sábado, 18 de julio de 2020

Tratado elemental de pedagogía.- Rufino Blanco Sánchez (1861-1936)

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Didáctica pedagógica
Capítulo VI: Distribución del trabajo

  «1.-El maestro debe organizar el trabajo escolar. Si no lo hace, la escuela se desordena y él es la primera víctima de su desidia.
 La distribución del trabajo en una escuela varía mucho según su clase y grado, y según los alumnos a que se aplica, pero debe siempre inspirarse en principios útiles.
 2.-Los ejercicios escolares deben ser variados, y se ha de procurar que alternen los que exigen mucho esfuerzo y los que exigen poco.
 Los ejercicios más difíciles deben darse al principio de la sesión escolar, y, a ser posible, en la de la mañana.
 La duración de un ejercicio no debe exceder de media hora.
 Los ejercicios prácticos ocuparán, lo menos, dos tercios de cada sesión escolar.
 La distribución del trabajo debe ser conocida por los discípulos.
 A cada discípulo se le dará el trabajo que buenamente pueda llevar.
 El niño debe hacer todos sus trabajos en la escuela.
 Es costumbre general en España que los niños lleven a su casa algún trabajo señalado por el maestro. Esta práctica no es recomendable.
 Si el niño es muy aplicado, dedica más tiempo del necesario a la instrucción y llega fácilmente al recargo del trabajo mental, y si, por el contrario, el niño no es aplicado, el trabajo se queda sin hacer.
 El maestro que quiera dirigir bien su escuela, debe comenzar por gobernarse a sí mismo.
 Las escuelas de niños anormales requieren especial distribución del trabajo escolar.
 3.-Algunos defectos capitales de la escuela común pudieran remediarse con la sesión única para el alumno ya que no lo fuese para el maestro.
 Fisiólogos, higienistas y pedagogos están conformes en que la asistencia diaria de los niños a la escuela durante seis horas es ruinosa y contraproducente, y la sesión única de cuatro horas o cuatro y media con descansos pequeños y uno mayor a la mitad del trabajo, es una reforma que en las grandes poblaciones, faltas de aireación y de higiene, impondrán en breve las estadísticas patológicas y demográficas de la niñez.
 Los que atienden también con asiduidad a estas cuestiones saben que, si el maestro cumple con su deber, sacará mejor producto de la sesión única que de la sesión doble.
 Es idea falsa creer que se aprende más cuanto más tiempo permanece el niño en la escuela, como lo sería pensar que una persona se alimenta mejor porque coma muchas veces al día o que un enfermo se ha de curar más pronto tomando mayores dosis de medicamentos; pero como de los beneficios escolares no es fácil convencer racionalmente a las gentes indoctas, hay necesidad de dar pruebas prácticas patentes, y hacer ensayos en algunas poblaciones de importancia.
 Desde luego la sesión única con una comida en el centro se impone para las escuelas de párvulos, si no se quiere desnaturalizar estas escuelas, que, más que otras, deben sustituir a la acción de la familia bien ordenada.

Capítulo VII: Sistema de enseñanza

 1.-Llámanse sistemas de enseñanza al conjunto de condiciones en que la instrucción de los niños se verifica.
 El maestro instruye a los niños individual o colectivamente: uno a uno o varios a la vez. En el primer caso, el sistema de enseñanza se llama individual, y en el segundo, simultáneo.
 La necesidad ha obligado (y obliga todavía en muchos casos) a que los niños sustituyan al maestro en la instrucción de otros niños, y este sistema de enseñanza se denomina mutuo.
 Cuando se combinan dos sistemas, o se combinan los tres, resulta el sistema mixto.
 Son cuatro, por tanto, los sistemas de enseñanza más conocidos: individual, simultáneo, mutuo y mixto.
 2.-El sistema individual es el mejor, porque se acomoda a las necesidades particulares de cada niño; pero sólo se puede practicar con toda pureza en la enseñanza doméstica.
 El sistema simultáneo, en secciones bien graduadas, es el sistema propio de la escuela; y si bien no permite la adaptación completa de la enseñanza a las necesidades propias de cada niño, es medio poderoso de despertar la emulación y contribuye mucho a la educación social del niño.
 El sistema mutuo sólo debe aceptarse como un mal menor, pues no tiene en su abono otra razón que la ley de la necesidad.
 Combinando la práctica dos sistemas, y a veces los tres, se obtiene gran variedad de sistemas mixtos de enseñanza, que suelen dictar la necesidad y el ingenio de los maestros.

