lunes, 12 de diciembre de 2016

"Las plantas: amores y civilizaciones vegetales".- Jean-Marie Pelt (1933-2015)


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 III.-Los musgos: prehistoria de las plantas terrestres

  «Los musgos, por su talla insignificante y por el discreto lugar que ocupan en la vegetación, no estimulan ni la curiosidad de los coleccionistas ni la atención de los aficionados a las plantas.
 Un tallito de musgo es una planta en miniatura. Para observarlo, antes es preciso aislarlo de entre las densas formaciones que constituye con sus semejantes, a manera de alfombras o almohadillas. La naturaleza compensa la endeblez del individuo realizando grandes concentraciones de tipo colonial, del mismo modo que hace con los corales de los mares cálidos. Así, la multiplicidad de seres pequeños y su asociación en batallones ordenados y disciplinados remeda el empuje de las plantas más grandes, según el adagio que dice: "la unión hace la fuerza".
 Los musgos nunca forman árboles, ni matorrales, y jamás poseen tallos leñosos. Por no haber sabido inventar la madera, que confiere su fuerza a las plantas superiores, los musgos han quedado reducidos a la categoría plantas inferiores. Inferiores por su talla, por su grado de organización, inferiores, en fin, por su posición en la vegetación, bajo las hierbas de los prados o debajo de los árboles en los bosques.

 Los indios del reino vegetal

 A juzgar por los fósiles, los musgos tienen un origen antiquísimo. Representan, sin duda, una de las primeras tentativas de las algas verdes para liberarse del medio marino y conquistar la tierra firme. Tentativa meritoria, pero limitada. Después de una hazaña remarcable -su adaptación a la vida terrestre- permanecen inmovilizados en su organización inicial, transcurridos millones y millones de años, incapaces de evolucionar y de realizar un conjunto de procesos mediante los cuales otras plantas se adaptan a la vida aérea. O sea, los musgos no han sabido superarse. En la actualidad, dominados ampliamente por los helechos, las coníferas y las plantas con flores, constituyen , no obstante, la primera civilización vegetal que partió a la conquista de la tierra. Los musgos son a las rosas o a las orquídeas lo que el indio del Amazonas o el piel roja de Arizona son a los americanos de Washington o de Chicago. Como el musgo, la rosa y la orquídea descienden de las algas, pero han surgido mucho más tarde y han recorrido un camino evolutivo mucho más largo, por lo que, en consecuencia, han llegado mucho más lejos. Los musgos se han quedado arcaicos, los demás son modernos.
 Los musgos guardan en su memoria muchos recuerdos de su lejano parentesco con las algas y de su ascendencia acuática. Salta a la vista que no han podido liberarse de ese pasado marino, que los marca tan profundamente. Inmóviles y estáticos, son el testimonio de aquellos tiempos antiguos en que las primitivas plantas terrestres no habían inventado todavía ni las raíces, ni la madera, ni la flor, ni el fruto ni la semilla.
 La madera confiere su esplendor al árbol. Forma el esqueleto de las plantas terrestres, siendo elemento indispensable para su porte. Carentes de madera, los musgos están condenados a su irrisorio tamaño, como el insecto sin tejido óseo. La lignina, componente químico de la madera, no sólo es un elemento necesario para la construcción de un esqueleto rígido, sino que también tapiza la pared de los grandes vasos por los que el agua circula desde las raíces a los tallos, ramas y hojas. Participa en la formación de un poderoso aparato circulatorio que distribuye, desde el suelo hasta las hojas más alejadas, el agua necesaria para la vida y, sobre todo, para la función clorofílica.
 Nada de eso existe en los musgos. A falta de verdaderas raíces y de verdaderos vasos, la savia circula penosamente de una célula a otra, como en las algas. Pero las algas viven por completo sumergidas o flotantes, lo cual hace que no necesiten ningún aparato de sostén y les elimina cualquier problema circulatorio. El agua penetra en los tejidos directamente por los poros, de manera que las algas no necesitan ni raíces absorbentes ni vasos conductores.
 Por no haber mejorado a las algas, en cuanto a la circulación interna del agua, y por haber tenido, sin embargo, la audacia de emanciparse del medio marino para acometer la proeza de vivir en tierra firme, los musgos han sido castigados. Condenados a permanecer minúsculos por no ser capaces de alimentarse correctamente de agua.
 ¿Qué han inventado, pues, los musgos que sea original? La observación de un tallito aislado de musgo muestra una disposición totalmente clásica: un tallito central portador de numerosas hojitas verdes. Ahora bien, este dispositivo es raro en las algas, que adquieren las formas más diversas, pero sin diferenciar tan claramente los órganos. Los musgos se dedican, y con éxito, a dividir mejor el trabajo entre un órgano portador y conductor de agua, el tallito, y las numerosas hojitas, que actúan como pequeñas baterías solares. Cada hojita absorbe le energía solar, gracias a la clorofila verde, que transforma el dióxido de carbono tomado del aire y el agua procedente del suelo en azúcares y almidón, según el proceso clásico de la fotosíntesis.
 Las hojas aparecen por primera vez con los musgos. Aunque imperfectas, pues son de minúsculo tamaño y no poseen ningún vaso conductor especializado, es decir, ningún nervio claramente perceptible.»

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