Conclusión
«Para terminar, quisiera referirme brevemente a una cuestión con frecuencia planteada a propósito del origen de la vida: la posibilidad de que esta última continúe originándose todavía en el momento actual. La literatura científica y, especialmente, la científico-popular, trata este problema en términos un tanto confusos. Ello se debe probablemente a la manera indiscriminada en que de costumbre es planteado, sin tener en cuenta los muy diferentes sentidos en que se le puede entender. Por tal motivo, sería conveniente que lo examinemos en todas sus posibles variantes.
¿Continúa la vida surgiendo en la actualidad? Por cierto que sí; de ello no cabe la menor duda. La vida, en cuanto forma particular de movimiento de la materia, surgirá en todo aquel momento en que en un punto cualquiera del Universo se reúnan las condiciones apropiadas para ello. La Astronomía moderna ha demostrada convincentemente que en la actualidad se están formando nuevas estrellas y nuevos sistemas planetarios en diversos lugares de nuestra Galaxia, y no hay razón para dudar que en muchos de estos planetas el proceso de desarrollo de la materia no cursará de manera análoga a cómo lo hizo en la Tierra, lo cual implica un eventual nacimiento de vida.
Pero los que plantean esta cuestión, generalmente, lo hacen en un sentido más restringido. A saber, si en el momento actual es todavía posible que surja vida sobre nuestro planeta. Aquí ya no se considera el problema en su dimensión universal y, sin embargo, también se puede responder afirmativamente. Estamos presenciando a diario el nacimiento de seres vivos. La sustancia viva continúa originándose todavía en nuestros días, aunque ahora lo haga ya exclusivamente a través de otros seres vivos. Lo esencial aquí es que el nacimiento de estos seres vivos se verifica a un nivel muy elevado del desarrollo de la materia. Con la aparición de la vida y el metabolismo, entró en acción una vía nueva de síntesis de lo vivo de eficiencia extraordinaria. Con anterioridad al surgimiento de la vida, esto evidentemente no podía ocurrir y es por ello que el desarrollo de la materia, desde lo inerte a lo vivo, tuvo que recorrer los tortuosos e interminables senderos a que antes se hizo mención: inicialmente, a lo largo de muchos centenares de millones de años, aparecieron las sustancias orgánicas; éstas, a su vez, dieron lugar más tarde a la formación de polímeros elevados, los cuales originaron eventualmente unos sistemas polimoleculares individualizados. Pues bien, los organismos primarios, o formas más elementales de vida, solamente pudieron nacer como resultado de la evolución orientada de estos últimos sistemas.
Sin embargo, una vez que este punto había sido alcanzado, la síntesis de lo vivo a partir de lo inerte comenzó a verificarse en una escala gigantesca y con eficiencia extraordinaria, tal como hoy en día se puede observar en todo lugar y momento.
No obstante, la síntesis de sustancia viviente por intermedio de lo ya vivo es considerado por muchos como un fenómeno trivial y carente de interés, y la cuestión que realmente les preocupa es si en la Tierra contemporánea lo vivo puede surgir de modo primario, es decir, directamente a partir de la materia inerte. Pero esto viene a constituir un tercer aspecto del susodicho problema.
A él, muchos responden de manera puramente especulativa, asegurando que toda forma de movimiento de la materia, si ha tenido ocasión de surgir una vez, debe igualmente poder surgir ahora. Por supuesto, esto es correcto por lo que se refiere al Universo en general, pero no necesariamente a propósito de un sistema limitado particular, tal como, por ejemplo, nuestro planeta. Un planteamiento semejante de la cuestión podría conducirnos a conclusiones por completo erróneas.
A fin de aclarar este aspecto, consideremos el siguiente ejemplo elemental. La aparición del hombre representa, sin duda, una de las etapas más importantes en el desarrollo de la materia, siendo perfectamente equiparable al origen de la vida misma. Si el nacimiento dela vida significó la puesta en marcha de una forma nueva (biológica) de movimiento de la materia, el hombre vino a constituir un feliz remate a la línea biológica de desarrollo, representando el tránsito hacia un nivel todavía más elevado del movimiento de la materia: el social. Sabemos con certeza que el hombre surgió sobre la Tierra en un momento determinado del proceso evolutivo de la vida. Sin embargo, difícilmente podría aceptarse que la especie humana se origine todavía en la actualidad por algún medio diferente al de la reproducción ordinaria a partir de seres homólogos.
Imaginemos ahora una masa de agua estéril (desprovista de seres vivos), en cuyo seno existen disueltas diversas sustancias orgánicas diferentes. Abandonada a sí misma, en su interior se producirían paulatinamente aquellos mismos procesos de metamorfosis química a que hicimos referencia en párrafos previos de este libro. Eventualmente, al término de muchísimos millones de años, estos procesos desembocarían en el surgimiento de la vida. Por el contrario, si en este medio orgánico se introducen seres vivos activos (por ejemplo, bacterias), el curso de los acontecimientos será bien distinto, ya que en tal caso prevalecerá, pasando a ocupar el primer plano, una forma más perfecta de movimiento de la materia. A partir de aquel instante, la conversión de lo inerte en viviente discurrirá a través de los nuevos mecanismos metabólicos, caracterizados por su colosal rapidez de acción, muy superior, desde luego, a la de los viejos procedimientos de naturaleza química. En las señaladas circunstancias, quedará por completo excluida toda posibilidad de que la vida surja primariamente (es decir, sin intervención de otros organismos vivos), ya que la inmensa mayoría de las sustancias orgánicas presentes en la solución son procesadas por los mecanismos metabólicos a una velocidad con la cual no pueden competir los fenómenos organoquímicos. A esto ya hizo mención Darwin y en la actualidad es fácilmente comprobable en la Naturaleza que nos rodea.
Supongamos que en un rincón determinado de nuestro planeta y por razones desconocidas, faltasen los organismos vivos, pese a concurrir allí condiciones apropiadas para el desarrollo de la vida. Es indudable que en una situación tal, podría concebirse el que aún en nuestros días tuviese lugar una formación primaria de vida. No obstante, para que esta hipótesis resulte aceptable, sería necesario en primer lugar que se descubra este fenómeno en el medio natural, cosa que hasta el presente no ha sido conseguido. A nuestra manera de ver, la resolución del problema del origen de la vida encuentra perspectivas muchísimo más amplias en el estudio de los mecanismos metabólicos de conversión de la sustancia inerte en viviente. Al mismo tiempo, el análisis detallado de los procesos metabólicos nos permitirá eventualmente el llegar a su reproducción artificial en el laboratorio. Una vez que se halle bien conocida esta elevada forma de organización de la materia (metabolismo), será posible sintetizar vida mediante procedimientos infinitamente más rápidos que los utilizados originalmente por la Naturaleza.
De algo se puede estar seguro y ello es que esta meta será alcanzada en un futuro ya no demasiado lejano.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Tecnos, 1979, en traducción de Jorge Asensio Peral. ISBN: 84-309-0464-6.]
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