El esplendor de los
Juegos Olímpicos contemporáneos
17.-Renovación de los
Juegos Olímpicos. Pensamiento de Coubertin
17.2.-El
pensamiento de Coubertin
«Síntesis teórica:
1.-La teoría de Coubertin es original en el
mundo actual, en la teoría del deporte y en la pedagogía contemporánea. La
pedagogía contemporánea ha estado presidida por el principio de espontaneidad
–entendida con frecuencia como ausencia de esfuerzo- y por el principio de
colaboración, rechazando, con mayor o menor fuerza, según autores o movimientos,
la competición y el individualismo, en los que se basa la pedagogía deportiva
de Coubertin. El olimpismo de Coubertin basa su pedagogía en el agonismo y
potencia el individualismo para conseguir fines sociales.
2.-Su ideal humano se refleja en su frase: “mens férvida in corpore lacertoso”
(mente cultivada en un cuerpo entrenado). También es expresión suya: “fuerza
muscular, fuerza cerebral”; esta conjunción es su ideal humano.
3.-Su
modelo o inspiración es la teoría griega del deporte –la teoría del deporte en
Grecia, prácticamente se identifica con la teoría de la educación-, cuya
expresión filosófica más perfecta es la de Platón (aunque Platón rechaza la
“gimnasia” de los atletas y Coubertin no). En el movimiento olímpico Coubertin
glorifica al campeón deportivo, aún a costa de un posible desequilibrio de la
armonía cuerpo-mente y traslada la preocupación platónica de armonía
cuerpo-espíritu (“kalokagathía”) a los Juegos Olímpicos en su conjunto, al
movimiento olímpico; de ahí su interés en las competiciones artísticas,
musicales y literarias, incluidas en la celebración de los Juegos y de las
diversas manifestaciones culturales del movimiento olímpico.
4.-Coubertin tiene una gran confianza en la
capacidad educativa, personal y social (desarrollo del valor y de la iniciativa
de los individuos y de los pueblos) del deporte: dirá que “el deporte es una
pedagogía viril de sorprendentes resultados sociales”; a veces, defiende que
los triunfos de las sociedades, ajenos al deporte, habrían dependido de él: en
Grecia, los éxitos en las artes, filosofía, ciencia y guerra (incluso la
victoria sobre los persas se habría debido a su cultura deportiva). También en
Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, la práctica deportiva o la
ausencia de ella, habría influido decisivamente en algunos de sus
acontecimientos históricos (bélicos, políticos, educativos); entiende el
deporte como panacea, casi un determinante absoluto de las culturas. Mandell
(cfr. 1986, pp. 2-3) califica a esta teoría de romántica, añadiendo que es
gratuita y que no puede ofrecerse en su favor ninguna comprobación.
5.-Confianza en que el deporte olímpico puede
contribuir a la paz mundial, al entendimiento y amistad entre los pueblos.
6.-Defiende que el deporte no es juego; no es
juego porque tiene las notas de “progreso” y de “riesgo”, que son ajenas al
juego. Los animales juegan, también el hombre, pero para este juego no existe
el progreso ni el riesgo (el instinto de defensa y la utilidad de lo
estrictamente marcado biológicamente lo impiden). El “instinto” deportivo sería
exclusivo del hombre y estaría muy poco extendido. Quizás hay una pequeña
contradicción en calificar de “instinto” al deporte y decir, a continuación, que está poco extendido; pero
esta contradicción es puramente semántica; el deporte es una conducta pasional
y como tal la considera un instinto pero que, ciertamente, estaba poco
extendido.
7.-La idea de progreso es esencial; exige el
entrenamiento. Sin entrenamiento no hay verdadero deporte. Para Coubertin el
deporte perfecto es el organizado (competiciones organizadas, con
entrenamiento). Esta superación y progreso propios del deporte vienen recogidos
en el lema olímpico “citius, altius,
fortius” que le propuso su amigo, el dominico Didon.
8.-La idea de riesgo, importante para
Coubertin, va en contra de la moderación en el deporte. “La moderación y el
deporte serían un matrimonio monstruoso”, dirá en otro momento; concibe el
deporte como heroísmo. La medicina deportiva no debe dirigir el deporte, porque
tiende a moderar y el deporte necesita “la libertad del exceso”; naturalmente
se refería fundamentalmente al deporte de la juventud.
9.-Pretensión del restablecimiento de la
institución del “gimnasio” –tal como lo entendían los griegos- como una
estructura soporte del deporte, que contribuiría a “reconciliar” el deporte con
el espíritu (arte, filosofía) y de contacto y entendimiento en las diversas
generaciones.
10.-En Estados Unidos adquiría el deporte
moderno (inventado por los ingleses) esa característica fundamental que es el
entrenamiento, sin el cual no puede haber progreso y que es esencial al
deporte. Admira, también, la época medieval: los torneos eran ya deporte, por
el riesgo, aunque rudimentario, pues no tenían estructura organizativa ni
entrenamiento, necesarias para poder hablar de auténtico deporte.
