jueves, 30 de mayo de 2019

El arpa de Birmania.- Michio Takeyama (1903-1984)


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El guacamayo azul
Capítulo III

«Nosotros discutíamos esto bastante en el campo de concentración: ¿qué es mejor: vestir sin falta una vez en la vida el uniforme militar o bien ponerse un hábito de monje? ¿Cuál de las dos cosas va más con el progreso? Para una nación, para un ser humano ¿cuál debe prevalecer?
 Era esta una charla verdaderamente curiosa. A medida que íbamos entrando en la discusión -no sé por qué- siempre acabábamos por no entender ni una palabra.
 Pues bien, la diferencia entre las dos cosas podría concebirse así: la población de un país donde los jóvenes se visten de uniforme, dará una generación muy trabajadora y eficiente. Para lo que se dice trabajar de verdad, no hay más camino que éste. La túnica monacal es para una vida tranquila de oración, y por aquí hay que descartar cualquier trabajo recio: cuanto más, la guerra. El hombre que de joven ha vestido ese hábito desarrolla una especial mansedumbre de espíritu, propia del que vive compenetrado con la naturaleza; y le faltarían energías para hacer frente a cualquier obstáculo, para abrirse camino por sí mismo.
 Nosotros los japoneses solíamos vestir antes el tradicional kimono, tan parecido a un hábito de monje, pero recientemente hemos llegado a adoptar el traje occidental, semejante más bien al uniforme militar. También esto se comprende. Porque los japoneses antiguamente eran más dados a una vida tranquila y en armonía con todo, pero ahora se han convertido en una de las poblaciones mundiales más activas y eficientes.
 Es decir, que en este punto se muestra también la diferencia básica en la actitud del hombre ante el mundo: o lo acepta tal como es, y no hay más que someterse a él, o bien intenta hacerlo cambiar según su idea propia. Y ya todo lo demás viene a resultar en función de esto.
 Los birmanos, aun los de ciudad, jamás han usado hasta el presente trajes occidentales. Siguen con sus holgadas vestiduras de antaño. Aun los políticos que salen a la escena mundial visten siempre el traje tradicional birmano, ya que perderían su popularidad en el país si vistieran a lo occidental.
 Esto es porque los birmanos no han cambiado como los japoneses, y no dejan sus viejos usos. Ellos no se dan importancia pretendiendo dominar por la fuerza, la riqueza o la inteligencia, sino que todavía esperan la salvación por el camino de la humildad, siendo continuamente asumidos e instruidos por un "algo" superior al hombre. Por esto no confían en el que viste a lo occidental, al ser su actitud vital tan distinta.
 A medida que íbamos discutiendo sobre la obligación de vestir una vez en la vida el uniforme militar, y la de vestir el hábito monacal, el punto al que llegábamos venía a ser éste al fin y al cabo:
 Son dos modos de vida que resultan antagónicos. Por un lado el hombre busca salvarse por sus obras y procura ser dueño de los acontecimientos; en el otro extremo, el hombre, desnudo de sí mismo, trata de fundirse en el seno del vasto e insondable universo.
 Pero a todo esto, con tales disposiciones interiores, con estas actitudes, ¿cuál de los dos estilos de vida frente al mundo y a la existencia humana sería el mejor? ¿Cuál el más avanzado? Como pueblo, como seres humanos... ¿a cuál daríamos preferencia?
 Nunca faltaba quien pusiera verdes a los birmanos: "¿hay acaso en este mundo gente más floja y más dejada? Desde las lámparas eléctricas hasta los trenes, todo tienen que hacérselo en el extranjero. Ya pueden estos birmanos irse desnudando del "longi" y metiéndose en unos pantalones y empezar de una vez a vivir al día. Aquí todo lo que hay de escuelas es de arte dramático y musical; pero brillan por su ausencia las escuelas técnicas de comercio e industria. En cuanto a la educación, por más que digan de su alto nivel, eso es cierto sólo en comparación con otras tierras del sur, ya que todavía tienen a los bonzos con su enseñanza de los sutras en los parvularios de los templos. Con todo esto así, el país va a la ruina. Es más, ya está bajo la dominación extranjera..."
 Uno que le llevaba la contraria, respondió: "Nada de eso; con el simple cambio del hábito por un vestido occidental, no vamos a tener ya al hombre feliz. De hecho, ¿no es ese el caso de los japoneses? Y no ya sólo el nuestro: ¿no es lo que ha pasado en el mundo entero? Cuando el hombre se engríe, dejando que se le suban los humos, y pretende que todo en este mundo se realice según su idea, ya estamos perdidos. Quizá haya en esto una mínima ventaja, pero a fin de cuentas resulta mucho peor."
 A esto replicó el anterior:
 -¿Quieres decir entonces que podemos seguir hasta el fin del mundo como estos bárbaros birmanos?
 Y le respondió el otro:
 -¿Conque bárbaros los birmanos, eh? Pues no falta quien piense que les ganamos con mucho en salvajismo.
 -Esto sí que es bueno. ¿Así que somos más salvajes que un pueblo donde todo está sucio, incómodo, y al que falta el coraje de alzarse sobre los propios pies valiéndose de la ciencia y el trabajo?
 -Ni más ni menos. Nosotros tenemos las ventajas de la civilización, pero ¿no es, en su corazón, salvaje el hombre que usa esos medios tan esenciales? Poseemos los avances de la civilización, muy bien; y lo que hacemos con ellos es esta gran guerra, internarnos hasta aquí en nuestros ataques, y causar así a los birmanos tremendas desgracias. Y aun así, los birmanos no se toman a mal nada de eso y siguen su vida con la calma y la tranquilidad de siempre. Desde tiempos remotos parece que los birmanos no han cometido las estupideces que hacemos nosotros, abusando incluso de gentes extrañas. Dices que no tienen ciencia, pero ellos son creyentes del Budismo, su vida entera se rige por él. Así que cuando son jóvenes, una vez sin falta se convierten en bonzos y se hacen suyas esas enseñanzas. Con esto consiguen la serenidad del espíritu. Viven en la paz. ¿No es esto acaso una ciencia muchísimo más noble?
 -Pero, ¿y lo bajo que es ese nivel de vida? No es esa una vida humana. Por lo general el Budismo birmano es un tanto extraño: "Renuncia al mundo. Resígnate. No te preocupes en absoluto de si las cosas vienen mejor o peor. Busca sólo la salvación de tu espíritu. La salvación del hombre comienza cuando se hace bonzo, dejando el mundo, para empezar otra vida". Dicen que esto es lo que resulta de interpretar a la letra las palabras de Buda. Dicen que este es el budismo del carro pequeño, propio de Birmania. Según esto, todos los birmanos se hacen bonzos. No piensan para nada en este mundo. Como, después de todo, la vida presente dicen que no vale la pena, no hay interés especial por inventar nada ni a nadie se le ocurre esforzarse por mejorar. Todavía no tienen nada que se parezca a un sistema para preservar la libertad de todos. Con todo esto, ¿puedes decir que son felices? Con esto, jamás van a conocer el progreso.      
 -¿Y qué son esa felicidad y ese progreso? ¿En qué queda todo ello a fin de cuentas? Ya esto lo había intuido Buda hace miles de años. Y su enseñanza fue que desecháramos más aún los apegos de este mundo flotante. Los birmanos han sabido guardarla hasta el presente. Para que el mundo se haga más pacífico y deje su salvajismo, mejor camino que hacerse los birmanos como nosotros, sería que nosotros los imitáramos a ellos; sería lo más rápido, lo más radical.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Universidad de Sevilla, 1989, en traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala. ISBN: 84-7405-427-3.]

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