miércoles, 8 de mayo de 2019

Adiós a la verdad.- Gianni Vattimo (1936)

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Tercer capítulo
Filosofía y emancipación

«Entre las consecuencias de la crisis del comunismo mundial y del olvido en el que ha caído Marx, también puede mencionarse la pérdida de confianza en el poder emancipador de la filosofía, o sea, en su capacidad de producir efectos prácticos en la vida individual y colectiva de la humanidad. Pensando que haya quedado demostrado que Marx no tenía razón (a causa del fracaso de la revolución comunista en la URSS, en China y, de forma más reciente, en Cuba), también queda rechazada su famosa undécima proposición de las "Tesis sobre Feuerbach", que reclamaba a la filosofía la tarea de no limitarse a interpretar el mundo, sino más bien de transformarlo. Pienso que también la condición de guerra (infinita) en la cual nos encontramos hoy tiene una de sus raíces, no tan marginal como podría creerse, en la renuncia de la filosofía a su responsabilidad histórica y política. Cuando las armas de la crítica dejan de hacerse escuchar (por la opinión pública, por los políticos, etc.), podría decirse, volviendo a emplear una expresión de Marx, que es la crítica de las armas la que toma la palabra. No quiero exagerar la importancia del "factor filosofía" en el contexto de las relaciones internacionales, pero al menos puede observarse que las guerras en Afganistán e Iraq se han desencadenado en un momento y por decisión de un país en el que la filosofía ha ido reduciéndose a una función académica, un asunto de especialistas que discuten problemas de lógica y de epistemología en sus departamentos universitarios bien protegidos y con relaciones casi inexistentes con la opinión pública. Esta consideración no se opone a la otra, muy conocida, según la cual la violencia ("terrorista", como se la llama) y la guerra se inspiran en la fe religiosa (musulmana por un lado, cristiana fundamentalista por el otro). El factor religioso es con certeza un asunto de creencias y mentalidades, pero no es exactamente un asunto filosófico en el sentido crítico del término.
 Bajo la influencia de la dominación práctica y económica de la técnica y de sus realizaciones en todos los ámbitos de la vida humana, la filosofía ha encontrado la razón de su "reducción" a pura función "descriptiva" de la condición humana (pienso en las conclusiones a menudo "tautológicas" de la fenomenología), o bien a función auxiliar de las ciencias experimentales (lógica, epistemología, etc.), función de la cual las ciencias "duras" no tienen necesidad alguna pues son capaces de organizarse con plena autonomía y con gran eficacia. Es la razón por la cual, en el esfuerzo por explorar la posibilidad de una filosofía de alcance emancipador, la segunda proposición-guía que quiero citar, después de la undécima tesis sobre Feuerbach, es la mucho más "escandalosa" afirmación de Heidegger según la cual "la ciencia no piensa". Escandalosa en cuanto representa el principal obstáculo en todas las discusiones sobre las relaciones entre la filosofía contemporánea, al menos aquella que no se "reduce" a uno de los dos sentidos que he citado, y las ciencias. El escándalo depende, como ocurre con frecuencia, de la ignorancia del significado preciso de la proposición heideggeriana, que ante todo es, en rigor, kantiana. En efecto, es en Kant donde se encuentra la raíz primera de esta tesis: la ciencia conoce los fenómenos, aplicando los a priori de la razón, espacio tiempo y categorías; el pensamiento, por su parte, tiene por "objeto" el numen, que no puede ser propiamente conocido en el ámbito del fenómeno, sino sólo "pensado". Sin embargo, como sabemos, es precisamente a nivel del numen que se juegan las cuestiones más decisivas para nuestra existencia humana y también para el conocimiento del mundo en general. ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Las tres cuestiones que Kant considera fundamentales no son, en modo alguno, cuestiones a las que la ciencia pueda responder.
 Ni siquiera la primera, en rigor, es un asunto de conocimiento. La Crítica de la razón pura no es discurso "objetivo" de tipo científico. Cuando la filosofía se propone volverse una ciencia rigurosa (el sueño de Husserl, que él declara ausgeträumt, terminado, pero que de cualquier modo sigue siendo el ideal de gran parte de la fenomenología, por no hablar de la filosofía anglosajona), pierde toda capacidad de satisfacer el llamado marxista de la undécima tesis sobre Feuerbach, así como el de Heidegger a pensar, a ejercitar nuestra capacidad de escucha del ser y a no reducirnos a razón calculante.
 De acuerdo, podrá decirse: aceptamos el llamado de Marx y de Heidegger, ¿pero qué significa entonces pensar, si no es igual al conocimiento que aplica reglas rigurosas y utiliza métodos bien fundados? Si intentamos responder a la pregunta escuchando a los dos pensadores recién mencionados, asumiendo, como veremos con muchas buenas razones, una cercanía de fondo entre ellos (a su vez "escandalosa", lo reconozco), se llegará a la tercera proposición que me guía en la presente reflexión, una vez más una reflexión de Heidegger: "El pensamiento es pensamiento del ser", en los dos sentidos del genitivo. Pensar el ser (en sentido objetivo) es también pensamiento que pertenece al ser, en el sentido subjetivo de la expresión.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Gedisa, 2010, en traducción de María Teresa d'Meza. ISBN: 978-84-9784-167-2.]
  

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