sábado, 11 de julio de 2020

Sueños de tierra y cielo.- Freeman Dyson (1923-2020)

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1.-Nuestro futuro biotecnológico
Tecnología verde

  «La domesticación de la biotecnología en la vida cotidiana puede ser también útil en la solución de problemas prácticos económicos y medioambientales. Una vez que una nueva generación de niños haya crecido, como ellos conocerán los juegos de biotecnología, igual que ahora nuestros nietos conocen los juegos de ordenador, la biotecnología ya no parecerá algo extraño y ajeno. En la era de la biología de código abierto, la magia de los genes será accesible a cualquier persona con la capacidad y la imaginación suficientes para utilizarla. La biotecnología tendrá vía libre para moverse en la corriente del desarrollo económico, para contribuir a resolver algunos de nuestros problemas sociales más acuciantes y para mejorar la condición humana en toda la Tierra. La biología de código abierto puede ser una herramienta poderosa que nos dé acceso a la abundante y barata energía solar.
 Una planta es una criatura que utiliza la energía de la luz solar para convertir agua, dióxido de carbono y otros elementos simples en raíces, hojas y flores. Para poder vivir, necesita recibir la luz solar, pero la utiliza con una baja eficiencia. Las plantas de cultivo más eficientes, como la caña de azúcar o el maíz, convierten el uno por ciento de la luz solar recibida en energía química. En cambio, los colectores solares artificiales hechos de silicio lo hacen mucho mejor. Las células solares de silicio pueden convertir la luz solar en energía eléctrica con una eficiencia de un quince por ciento, y la energía eléctrica puede convertirse en energía química sin mucha pérdida. Podemos imaginar que en el futuro, cuando hayamos dominado el arte de la ingeniería genética con plantas, produciremos nuevas plantas de cultivo que tengan hojas de silicio y sean capaces de convertir la luz solar en energía química de una manera diez veces más eficiente que las plantas naturales. Estas plantas de cultivo artificiales reducirán la superficie de terreno necesaria para la producción de biomasa en un factor de diez. Se parecerán a las plantas naturales excepto en sus hojas, que serán negras (el color del silicio) en lugar de verdes (el color de la clorofila). Sólo me pregunto cuánto tiempo nos llevará conseguir que crezcan plantas con hojas de silicio.
 Si la evolución natural de las plantas hubiera sido impulsada por la necesidad de una mayor eficiencia en el aprovechamiento de la luz solar, las hojas de todas las plantas serían negras. Las hojas negras absorberían la luz solar con mayor eficiencia que las de cualquier otro color. Obviamente, la evolución de las plantas se vio impulsada por otras necesidades, en particular por la de protegerse del sobrecalentamiento. Para una planta que crece en un clima cálido, es una ventaja reflejar tanto como le sea posible la luz solar que no utilice para su crecimiento. Como hay tanta, no es importante que la utilice con la máxima eficiencia. Las plantas han evolucionado con clorofila en sus hojas para absorber los útiles componentes rojo y azul de la luz solar y reflejar el verde. Por eso es razonable que las plantas de climas tropicales sean de color verde. Sin embargo, esta lógica no explica por qué las de climas fríos, donde la luz solar es escasa, son también verdes. Cabe imaginar que, en un lugar como Islandia, el sobrecalentamiento no sería un problema y las plantas con hojas negras, que utilizarían la luz del sol de manera más eficiente, tendrían una ventaja evolutiva. Por alguna razón que no comprendemos, nunca aparecieron plantas naturales con hojas negras. ¿Cuál es el motivo? Quizá no logremos entender por qué la naturaleza no tomó esta ruta hasta que la hayamos recorrido nosotros mismos.
