Didáctica pedagógica
Capítulo VI: Distribución del trabajo
«1.-El maestro debe organizar el trabajo escolar. Si no lo
hace, la escuela se desordena y él es la primera víctima de su desidia.
La distribución del
trabajo en una escuela varía mucho según su clase y grado, y según los alumnos a
que se aplica, pero debe siempre inspirarse en principios útiles.
2.-Los ejercicios
escolares deben ser variados, y se ha de procurar que alternen los que exigen mucho
esfuerzo y los que exigen poco.
Los ejercicios más
difíciles deben darse al principio de la sesión escolar, y, a ser posible, en
la de la mañana.
La duración de un
ejercicio no debe exceder de media hora.
Los ejercicios
prácticos ocuparán, lo menos, dos tercios de cada sesión escolar.
La distribución del
trabajo debe ser conocida por los discípulos.
A cada discípulo se
le dará el trabajo que buenamente pueda llevar.
El niño debe
hacer todos sus trabajos en la escuela.
Es costumbre
general en España que los niños lleven a su casa algún trabajo señalado por el maestro.
Esta práctica no es recomendable.
Si el niño es muy
aplicado, dedica más tiempo del necesario a la instrucción y llega fácilmente al
recargo del trabajo mental, y si, por el contrario, el niño no es aplicado, el
trabajo se queda sin hacer.
El maestro que
quiera dirigir bien su escuela, debe comenzar por gobernarse a sí mismo.
Las escuelas de
niños anormales requieren especial distribución del trabajo escolar.
3.-Algunos
defectos capitales de la escuela común pudieran remediarse con la sesión única
para el alumno ya que no lo fuese para el maestro.
Fisiólogos,
higienistas y pedagogos están conformes en que la asistencia diaria de los
niños a la escuela durante seis horas es ruinosa y contraproducente, y la sesión
única de cuatro horas o cuatro y media con descansos pequeños y uno mayor a la
mitad del trabajo, es una reforma que en las grandes poblaciones, faltas de
aireación y de higiene, impondrán en breve las estadísticas patológicas y
demográficas de la niñez.
Los que atienden
también con asiduidad a estas cuestiones saben que, si el maestro cumple
con su deber, sacará mejor producto de la sesión única que de la sesión
doble.
Es idea falsa creer
que se aprende más cuanto más tiempo permanece el niño en la escuela, como lo
sería pensar que una persona se alimenta mejor porque coma muchas veces al día
o que un enfermo se ha de curar más pronto tomando mayores dosis de
medicamentos; pero como de los beneficios escolares no es fácil convencer racionalmente
a las gentes indoctas, hay necesidad de dar pruebas prácticas patentes, y hacer
ensayos en algunas poblaciones de importancia.
Desde luego la
sesión única con una comida en el centro se impone para las escuelas de
párvulos, si no se quiere desnaturalizar estas escuelas, que, más que otras, deben
sustituir a la acción de la familia bien ordenada.
Capítulo VII: Sistema de enseñanza
1.-Llámanse
sistemas de enseñanza al conjunto de condiciones en que la instrucción de los
niños se verifica.
El maestro instruye
a los niños individual o colectivamente: uno a uno o varios a la vez. En el primer
caso, el sistema de enseñanza se llama individual, y en el segundo, simultáneo.
La necesidad ha
obligado (y obliga todavía en muchos casos) a que los niños sustituyan al
maestro en la instrucción de otros niños, y este sistema de enseñanza se
denomina mutuo.
Cuando se combinan dos sistemas, o se
combinan los tres, resulta el sistema mixto.
Son cuatro, por
tanto, los sistemas de enseñanza más conocidos: individual, simultáneo, mutuo y mixto.
2.-El sistema
individual es el mejor, porque se acomoda a las necesidades particulares de cada
niño; pero sólo se puede practicar con toda pureza en la enseñanza doméstica.
El sistema simultáneo,
en secciones bien graduadas, es el sistema propio de la escuela; y si bien no
permite la adaptación completa de la enseñanza a las necesidades propias de
cada niño, es medio poderoso de despertar la emulación y contribuye mucho a la
educación social del niño.