Capítulo VIII: Programas y libros

 1.-El programa escolar es la expresión escrita del método y la guía del maestro en el trabajo de la escuela.
 Es común no usar en las escuelas otros programas que los índices de los libros de texto.
 El programa es necesario porque determina reflexivamente la extensión e intensión de los conocimientos, señala el método, indica los procedimientos, pide ejemplos, y, en resumen, da carácter a la enseñanza
 El programa debe ser cíclico y puede ser concéntrico.
rufino blanco y sanchez - tratado elemental de pedagogia - Iberlibro La redacción de los programas de enseñanza advierte al maestro de muchos errores de método, y todos los maestros debemos adiestrarnos continuamente en la composición, o, al menos, en la corrección de programas de enseñanza.
 2.-Por haber abusado muchos maestros de los libros de texto, varios pedagogos contemporáneos sostienen la conveniencia de suprimirlos para la enseñanza primaria.
 Sin embargo, el libro de texto no debe desterrarse de la escuela, porque el libro será siempre un medio de instrucción que supla al maestro. Por esta sola razón debemos procurar que en la la escuela primaria haya libros para que los niños sepan elegirlos y hacer buen uso de ellos.
 La viva voz del maestro es medio de instruir mucho más poderoso que el libro, pero, debiendo aprovecharle cuanto sea posible, no puede ser único porque su acción no puede ser tan duradera como la del libro.
 Ahora bien, es necesario cuidar mucho de aceptar para los niños libros útiles, agradables y económicos.
 No todos los libros buenos son buenos para todos.
 Los libros son útiles cuando contienen buena doctrina, expuesta con claridad y buen método, y son apropiados a las condiciones de inteligencia del que se ha de instruir con ellos, y una de ellas, quizá la principal, es que sean más prácticos que teóricos.
 Por último, téngase en cuenta que los libros sirven para secundar la palabra del maestro, no para reemplazarla.

Capítulo IX: Condiciones de una lección

 1.-Las lecciones escolares no son ejercicios fáciles, aun para los maestros más experimentados, por la infinita variedad de circunstancias en que una misma lección, puede darse. Por esto conviene fijarse en las condiciones que debe reunir.
 2.-Las lecciones escolares, y en general toda lección, debe estar preparada por el maestro, y debe ser útil, corta y agradable.
 Causa pena ver a algunos maestros titubear en las explicaciones, no acertar con los ejemplos, decir muchas cosas inútiles, dejar a un lado lo principal y caer en otros graves defectos, que se pueden evitar facilísimamente preparando las lecciones cada día.
 Esta preparación es indispensable en los maestros principiantes y evita la rutina de los que ya tienen alguna experiencia.
 Por falta de preparación enseñan algunos maestros errores que ellos mismos conocen como tales, y ésta es quizá la falta más grave del que enseña, porque es una falta de honradez profesional.
 Nada contribuye tanto al buen éxito de la enseñanza como la preparación anticipada de las lecciones.
 “Cada lección debe tener un objeto único y determinado”.
 Las lecciones sólo contendrán lo útil del punto que se trate de enseñar. Lo que no es necesario estorba siempre en la instrucción de los niños.
 El niño no puede hacer grandes esfuerzos de atención, y por este motivo cuando la lección pasa de veinte o treinta minutos es de ordinario lección perdida. Esto, contando con que el niño tome parte activa en la enseñanza, porque si la lección tiene la forma dogmática, tan usada todavía en muchas escuelas, la atención del niño se cansa a los pocos minutos.
 La gravedad de la enseñanza no está reñida con cierta amenidad de las lecciones, que las hace agradables a los niños y desde luego más llevaderas y asequibles.
 “El maestro que trate de instruir sin inspirar el gusto de la instrucción es un herrero que bate el hierro en frío”.»

       [El texto pertenece a la edición en español de Imprenta Moderna, año 1901.]

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