencia del pagano y del fiel en la muerte, si –como el Paráclito advierte- sucumbes por Dios, no entre fiebres suaves y divanes, sino en el martirio, si tomas tu cruz y sigues al Señor, como él mismo mandó. La única llave del paraíso es tu sangre. Tienes también un opúsculo redactado por mí Sobre el paraíso, en el cual he establecido que toda alma es depositada en los infiernos hasta el día del Señor.

Las almas descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte; caso de los insepultos, los prematuros y los muertos violentamente.

 LVI.-1.- Se presenta ahora una discusión: si esto sucede justo enseguida de la salida [del cuerpo], o si alguna razón retiene aquí provisionalmente a ciertas almas, o si es posible que aun las recibidas en los infiernos comparezcan después por propia voluntad o por un mandato.
 2.-No faltan, por cierto, argumentos suasorios a favor de estas opiniones. Se ha creído que a los insepultos no se les hace entrar en los infiernos antes que hayan recibido los honores debidos, de acuerdo con el Patroclo homérico, que, en sueños, reclama apremiantemente a Aquiles la sepultura, porque, de otra manera, él no podía acercarse a las puertas de los infiernos, al rechazarlo lejos las almas de los sepultados.
 Ahora bien, más allá de una licencia poética, reconocemos también aquí la diligencia de la piedad de Homero [por los muertos]. En efecto, tanto más encomió la premura de la sepultura cuanto, incluso su tardanza, la censuró como ultrajante para las almas; a la vez también, para que nadie, reteniendo en casa al difunto, él mismo resulte, con él, más atormentado por la enormidad de un consuelo alimentado de dolor. De este modo, Homero ha imaginado las quejas del alma de un insepulto con dos fines: para que, con la inmediatez del funeral, quede a salvo el honor de los cuerpos y se modere el duelo de cuantos aman al difunto.
Resultado de imagen de tertuliano el alma 3.-Por otra parte, ¡qué infundado es pensar que el alma aguarde los honores debidos al cuerpo, como si algo de ellos se lo llevara consigo a los infiernos! Mucho más infundado si se estima como un agravio para el alma la demora de la sepultura, cuando eso debería acogerlo con los brazos abiertos como un favor; pues, en todo caso, la que no ha querido morir preferirá ser separada [del cuerpo] más tarde hacia los infiernos: amará al heredero que no cumple los deberes de la piedad [funeraria], gracias al cual goza todavía de la luz. O si es, ciertamente, un agravio ser echado más tarde bajo tierra (y el motivo del agravio es el retraso de la sepultura), es injusto en extremo que el agravio caiga sobre aquella a la que no puede serle imputada la demora de la sepultura, que concierne, evidentemente, a los parientes.
 4.-Aseguran también que las almas sorprendidas por una muerte prematura vagan por aquí hasta que se cumpla el resto de las edades con las que habrían continuado viviendo si no hubiesen muerto intempestivamente. Ahora bien, o a cada una le han sido fijados unos tiempos, y no creo que unos tiempos fijados puedan ser arrebatados anticipadamente; o si, ciertamente, han sido fijados, pero, sin embargo, son mutilados por voluntad de Dios o por algún poder, en vano son mutilados si ahora se espera que sean completados; o si no han sido fijados, no habrá, en este caso, un resto de tiempos por cumplir.
 5.-Todavía añadiré: he aquí que ha muerto, por ejemplo, un bebé bajo las fuentes de los pechos, o supón un niño impúber, supón un púber, que, sin embargo, debería haber vivido ochenta años. ¿Cómo es posible que su alma pase aquí después de la muerte los años anticipadamente arrebatados? En realidad, el alma no puede experimentar la edad sin el cuerpo, porque las edades actúan por medio de los cuerpos. Pero reconsideren también los nuestros [=los cristianos] aquello de que las almas recibirán en la resurrección los mismos cuerpos en los que salieron [de la vida].
 6.-Por tanto, se esperarán las mismas dimensiones de los cuerpos y las mismas edades que las causan. Entonces, ¿de qué modo el alma de un niño puede pasar aquí los tiempos que le han sido arrebatados, para resucitar octogenaria en un cuerpo de un mes? O, si será necesario completar aquí aquellos tiempos que habían sido determinados, ¿acaso también el plan de vida –que, determinado aquí juntamente con ellos, les ha tocado en suerte a los años-, lo recorrerá aquí igualmente el alma, de modo que, a partir del fin de la infancia, desee las cosas asignadas a la niñez, y, a partir del fin de la adolescencia, participe en las cosas fuertes de la juventud, y, a partir del fin de la juventud, aprecie las cosas graves de la madurez: saque rédito al dinero, trabaje la tierra, navegue, pleitee, se case, se fatigue, afronte las enfermedades y todas aquellas cosas, tristes y alegres, que, con los tiempos, le estaban reservadas?
 7.-Ahora bien, ¿cómo se podrán pasar estas cosas sin el cuerpo? ¿Cómo [se podrá pasar] una vida sin vida? Pero resultarán vacíos unos tiempos que sólo deben ser cumplidos con el mero trascurso. Por tanto, ¿qué impide que esas cosas sean cumplidas en los infiernos, donde, igualmente, no se da el uso de ellas? Por esto, afirmamos que toda alma en cualquier edad en que se haya ido, en ella permanecerá hasta ese día en que se le promete aquello perfecto regulado según la medida de la plenitud angélica.
 8.-Del mismo modo, serán tenidas como expulsadas de los infiernos aquellas almas que se cree han sido arrancadas [del cuerpo] violentamente, sobre todo por medio de las atrocidades de los suplicios, quiero decir: de la cruz, del hacha, de la espada, de las fieras; ahora bien, no son violentas estas muertes que decreta la justicia, vengadora de la violencia. Y por tanto –dirás-, queden desterradas de los infiernos todas las almas de los criminales. En este caso, te obligo a decidir una de dos: los infiernos o son buenos o son malos; si decides que son malos, deben caer también allí las almas pésimas; si decides que son buenos, ¡por qué también las almas muertas prematuramente, las no casadas, las puras e inocentes en razón de la edad, las juzgas entretanto [=mientras se cumple el resto del tiempo fijado a cada una] indignas de los infiernos?»

   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Ciudad Nueva, 2016, en traducción de Salvador Vicastillo, pp. 343-359. ISBN: 978-84-9715-337-9.]

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