El sistema mutuo
sólo debe aceptarse como un mal menor, pues no tiene en su abono otra razón que
la ley de la necesidad.
Combinando la
práctica dos sistemas, y a veces los tres, se obtiene gran variedad de sistemas
mixtos de enseñanza, que suelen dictar la necesidad y el ingenio de los
maestros.
Capítulo VIII: Programas y libros
1.-El programa
escolar es la expresión escrita del método y la guía del maestro en el trabajo de
la escuela.
Es común no usar en
las escuelas otros programas que los índices de los libros de texto.
El programa es
necesario porque determina reflexivamente la extensión e intensión de los
conocimientos, señala el método, indica los procedimientos, pide ejemplos, y, en
resumen, da carácter a la enseñanza
El programa debe
ser cíclico y puede ser concéntrico.
La redacción de los
programas de enseñanza advierte al maestro de muchos errores de método, y todos
los maestros debemos adiestrarnos continuamente en la composición, o, al menos,
en la corrección de programas de enseñanza.
2.-Por haber
abusado muchos maestros de los libros de texto, varios pedagogos contemporáneos
sostienen la conveniencia de suprimirlos para la enseñanza primaria.
Sin embargo, el
libro de texto no debe desterrarse de la escuela, porque el libro será siempre un
medio de instrucción que supla al maestro. Por esta sola razón debemos procurar
que en la la escuela primaria haya libros para que los niños sepan elegirlos y
hacer buen uso de ellos.
La viva voz del
maestro es medio de instruir mucho más poderoso que el libro, pero, debiendo aprovecharle
cuanto sea posible, no puede ser único porque su acción no puede ser tan
duradera como la del libro.
Ahora bien, es
necesario cuidar mucho de aceptar para los niños libros útiles, agradables y
económicos.
No todos los libros
buenos son buenos para todos.
Los libros son
útiles cuando contienen buena doctrina, expuesta con claridad y buen método, y
son apropiados a las condiciones de inteligencia del que se ha de instruir con
ellos, y una de ellas, quizá la principal, es que sean más prácticos que
teóricos.
Por último, téngase
en cuenta que los libros sirven para secundar la palabra del maestro, no para
reemplazarla.
Capítulo IX: Condiciones de una lección
1.-Las lecciones
escolares no son ejercicios fáciles, aun para los maestros más experimentados, por
la infinita variedad de circunstancias en que una misma lección, puede darse.
Por esto conviene fijarse en las condiciones que debe reunir.
2.-Las lecciones
escolares, y en general toda lección, debe estar preparada por el maestro, y debe
ser útil, corta y agradable.
Causa pena ver a algunos maestros titubear en las
explicaciones, no acertar con los ejemplos, decir muchas cosas inútiles, dejar a
un lado lo principal y caer en otros graves defectos, que se pueden evitar
facilísimamente preparando las lecciones cada día.
Esta preparación es
indispensable en los maestros principiantes y evita la rutina de los que ya tienen
alguna experiencia.
Por falta de preparación enseñan algunos maestros
errores que ellos mismos conocen como tales, y ésta es quizá la falta más grave
del que enseña, porque es una falta de honradez profesional.
Nada contribuye
tanto al buen éxito de la enseñanza como la preparación anticipada de las lecciones.
“Cada lección debe
tener un objeto único y determinado”.
Las lecciones sólo
contendrán lo útil del punto que se trate de enseñar. Lo que no es necesario estorba
siempre en la instrucción de los niños.
El niño no puede
hacer grandes esfuerzos de atención, y por este motivo cuando la lección pasa de
veinte o treinta minutos es de ordinario lección perdida. Esto, contando con
que el niño tome parte activa en la enseñanza, porque si la lección tiene la
forma dogmática, tan usada todavía en muchas escuelas, la atención del niño se
cansa a los pocos minutos.
La gravedad de la
enseñanza no está reñida con cierta amenidad de las lecciones, que las hace
agradables a los niños y desde luego más llevaderas y asequibles.
“El maestro que
trate de instruir sin inspirar el gusto de la instrucción es un herrero que
bate el hierro en frío”.»
[El texto pertenece a la edición en español de Imprenta Moderna, año 1901.]
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