11.-Atendiendo a las características
comentadas, el deporte es definido por Coubertin del siguiente modo: “culto
habitual y voluntario del ejercicio muscular intensivo, apoyado en el deseo de
progreso y pudiendo llegar hasta el riesgo”; agrega que encierra las ideas de
“voluntad, continuidad, intensidad, perfeccionamiento, peligro eventual”. Queda
manifiesto que es una idea “pedagógica” del deporte; en esencia, su deporte es
pedagogía y él un pedagogo del deporte. Entiende el deporte como un excelente
vehículo para la formación del carácter –Coubertin utiliza palabras para
caracterizar el deporte, como “ascética”, “estoicismo”-, una pedagogía
fundamentalmente del ámbito volitivo. En relación a ello, su amigo Carl Diem,
en la “Historia de los deportes” nos
recuerda otra de las frases preferidas de su ideología olímpica que está en
relación con este tipo de pedagogía: “atletae
proprium est se ipsum noscere, ducere et vincere” (es propio del atleta
conocerse, gobernarse y vencerse).
La palabra “culto” hace referencia a religión
y será fuertemente criticada, por ejemplo, por J.M. Cagigal, por creer que
deporte y religión son realidades distintas, aunque más o menos relacionadas.
Coubertin siempre quiso, teóricamente, que el deporte fuera una religión
(“religio atletae”). […]
12.-El deporte olímpico está hecho para la
glorificación del atleta individual masculino. En el término “atleta” incluye
todo deportista individual, sea de atletismo o de esgrima, gimnasia o cualquier
otro deporte individual. Aunque él pensaba que los Juegos Olímpicos debían ser
sólo para la participación masculina y no femenina, no hizo de ello un dogma
del olimpismo y muy pronto participaron las mujeres hasta en las pruebas más
extenuantes del atletismo.
Igualmente, no era partidario de incluir los
deportes de equipo en el programa de los Juegos, igual que no fueron incluidos
en la Grecia clásica. […]
13.-Esta glorificación del atleta individual
es un medio, una buena estrategia, para conseguir que se difunda el deporte y
practique por todos, o por una mayoría.
El olimpismo, declara Coubertin en alguna
ocasión, busca como objetivo primordial la extensión del deporte para todos
(antes que el deporte de élite); lo que ocurre es que nunca conseguiríamos
extender la práctica deportiva sin grandes campeones: para que cien hagan
deporte o modelen su cuerpo, bastantes han de entrenarse y algunos de ellos han
de llegar a resultados sorprendentes, no hay otro camino, defiende Coubertin.
La famosa teoría de la pirámide, según la cual
el deporte de base daría un buen deporte de élite y “medallas”, no era
compartida por Coubertin y, en esto, parece que la historia posterior le ha
dado la razón; las medallas se planifican y consiguen bastante directamente sin
necesidad de que la práctica deportiva de la sociedad sea muy alta.
14.-El deporte (la “república deportiva”) es
un modelo muy perfecto de democracia, donde no hay injusticias ni privilegios,
los triunfos se consiguen por el esfuerzo y el talento y las conquistas son
limitadas en el tiempo. Lo que hace a las desigualdades sociales intolerables
–dice- no es la desigualdad misma sino la desigualdad injusta y su permanencia
excesiva, que son imposibles en el deporte. Esta justicia de comportamientos
puede contribuir a hacer más justa la sociedad.
15.-El “amateurismo” lo defiende con más o
menos fuerza. Unas veces se muestra intransigente, otras cede. Pero al final de
su vida deja por escrito una fuerte apología del amateurismo mediante la
metáfora del mercado y la colina: en la colina está el templo (que representa
al olimpismo); hay que hacer el esfuerzo de ascender la colina donde está el
templo; el deportista que no esté dispuesto a ascender la colina puede quedarse
en el mercado para vender su deporte, pero los deportistas deben escoger una
cosa u otra, no ambas a la vez: “o mercado o templo, ¡que escojan!” Es el
momento de mayor dureza contra un amateurismo falso; pero no es una condena del
profesionalismo, al que comprende perfectamente, aunque lo aparta de su
movimiento olímpico, quizás injustificadamente.
16.-Los adelantos técnicos del deporte lo
benefician, lo hacen más motivante y atractivo, por lo que contribuyen a que el
deporte llegue a más gente y resulte un mayor beneficio social. Es otro lugar
donde se advierte que Coubertin no es inmovilista en el deporte: le gustan los
adelantos técnicos; la diversidad de deportes admitidos en los programas
olímpicos y sobre todo la posibilidad de cambiar unos deportes por otros, como
ha ocurrido en la historia del olimpismo, lo atestiguan.
17.-Habría que incluir su filosofía de la
organización del olimpismo, donde destaca su postulado calificado de genial por
Carl Diem –de la independencia política y económica de los miembros del C.I.O.,
la universalidad sin discriminación, el cambio de ciudad y el respeto del ritmo
cuadrienal.»
[El texto pertenece a la edición en español de
INDE
Publicaciones, 2000, pp. 208-211. ISBN: 84-95114-37-2.]
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