 Después de haber explorado esta ruta hasta el final, cuando hayamos creado nuevos bosques de plantas de hojas negras que puedan utilizar la luz solar de manera diez veces más eficiente que las plantas naturales, nos enfrentaremos a un nuevo conjunto de problemas ambientales. ¿Quién estará autorizado a cultivar plantas de hojas negras? ¿Permanecerán éstas acotadas como variedades artificiales o invadirán y cambiarán para siempre la ecología natural? ¿Qué haremos con los residuos de silicio que estas plantas dejen tras de sí? ¿Seremos capaces de diseñar toda una ecología de microbios, hongos y lombrices que se alimenten de silicio para mantener las plantas de hojas negras en equilibrio con el resto de la naturaleza y poder reciclar ese silicio? El siglo XXI nos traerá nuevas y poderosas herramientas de ingeniería genética con las que manipular nuestros cultivos y nuestros bosques. Y con las nuevas herramientas surgirán nuevos interrogantes y nuevas responsabilidades.
 La pobreza es uno de los grandes males del mundo moderno. La falta de trabajo y de oportunidades económicas en las poblaciones pequeñas impulsa a millones de personas a emigrar de los pueblos a ciudades superpobladas. La continua emigración provoca enormes problemas sociales y medioambientales en las principales urbes de los países pobres. Los efectos de la pobreza son más visibles en las ciudades pero las causas se encuentran principalmente en los pueblos. Lo que el mundo necesita es una tecnología que ataje el problema de la pobreza rural de raíz, mediante la creación de riqueza y puestos de trabajo en los pueblos. Una tecnología que cree industrias y posibilidades de hacer carrera en las zonas rurales ofrecería a sus pobladores una alternativa práctica a la emigración. Se les daría la oportunidad de sobrevivir y prosperar sin sufrir desarraigo.
Sueños de tierra y cielo eBook: Dyson, Freeman: Amazon.es: Tienda ... El desequilibrio de riqueza y población entre los pueblos y las ciudades es uno de los principales hechos de la historia de la humanidad durante los últimos diez mil años. La emigración del campo a la urbe está sin duda asociada al tránsito de un tipo de tecnología a otro. Encuentro conveniente llamar "verde" y "gris" a los dos tipos de tecnología. Del adjetivo "verde" se han apropiado de manera abusiva diversos movimientos políticos, sobre todo en Europa, por lo que debo explicar claramente en qué pienso cuando hablo de verde y de gris. La tecnología verde se basa en la biología y la tecnología gris en la física y la química.
 En términos generales, la tecnología verde es la que dio origen a las comunidades rurales hace diez mil años con la domesticación de plantas y animales, la invención de la agricultura, la cría de cabras, ovejas, caballos, vacas y cerdos y la producción de tejidos, quesos y vinos. La tecnología gris es la que, cinco mil años más tarde, dio origen a las ciudades y a los imperios con la fundición del bronce y el hierro, la invención de los vehículos con ruedas y las carreteras pavimentadas, la construcción de barcos y carros de guerra, y la fabricación de espadas, armas de fuego y bombas. La tecnología gris produjo asimismo los arados de acero, los tractores, las cosechadoras y las plantas de procesamiento, que volvieron a la agricultura más productiva y transfirieron gran parte de la riqueza generada por los agricultores de los pueblos a las empresas radicadas en las ciudades.
 Durante los primeros cinco mil años de los diez mil de civilización humana, la riqueza y el poder pertenecieron a las poblaciones pequeñas con tecnología verde, y durante los cinco mil años siguientes, pertenecieron a las ciudades con tecnología gris. Desde hace unos quinientos años que la tecnología gris se ha vuelto cada vez más dominante pues aprendimos a construir máquinas que utilizan la energía del viento, el agua, el vapor y la electricidad. En los últimos cien años, la riqueza y el poder se han concentrado aún más en las ciudades conforme avanza la tecnología gris. A medida que las ciudades se hacen más ricas, la pobreza rural aumenta.
 Este bosquejo de los últimos diez mil años de historia human sitúa el problema de la pobreza rural en una nueva perspectiva. Si dicha pobreza es una consecuencia del crecimiento desequilibrado de la tecnología gris, es posible que un cambio en la balanza de gris a verde la haga desaparecer. Éste es mi sueño.»
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Debate, 2017, en traducción de Joaquín Chamorro Mielke. ISBN: 978-84-9992-707-7.]

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