martes, 28 de mayo de 2019

Cómplice.- Iain Banks (1954-2013)


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9.-Tumor

«La puta cultura de escuadrón militar; adoración de la puta Maggie y que si somos bulldogs, que si devolver el guante que nos han tirado a la cara y vamos a beber cerveza hasta mearnos y enseñemos todos el culo por las ventanas del autobús y con chupas de camuflaje caminando por la calle mayor y bueno... al fin y al cabo estoy interesado en las artes marciales, ¿no? No soy un nazi hijo de puta, tan sólo colecciono efectos militares, no soy un puto racista pero odio a los negros y seguro que prefieren las revistas de armas a las revistas de culos para hacerse una paja encima de fotos brillantes de Lugers cromadas; la mitad de ellos piensan que Elvis sigue vivo; ¡vaya partida de descerebrados hijos de puta! Esos cabrones de mierda se merecen que los irlandeses los vuelen por los aires y después bajen rodando a pedazos por una montaña; una vez echamos un vistazo al interior de un vehículo acorazado que había quedado hecho pedazos; salió despedido por el aire a más de treinta metros de altura y después bajó rodando por una colina; hicimos turnos para mirar en el interior tan sólo para demostrarnos a nosotros mismos lo machotes que éramos; aquello parecía un puto matadero...
 Yo estaba sentado junto a Andy mientras él seguía despotricando. Bebíamos whisky. En la casa de Strathspeld tenía una gran habitación para él solo en el segundo piso; allí jugábamos cuando niños, construyendo maquetas, organizando batallas con soldados de juguete, con el tren eléctrico, los carros de combate montados por nosotros y los fuertes construidos con piezas de Lego; hacíamos experimentos con nuestro juego de química, hacíamos carreras con los coches de Scalextric, desde aquella misma ventana habíamos echado a volar planeadores, disparamos a blancos que veíamos en el jardín  con la escopeta de aire comprimido, matamos un par de pájaros y allí mismo nos habíamos fumado un par de paquetes de prohibidos cigarrillos. También nos fumamos allí innumerables porros mientras escuchábamos discos con otros amigos del pueblo y con Clare.
 -¿Por qué la gente tiene que ser tan jodidamente incompetente? -exclamó inesperadamente Andy, lanzando su vaso de whisky al otro lado de la habitación. El vaso se estrelló contra la pared, junto a la ventana. Me acordé de la construcción de copas de champán que se desintegró en el museo de la ciencia, tan sólo cuatro años antes. El whisky que le quedaba en el vaso dejó una pálida mancha en la pared. Concentré la mirada en aquel líquido que iba derramándose en goterones por la pared.
 -Lo siento -susurró Andy sin que sonara a disculpa.
 Se levantó tambaleándose de su silla y se fue adonde estaban los fragmentos de cristal rotos sobre la alfombra. Se agachó y comenzó a recogerlos, después los dejó caer otra vez, inclinó la cabeza, se llevó las manos a la cara y acto seguido comenzó a llorar.
 Dejé que llorara un rato y después me dirigí hacia él, me agaché a su lado y le pasé el brazo por los hombros.
 -¿Por qué la gente tiene que ser tan jodidamente inútil? -dijo sollozante-. ¿Por qué coño tienen que dejarte tirado? ¿Por qué coño no pueden hacer bien su puto trabajo? El cabrón de Halziel; el puto capitán de mierda Michael Lingary con medalla al valor incluida. ¡Hijos de puta!
 Se apartó de mí, se puso de pie y tropezó con una cómoda de madera de donde arrancó de golpe uno de los cajones, que cayó al suelo enmoquetado desparramando un montón de camisetas. Se arrodilló detrás del cajón y oí cómo rompía una cinta adhesiva.
 Se levantó sosteniendo en la mano una pistola y se puso a intentar introducir un cargador en la culata.
 -Ahora va usted a saber lo que es una extirpación cerebral, doctor Halziel de los cojones -dijo sin dejar de llorar, tratando de meter el cargador en la pistola.
 Halziel, pensé. Halziel. Reconocí el nombre de Lingary de los tiempos en que Andy hablaba de lo que le pasó en las Malvinas; fue el oficial al mando de la compañía de Andy, a quien Andy culpaba de las muertes de algunos de sus hombres. Pero Halziel... Oh, sí, por supuesto; el nombre del suplente que dejó que muriera Clare. El tipo que, según la gente del pueblo, estaba más interesado en pescar que en ejercer como médico.
 -¡Maldito cargador, hostia! -le gritó Andy a la pistola.
 De repente comencé a sentir frío. No sentí lo mismo cuando lo vi disparando su escopeta. Entonces no sentí miedo de él. Ahora sí lo sentía. No estaba seguro del todo de hacer lo correcto, pero aun así me levanté y me fui directamente hacia él cuando por fin logró encajar el cargador en la culata.
 -Oye, Andy... -le dije-. Venga, tío.
 Me echó una mirada que parecía que me viera por vez primera. Tenía el rostro enrojecido y abotargado por las lágrimas.
 -No empecemos otra vez Colley, cabrón; ya me dejaste tirado una vez, ¿no te acuerdas?
 -Eh, eh, cuidado -le dije levantando las manos y retrocediendo.
 Andy se lanzó hacia la puerta, la abrió, y con el impulso por poco se cae en el rellano. Lo seguí escaleras abajo oyendo cómo seguía insultando y soltando improperios; en el recibidor principal intentó ponerse una chaqueta pero no consiguió meter el brazo por la manga sin soltar la pistola. Abrió la puerta principal con tal violencia  que cuando golpeó el tope que hay junto a la pared, la pequeña ventana de vidrios de colores saltó en pedazos. [...]
 Yo me fui detrás de él, estaba intentando meterse en el Land Rover. Me puse a su lado mientras él insultaba a sus llaves y le daba un puñetazo al cristal de la ventanilla del conductor. Se puso la pistola de lado en la boca y la sostuvo con los dientes para tener las dos manos libres y se me pasó por la cabeza intentar quitársela pero pensé que probablemente acabaría matándonos a uno de los dos e incluso si lo conseguía él era mucho más fuerte que yo y me la arrebataría de las manos.
 -Anda, tío -dije tratando de parecer tranquilo-, venga; esto es una locura. Vamos. No te comportes como un demente, tío. Matar a ese capullo de Halziel no te va a devolver a Clare.
 -¡Cállate! -me gritó Andy tirando las llaves al suelo. Me agarró de las solapas y comenzó a golpearme contra el lateral del Land Rover-. ¡Cállate de una puta vez, cabrón de mierda! ¡Ya perfectamente que no hay nada en este puto mundo que pueda devolvérmela! ¡Ya lo sé! -Me golpeó varias veces la cabeza contra la ventanilla lateral del Land Rover-. ¡Sólo quiero asegurarme de dejar un puto incompetente menos en este mundo!»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de MDS Books/Mediasat, 2003, en traducción de Cristóbal Pera. ISBN: 84-96200-68-X.]
 

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