martes, 7 de mayo de 2019

¡Levantaos! ¡Vamos!.- Juan Pablo II [Karol Jozef Wojtyla] (1920-2005)


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Tercera parte: Compromiso científico y pastoral
Los niños y los jóvenes

«En esta reflexión es necesario dedicar atención a los niños y a los jóvenes. Además de los encuentros con ellos durante las visitas pastorales, había también otros. He prestado siempre una gran atención al mundo estudiantil en particular. Tengo muy bellos recuerdos del campo de la pastoral universitaria, ámbito hacia el que me orientaba el carácter mismo de la ciudad de Cracovia, tradicionalmente centro vivo de estudios académicos. Las ocasiones de encuentro eran de lo más diverso: desde conferencias y debates a retiros y ejercicios espirituales. Obviamente mantenía estrechos contactos con los sacerdotes encargados de la pastoral en este sector.
 Los comunistas habían suprimido todas las asociaciones católicas para la juventud. Hacía falta, pues, encontrar el modo de superar aquella pérdida. Y aquí entró en escena don Franciszek Blachnicki, hoy siervo de Dios. Él fue el iniciador del llamado "Movimiento de los oasis". Me relacioné mucho con aquel movimiento, al que procuré ayudar de diversos modos. Defendí los "oasis" contra las autoridades comunistas. Los sostuve materialmente y también tomé parte en sus reuniones. Cuando llegaban las vacaciones me trasladaba a menudo a los "oasis", es decir, a los campos de verano para los jóvenes pertenecientes a ese movimiento. Predicaba, hablaba con ellos, me unía a sus cantos junto al fuego, participaba en sus excursiones de montaña. Con cierta frecuencia celebraba la Santa Misa para ellos al aire libre. Todo eso constituía la realización de un programa pastoral bastante intenso.
 Durante la peregrinación de 2002 a mi Cracovia, los miembros de los "oasis" cantaron:
 
Tú has venido a la orilla; / no has buscado ni a sabios ni a ricos,
tan solo quieres que yo te siga. / Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo has dicho mi nombre; / en la arena has dejado mi barca,
junto a ti surcaré otro mar.
 
 
 Les dije que, en cierto sentido, aquel canto de los "oasis" me había llevado fuera de la patria, a Roma. Su mensaje profundo me había sostenido también cuando me encontré ante la decisión tomada en el Cónclave. Después, a lo largo de todo el pontificado, nunca me he separado de este canto. Por otra parte, me lo recordaban continuamente, tanto en Polonia como en otros países del mundo. Escuchar eso me hacía pensar siempre en mis encuentros como obispo con los jóvenes. Valoro muy positivamente esta gran experiencia. La he traído conmigo a Roma. También aquí he procurado sacar fruto multiplicando las ocasiones de reunirme con los jóvenes. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, en cierto sentido, han nacido de esta experiencia.
 En mi camino de obispo me encontré con un segundo movimiento juvenil: el Sacrosong. Era una especie de festival de música y canto religioso, acompañado de oración y reflexión. Los encuentros se desarrollaban en varias localidades de Polonia y atraían a muchos jóvenes. Yo participé muchas veces y les ayudé en su organización también desde el punto de vista económico. Tengo un buen recuerdo de aquellos encuentros. Siempre me ha gustado cantar. A decir verdad, cantaba cada vez que las circunstancias me lo permitían. Pero ha sido sobre todo con los jóvenes con los que siempre he cantado a gusto. Los textos eran diversos, dependía de las circunstancias: junto al fuego eran cantos populares, los de los scouts; con ocasión de las fiestas nacionales, del aniversario del comienzo de la guerra o de la insurrección de Varsovia, se cantaban cantos militares y patrióticos. Entre estos, me gustaban de modo especial "Las amapolas rojas sobre Monte Cassino", "La primera brigada" y, en general, los cantos de insurrección y de los partisanos.
 El ritmo del año litúrgico, según su propio criterio, orienta la elección de los cantos. Por Navidad, en Polonia se cantan siempre muchos villancicos, mientras que antes de Pascua la liturgia nos sugiere canciones sobre la Pasión. Esos cantos antiguos encierran toda la teología cristiana. Son el tesoro de la tradición viva, que habla al corazón de cada generación y forma en la fe. En los meses de mayo y en octubre, además de los cantos marianos, en Polonia cantamos las letanías y las horas del Pequeño Oficio de la Santísima Virgen María. No es posible hacer una lista completa. ¡Cuánta riqueza de poesía hay en estos cantos populares utilizados hasta hoy! Como obispo procuré cultivar estas costumbres y los jóvenes se mostraban especialmente deseosos de continuar la tradición. Creo que, al mismo tiempo, sacaban provecho de aquel tesoro de fe sencilla y profunda, que nuestros antepasados plasmaron en los cantos.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Random House Mondadori, 2004, en traducción de Pedro Antonio Urbina Tortella. ISBN: 84-01-30530-6.]
 

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